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La curiosidad no 'mató al gato', sino que hizo que mantuvieras buenas amistades
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PSICOLOGÍA CURIOSA

La curiosidad no 'mató al gato', sino que hizo que mantuvieras buenas amistades

Repasamos una serie de estudios que corroboran que si tienes un alma interesada por todo lo que te rodea es mucho más posible que disfrutes de una vida social plena y satisfactoria

Foto: Foto: iStock.
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Aquellos que suelen usar el famoso refrán que encabeza este artículo y que afirma que demasiada curiosidad puede generar problemas, no tienen en cuenta que dejarte llevar por una inquietud, de manera frecuente, se asocia con sentirse más conectado con el mundo, poseer mejor memoria o tener mayores habilidades de aprendizaje, como corroboran diversos estudios. Pero pocos informes exploran cómo afecta este rasgo de la personalidad en las relaciones humanas. ¿Está reñida la curiosidad con gozar de buenos de amigos?

A simple vista, la respuesta es sí, pues si prestas más atención a las numerosas incógnitas que aparecen en tu vida diaria, eso te granjeará una mayor cantidad de experiencias y un mayor número de gente a la que conocer y descubrir. Pero, pensándolo bien, el hecho de estar en más lugares o entablar contacto con más personas tampoco tiene por qué garantizar que esas personas con las que te encuentres sean buenas, concuerdes con ellas en hábitos o gustos o que sean tan curiosas como tú. Sin embargo, un estudio reciente intentó demostrar que aquellos que destacan por su extrema curiosidad suelen disponer de mejores amistades que aquellos que se dejan llevar más por la cotidianidad o lo ya conocido.

"Sentir curiosidad favorece a sentirse cercano a alguien. Es el jugo secreto de las relaciones"

Pero primero repasemos algunas de las teorías más aceptadas sobre la curiosidad y sus cualidades. Fue el psicólogo del siglo XX Wilhelm Wundt quien desarrolló una explicación de por qué la sentimos hacia algo que nos interesa. En primer lugar, solo sientes curiosidad por algo cuando lo conoces de forma mínima o parcial, ya que si no tienes ningún dato o referencia sobre el tema en cuestión, es imposible que sientas curiosidad por él. Entonces, nuestro instinto curioso despega en el momento en que empezamos a conocer algo, no por ciencia infusa. De esta forma, Wundt estableció dos variables para explicar el proceso por el cual una persona adquiere información sobre cualquier tema que le interese: una barra vertical para la intensidad mental o psicológica que nos hace querer saber más (la mera curiosidad) y otra horizontal para representar lo ya conocido.

placeholder El psicólogo y fisiólogo alemán, Wilhelm Wundt, en 1902. (Wikipedia)
El psicólogo y fisiólogo alemán, Wilhelm Wundt, en 1902. (Wikipedia)

Así, separó el proceso en tres etapas. En la primera, nuestro deseo de saber más crece poco a poco, creando una "excitación mental positiva" a medida que nuestro interés crece hasta llegar a un punto de inflexión en el que ya creemos conocer lo más relevante o lo suficiente sobre el tema en cuestión. A partir de ahí, nuestro interés va decreciendo poco a poco según la vinculación psicológica que hayamos creado con el tema. Otro psicólogo británico, Daniel Berlyne, interpretó que nuestro nivel de curiosidad se mide a partir de dos sistemas mentales: un "sistema de recompensa", que aumenta la intensidad y las ganas de querer saber más, y otro "sistema negativo, aversivo", que paraliza nuestras intenciones de conocer porque la intensidad del estímulo se vuelve amenazante para nosotros, como explica el profesor Albert García Pujadas en una entrada de su blog personal.

