Es noticia
Arte, y punto: recorriendo el pasado y el presente de la cultura 'drag' hacia un futuro sin horizontes
  1. Alma, Corazón, Vida
Historia del movimiento

Arte, y punto: recorriendo el pasado y el presente de la cultura 'drag' hacia un futuro sin horizontes

Decía Susan Sontag en 1964 que "muchas cosas carecen de nombre; y hay cosas que, aun cuando posean nombre, nunca han sido descritas". El 'drag' podría ser una de ellas

Foto: Ilustración: Marina García.
Ilustración: Marina García.

"Artista, y punto", dice en su biografía de Instagram José Barrera, o José de Carrillo, o La Rosario Molina, La Puñales; artista, y punto. Desde la contundencia de esa definición virtual puede articularse todo un recorrido de vida, de la suya, la de un chico de 28 años natural y vecino de Hinojos, una localidad de Huelva, de las personas que estuvieron antes y de las que comparten era con él, en todas partes. Para que las personas que están por venir, las 'artistas, y punto', tengan un escenario más certero que el que ha podido proyectar hasta la fecha la historia del 'drag'.

Decía Susan Sontag en 1964 que "muchas cosas carecen de nombre; y hay cosas que, aun cuando posean nombre, nunca han sido descritas". El 'drag' podría ser una de esas cosas. Apareció en tinta por primera vez alrededor del año 1870. Se referían con él a hombres que actuaban sobre los escenarios en clave femenina, tal vez por las faldas largas de crinolina o miriñaque que las mujeres de clase alta arrastraban en la época y que estos utilizaban, o como acrónimo para decir que iban "vestidos como una niña" ('dressed as a girl'). Casi un siglo más tarde, cuando Sontag popularizó el concepto de 'camp', la idea seguía siendo incierta.

Foto: Supremme de Luxe, en una foto de archivo, realizada por Mista Studio. (Instagram/@supremmedeluxe)

En los años sesenta, lo 'camp' parecía estar por todas partes, incluso donde no se le permitía el paso. Del francés, significa literalmente "posar de manera exagerada". Colorido y colorista, despampanante, brillante, llamativo y reivindicativo, ahora podemos definirlo como una forma política de integración social de la cultura LGTBIQ+ en la cultura global, que fue marcada por la promoción cultural del sentido estético 'vulgar'. Entonces, lo 'camp' era simplemente lo vulgar, hasta que llegó a la gran pantalla. La cultura 'drag', sin embargo, ya le había dado forma, pero también emergía con él del mismo lugar: una corriente artística relacionada con las formas del arte 'kitsch'. Qué era lo 'drag', qué era lo 'camp', qué era lo 'kistch' y qué era lo trans… Durante décadas, el lenguaje social no estableció diferencias: fuera lo que fuera, debía ser gracioso para ser aceptado, y punto. Muchas de aquellas personas que quedaban al margen de lo definido pasaban a formar parte de un cajón de sastre, aguja e hilo, y silencio, y noche, oscuridad. Ocultas se entregaron al mundo a través de una actividad transformadora, un ejercicio de profundidad que ponía luz donde no la había.

"There is no drag without drama"

Su proceso era el de embarrar los límites entre expresión, asignación e identidad de género. En algunos casos era, así mismo, una manifestación artística y política que no pensaba quedarse ahí. Actualmente, el 'drag' se ha convertido en un fenómeno 'mainstream' que arrasa con todo en todos los ámbitos. Pero ¿también cuando se apagan las luces?

placeholder Performar desde la estética es característica fundamental del drag. Fuente: Wikimedia.
Performar desde la estética es característica fundamental del drag. Fuente: Wikimedia.

"No hay 'drag' sin un actor y su público, y no hay 'drag' sin drama (o teatralidad)", articuló la antropóloga Esther Newton en 'Mother camp: Female impersonators in America', en 1972. Dos años antes, en España, el régimen franquista había creado la llamada Ley de Peligrosidad y Rehabilitación Social: había que 'tratar' y 'curar' la homosexualidad. Había que sañalarla, detenerla, apuntarla y destruirla. Se establecieron dos penales para ello, uno en Badajoz (para los activos) y otro en Huelva (para los pasivos), además, en algunas cárceles solía haber zonas reservadas para personas homosexuales.

