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Historia del 'sexting': una palabra muy moderna para una práctica muy antigua
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Pisando la uva

Historia del 'sexting': una palabra muy moderna para una práctica muy antigua

Durante siglos, las personas intercambiaron sus sentimientos a través de la escritura, así que evidentemente no tardaron en buscar los recovecos de esta para decir todo aquello que no se podía decir

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El sexting está de moda, al menos en nuestro vocabulario. Sin embargo, su popularidad en la jerga del lenguaje actual, a través del anglicismo, no quiere decir que la idea de lo que representa no existiera antes. Faltaría más. A estas alturas, suena evidente que este término no es más que la unión de las palabras inglesas "sex" (sexo) y "texting" (enviar mensajes). Lo cierto es que no podía haber mejor nombre, pues consiste literalmente en eso: enviar mensajes con contenido erótico a través de dispositivos tecnológicos de manera voluntaria y consentida. Fotos, mensajes, audios o vídeos, el formato da igual, pero siempre por medio de redes sociales, correo electrónico o cualquier otra herramienta de comunicación desarrollada para estos dispositivos digitales.

Entonces, si el sexting ya existía antes de su propio nombre, ¿cómo se referían a ello? ¿Cómo se llamaba? Y, sobre todo, ¿cómo se practicaba? Para empezar, no podemos venirnos muy arriba con esto de que la era digital lo ha inventado todo. Abreviar frases conversacionales con acrónimos no es exclusivo de nuestra época. ¿Para qué estaban, por ejemplo, las cartas? Puede que si formas parte de la generación milenial hayas utilizado pocos sobres, o incluso ninguno, pero hubo una vez en que fueron la opción única.

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Esta herramienta fue durante siglos un auténtico trampolín para el arte de amar. Las personas intercambiaban sus sentimientos a través de la escritura, y evidentemente no tardaron en buscar los recovecos de esta para decir todo aquello que no se podía decir. Las artas escritas a mano con dichos truncados, tanto dulces como pornográficos, han existido desde tiempos bíblicos.

Rebuscado y extraño lenguaje erótico

El historiador Simon Garfield relata este fenómeno en su libro 'To The Letter', donde señala curiosidades como que en la Antigua Roma ya decidieron hacer algo para evitar el tostón que suponía tanta frase a mano con caligrafía perfecta. "'Espero que estés bien, yo estoy bien', decían al principio de toda carta, hasta que lo acortaron al acrónimo latino 'SVBEEQV', que significa si vales bene est, ego quidem valeo: si estás bien, eso está bien, todo bien por mi parte". Desde entonces, los acrónimos y las expresiones confusas no han hecho más que multiplicarse.

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El siglo XIX, siglo del romanticismo, es sin duda uno de los momentos culmen de este lenguaje. Porque lo romántico sobrepasaba todos los límites, menos los geográficos. Existen numerosas muestras de correspondencia erótica firmada por autores tan reconocidos como Flauvert, Mary Shelley o James Joyce.

En la Inglaterra victoriana, muchas personas solían referirse al acto de acostarse juntas como "asistir a un congreso amoroso". Esta era, de hecho, la opción más normal de referirse a todo acto sexual. Entre lo más rebuscado y extraño, algunas rozan lo perturbador. Por ejemplo, a principios del siglo XX comenzó a popularizarse algo así como "Transportar las cenizas de alguien" cuando se hablaba de llevar a la cama a ese alguien. Aquello había significado golpear, pero empezó a entenderse también como tener relaciones sexuales con alguien. Las "cenizas" eran eufemismo para hablar las nalgas.

"Regar el perejil"

En Francia no podía terminarse una carta a tu amante sin decir que "La amistad permanece y nunca puede terminar", y en Italia se hacía con un "Confío y te amo". Mientras tanto, en Holanda se esperaba que "el amor dure siempre y nunca muera". Cuando una persona veneciana recibía un escrito de su amor en la distancia, respondía asegurando estar "Muy emocionada acariciándome por todas partes".

"Pisar la uva", “regar el perejil”, “dar pienso”, "endiñar", "empujar", "encañutar", "mojar" o "meter al niño Jesús en el pesebre", eran algunas de las habituales en España. Está claro que todo vuelve y que el romanticismo campestre se llevaba entonces. Décadas más tarde, la cosa seguía desarrollándose hacia todas partes. "Aquella noche corrí / el mejor de los caminos / montado en la potra de nácar / sin bridas y sin estribos", decía García Lorca. Por su parte, Salvador Dalí prefería "usar la máquina de coser".

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Cuando las relaciones son a distancia, el "sexting" se convierte en una opción más privada para mantener la llama de la pasión, pero en el terreno de la fantasía, del arte y la imaginación también. Es evidente que nada es más delirante e inspirador que el amor mismo, así que no es de extrañar que la poesía fuese una de las disciplinas que más se sirvió de la metáfora sexual.

El asunto se volvió especialmente desenfrenado en la segunda mitad de la década de 1930, ante el escenario cada vez más represivo y complejo que acabó provocando la Segunda Guerra Mundial. Garfield explica que los soldados desarrollaron sus propios acrónimos crípticos, muchos de los cuales eran sexualmente gráficos, y los garabatearon en el reverso de los sobres de las cartas de amor. Por entonces, que te pillaran con un papel de este tipo era peligroso, pero de alguna forma también lo sigue siendo hoy. La tecnología ha acelerado nuestras pasiones, pero también ha borrado buena parte de nuestra intimidad.

El sexting está de moda, al menos en nuestro vocabulario. Sin embargo, su popularidad en la jerga del lenguaje actual, a través del anglicismo, no quiere decir que la idea de lo que representa no existiera antes. Faltaría más. A estas alturas, suena evidente que este término no es más que la unión de las palabras inglesas "sex" (sexo) y "texting" (enviar mensajes). Lo cierto es que no podía haber mejor nombre, pues consiste literalmente en eso: enviar mensajes con contenido erótico a través de dispositivos tecnológicos de manera voluntaria y consentida. Fotos, mensajes, audios o vídeos, el formato da igual, pero siempre por medio de redes sociales, correo electrónico o cualquier otra herramienta de comunicación desarrollada para estos dispositivos digitales.

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