Siguiendo estas definiciones de los procesos psicológicos que explican cómo nos enganchamos a conocer sobre un tema concreto, podemos extrapolarlo al campo de las relaciones humanas de una manera similar; es decir, sentimos curiosidad por alguien cuando algo nos atrae de él o ella, activando en nuestro cerebro un sistema de recompensa que nos pide saber más. De esta forma, puede nacer una bonita amistad. Solo queremos conocer más sobre determinada persona cuando hay un interés (positivo o negativo) basado en unas expectativas previas. De ahí que sea probable que nuestra relación pase por las mismas fases que esta curva de la curiosidad: cuando llegamos al punto máximo y creemos conocerlo todo sobre la persona, de forma natural nuestro interés decrece, ya que las expectativas que tenemos puestas en ella disminuyen al haberlas obtenido tantas veces con anterioridad.

La curiosidad en las relaciones

Ahora bien, ¿cómo es posible que ser curiosos determine que vayamos a disfrutar de unas relaciones amistosas mucho más sanas y fuertes? Esta es la pregunta que se hizo Todd Kashdan de la Universidad George Mason, quien dirigió un estudio junto a sus compañeros para intentar demostrar esta hipótesis. Partiendo de la premisa de que al ser curiosos poseemos una mayor motivación para experimentar algo nuevo, se supone que esto influye a la hora de desenvolvernos mejor a la hora de tener contacto con personas extrañas o que no están dentro de nuestro círculo.

"Cuando descubres algo interesante sobre la otra persona se crea una espiral de curiosidad por la que él también comparte cosas contigo"

Así, reunieron a un grupo de personas desconocidas entre sí para que empezaran a hacerse preguntas. Un miembro de cada pareja estaba aliado con Kashdan y sus colegas sin que los sujetos lo supieran, de tal forma que podía subir o bajar la profundidad de las preguntas, que variaban en cuanto a intimidad. Por ejemplo, una de las simples o superficiales era del tipo "Si pudieras invitar a cualquier persona viva o muerta para cenar, ¿quién sería y por qué?". En el lado de las más profundas o íntimas había algunas como "¿Cuándo fue la última vez que lloraste delante de otra persona?". Los colaboradores de los investigadores siempre respondían lo mismo, tanto a las preguntas íntimas como a las más generales.

Antes de pasar a la rueda de preguntas, los participantes rellenaron cuestionarios sobre las expectativas que tenían de conocer a alguien que les pareciera interesante. Y, justo después de salir de las entrevistas, lo mismo. El equipo de investigación les pidió que evaluaran el nivel de curiosidad que habían sentido por la persona a la que acababan de conocer, las emociones negativas o positivas que habían experimentado o el grado de ansiedad social que habían sentido. Del mismo modo, los colaboradores también tenían que calificar cómo de cercanos habían sentido a sus interlocutores.

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El resultado fue que los colaboradores del estudio sintieron más atraídos y un mayor espíritu de cercanía a aquellos participantes que se mostraban más curiosos. "Incluso, teniendo en cuenta la cantidad de emociones negativas y positivas, y la ansiedad social experimentada, factores que influyen en las interacciones sociales, la curiosidad seguía teniendo una relación única con las puntuaciones del grado de intimidad que habían alcanzado, lo que sugiere que sentir curiosidad favorece pase lo que pase a sentir cercanía con alguien", concluyeron los psicólogos. "Es el jugo secreto de las relaciones", expresó Kashdan, en declaraciones recogidas por 'Greater Good Magazine'. "Mostrar interés es mucho más importante para cultivar una relación y mantenerla que ser interesante o bueno socialmente, eso es lo que consigue que el diálogo se desarrolle".

En cierto modo, la curiosidad en las relaciones humanas es como una espiral que se retroalimenta constantemente. "Cuando haces preguntas y descubres algo interesante sobre la otra persona, el otro revela y comparte más contigo, además de devolverte el favor haciéndote más preguntas, fomentando así el grado de intimidad que hay entre ambos", remarca el autor del estudio. Obviamente, demasiada curiosidad tampoco es buena, ya que puedes parecer pesado si solo haces preguntas tú. Más allá de mostrar interés, también hay que tener en cuenta la empatía, la cual pasa por adivinar e intuir las sensaciones de los demás cuando están contigo.