Muy cerca de aquella prisión onubense, Hinojos empezaba curiosamente a ser un espacio seguro para el colectivo. Nadie sabe muy bien por qué, pero lo cierto es que ya lo dice un dicho popular: "De Hinojos, el que no es maricón es cojo", que José suelta orgulloso cada vez que puede. Llegó al 'drag' gracias a su tío, conocido en el pueblo como Soledad Molina. "Fue travesti en la época posfranquista, sobre todo en los ochenta y noventa. Luego, en 2003, hubo un evento muy importante para recaudar dinero para restaurar la ermita de la Soledad. El nombre de travesti de mi tío era Soledad Molina precisamente por su Virgen de la Soledad, así que por supuesto tenía que estar. Aquel año hice la comunión, así que yo tendría como ocho o 10 años cuando le vi por primera vez haciendo de Marifé de Triana, imagínate qué fantasía para un niño ver una actuación así".

Un juego de códigos para romperlo todo

Aquella actuación fue un auténtico legado familiar que José ha crecido interpretando y reinterpretando para darle forma a su propia 'drag', La Rosario Molina: "A mí Andalucía me tira mucho. En la adolescencia era más oscuro. Entonces veíamos que si hacíamos o nos vestíamos de una forma teníamos también que escuchar una música acorde a eso y hacer cosas en esa línea, pero de puertas para adentro lo que nos gustaba era Camarón o Isabel Pantoja. Hasta que un día pensamos, que eso no podía ser, porque si estábamos rompiendo el género pues habría que romperlo todo". Habla de toda una generación de jóvenes que han vuelto a las raíces de la historia que les pertenece, porque la creó un tío, una tía, una amiga, o alguien que, pese a no haber conocido, sienten parten de ellos. En la actualidad, forma parte de Las Niñas, un 'colectivo andalusí para el travestismo extraterrenal', como se definen.

placeholder La Rosario Molina. (Imagen cedida)
La Rosario Molina. (Imagen cedida)

El planteamiento aquí equivale a resistencia: "Nos dicen desde que nacemos que así no somos niños o así no somos niñas. Que si eres una niña porque los hombres no se comportan como te estás comportando tú. Compórtate como un hombre. Compórtate como un hombre. ¿Y qué decimos? Pues que si socialmente no me estoy comportando como un hombre, voy a coger esos gestos y los voy a remarcar. Y entonces, cuando lo haces abiertamente es cuando te dicen que tú eres un hombre y tú eso no lo puedes hacer. Mira, decídete, cariño".

El 'drag' no es nada nuevo, de hecho, su origen más primigenio parece situarse en el teatro inglés. En algunas obras de Shakespeare, como en 'Como gustéis', pueden verse historias donde el género como elemento mismo de la trama resulta un juego de códigos y mensajes que trascendían las tablas. Claro que en época del escritor británico, los hombres interpretaban papeles de personajes femeninos simplemente porque las mujeres tenían prohibido lo de subir a un escenario, y así hasta bien entrado el siglo XVII.

placeholder Hombres interpretando personajes femeninos en una representación de 'Hamlet'. Obra de Władysław Czachórski realizada entre 1872 y 1875. (Fuente: Wikipedia)
Hombres interpretando personajes femeninos en una representación de 'Hamlet'. Obra de Władysław Czachórski realizada entre 1872 y 1875. (Fuente: Wikipedia)

El nacimiento de la 'drag queen'

A medida que las mujeres comenzaron a asumir los roles de personajes femeninos, la personificación femenina desarrolló un tono mucho más cómico, satirizando sus características en lugar de personificarlas. Esto se convirtió en la popular 'dama de pantomima'. George Wild Galvin, conocido con el nombre artístico de Dan Leno, fue un famoso comediante y actor de music hall inglés de numerosos papeles de dama en pantomimas durante la segunda mitad del siglo XIX. Entonces, apareció el término 'drag queen' dentro del 'polari', un tipo de jerga británica que se popularizó entre los hombres homosexuales y la comunidad artística teatral, para describir a hombres como Wild, aquellos que aparecían con ropa de mujer para ofrecer un espectáculo.

