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Un final feliz para el náufrago Masafumi: el anciano que quiso volver a su isla desierta
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Un final feliz para el náufrago Masafumi: el anciano que quiso volver a su isla desierta

Después de casi 30 años aislado del mundo, las autoridades obligaron a este octogenario japonés a volver a la civilización en 2018. Ahora, la vida le ha brindado una segunda oportunidad

Foto: Masafumi Nagasaki, feliz de volver a su isla. (Álvaro Cerezo)
Masafumi Nagasaki, feliz de volver a su isla. (Álvaro Cerezo)

La vida de Masafumi Nagasaki podría dejar al 'Náufrago' de Tom Hanks en un simple histérico que no sabe apreciar lo que tiene. La increíble aventura del ermitaño que más tiempo ha vivido por voluntad propia en una isla desierta comienza en 1989, cuando Masafumi decide abandonar su profesión de fotógrafo para alejarse todo lo posible “del dinero y la religión”, que causan, según él, los males del mundo.

Su destino fue Sotobanari, en el archipiélago de Yaeyama, al sur de Japón. Una pequeña isla deshabitada a la que, debido a las corrientes, los pescadores pocas veces deciden acercarse. Allí vivió solo y completamente desnudo durante casi tres décadas, hecho que merece una explicación más detallada, puesto que uno no entra a vivir a una isla desierta como el que entra en un apartamento en Benalmádena:

Masafumi nunca había pensado en una isla deshabitada como el lugar ideal en el que lograr su objetivo de aislarse del mundo. Llegó a Sotobanari gracias a la recomendación de un amigo, que vio en este trozo de tierra un buen lugar para que nuestro protagonista consiguiese su propósito de vivir al margen de la civilización. Según cuenta, se sintió decepcionado al visitar otros posibles lugares previamente, puesto que en estos seguía habiendo algo de tráfico e incluso turistas.

placeholder Isla de Sotobanari. (Álvaro Cerezo)
Isla de Sotobanari. (Álvaro Cerezo)

Sus primeros días solo en la isla no fueron los de un hombre liberado que, de la noche a la mañana, encontró la paz. Sotobanari es una isla privada y Masafumi pensaba que en cualquier momento podrían echarle. Además, durante los primeros años, todavía seguía costumbres propias de la 'civilización', como ir vestido, hasta que un fuerte tifón arrasó su refugio y perdió las pocas pertenencias personales que tenía. Ahí se dio cuenta de que "usar ropa aquí estaba completamente fuera de lugar".

Malagueño al rescate (de su historia)

Todas las aventuras de náufragos cuentan con un gran barco al final de la película que encuentra al protagonista y provoca que todo el planeta termine conociendo su vida. Esta también, aunque con sus matices: en el año 2014, Álvaro Cerezo, un español que dirige la agencia de viajes Docastaway (especializada en personas que quieren vivir un aislamiento extremo), se interesa por la historia. Su verdadera pasión es descubrir y conocer a aquellos que, como Masafumi, decidieron aislarse para siempre del mundo y vivir en una isla desierta, así que se puso manos a la obra.

Foto: Álvaro Cerezo (d) con el australiano David Glasheen (i).

Ese año, Cerezo y Tamiki Kato, su director de Operaciones, se desplazaron al archipiélago de Iriomote con el objetivo de encontrar nuevas localizaciones de islas desiertas para sus clientes. Gracias al Sr. Aoki, el mejor amigo de Nagasaki, al que le contó su pasión y decidió hacer de intermediario para ellos, pudieron atracar en la isla, saludarle y conocerle en profundidad pasando cinco días con él.

Según cuenta el propio Álvaro, se encontró allí con un hombre extremadamente peculiar, sorprendentemente maniático con el tiempo, muy cuidadoso con la limpieza del entorno en el que vivía y cauteloso tanto con las heridas físicas que podría provocarle pisar un coral en la playa como los virus que podrían afectar a su sistema inmunitario, al estar en contacto después de tantos años con alguien que viniese de la civilización.

En esos cinco días, completamente aislado junto a él, tratando de comprender sus repentinos cambios de humor y la filosofía de vida que le había llevado hasta allí, tuvo la posibilidad de documentar su historia a través de fotos, vídeos y una entrevista que se convirtió en viral tras su publicación cuatro años después.

