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La pelea de bar que desencadenó la guerra más absurda de la historia de España
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La pelea de bar que desencadenó la guerra más absurda de la historia de España

Se trata de una de las campañas militares más inexplicables de la historia, donde el honor, la influencia sobre las colonias y el guano parecen ser los detonantes más importantes

Foto: Bombardeo de Valparaíso por Méndez Núñez, pintado por William Gibbons.
Bombardeo de Valparaíso por Méndez Núñez, pintado por William Gibbons.

El siglo XIX en España fue un auténtico galimatías. Cierto es que en todos los siglos, en todos los países de la tierra han ocurrido cosas, muchas, más o menos importantes. Lo mismo se aplica a la historia de nuestro país, pero el XIX se lleva, con creces, todos los premios a la época más convulsa: guerras de independencia, constituciones, reyes odiados (y, al mismo tiempo, inexplicablemente deseados), regentes, espadones, repúblicas, pérdida de las colonias, pronunciamientos (en enorme cantidad), leyes sálicas y sus consiguientes guerras civiles... Vamos, un siglo en nuestra historia con más conflicto que una partida de Risk.

Pero uno de los eventos que menos se estudian en los institutos españoles, además de porque el temario del siglo XIX ya es bastante extenso, tal y como es, por su final irrelevancia histórica, fue la Guerra Hispano-Sudamericana que tuvo lugar entre los años 1865 y 1866 (aunque el armisticio no se firmó hasta 1871 y la última paz no llegó hasta más de una década después, en 1885).

"Esta humillación fue demasiado para Pareja, que se suicidó a bordo de su buque insignia, el Villa de Madrid, dos días después"

Las causas de este conflicto armado están, todavía a día de hoy, poco claras. Según reputados historiadores como el contralmirante de la Armada Española, miembro de la Real Academia Española y de la Real Academia de la Historia, Julio Guillén Tato, "la campaña del Pacífico (1863-66), por los continuos errores de uno y otro bando, desembocó en una guerra estúpida, de la que un historiador nuestro afirma que fue sin objeto ni objetivos y que nadie pone en claro de qué modo empezó".

Pero la situación no estalló porque sí. Según explica el historiador Spencer C. Tucker en un libro, durante la década de los años 50 del siglo XIX el gobierno de Isabel II aumentó mucho el gasto militar español, con el objetivo de revitalizar una fuerzas armadas muy deterioradas después de las sucesivas guerras de independencia de las colonias americanas a principios del siglo XIX. Del mismo modo, Tucker explica que a finales de 1862, España mandó una expedición 'científica' (aunque tremendamente armada) a las aguas del Pacífico sudamericano que, en realidad, tenía el objetivo de ayudar a los ciudadanos españoles que todavía continuaban viviendo en América.

placeholder Fragata blindada Numancia, uno de los barcos de la flota española en el Pacífico.
Fragata blindada Numancia, uno de los barcos de la flota española en el Pacífico.

El comandante de la expedición era un Almirante perteneciente a una de las estirpes marineras más famosas del mundo, Luis Hernández-Pinzón Álvarez, descendiente directo (explica Tucker) de los tres hermanos Pinzón, naturales de Palos de la Frontera (Huelva), que acompañaron a Colón en el descubrimiento de América. La primera parada en la expedición española fue el puerto de Valparaíso, en las costas chilenas donde, cuenta el historiador, fueron recibidos amigablemente tanto por la población local como por las autoridades, dado que España mantenía buenas relaciones diplomáticas con Chile desde que reconociera su independencia a principios de los años 40 del siglo XIX. Tras llegar a Valparaíso el 18 de abril, la expedición volvió a zarpar hacia el norte en Julio, llegando ese mismo mes a Callao, en Perú. A pesar de que todavía el Gobierno Español no reconocía la independencia de Perú, el recibimiento fue igualmente amistoso, zarpando poco después en dirección a San Francisco, en California en Estados Unidos.

placeholder Lienzo de Antonio Muñoz Degrain que representa el momento en que cayó herido el marino Méndez Núñez.
Lienzo de Antonio Muñoz Degrain que representa el momento en que cayó herido el marino Méndez Núñez.

La historia 'oficial', según explicaba en un artículo el historiador y escritor Rodolfo Aguado Cantero, dice que el 4 de agosto de 1863 "el colono español Marcial Miner y el hacendado peruano Manuel Salcedo se vieron envueltos en un pleito". Al parecer, en la Hacienda Talambo, en la población de Lambayeque en Perú. Tras sentirse ofendido, Salcedo mandó apresar a Miner, que se encontraba con otros colonos españoles. El mayordomo de la hacienda, "acompañado por varios peones armados", asaltó al grupo español. Esto desembocó en una trifulca en la que se desenfundaron pistolas y murieron, según el historiador, un ciudadano español y un peruano. Después de que la policía apresara a los involucrados, "los jueces peruanos absolvieron a Salcedo".

