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Los autores que murieron y dejaron sus historias a medias
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Los autores que murieron y dejaron sus historias a medias

Es una de las mayores tragedias: cuando la obra queda huérfana e inconclusa para siempre, mientras el resto del mundo solamente puede imaginar cómo habría acabado

Foto: Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

Encerrado en la Bastilla, cansado y preso, pero con un ingenio desbordante, el Marqués de Sade se pone a la obra. Durante 36 días (del 22 de octubre de 1785 al 28 de noviembre del mismo año) se encarga de escribir sin descanso, en pequeños folios de 11 centímetros de anchura y por las dos caras, su obra: 'Los 120 días de Sodoma'. Después, cuando termina de escribir, esconde el manuscrito entre las piedras de su celda.

Hay muchas historias increíbles sobre escritores que antepusieron su obra a su vida. Dicen que Murakami se levanta a las 4 de la mañana, que Proust forró con corcho su habitación para que no entrara el ruido o que Balzac tomaba 50 cafés al día con la idea de ser prolífico. Pero quizá la mayor desgracia sea cuando el escritor no vive para poder terminar su obra, dejándola huérfana e inconclusa para siempre, mientras el resto del mundo solamente puede imaginar cómo habría acabado. Hoy te acercamos a algunas de esas tristes historias.

La broma finita de David Foster Wallace

El 12 de septiembre de 2008, David Foster Wallace le sugirió a su mujer que fuera al centro de Claremont, lugar donde vivían (en California). Ella se marchó, aparentemente tranquila, y él cruzó la casa hasta el patio trasero después de escribir una carta a su esposa, se subió a una silla y se ahorcó. Moría así uno de los escritores más importantes de la literatura americana contemporánea, dejando para la posteridad obras como 'La broma infinita' o 'La niña del pelo raro'.

El padre del escritor confesó en una entrevista que su hijo consumía antidepresivos desde hacía más de 20 años. Su muerte dejó inconclusa 'El rey pálido'

Sylvia Plath metió la cabeza en un horno, Hemingway se apuntó con una escopeta y Virginia Woolf llenó su abrigo de piedras. Sin embargo, la amarga ironía, la distancia con el mundo y el sentido del humor ácido (aunque triste) que desprenden los libros de Wallace hacen más incomprensible al lector entender por qué intentó atentar contra su vida tantas veces. Lo cierto es que el padre del escritor confesó en una entrevista posterior que su hijo consumía antidepresivos desde hacía más de 20 años. Su muerte dejó inconclusa 'El rey pálido', una obra centrada en el aburrimiento y el tedio que obliga al lector, irremediablemente y debido a las circunstancias, a buscar una voz personal o un grito de ayuda entre sus páginas.

Lo que no nos dejó Irène Némirovsky

Nacida en Ucrania a principios del pasado siglo e hija de un banquero judío, Irène Némirovky supo pronto lo que significaba emigrar para sobrevivir. Al comienzo de la Revolución Rusa tuvo que huir a Francia con su familia, donde se estableció, y tras casarse envió su primer manuscrito ('David Golder') a una editorial, sin incluir su nombre por miedo al rechazo. Fue la propia editorial la que tuvo que buscar a la magnífica escritora del tal obra, que después desentrañaría el alma humana y las relaciones personales en obras como la magnífica 'El baile', 'Los perros y los lobos' o 'Fuegos de otoño', entre otras.

Sus hijas tuvieron que vivir escondidas durante los años de la guerra, sin abandonar nunca la maleta con los manuscritos inéditos que su madre las había confiado

Sin embargo, víctima de las leyes antisemitas del año 40, no la permitieron seguir publicando. El 13 de julio de 1942 fue arrestada por la gendarmería francesa y posteriormente enviada a Auschwitz, donde moriría de tifus en agosto. Al quedar huérfanas sus hijas, Elizabeth y Denise, tuvieron que vivir escondidas durante los años de la guerra, sin abandonar nunca la maleta con los manuscritos inéditos que su madre les había confiado. Entre ellos, el más famoso de todos fue 'Suite francesa', dos partes de una novela inacabada que tiene por escenario el éxodo de 1940 y que incluso se llevó al cine. Un amargo consuelo de una mente genial que se apagó muy pronto.