Sin embargo, la personificación teatral ya no era un dominio reservado exclusivamente a los hombres. Matilda Alice Powles fue otra artista inglesa, mejor conocida como Vesta Tilley. Se convirtió en una de las imitadoras masculinas más famosas de su tiempo y fue una celebridad tanto en Gran Bretaña como en Estados Unidos a lo largo de sus más de 30 años de carrera. No fue la única. Para algunes intérpretes trans, sin ir más lejos, la personificación de otro género, de algo, incluso, distinto al género, era una vía accesible que les permitía construir una identidad que la sociedad consideraba aún inaceptable bajo la apariencia de una ficción aceptable en el escenario.

placeholder Matilda Alice Powles y su 'drag' Vesta Tilley, a comienzos del siglo XX. (Wikipedia)
Matilda Alice Powles y su 'drag' Vesta Tilley, a comienzos del siglo XX. (Wikipedia)

Stella Boulton era una de ellas. Recordada como una de las imitadoras femeninas más bellas de la Inglaterra victoriana, fue llevada a juicio en 1870 junto a su pareja Fanny Park. Un siglo después, en 2018, Sara Andrews, mujer trans y artista 'drag', declaraba en 'The Guardian' que muchos de los vestidos y pelucas que desfilan por el programa 'RuPaul’s Drag Race', el espectáculo televisivo puesto en marcha por el estadounidense RuPaul André Charles, han sido creados por ella y otras artistas trans: "Nuestro 'drag' es lo suficientemente bueno para la tele, pero no con nosotras llevándolo", apuntaba. Unos años antes, el público festejaba a Kylie Sonique Love, la primera concursante del programa en declararse transgénero y la primera mujer trans en ganar el concurso.

De circuitos limitados a una potencia cultural

'Drag Race' se ha convertido en los últimos años en toda una manifestación de masas, y está convirtiendo el 'drag' en eso mismo. Desde su estreno en 2009 no ha dejado de reunir a más y más gente. Prueba de ello es su traspaso del pequeño canal Logo, donde empezó, al más generalista y globalizado VH1 en 2017 y su llegada a Netflix. El programa ya se lleva a cabo en países como Francia, Australia, Filipinas, Reino Unido, Italia, Tailandia o España entre otros, y reúne premios como los seis Emmys a mejor emisión de 'reality' que ha ganado consecutivamente desde 2017. En menos de dos décadas, el 'drag' ha salido de los circuitos limitados entre los bares de ambiente para convertirse en toda una potencia cultural. ¿Esto quiere decir que no lo era antes? Esto quiere decir que se ha capitalizado, pero también que se ha popularizado, o a lo mejor no tanto.

Su director, RuPaul, 'drag queen', modelo, actor, cantante, compositor y presentador, estuvo presente en la efervescencia del movimiento LGTBIQ+ durante los años ochenta y especialmente en la década de los noventa. Fue por aquellos años la primera 'drag' en lanzar un single que llegara a las listas de éxitos ('Supermodel of the World', 1993), la primera en ser la imagen de una casa de maquillaje ('MAC', 1994), tener su propio programa de televisión ('The RuPaul Show', en VH1, 1996), y dejarse ver en varios papeles y cameos en películas y series. RuPaul había absorbido un destello de posibilidades que se estaban abriendo camino gracias al compromiso de quienes no dejaron que el 'drag' desapareciera antes de la irrupción de las redes digitales, adaptándolo a cualquier cambio de medios, herramientas, escenarios. De nuevo, y sin parar, creando los suyos propios. Por suerte, el horizonte de RuPaul era la inmensidad de la tecnología.