En noviembre, mientras todavía navegaba dirección norte hacia California, las noticias del incidente llegaron a Pinzón, que dio media vuelta el día 13, regresando a Perú y reclamando al Gobierno peruano una disculpa además de una compensación a los ciudadanos españoles afectados. El Gobierno del país sudamericano consideró que se trataba de un asunto completamente interno, y que debía quedar en manos de la justicia y de la policía peruanas, así que se negó a ofrecer ningún tipo de disculpa. Después de que estas noticias alcanzaran Madrid, el Gobierno español decidió, no solo apoyar las reclamaciones del Almirante español, sino reclamar a Perú compensaciones pendientes por la Guerra de Independencia y enviar a un representante español a Lima para negociar directamente con el gobierno peruano.

El hispanista británico Raymond Carr lo definió así: "La guerra con Chile y Perú... fue estúpida por sí misma"

La situación se tensó más, explica el historiador peruano Fabián Novak Talavera, porque el enviado español, Eusebio Salazar y Mazarredo, llegó a Perú en marzo de 1864 con el título oficial de 'comisario especial y extraordinario de la reina' y no como embajador. Esto tiene especial relevancia dado que los comisarios eran representantes para las colonias, no para países independientes. Las negociaciones, como cabía esperar, se fueron rápidamente al traste.

El 14 de abril, dada la negativa de Perú al pago de cualquier tipo de compensación, la flota española invadió las islas Chincha, 92 yermas hectáreas situadas a 20 kilómetros del continente. En ella desembarcaron un total de 400 infantes de marina, que tomaron el control absoluto del territorio, apresaron, como explica Novak, al gobernador local, Ramón Valle Riestra, e izaron la bandera española. ¿Pero por qué tres pequeños islotes en los que no crece ni una sola brizna de hierba podían suponer una medida estratégica efectiva? Porque estaba llena, a rebosar, de excrementos de ave.

placeholder Mapa de las islas Chincha de 1865.
Mapa de las islas Chincha de 1865.

Hasta que en la primera década del siglo XX el químico alemán y ganador del Premio Nobel, Fritz Haber (caído luego en desgracia por ayudar a inventar y promover el uso del Gas Mostaza en la primera guerra mundial y ser, además, uno de los responsables —se inventó en su instituto— de la creación del Zyklon B, el gas que los nazis usaron para ejecutar a millones de personas) inventase un procedimiento para producir amoníaco directamente del aire (compuesto en un 78% por nitrógeno), la única forma, realmente viable de fertilizar los campos del planeta era el guano o, dicho de otro modo, los excrementos de aves, principalmente marinas, acumulados en las rocas de zonas costeras o de islas. En estos lugares las heces, ricas en nitrógeno, se solidifican y se acumulan, lo que posibilita su minado y posterior comercialización.

A mediados del siglo XIX, las Islas Chincha suponían más del 60% de todos los ingresos de Perú. Este no fue un golpe nada suave. Al mismo tiempo, la flota española bloqueó todos los puertos peruanos: la victoria estaba asegurada. Pero, cuando estas acciones militares llegaron a oídos del nuevo presidente del Consejo de Ministros de España, Ramón María Narváez, el Gobierno español decidió sustituir a Pinzón por el vicealmirante Juan Manuel Pareja, nacido en Perú, creyendo que esto aliviaría tensiones. A pesar de esto, Narváez hizo lo que se conoce como 'dar una de cal y otra de arena' pues al mismo tiempo mandó cuatro fragatas más para reforzar el grupo naval español. Esto terminó de firmar el (temporal) éxito español en el conflicto, dado que tras la llegada de Pareja en diciembre, tras un mes de negociaciones, se firmó la paz el 27 de enero, aceptando Perú las reclamaciones españolas.

placeholder El químico alemán Fritz Haber.
El químico alemán Fritz Haber.

Esto, a su vez, tuvo repercusiones políticas en el país sudamericano, que consideraba la paz una afrenta a su honor nacional. El Congreso se negó a ratificar el tratado y el Gobierno de Juan Antonio Pezet, el presidente peruano, cayó el día 7 de noviembre de ese año.

Pero España parecía tener ganas de más. Los beligerantes actos de la Armada Española no pasaron desapercibidos para nuestras antiguas colonias, especialmente para Chile, Bolivia y Ecuador, que tenían la impresión (posiblemente justificada) de que España intentaba restablecer el Imperio. Esto provocó que cuando la cañonera Vencedora, una de las embarcaciones de la flota española, atracó en el puerto de Lota para llenar sus reservas de carbón, el gobierno chileno se lo negó, alegando que esta materia prima estaba considerada un recurso de guerra y que no debía vendérsele a un país beligerante.

Esto, sumado a la salida desde el puerto de Valparaíso de dos embarcaciones militares peruanas que cargaban armas y voluntarios chilenos, llevó a pensar a España que Chile ya no se trataba de un país neutral en el conflicto. Pareja reclamó a Chile compensaciones, explica Fabián Novak, "incluso mayores que las que le había reclamado a Perú". Para terminar de forzar la situación, Pareja entró en el puerto de Valparaíso a bordo del buque insignia español Villa de Madrid el 17 de septiembre de 1865, un día antes del Día Nacional de Chile (ligado a su proceso de independencia) y, como explica el historiador Robert N. Burr, "reclamó 21 salvas de artillería como saludo". El gobierno chileno rechazó la petición y la guerra le fue declarada a Chile una semana después, el día 24.

placeholder Infantes de marina españoles en las islas Chincha.
Infantes de marina españoles en las islas Chincha.