Regreso a los infiernos

En el año 2018 todo cambia de forma repentina: las autoridades japonesas se dieron cuenta de que el ya octogenario náufrago estaba viviendo en la isla con unas pésimas condiciones de salud. Pese a que su mayor deseo siempre había sido morir en paz en aquella isla, el Gobierno le obligó a regresar a la civilización. Primero, al hospital. Después, a vivir en una pequeña habitación que el Estado le había proporcionado con una dotación económica que apenas le daba para cubrir sus gastos más esenciales.

placeholder El sufrimiento de Masafumi en su regreso a la ciudad. (Álvaro Cerezo)
El sufrimiento de Masafumi en su regreso a la ciudad. (Álvaro Cerezo)

El sufrimiento de Masafumi tras su vuelta al mundanal ruido fue enorme: incapaz de relacionarse correctamente con sus vecinos ni de manejar ningún aparato mínimamente tecnológico, pasó la inmensa mayoría de los siguientes cuatro años, pandemia incluida, recluido en su habitación, hasta que, fruto de la desesperación, decidió usar una vieja cabina telefónica para llamar a Tamiki y narrarle el calvario que estaba viviendo, lo difícil que era su vida rodeado de gente y lo mucho que echaba de menos su isla.

El último viaje

Tamiki y Álvaro se pusieron entonces manos a la obra de nuevo y decidieron hacer algo al respecto. Hablaron con las autoridades locales, que les terminaron dando permiso para regresar con Masafumi a Sotobanari siempre y cuando la salud del anciano no volviese a estar en peligro. A partir de ese momento, se pusieron en contacto con lugareños de la zona y comenzaron a preparar la logística del viaje.

placeholder Masafumi Nagasaki y Álvaro Cerezo, en su reencuentro este año. (Imagen cedida)
Masafumi Nagasaki y Álvaro Cerezo, en su reencuentro este año. (Imagen cedida)

Fue en ese momento cuando le comentaron al anciano la posibilidad de volver a la isla. Su respuesta fue saltar y llorar de alegría.

El viaje, realizado hace unas semanas, fue primero en ferry a la zona y después en lancha hasta la pequeña isla, y estuvo repleto de detalles que Álvaro documentó de nuevo con su cámara. Los vecinos del archipiélago que les vieron llegar miraban con recelo a Masafumi, al que recordaban de sobra. Por su parte, el japonés, no paró de encadenar sonrisas, miradas al cielo y diferentes agradecimientos juntando sus manos en el aire. Cuatro años después de su encierro en la sociedad, estaba llegando a la isla donde había disfrutado en paz de su soledad y su libertad durante casi tres décadas.

placeholder Masafumi Nagasaki, al poner de nuevo un pie en su isla en 2022. (Álvaro Cerezo)
Masafumi Nagasaki, al poner de nuevo un pie en su isla en 2022. (Álvaro Cerezo)

Al poner un pie en la playa, todo era lo mismo y diferente a la vez. Reconocía cada rincón de la playa que fue su hogar, pero la naturaleza había recuperado terreno a la zona en la que siempre había estado su refugio, por lo que lo primero que decidieron hacer es ver si quedaba algo de los objetos que dejó atrás en 2018 cuando le obligaron a marcharse.

Así fue: los dueños de la isla no habían pisado la zona desde 2018 y, después de buscar entre la vegetación durante unos minutos, localizaron las tiendas y las mayorías de las pertenencias que allí había dejado el japonés. Las tiendas estaban inundadas y los utensilios algo oxidados, pero pudieron incluso recuperar varias fotografías antiguas del propio Masafumi que no se habían movido de lugar.

No es sencillo imaginar un final redondo para esta historia. Por un lado, el sueño de nuestro protagonista siempre había sido morir en paz en su isla, y quizás es así, con la consecución de su deseo, como nos gustaría que acabara esta aventura. Por otro lado, Masafumi se acerca a los 90 años y su día a día sobreviviendo solo en Sotobanari con esa edad se aleja bastante de algo idílico.

La realidad es que, desde que llegó por última vez a la isla, ya no se le notaba tan ágil como años atrás. El propio Álvaro cuenta que trataron de poner a prueba sus habilidades de supervivencia pidiéndole que hiciese un arroz, tarea a la que tuvo que dedicar más de cuatro horas. Una vez terminado ese almuerzo, Masafumi les pidió a Tamiki y a Álvaro que se quedasen más tiempo en la isla para poder cuidar de él y que, después, regresarían todos juntos a la ciudad. Así lo hicieron. En una despedida triste al no lograr su objetivo vital, pero en la que este náufrago voluntario se mostró alegre y agradecido por haberse podido despedir de la que siempre será su casa.

En el momento de la publicación de este texto, Masafumi Nagasaki sigue vivo en Japón.

La vida de Masafumi Nagasaki podría dejar al 'Náufrago' de Tom Hanks en un simple histérico que no sabe apreciar lo que tiene. La increíble aventura del ermitaño que más tiempo ha vivido por voluntad propia en una isla desierta comienza en 1989, cuando Masafumi decide abandonar su profesión de fotógrafo para alejarse todo lo posible “del dinero y la religión”, que causan, según él, los males del mundo.

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