Fue gracias a 'RuPaul’s Drag Race' que el 'drag' llegó a la vida de Diamante Merybrown (Jhemmler Castillo), artista musical de 26 años que hoy en día se dedica plenamente a ello. El año pasado se presentó al 'casting' del formato 'Drag Race' en España. Entró. Ahora forma parte del elenco del show 'El gran hotel de las reinas' junto a otras 'drags', muchas de ellas también exconcursantes de la segunda edición del programa: "Drag Race' es un formato en el que para poder entrar tienes que cumplir con ciertos criterios marcados por personas que en algunos casos no son 'drags' y que reproducen las dinámicas de la franquicia original, es decir, lo estadounidense, se buscan estilos que pueden entenderse como americanizados, pero el programa hace una labor maravillosa entrando en lugares y hogares en los que de otra manera el 'drag' no habría entrado aún", apunta.

placeholder Diamante Merybrown. (Fotografías de Sergy Prods/Imágenes cedidas)
Diamante Merybrown. (Fotografías de Sergy Prods/Imágenes cedidas)

La ficción del arte y las nociones sociales

Natural de República Dominicana, llegó a España siendo muy pequeño, y siendo aún pequeño se fue de casa para poder ser él mismo. Pasó por Alemania, Francia y Australia. Dejó atrás la iglesia evangélica a la que pertenecía por herencia familiar, y de la que en cualquier caso reconoce llevarse el germen de su personalidad, porque fue dentro de ella donde empezó a bailar y a encontrarse a través de su cuerpo. Un día, se topó con el concurso estadounidense: maquillaje, destreza, movimiento, tacones, melenas, presencia. Allí estaba él, Jhemmler, encandilado, y allí estaba ya ella, Diamante. Si bien el programa es la base de su recorrido para lo que ya es su profesión, pero también y sobre todo su forma de entender el mundo, el concurso televisivo tiene pros y contras.

Quienes estuvieron antes que RuPaul no podían imaginarse todos los pros que ha traído consigo al 'drag', pero sí conocían bien los contras. Sin una plataforma como esta, nada más lejos de su realidad, comprendieron que el arte era el único camino para una existencia posible, pero también un agujero negro que podría volverse en su propia contra. Eran los años cuarenta, cincuenta, sesenta… Eran los setenta. El arte ya parecía estar descrito, pero el suyo no lo estaba. "El discurso de la historia del arte ha de entenderse como una ficción, un producto de la intervención de tácticas y dispositivos biopolíticos estratégicos que establecen las fronteras entre arte normativo y arte disidente", escribe Guillermo Vellojín Aguilera a propósito del documental 'Ocaña, retrato intermitente', de 1978. En él, la figura de Ocaña aparece como un claro ejemplo de que no, la ficción del arte no se entendía igual para todos. Precisamente este artista, natural de Cantillana, un pueblo de Sevilla, es hoy inspiración para muchas personas por su voluntad de ser. Porque Ocaña, quisiera o no la sociedad, era artista, y punto.

placeholder Ocaña, paseando por las Ramblas de Barcelona. (Wikipedia)
Ocaña, paseando por las Ramblas de Barcelona. (Wikipedia)

"Arrojados del discurso hegemónico y desterrados de toda contemporaneidad, el artista disidente, que ocupa una posición subalterna, se ve obligado a rendirse o iniciar una constante lucha en contra de los procesos de producción que dictan la norma". De aquella forma, el 'drag' empezó a quedar enmarcado como una práctica paródica y celebrativa, pero en realidad, estaba siendo mucho más. Un espectáculo, sí, en el que un hombre se caracterizaba como una mujer o una mujer como un hombre, exagerando lo que se consideraba socialmente femenino ('drag queen') y masculino ('drag king'), pero como explica Shane Vogel en el libro 'The Scene of Harlem Cabaret: Race, Sexuality, Performance', el 'drag' estaba destinado a hacer una proyección cómica de las nociones sociales sobre el comportamiento social, la aristocracia, la organización política, los roles de género y los convencionalismos sociales.

