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5 descubrimientos científicos revolucionarios que son mucho más recientes de lo que piensas
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5 descubrimientos científicos revolucionarios que son mucho más recientes de lo que piensas

Parece que estos hallazgos llevan con nosotros toda la vida, pero no hace tanto tiempo llegaron y revolucionaron nuestra comprensión del mundo

Foto: Línea Greenwich (Fuente: iStock)
Línea Greenwich (Fuente: iStock)

La edad media de la población mundial está en los 30,5 años. Eso quiere decir que, si hacemos una resta, la mayoría de las personas que habitan hoy en día el globo nacieron entre los años 80 y 90. Aunque hay una diferencia notable respecto a países, podemos deducir que este medidor ha ido aumentando con el paso de las décadas debido a una mejora en los sistemas de salud públicos y la lenta pero progresiva reducción del hambre en el mundo.

Teniendo esto en cuenta y echando la vista atrás, muchos de los que hoy en día pueblan la Tierra recuerdan una vida sin avances tecnológicos tan trascendentales como Internet. Y algunos otros pueden recordar una época en la que no había tantos canales en televisión o esta era en blanco y negro. Por no hablar de históricos avances científicos como la decodificación del genoma humano, el descubrimiento del Bolsón de Higgs o la nanotecnología.

Foto: La ciencia revela qué se siente antes de morir (iStock)

Hemos avanzado muchísimo en estas dos décadas que lleva el siglo XXI, tanto, que a veces presuponemos que algunas evidencias científicas muy relevantes para nuestra comprensión de la vida, el planeta y, en general, el mundo, llevan con nosotros mucho tiempo. Sin embargo, algunas de ellas te sorprenderían por lo recientes que son. Hoy hacemos un recorrido por algunas de ellas que cambiaron el paradigma científico en su día.

El descubrimiento de las placas tectónicas

Poco antes de que el hombre llegara a la Luna, en 1969, se pensaba que la corteza terrestre era completamente plana. No exactamente, sino que no había fuerzas geológicas que afectaran directamente a la superficie, creando valles, montañas y profundidades abisales bajo los océanos. "No teníamos ni idea de cuál era la causa de terremotos y erupciones volcánicas", asegura Dan McKenzie, geólogo británico de la Universidad de Cambrige, quien recogió las pesquisas de un meteorólogo alemán llamado Alfred Wegener que en 1915 empezó a sospechar que había un proceso por el cual las masas continentales se desplazaban unas a otras a lo largo de grandes períodos de tiempo.

Fleming tuvo la idea de establecer un meridiano cero para estandarizar una serie de horarios repartidos a lo largo y ancho de la Tierra

McKenzie desarrolló esta idea de Wegener, la cual quedó en suspenso con el estallido de las dos guerras mundiales, y comenzó a investigar las propiedades del lecho marino con ecómetros y magnetómetros. Así es como descubrió la existencia de las dorsales mediooceánicas, unas elevaciones submarinas en la parte media de los océanos que al hacer presión con los continentes rompen sus márgenes para deslizarse unas sobre otras, en el fenómeno posteriormente conocido como subducción de placas.

"Hasta ese momento habíamos estado investigando con microscopios las partes delgadas de roca, mirando fallas y afloramientos en la tierra", explicaba el científico en 2017 a la 'BBC', con motivo del 20 aniversario de este hallazgo tan trascendental. "Y, de vez en cuando, teníamos la suerte de encontrar algún componente de la placa tectónica, pero no sabíamos si esta lo era porque no habíamos analizado los océanos. Sin ellos, no teníamos nada".

El hombre que perdió un tren y dio cuerda al mundo

Hubo un tiempo no muy lejano en el que nadie realizaba llamadas de larga distancia o reservaba vuelos internacionales. Una necesidad tan crucial hoy en día si quieres desplazarte como saber la hora que es a unos cuantos cientos de kilómetros donde te encuentras para entonces no existía. El tiempo era completamente local. Incluso, antes de la llegada de la Revolución Industrial, cuando los relojes comenzaron a generalizarse para controlar el tráfico de los ferrocarriles y las jornadas de trabajo de los obreros, la población mundial medía el tiempo a partir de la posición del sol en el cielo. Y no, no había líneas ferroviarias tan largas como para tener la necesidad de saber si aquí hay una hora más o menos que allí.

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No fue hasta 1879 cuando a un ingeniero británico llamado Sandford Fleming se le ocurrió crear un horario que unificara el tiempo para todos los países y permitiese saber la hora en cualquier punto del planeta. Todo porque, según cuentan, perdió un tren en Irlanda al confundir el 'a.m.' con el 'p.m.'. La idea que tuvo fue establecer un meridiano cero, que luego sería conocido como meridiano de Greenwich, para estandarizar una serie de horarios repartidos a lo largo y ancho de la Tierra, añadiendo una hora más o una menos según los subsiguientes meridianos.

