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Cuando la libertad de la jardinería se volvió metáfora de la maternidad
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Cuando la libertad de la jardinería se volvió metáfora de la maternidad

En el siglo XIX, los manuales de jardinería describían las flores como niños en hogares en duelo o en familias donde los hijos adultos se habían mudado, retratando la práctica como una extensión natural de la existencia de las mujeres

Foto: Mujer en el jardín Sainte Adresse - Claude Monet, 1867. (Wikipedia)
Mujer en el jardín Sainte Adresse - Claude Monet, 1867. (Wikipedia)

La idea de que el jardín es lugar de mujeres se extiende por toda la historia de la civilización hasta el presente. Un exterior limitado, controlado, donde germinaría una conciencia imparable. Claudia Lanfranconi y Sabine Frank, autoras del libro 'Las mujeres que aman las plantas', sostienen que estas, como jardineras, aparecen continuamente en mitos y textos antiguos, solo hay que echar un vistazo rápido para comprobarlo: Hera, las Hespérides, Flora, Afrodita y Venus, todas fueron diosas o ninfas que tuvieron un jardín.

El cuidado de la tierra supone un camino ancestral de libertad y refugio en el que muchas mujeres guardaron sus saberes y su resistencia, incluso cuando fueron privadas de ello, condenadas a la hoguera. Sabían avivar la vida oculta bajo el suelo, sabían reanimar lo que la guerra destruía. De aquella forma, definieron una existencia propia y común entre paisajes masculinos.

Foto: Fuente: Rare Books, Special Collections and Preservation Department (University of Rochester)

Sin embargo, los intentos del sistema por delimitar toda frontera de conceptos mutaban tras la cortina del desarrollo científico, tecnológico, social. Del rechazo directo se pasó a las sutilezas de las posibilidades: "Considerado más como pasatiempo destinado a realzar los encantos femeninos que como algo serio: la mujer elegante brillaba aún más en medio del esplendor de un jardín florido, y el jardín resaltaba más todavía cuando sus cuidados revelaban una mano femenina. Estaba bien visto que las féminas cortasen flores o dedicaran parte de su tiempo a la herborización, pero había que protegerlas a toda costa de un trabajo físico duro y de conocimientos científicos demasiado profundos", sostienen Lanfranconi y Frank.

"Queremos saberlo todo por nosotras mismas"

Estas ideas comenzaron a surgir a finales del siglo XVIII, pero para entonces una literatura de jardines ya estaba tomando forma en un silencio a punto de romper. Solo en la biblioteca personal de la paisajista estadounidense Beatrix Jones Farrand se encontraron tras su muerte 50 libros de jardinería escritos por mujeres y publicados entre 1800 y 1920 en Estados Unidos y Gran Bretaña, apunta Dianne Harris en 'Cultivando el poder: el lenguaje del feminismo en la literatura de jardín de mujeres, 1870-1920'.

placeholder Damas entre las flores - Claude Monet, 1875. (Wikipedia)
Damas entre las flores - Claude Monet, 1875. (Wikipedia)

Miles de chicas estaban leyendo aquellas páginas, y el interés no dejaba de crecer. En 1837, la escritora inglesa Louisa Johnson publicó un libro con el título Cada mujer es su propia floricultora, en el que exigía educación en jardinería para las mujeres: "queremos saberlo todo por nosotras mismas", afirmaba. Algunos años más tarde, en 1841, Jane Loudon publicó 'Instrucciones prácticas en jardinería para mujeres'.

El siglo XIX fue una era de enormes cambios en cuanto a la concepción, el diseño y la práctica en jardines en todos los sentidos. Comenzaba a popularizarse en el norte occidental la práctica de cultivar lo que consideraban plantas exóticas, es decir, extraídas de países y territorios que mantenían subordinados. Las plantas y las flores como emblema de poder fueron extendiéndose de la aristocracia a la burguesía a medida que iban tomando otros significados simbólicos. El historiador Robin Veder explica en su artículo 'Amor de madre para las pequeñas plantas: pastoralismo sentimental y jardinería de salón en el siglo XIX' que la forma en que podemos asociar actualmente la crianza con las mujeres y a su vez con el cultivo de flores se remonta a la forma en que cambiaron las ideas sobre el género y el trabajo a mediados de 1800.