"Esto es algo que no se hace por dinero"

"La mayoría de personas que hacemos 'drag' de alguna manera no somos normativas. Yo, por ejemplo, no tengo un cuerpo normativo. Así que ya sea físicamente, ya sea por nuestro gustos, por nuestra forma de ser, el 'drag' nos ayuda a que la gente se fije en nosotros, para no pasar desapercibidos y quedar en nada. Esto es algo que no se hace por dinero, sino por lo que te libera, por lo que te hace sentir, por lo que te aporta el hacerlo. Al final, a una lo que le gusta es sentir cariño, no hay más. Tiene un punto muy emotivo y bastante sentimental, por mucho que estés haciendo reír al público", espeta Víctor Gómez, o Kiwi Nastoy.

Natural de un pueblo de Extremadura, Víctor reside ahora en Madrid, donde hace unas semanas ganó la Gala Reina Drag. "Me gusta bailar, cantar, maquillarme, cosas que se han asociado mayormente a lo femenino y que muchas veces en mi vida me han prohibido o se ha visto mal que lo hiciese a mi manera. Hasta que vi que el esto me daba la libertad para hacerlo sin miedo. Con Kiwi soy capaz de ponerme ciertas prendas y vestir todo lo sexy que quiera y sentirme tan a gusto con mi cuerpo en esos momentos como para ser capaz de comerme el mundo. Así que es sano, es necesario", dice.

placeholder Kiwi Nastoy. (Imágenes cedidas)
Kiwi Nastoy. (Imágenes cedidas)

Todos coinciden, desde su manera de vivir y expresarlo, en que esa posibilidad de liberar toda su imaginación y creatividad se torna, de hecho, en una forma de terapia para quien se sube al escenario, pero también para quien observa desde abajo. Kiwi intenta mostrar una parte del 'drag' "mucho más creativa, para demostrar que el 'drag' no es algo que pertenezca solo a la noche". Atravesadas ahora por la cultura de la inmediatez, la precariedad y lo multitarea, la personas que se dedican a este arte se las ven para poder mantener, más allá de los escenarios, el tiempo y la posibilidad de evadirse, pero también para poder tener una vida medianamente estable en lo económico: detrás de los atuendos estupendos hay horas y horas de trabajo que sigue siendo obviado y mal pagado.

De Patsy Vidalia a Marsha P. Johnson

No hizo otra cosa Ocaña. No hizo otra cosa Vidalia. Es 1940, estamos en Nueva Orleans. Vidalia aparece en el escenario ante el público de un pequeño local de música en el que cada noche actuaban quienes hoy conocemos como estrellas del rock and roll. Cada noche, ella también subía al escenario. Su estilo influyó en algunos de los creadores del rock más aclamados, un estilo que multiplicaba la rebeldía y el descaro que hasta entonces habían tenido el góspel y el 'rhythm and blues'. El propio Little Richard, prácticamente el único pobre, negro y 'queer' que ascendió al estrellato entre esos primeros creadores del rock, reconoció esa influencia en numerosas ocasiones. Patsy era 'drag', y punto.

Vidalia fue una de las tantas personas racializadas y oprimidas que no solo sostuvieron el 'drag', sino con él toda la cultura general como hoy la conocemos. Aquellas personas sin derechos en un país que planeaba convertirse en un circuito cerrado de urbanizaciones con adosados para familias blancas de clase media que encargaban criadas negras para tener las salas siempre a punto para cualquier fiesta inspiraban a quienes sí los tenían, y con los derechos sus voces, y sus imágenes, sus cuerpos aceptados saliendo a escena. En la música como en una manifestación, tras el eco que dejaban las acciones de personas caucásicas hubo, casi siempre, la constancia de quienes permanecían marginados.

placeholder Gladys Bentley, Storme De Larverie, Patsy Vidalia y Marsha P. Johnson. (Wikipedia/Google Arts and Culture)
Gladys Bentley, Storme De Larverie, Patsy Vidalia y Marsha P. Johnson. (Wikipedia/Google Arts and Culture)