Esta idea debió de llegar a Estados Unidos, quienes por su gran extensión debían unificar temporalmente todo el territorio para que el ferrocarril funcionara adecuadamente. Así, en 1883 el país norteamericano se dividió en cuatro zonas horarias y, al poco tiempo, el mundo entero siguió su ejemplo. Por ello, si ahora sabemos cuál es la hora exacta que hay en Bangladesh o Singapur es por Fleming y la necesidad de domar el tiempo gracias a los relojes para que los ferrocarriles estadounidenses no dejaran a nadie en tierra.

Esas "lagartijas terribles"

¿Humanos gigantes, criaturas bíblicas o dragones que escupían fuego? Después del éxito de grandes películas de ciencia ficción como 'Jurassic Park', todo el mundo en la actualidad es capaz de visualizar un imponente 'Tyrannosaurus rex' o un enorme 'diploducus', pero lo cierto es que hasta finales del siglo XIX, la gente no sabía que caminaba sobre restos fósiles de estas criaturas tan míticas. De hecho, la propia palabra "dinosaurio" (que significa "lagartija terrible") no fue inventada hasta 1841, cuando un paleontólogo llamado Richard Owen bautizó a estos seres a partir de la exploración e investigación sobre los restos óseos encontrados en el sur de Inglaterra.

placeholder Menuda lagartija. (iStock)
Menuda lagartija. (iStock)

En aquellos tiempos, no había pruebas de carbono 14 para determinar la antigüedad de un tejido, por lo que el joven Owen se limitó a especular con que dichos fósiles pertenecían a animales extraordinarios de un tiempo muy lejano. Tan especiales y singulares que merecían disponer de una taxonomía distinta, a la que llamó 'Dinosauria', como explica la 'BBC'.

Virus, ¿qué virus?

Puede que haya sido una de las palabras más repetidas en todo el mundo en estos últimos tres años a raíz del coronavirus. Sin embargo, hasta 1940 no se sabía nada de ello o, al menos, se les agrupaba dentro del grupo de "gérmenes", no diferenciándolos de otro descubrimiento anterior y revolucionario para la medicina moderna: las bacterias. Al no poderse ver a través de un microscopio óptico como estas, los virus pasaron desapercibidos dentro de la comunidad científica. Cierto es que la palabra "virus" se acuñó en 1842 para referirse a un líquido que podía extraerse de las plantas de tabaco enfermas y que podía causar enfermedad en otras plantas de tabaco, incluso después de pasarlas por un filtro fino que acababa con las bacterias.

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Foto: iStock.

De ahí que las primeras fotos de un virus fueron obtenidas en la década de los años 40 del siglo pasado, gracias a la invención de los microscopios electrónicos. Es curioso pensar que el año pasado, si el lector recuerda, obtuvimos la imagen más precisa de Sagitario A*, el agujero negro supermasivo localizado en el centro de nuestra galaxia gracias a la red de radiotelescopios del Telescopio del Horizonte de Sucesos. ¿Quién sabe? Tal vez dentro de unas décadas y comparando un hallazgo con otro, sepamos tanto de los agujeros negros o podamos verlos con tanta definición como hoy en día distinguimos a la perfección la imagen de un virus de la de una bacteria.

La RCP

Un mecanismo tan crucial para mantener a alguien con vida como es la reanimación cardiopulmonar no se estableció hasta la década de 1960. Hasta entonces, se usaba el método del boca a boca para aquellas personas que notaban asfixia, acompañada de compresiones torácicas más guiadas por la intuición fisiológica que por la práctica médica estudiada y analizada.

A estas compresiones en el pecho se las llamaba "compresiones de tórax cerrado", ya que la otra alternativa era lo que se conocía como "masaje a corazón abierto", el cual consistía literalmente en que un cirujano debía abrirte la caja torácica para sacar el corazón y masajearlo con las manos. ¿Te imaginas? Obviamente, este procedimiento tan engorroso tenía más de ciencia forense que de reanimación, ya que se planteaba como un método para intentar resucitar a un paciente que hubiera muerto por parada cardíaca.

La edad media de la población mundial está en los 30,5 años. Eso quiere decir que, si hacemos una resta, la mayoría de las personas que habitan hoy en día el globo nacieron entre los años 80 y 90. Aunque hay una diferencia notable respecto a países, podemos deducir que este medidor ha ido aumentando con el paso de las décadas debido a una mejora en los sistemas de salud públicos y la lenta pero progresiva reducción del hambre en el mundo.

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