El 'nuevo' presidente del Consejo de Ministros de España (oh, sorpresa: ya habíamos dicho que el XIX en España fue, cuanto menos, convulso), Leopoldo O'Donnell, ordenó a Pareja retirarse, pero el Vicealmirante desoyó la orden directa. Dada la carencia de fuerzas de invasión, Pareja ordenó un bloqueo de los principales puertos chilenos, lo que conllevó un grave impacto económico, tanto para Chile como para otras potencias como EEUU o Reino Unido, que emitieron protestas formales al Gobierno Español.

Pero la autoridad de Pareja estaba a punto de llegar a su fin. En el mes de noviembre una corbeta chilena capturó la goleta española Covadonga, arrestando a los marineros españoles y apropiándose de la correspondencia de guerra del Almirante español. El historiador estadounidense Bruce W. Farcay escribe que "esta humillación fue demasiado para Pareja, que se suicidó a bordo del Villa de Madrid dos días después". EL mandó pasó al capitán de navío Casto Méndez Núñez, que fue ascendido a contraalmirante inmediatamente.

placeholder Posiciones defensivas peruanas durante la Batalla de Callao.
Posiciones defensivas peruanas durante la Batalla de Callao.

Estas acciones de guerra forzaron la mano de Perú, Ecuador y Bolivia, que también entraron en guerra con España, llevando a cabo algunas escaramuzas que no llevaron a nada como la Batalla de Abtao, donde se enfrentaron las flotas conjuntas de Perú y Chile contra la Armada española. Este enfrentamiento, debido a las poco profundas aguas, tuvo lugar a tal distancia que la artillería se consideró inefectiva y el almirantazgo español consideró que la pérdida de munición y otros recursos no valía la pena.

La única acción 'militar' efectiva tuvo lugar en el puerto de Valparaíso en Chile. Dada la imposibilidad de desembarcar tropas y con los recursos disminuyendo día a día, Méndez Núñez ordenó represaliar a los puertos de la alianza sudamericana. Quien se llevó la peor parte fue el puerto de la ciudad mencionada el 31 de marzo de 1866. La artillería naval española, según se explica en este artículo bombardeó con fiereza el puerto, destruyendo toda la flota mercante chilena que allí estaba atracada. En total 33 navíos fueron hundidos. Esto supuso la práctica desaparición de la marina mercante chilena que, 12 años después todavía no era ni la mitad de grande que en 1865.

Foto: El Infante Don Pelayo acude al rescate del Santísima Trinidad en la Batalla del Cabo de San Vicente del 14 de febrero de 1797.
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A pesar de que Méndez Núñez intentó llevar a cabo algunas acciones más (como la Batalla de Callao el 2 de mayo de 1966), todas infructuosas. El hecho de tener todos los puertos al sur de Colombia cerrados y la consiguiente escasez de municiones y recursos, forzó la retirada de las tropas estacionadas en las islas Chincha y la vuelta a casa de la flota española. A pesar de que ni Colombia, ni Argentina ni Brasil habían entrado en la guerra (dado que tenían su propio conflicto militar con Paraguay), el almirante español ordenó poner rumbo a las Filipinas (todavía una colonia española) regresando a la Península tras realizar una circunnavegación del globo.

Como escribió el hispanista británico Raymond Carr, "la guerra con Chile y Perú... fue estúpida por sí misma". España no obtuvo ningún tipo de beneficio, mientras que Perú alcanzó (no de manera oficial hasta unos años después, pero sí práctica) su independencia, mientras que Chile aumentó considerablemente su gasto militar (que utilizó en la Guerra del Pacífico, que lo enfrentó a sus antiguos aliados, Perú y Bolivia). La situación política en España era pésima. Isabel II destituyó a O'Donnell tras la sublevación del cuartel de San Gil en junio de 1866 nombrando a Narváez (oh, sorpresa) nuevo presidente del Consejo de Ministros. En efecto, el siglo XIX en España fue, en muchos sentidos, un total despropósito.

El siglo XIX en España fue un auténtico galimatías. Cierto es que en todos los siglos, en todos los países de la tierra han ocurrido cosas, muchas, más o menos importantes. Lo mismo se aplica a la historia de nuestro país, pero el XIX se lleva, con creces, todos los premios a la época más convulsa: guerras de independencia, constituciones, reyes odiados (y, al mismo tiempo, inexplicablemente deseados), regentes, espadones, repúblicas, pérdida de las colonias, pronunciamientos (en enorme cantidad), leyes sálicas y sus consiguientes guerras civiles... Vamos, un siglo en nuestra historia con más conflicto que una partida de Risk.

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