De Patsy Vidalia a Gladys Bentley, Storme De Larverie o Marsha P. Johnson, todas se esforzaron por reforzar sus propias vidas y lo que las conformaba: la noción de que, como la raza, el género era una construcción social inconexa, como todo lo demás. Angela Davis apuntó más tarde al respecto que, así como el género tiene una dimensión performativa, la raza también la tiene, en cuanto a las construcciones históricas que han tenido las mujeres negras a su vez esclavas han hecho que tiempos posteriores las mujeres sigan siendo discriminadas por su tonalidad de piel. La interseccionalidad, y en este caso el humor, ayuda a discutir el poder y el privilegio de las personas sobre su sexualidad y diversidad entrecruzadas con la clase y etnia; ya que no hay un sujeto con una identidad, sino con múltiples, que cuentan cuántas discriminaciones atraviesa y cómo estas demuestran la desigualdad por devenir a través del empoderamiento. Todavía hoy, lamentan La Rosario, Diamante y Kiwi, sus acciones no están reconocidas lo suficiente: "Fueron ellas quienes se abrieron paso para que ahora podamos vivir como estamos viviendo, un poquito mejor, para que podamos agarrarnos la mano por la calle, para que yo pueda ir con mi pareja, pueda hacer mis espectáculos y pueda ser feliz con todo eso", afirma al respecto Diamante.

"Lo religioso, lo folclórico, lo ultramarica"

Llegados los setenta y ochenta, en Estados Unidos, las dinámicas de las 'ballrooms', una forma de subcultura nacida en los años 20 en el barrio neoyorquino de Harlem para abrazar lo 'drag', eclosionaba como espacio seguro para personas marginadas por el sistema: a les afrodescendientes y latines de Nueva York se le fueron uniendo por otras muchas partes del país. En la comunidad 'ballroom', explica Raquel Céspedes en la revista 'Vis a Vis'. convergieron "varios puntos clave como la defensa de los derechos del colectivo LGTBI y el antirracismo, así como una respuesta a la epidemia del sida. Las 'balls' eran, básicamente, competiciones de modelaje donde los concursantes desfilaban y eran calificados por un jurado en varias categorías, desde el físico y el vestuario, hasta la belleza y el baile".

En locales subterráneos, en rincones de cualquier calle de cualquier ciudad, se gestaba la hermandad 'queer' como un principio catalizador para su camino hacia la fama (Después que una revista de moda pero antes que una canción de Madonna, 'Vogue' también es el nombre de un estilo de baile que surgió de estos escenarios y que luego la llamada reina del pop lo convertiría en parte de la cultura pop). Pero las 'balls' dieron forma a mucho más, como a las llamadas casas, grupos de participantes que se unían (y a menudo convivían juntes para hacer frente no solo a la pasarela, sino también al día a día) en torno a una figura clave: las madres, aquellas que ya tenían cierto recorrido, las que se comprometían al cuidado y las que transmitían valores e ideas a sus grupos, sus familias. Eran aquellas casas las que competían no sin antes organizarse juntas para despampanantes concursos con trofeos incluidos que, al mismo tiempo, "ofrecían sustento en un mundo en el que proliferaba la homofobia, la transfobia, el racismo, el sida y la pobreza". Una gran prueba audiovisual (y casi única) sobre la cultura 'ball' en aquellos años siempre había sido 'Paris Is Burning', de la directora Jennie Livingston, estrenado por primera vez en 1991. Recientemente, a ella se ha unido la serie de HBO 'Pose', creada por Ryan Murphy, Brad Falchuk y Steven Canals en 2018.