Una cuestión de empatía

Y esto, precisamente, es lo siguiente que Kashdan intentó demostrar en otro estudio paralelo. ¿Ser curiosos nos hace empáticos, es decir, mejora nuestra capacidad de saber leer a las personas que no conocemos? Para ello, reunió a 96 sujetos para que respondieran a encuestas sobre su propia personalidad y la curiosidad social que experimentaban, como el grado de interés que sentían hacia lo que pensaban y sentían personas que no conocían demasiado. Después, se les emparejó al azar para que hablaran durante diez minutos y luego tuvieron que evaluar los rasgos de personalidad de sus interlocutores. Así, los que tenían una mayor curiosidad acertaron mucho más en los rasgos que habían reconocido como propios los sujetos antes de someterse a la entrevista, ya que "eran más precisos a la hora de captar las señales verbales y no verbales de sus compañeros".

Aquellos que sienten poca o nula curiosidad por la gente se sentirán más abandonados, ya que presienten que lo que encontraron en un solo conocido se repite en todos

Por otro lado, ¿tiene algo que ver la curiosidad a la hora de superar experiencias negativas con nuestras relaciones, como por ejemplo sentirse rechazado? Un estudio realizado en 2017 publicado en la revista 'Personality and Individual Differences' demostró que nuestro interés en conocer más gente o más en profundidad a gente que ya conocemos puede reducir el mal trago de llevarte una desilusión con un amigo o que alguien de tu círculo cercano te rechace o traicione. Al parecer, el hecho de ser curiosos por naturaleza permite lidiar mejor con las decepciones personales, pues se tiende a ver muchos más rasgos distintos o desconocidos en diferentes personas. Aquellos que sienten poca o nula curiosidad por la gente que les rodea se sentirán más abandonados, ya que presienten que lo que encontraron en un solo conocido se repite en todos los casos, por lo que no hay interés que mostrar, lo que les llevaría a quedarse a vivir en la última fase de la curva de Wundt.

Por último, otra de las causas por las que ser curioso te ayudará a construir y mantener mejores amistades es porque de manera general tenderás a responder con menos violencia o dureza a los conflictos. Otro estudio dirigido por Kashdan comparó el comportamiento de las personas durante situaciones de gran carga emocional. Así, reunió a un grupo de personas a las que se les pidió que enumerasen algún hecho negativo ocurrido en el pasado con alguien a quien querían o por quien habían experimentado dolor. Los investigadores les reunieron con esas personas a las que les unía un enfado o un conflicto. Después, les preguntaron cuáles eran sus niveles de satisfacción o de insatisfacción tras el encuentro, descubriendo que aquellos que creían ser más curiosos habían esgrimido una actitud menos hostil que los que no se reconocían a sí mismos como curiosos.

Foto: (iStock)

¿A qué se debe que los que son curiosos respondan mejor o con menos agresividad en situaciones complicadas? Evidentemente, por la razón de que no se conforman con una explicación rotunda y fiable del problema que surgió o apareció entre los dos, sino que intentan siempre ir más allá, comprender distintos puntos de vista sobre lo sucedido o entender lo ocurrido con más amplitud de miras. ¿Y tú? ¿Te consideras una persona curiosa?

Aquellos que suelen usar el famoso refrán que encabeza este artículo y que afirma que demasiada curiosidad puede generar problemas, no tienen en cuenta que dejarte llevar por una inquietud, de manera frecuente, se asocia con sentirse más conectado con el mundo, poseer mejor memoria o tener mayores habilidades de aprendizaje, como corroboran diversos estudios. Pero pocos informes exploran cómo afecta este rasgo de la personalidad en las relaciones humanas. ¿Está reñida la curiosidad con gozar de buenos de amigos?

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