Kentarou Miura o morir sin haber vivido

La vida del japonés Kentaro Miura, autor de 'Berserk', no fue fácil. "He tenido un día libre por primera vez en meses y cuando salí a la calle me dio un golpe de calor", "me he vuelto a desmayar trabajando", "este año volveré a no salir de casa" fueron algunos de los comentarios que escribió durante su vida, que acabó el año pasado a los 54 años debido a una enfermedad del corazón, provocada probablemente por el estrés. Durante años trabajó sin descanso en la obra que no ha podido terminar.

placeholder 'Berserk' se publica desde el 89 y no ha visto aún su final.
'Berserk' se publica desde el 89 y no ha visto aún su final.

'Berserk' está ambientada en una Europa ficticia con tintes medievales, y comenzó a publicarse por primera vez en 1989. Tras el fallecimiento de su autor no solo ha quedado un vacío en la obra, que no se sabe si continuará por alguno de sus discípulos, sino que también se pusieron de manifiesto las extremas condiciones a las que se someten los autores de manga japoneses, los cuales en muchas ocasiones enferman debido a los tiempos de entrega y el estrés en el que se ven envueltos.

La triste historia de John Kennedy Toole

Aunque sí vivió para terminar su obra, 'La conjura de los necios', la historia de John Kennedy Toole es tan trágica que merece ser contada. Walker Percy, el propio editor de su libro lo confiesa en las primeras páginas: "En 1976 yo daba clases en Loyola. Un buen día empecé a recibir llamadas telefónicas de una señora desconocida. Lo que me proponía era absurdo: quería que leyera una novela que había escrito su hijo (ya muerto) a principios de la década de 1960. ¿Y por qué iba yo a querer hacer tal cosa? Le pregunté. Porque es una gran novela, me contestó ella".

Quería que leyera una novela que había escrito su hijo (ya muerto) a principios de la década de 1960. ¿Y por qué iba yo a querer hacer tal cosa? "Porque es una gran novela", me contestó ella

El no conseguir publicar su novela en vida, que fue rechazada por varias editoriales, hizo que el autor cayese en una profunda depresión y que finalmente se suicidase el 26 de marzo de 1969, después de desaparecer de Nueva Orleans, poniendo un extremo de una manguera de jardín en el tubo de escape de su coche y el otro en la ventanilla del conductor. Tenía 32 años. "La gran tragedia del libro es la tragedia del autor" explicó su editor. "La posible gran obra que con su muerte se nos ha negado". Toole y su novela recibieron póstumamente el Premio Pulitzer de ficción en 1981.

La trilogía que no era tal de Stieg Larsson

Es, quizá, una de las historias más famosas de todas. Stieg Larsson falleció en 2004, a los 50 años, de un ataque al corazón. Había entregado días antes a su editor el tercer volumen de la saga Millennium, que se convertiría tras su muerte en un éxito de ventas. Esto fue poco antes de que se publicara su primer libro, el famosísimo 'Los hombres que no amaban a las mujeres', que no llegó a ver publicado.

placeholder El escritor sueco David Lagercran, durante la presentación hoy en Segovia de 'El hombre que perseguía su sombra', la quinta entrega de la serie Millennium, iniciada por Stieg Larsson y que cuenta con 89 millones de lectores en todo el mundo. EFE
El escritor sueco David Lagercran, durante la presentación hoy en Segovia de 'El hombre que perseguía su sombra', la quinta entrega de la serie Millennium, iniciada por Stieg Larsson y que cuenta con 89 millones de lectores en todo el mundo. EFE

Además, su temprana muerte truncó el plan de continuar con la saga (su mujer aseguró que estaba trabajando en un cuarto volumen cuando falleció). En diciembre de 2013, la editorial sueca Norstedts contrató al periodista y escritor David Lagercrantz para continuar la saga. Se publicaron tres novelas, que no están basadas en los borradores inconclusos de Stieg Larsson

Encerrado en la Bastilla, cansado y preso, pero con un ingenio desbordante, el Marqués de Sade se pone a la obra. Durante 36 días (del 22 de octubre de 1785 al 28 de noviembre del mismo año) se encarga de escribir sin descanso, en pequeños folios de 11 centímetros de anchura y por las dos caras, su obra: 'Los 120 días de Sodoma'. Después, cuando termina de escribir, esconde el manuscrito entre las piedras de su celda.

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