Imagen en el interior de un local en el que se organizaban

En ese momento, en España, el franquismo imponía una españolidad basada en la exaltación de la cultura popular española y el catolicismo (concebido como esencia de la patria), que acabó cristalizando en productos culturales e ideológicos que a menudo resultaban artificiosos y cursis. En palabras del filósofo y escritor Paul B. Preciado: "Es aquí precisamente donde trabaja Ocaña: traficar con lo cursi, lo religioso, lo folclórico, lo andaluz y lo ultramarica era un modo de dotar de nuevo significado a la cultura popular que había sido cautivada por la ideología franquista". Es aquí, puede decirse, donde trabajaron las travestis y, luego, las 'drags'.

Según detalla la investigadora Lidia García en 'El camp cañí: folclore popular, kitsch, y género en el arte contemporáneo español', "el componente iconoclasta y fetichista de las prácticas religiosas populares católicas emparenta directamente con el kitsch mientras que en el caso de la música popular andaluza (particularmente el flamenco y la copla) esta 'provee imágenes exóticas de culturas antiguas y misteriosas, y también poderosos fetiches para el consumo' al tiempo que "representa, como diría Baudrillard, un espectáculo del exceso, una representación de la obscenidad al desvelar privacidades culturales en espacios públicos destinados al consumo de estos secretos".

Una suerte de narcótico colectivo para una dictadura

Los regímenes totalitarios han tratado siempre de emplear lo 'kitsch' como una suerte de narcótico colectivo que hiciera olvidar a las masas tanto las dificultades de su vida diaria como la represión y la falta de libertades. Pero no solo eso, ya que a pesar de su apropiación por parte del franquismo, conviene recordar la estrecha vinculación entre la cultura LGTBIQ+ y el flamenco, que, como señala el artista e investigador Pedro García Romero, ha sido una constante desde los comienzos del género. "Esta poco estudiada vinculación obedece, según Navarro, a la marginalidad compartida por los primeros flamencos (cuya vida nómada, pobreza y diferencia étnica los apartaba de la sociedad) y aquellas personas cuya identidad sexual se desviaba de la norma".

"En España, pasamos una época en la que el producto internacional no llegaba. Y solo podíamos tener música nacional. Al mismo tiempo, el folclore andaluz se vendió como folclore español, así que era la herramienta que tenían aquellas travestis antiguas. Sin embargo, cuando te meten en la cabeza algo tan a presión y te obligan a apreciarlo, al final lo que hace la gente es todo lo contrario y es lo que le pasó a mi generación, por eso renegamos de lo español. Pero mira, yo me he criado viendo Los Morancos y a mí me encantaban, me encantan las copleras, el 'kitsch', el 'camp', el 'merchandising' andaluz, el traje de flamenca. Todo eso me identificaba muchísimo, así que no podía huir quisiera", explica Jose.

placeholder Fotograma de la película 'Ocaña, retrato intermitente', de Ventura Pons.
Fotograma de la película 'Ocaña, retrato intermitente', de Ventura Pons.

Para cada actuación de La Rosario, hace un auténtico trabajo de documentación: "Soy una persona muy cultural, a mí no me gusta hacer las cosas por hacerlas, sino que intento llegar al por qué de todo. Siempre he estado investigando de dónde venimos, por qué se hace esta lucha, de dónde viene el folclore y cuál es su intención hasta que formo algo y lo llevo al escenario o sesiones de fotos, siempre homenajeando y dando gracias a las personas que estuvieron antes".

"El personaje está en mí, y yo en él"

Mientras tanto, Diamante busca jugar con todos los colores. Si puede no ponerse peluca no se la pone. Prefiere cualquier otro atuendo para la cabeza, aunque afirma que por supuesto depende de cómo se sienta en el momento. "Lo que ven soy yo, si hoy me apetece ponerme un casco pues me pongo un casco; una peluca, pues una peluca, la idea es combinar cualquier cosa para estar a gusto. A veces le pido a alguna compañera me deje esto o lo otro... Nos prestamos mucha ropa y accesorios entre nosotras. Como sea, siempre estoy detrás de lo que ves. El personaje está en mí, y yo en él".

placeholder Diamante Merybrown. (Fotografía de Sergy Prods/Imagen cedida)
Diamante Merybrown. (Fotografía de Sergy Prods/Imagen cedida)

