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Una investigación desde la Antártida analiza las consecuencias del aislamiento social
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Una investigación desde la Antártida analiza las consecuencias del aislamiento social

Los confinamientos por covid-19 han ampliado a investigadores e investigadoras una vía de investigación sobre cómo la soledad interviene en nuestros cerebros

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La frase “distanciamiento social” ha entrado en nuestro léxico para siempre. Es un hecho, la pandemia puede ir modulando su potencia sobre nuestros cuerpos, pero lo que trajo, de pronto, consigo, se ha arraigado bien en la psique social. Desde que comenzaran los primeros confinamientos a finales de 2019 en China y comienzos de 2020 en el resto del mundo, millones de nosotros nos hemos encontrado separados de familiares y amigos, o al menos de nuestra vida social normal. A medida que los humanos lidian con este aislamiento, la ciencia también comienza a adentrarse en él de manera consciente y constante.

Una gran cantidad de nuevos estudios lo han tenido, como poco, de variable para sus investigaciones, pero en muchos de ellos ha sido el propio protagonista, aquello a lo que observar. Sin duda, si algo hemos aprendido de esta emergencia sanitaria es la observación. Así, los investigadores e investigadoras buscan ahora información sobre lo que puede estar sucediendo en nuestros cerebros cuando nuestro contacto social con los demás se reduce drásticamente.

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¿Cómo puede averiguarse la manera en que nos moldea el hecho de romper con la socialización habitual y quedarnos relegados a espacios con nosotros mismos? Pues yendo a la Antártida. Sí, ese lugar del planeta donde hay más pingüinos que personas. Precisamente por ello, allí los seres humanos que habitan el terreno saben bien lo que es estar aislados.

Abrumadora vida cotidiana

Para aquellas personas el aislamiento no es algo nuevo, y eso ya lo descubrió también un investigador que, parece, se adelantó a lo que estaba por venir. Tim Heitland, del Centro Helmholtz de Investigación Polar y Marina del Instituto Alfred Wegener en Alemania, pasó 14 meses en la Antártida entre 2016 y 2018. Su objetivo no era otro que observar el modo de vida recluida que desempeñan sus habitantes.

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Lo primero que sintió cuando regresó a casa tras el viaje fue estrés. La vida cotidiana se sentía abrumadora al otro lado del silencio: “todo, desde los colores y la vegetación hasta las demás personas”, aseguraba. Pues bien, parte de aquel shock que experimentó pudo haber surgido dentro de su cabeza. No nos referimos a que todo fuera una fantasía suya, sino a una realidad misma, aunque aparentemente invisible. Cuando Heitland volvió de la Antártida, su cerebro era diferente al que se fue.

Mientras los miembros del equipo de Heitland realizaban investigaciones en el continente más helado de la tierra, también estaban siendo a su vez estudiados por compañeros investigadores interesados en cómo los entornos de trabajo extremos provocan cambios neurológicos.

La soledad, de lleno en nuestro cerebro

Aquellos datos mostraron más tarde que, efectivamente, la mayoría de las personas del equipo de Heitland sufrieron modificaciones internas debidas a los cambios en lo que les rodeaba. En concreto, perdieron volumen en partes de su hipocampo, una región del cerebro involucrada en la navegación espacial, el aprendizaje y el procesamiento emocional.

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Este fenómeno es similar a lo que los científicos creen que les sucede, por ejemplo, a los presos en régimen de aislamiento, donde el aislamiento social y la privación sensorial pueden conducir al trastorno de estrés postraumático. Un hecho que numerosas organizaciones y activistas incluyen en sus denuncias contra el sistema penitenciario moderno.

Así, este camino en la investigación parece particularmente relevante ahora para esos sectores en los que, por diversos motivos, el confinamiento pandémico no les resultó algo demasiado novedoso. Son muchas más personas de las que piensas: durante décadas, esto ha sido precisamente un factor en aumento. Todos, de hecho, pasamos cada vez más tiempo a solas, y no siempre es sano. Algunos científicos esperan que este trabajo conduzca a intervenciones que contrarresten el daño del aislamiento antes de que cause problemas a largo plazo en nuestra especie.

La frase “distanciamiento social” ha entrado en nuestro léxico para siempre. Es un hecho, la pandemia puede ir modulando su potencia sobre nuestros cuerpos, pero lo que trajo, de pronto, consigo, se ha arraigado bien en la psique social. Desde que comenzaran los primeros confinamientos a finales de 2019 en China y comienzos de 2020 en el resto del mundo, millones de nosotros nos hemos encontrado separados de familiares y amigos, o al menos de nuestra vida social normal. A medida que los humanos lidian con este aislamiento, la ciencia también comienza a adentrarse en él de manera consciente y constante.

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