Fuera, pero dentro del hogar

Veder escribe que la "jardinería de salón" de clase media, como se le conocía, surgió en el segundo cuarto del siglo XIX, cuando un creciente mercado de horticultura ornamental redujo el costo de cultivar plantas de interior. Bastaba un pequeño rincón para tener flores frescas. El abaratamiento de algunos materiales dio forma al gusto estandarizado y no solo privilegiado por las vitrinas, repisas de ventanas, mantos de chimenea o soportes colgantes para exhibir plantas.

placeholder Chica regando flores -  Amélie Lundahl, 1890. (Wikipedia)
Chica regando flores - Amélie Lundahl, 1890. (Wikipedia)

Asimismo, la idea del trabajo doméstico, no remunerado, como algo más que trabajo, evidenció la concepción del trabajo como algo hecho por hombres, fuera del hogar. Dentro, los pequeños y grandes jardines parecían completar la necesidad de una autonomía visible de las mujeres. Por supuesto, había que estirar todo lo posible el eufemismo. Una forma de romper ese binarismo marcado fue precisamente darse cuenta de que plantar un jardín o mantener viva una planta de interior, de que cultivar y cuidar la vida vegetal puede ser ocio; pero, a menudo, es sobre todo trabajo.

En ese sentido, es evidente que la jardinería como práctica y su relación con la idea de jardín ha sido distinta según la clase social a la que cada mujer pertenecía, tanto por el tamaño de este espacio verde, sus usos y el trabajo que conllevara. En general, las mujeres de clase alta y media podían contratar a jardineros para que se ocuparan de las tareas pesadas, siguiendo las directrices de aquella noción del delicado "ángel del hogar", mientras que las de clase trabajadora lo cuidaban ellas mismas.

placeholder Cuidado amoroso de las flores - Victor Gilbert, s. XIX. (Wikipedia)
Cuidado amoroso de las flores - Victor Gilbert, s. XIX. (Wikipedia)

Veder escribe que muchos de los manuales de jardinería del siglo XIX se basaron en una larga tradición por desconfigurar el medio rural, desde un maco pastoril y sentimental, una tradición que además "estetiza el trabajo económicamente significativo, enmarcándolo como ocio". Si fueron las clases altas las que se encargaron de ello, llegados a este punto la habían introducido con éxito en las clases sociales bisagra.

Acuñaron la jardinería en la misma forma que la crianza de los hijos: Ambas tareas implican trabajo mental y físico, y proporcionan algo de valor en un hogar, o eso aseguraban autores y autoras

Justo en ese espacio de significados ambiguos acuñaron la jardinería en la misma forma que la crianza de los hijos. Ambas tareas implican trabajo mental y físico, y ambas proporcionan algo de valor en un hogar, o eso aseguraban autores y autoras de estos bestsellers de la época. Sorpresa: en muchos de estos casos ambas actividades se retrataron pues como una extensión natural de la existencia de las mujeres.

placeholder El pico del ramillete - Edmund Blair Leighton, 1907. (Wikipedia)
El pico del ramillete - Edmund Blair Leighton, 1907. (Wikipedia)

Así, describían las flores tomando "el lugar de los niños en hogares en duelo" o en familias donde los hijos adultos se habían mudado. La prolífica jardinera de California, Annie C. Brown, explicó en 'Ladies Home Journal' en 1887 que su única hija ya había crecido "así que todo mi tiempo libre lo dedico a mis flores. Son para mí como niños…". Harriet Beecher Stowe escribió que una jardinera exitosa trata a sus plantas como a niños: "Ella las ama; ella vive en ellos; ella tiene en sí misma una vida vegetal y una simpatía vegetal. Ella siente por ellos como si ella misma fuera una planta". Algunas mujeres estaban instruyéndose, pero ¿en qué estaban instruyéndose?

placeholder Sin título - Victor Gabriel Gilbert, s. XIX. (Wikipedia)
Sin título - Victor Gabriel Gilbert, s. XIX. (Wikipedia)

Livia Gershon, diseccionando el análisis de Verder, señala que aquella metáfora funcionó particularmente bien con las plantas de interior, que "ayudan a crear un espacio doméstico alegre de clase media y que dependen completamente del cuidado de los 'padres' humanos". En libros y artículos de esta época, asegura, comprar una planta era "sacarla del frío mundo de las fuerzas del mercado y transformarla en objeto de amor".

De esta forma, el jardín ha desempeñado a lo largo de los últimos siglos un claro papel como indicador social a través de su tamaño, su estilo y la posibilidad misma de contratar trabajadores específicos para su cuidado, pero todo ello a su vez ha ido reflejando el devenir de los patrones machistas en la sociedad moderna. ¿Y los hijos e hijas? Al jardín de infancia.

La idea de que el jardín es lugar de mujeres se extiende por toda la historia de la civilización hasta el presente. Un exterior limitado, controlado, donde germinaría una conciencia imparable. Claudia Lanfranconi y Sabine Frank, autoras del libro 'Las mujeres que aman las plantas', sostienen que estas, como jardineras, aparecen continuamente en mitos y textos antiguos, solo hay que echar un vistazo rápido para comprobarlo: Hera, las Hespérides, Flora, Afrodita y Venus, todas fueron diosas o ninfas que tuvieron un jardín.

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