Kiwi aprendió a maquillarse con tutoriales de YouTube, buscando por internet y trasteando todas las páginas que encontrara. Le encanta el cine, los videojuegos y la cultura pop, y cree que esas son, en definitiva, sus inspiraciones. "Kiwi me ha ofrecido la posibilidad de experimentar toda esa parte que como hombre no se me ha permitido nunca, así que ella y Víctor no son tan diferentes el uno del otro. Cuando Víctor cocina personajes, piensa en aquello que le ha aportado algo en la vida, aquello que le llama la atención".

placeholder Kiwi Nastoy, durante una actuación. (Imagen cedida)
Kiwi Nastoy, durante una actuación. (Imagen cedida)

El 'drag', como muestran, es un trance interno que queda a la vista. Rompe con el género, pero no todo es "estereotipar y sexualizar": hay 'drags' no binarias, 'queens', 'kings', con cuerpos diversos, con barba… Poco a poco, dentro y fuera de la televisión, comienza a tener eco su definición: es la expresión diversa del género en su mayor exposición. Hasta hace poco, este tipo de diversidad solo se encontraba en Internet, donde elegimos y seleccionamos lo que queremos, pero sin duda las nuevas generaciones han tomado el relevo con fuerza.

Pasado, presente y futuro

Si ser artista 'drag' es ser un sujeto politizado, habrá que romperlo, o algo así. Apunta Diamante que el que una persona de color y emigrante "salga de la manera en que salgo en la televisión, y que un niño, una niña o une niñe se pueda ver reflejado en mí es el mayor activismo que se me ocurre". Hacer política es existir, en lo serio y en lo divertido, sea lo que sea cada escenario. Sea lo que sea la vida. El 6 de septiembre de 2018, la Corte Suprema de la India dictaminó que la aplicación de la Sección 377 del Código Penal de la India a las relaciones sexuales homosexuales consentidas entre adultos era inconstitucional, "irracional, indefendible y manifiestamente arbitraria". Desde entonces, la cultura 'drag' en dicho país ha ido creciendo y convirtiéndose en una corriente artística dominante. Pese a todo, aún conviven con el miedo cada día. Víctima de acoso, desprecio, denigración y burla cuando se lleva a cabo fuera de un escenario, el 'drag' no deja de construir horizontes. Desde las muxes mexicanas a las hijras indias, no existen horizontes para el bigenerismo.

"Cuando le enseñé una foto con mantilla y un caracolillo enorme a mi tío, me dijo que ahora nos toca a nosotros llevar adelante lo que ellos comenzaron. Le pregunté si podía usar su apellido, y me dijo que por supuesto. Soy Rosario Molina, y La Puñales porque el puñal me transmite folclore, virgen dolorosa, sentimiento andaluz, estética gore, cine de terror…", explica José.

placeholder La Rosario Molina. (Imágenes cedidas)
La Rosario Molina. (Imágenes cedidas)

Artistas, y punto, expresa también Diamante: "La sociedad tiene que aprender a apreciarnos con una mirada al arte. No somos payasos para adultos… Ojalá todo el mundo probara al menos una vez en su vida a ponerse maquillaje y una peluca, a desinhibirse y meterse en otra persona desde sí mismos. Creo que todo el mundo debe hacerlo para darse cuenta de que joder, la vida es pasártelo bien, y eso es el 'drag".

"Artista, y punto", dice en su biografía de Instagram José Barrera, o José de Carrillo, o La Rosario Molina, La Puñales; artista, y punto. Desde la contundencia de esa definición virtual puede articularse todo un recorrido de vida, de la suya, la de un chico de 28 años natural y vecino de Hinojos, una localidad de Huelva, de las personas que estuvieron antes y de las que comparten era con él, en todas partes. Para que las personas que están por venir, las 'artistas, y punto', tengan un escenario más certero que el que ha podido proyectar hasta la fecha la historia del 'drag'.

LGTBI
El redactor recomienda