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Thomas Stevens, el primer hombre que recorrió el mundo entero subido a una bici
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22.000 KILÓMETROS EN BICI

Thomas Stevens, el primer hombre que recorrió el mundo entero subido a una bici

Repasamos la historia de este intrépido personaje que tardó más de dos años en regresar al mismo punto del que partió, San Francisco, a finales del siglo XIX

Foto: Ilustración de Thomas Stevens con su inseparable bici en Japón. (Wikipedia)
Ilustración de Thomas Stevens con su inseparable bici en Japón. (Wikipedia)

"Ochenta días son, ochenta nada más", cantaba el personaje de la serie de dibujos animados Willy Fog. Concretamente, ocho decenas de días no es lo que pensaba tardar el intrépido ciclista Thomas Stevens en dar la vuelta al globo, ni tampoco hacerlo en distintos transportes como en la novela de Julio Verne en la que está inspirada este personaje. En lugar de depender de barcos o trenes, decidió hacerlo subido a lomos de su inseparable bicicleta, demorándose muchísimo más que el histórico personaje de ficción: en total, tardó 969 días, del 22 de abril de 1884 al 17 de diciembre de 1886. Así, pasó a la historia del cicloturismo, siendo la inspiración de otros tantos aventureros y aficionados de las bicis de todo el mundo.

La comparación con el creador de Willy Fog no es casual. "Parecía Julio Verne, siempre contaba sus propios relatos maravillosos, como un Sinbad el Marino contemporáneo", dijo de él Thomas Wentworth Higginson, escritor estadounidense, abolicionista de la esclavitud y pastor de la Iglesia Unitaria, quien mantuvo una correspondencia con la mismísima Emily Dickinson. Este conoció a Stevens en el Club Ciclista de Massachusetts, poco antes de comenzar su viaje. "En lugar de dar la vuelta al mundo con un rifle con el propósito de matar algo, o con un montón de folletos para convertir a alguien, este joven audaz lo hizo para conocer a la gente que estaba en él, abriéndose paso entre todas las naciones". Aunque luego veremos que sus intereses no eran tan altruistas respecto a los extranjeros.

"Desde Peshawar hasta Calculta se extendía una carretera ininterrumpida de asombrosa perfección a lo largo de toda la frontera con Afganistán"

Todo comenzó en Chicago, cuando adquirió una bicicleta Columbia Standard con una rueda delantera mucho más grande que la trasera, como se ve en las ilustraciones que hay sobre él. De equipaje, tan solo llevó un par de calcetines, una camiseta de repuesto, un impermeable que le servía como tienda y un saco de dormir, además de un revólver de bolsillo. Stevens ya sentía un gran entusiasmo por los viajes, pues nació en Castle Street, en la localidad inglesa de Berkhamsted, mudándose con su familia a Estados Unidos, un país en el que se quedó a vivir en varios estados. Era "un hombre de estatura mediana, que llevaba una amplia camisa azul de franela sobre un mono azul, un bigote sobresalía de su rostro", le describía el periodista Geoff Koss en un antiguo artículo de la revista 'Adventure Cyclist'.

Foto: Barceloneta durante el segundo día en que se permitía la actividad deportiva tras el confinamiento (EFE)

¿Cuándo empezó a fantasear con la idea de recorrer distancias enormes en su bicicleta? "En su juventud, Stevens desarrolló una extraordinaria disciplina que caracterizó sus posteriores aventuras, ya que era capaz de ahorrar centavos y centavos para comprar algo que deseaba", prosigue Koss. "Lo que más anhelaba era cruzar el océano para ir a América. El sueño parecía estar al alcance de su mano cuando su padre se fue a Missouri en 1868 para trabajar para un terrateniente, dejándole al cargo de la familia y de la tienda que regentaba en Londres. Pero su madre enfermó gravemente y el progenitor tuvo que regresar". Eso no le detuvo en sus ambiciones de cruzar el charco, enrolándose en un barco con tan solo 17 años para poner rumbo a Estados Unidos.

En vez de acudir a la escuela, empezó a trabajar en Missouri para luego mudarse a Denver, y de ahí a Colorado, donde obtuvo empleo en una mina. Años más tarde, recaló en San Francisco, ciudad en la que empezó a disfrutar enormemente de la bicicleta; suponemos que, tal vez, entrenó sus piernas subiendo sus famosas y empinadas cuestas. Aquí es donde precisamente se propuso cumplir la gesta de dar la vuelta al mundo subido en dos ruedas.

Entre prohibiciones, guerras contra los indios y el hecho de que en muchos tramos no había caminos, más de un tercio de la ruta por Estados Unidos la tuvo que hacer a pie

Hubo un montón de percances que detuvieron su camino. Una anécdota curiosa que él mismo cuenta en sus memorias 'De Teherán a Yokohama' (1888) es que se sentía muchísimo más seguro en el norte de la India que en Estados Unidos. "Desde Peshawar hasta Calculta se extendía una carretera ininterrumpida de asombrosa perfección a lo largo de toda la frontera con Afganistán", escribió en declaraciones recogidas por el diario 'Scroll.In'. Decíamos que sentía más seguridad porque en aquella época el interior de Estados Unidos era un auténtico polvorín debido a la colonización blanca de los territorios que pertenecían a los indios nativos.

Cruzó el 'Far West' a través de la cordillera de Sierra Nevada hasta Nevada, Utah y Wyoming, siendo detenido a su paso por Cleveland por las autoridades al estar prohibido ir en bici por la carretera en dicho estado. También había mucha gente que celebraba su llegada en las distintas ciudades por las que iba pasando, sobre todo los asociados a los distintos clubs de ciclismo distribuidos por el país. Entre las prohibiciones municipales absurdas, las guerras contra los indios y el hecho de que en muchos tramos no había caminos ni carreteras, más de un tercio de la ruta por Estados Unidos la tuvo que hacer a pie. En total, fue un viaje de cuatro meses hasta llegar a la Costa Este, a la ciudad de Boston, el 4 de agosto de 1884.

La travesía de Stevens

La aventura no hizo más que comenzar. Sus ojos y sus pedales querían ver mundo. Pasó el invierno en Nueva York y allí embarcó a Liverpool, ya en primavera. En compañía de un nutrido grupo de ciclistas, partió hacia Londres con el objetivo de cruzar el Canal de la Mancha hacia Francia. Tal y como cuenta Koss, ya había dejado un libro de memorias en Londres en manos de un amigo por si acaso moría en su próxima aventura, por lo que su pensamiento no estaba solo en recorrer el continente europeo, sino también Asia. "Algo que recordaré toda la vida", pensó cuando cruzó los Campos Elíseos.

placeholder Otra de las ilustraciones de Thomas Stevens. (Wikipedia)
Otra de las ilustraciones de Thomas Stevens. (Wikipedia)

Stevens cruzó con apuros la frontera entre Francia y Alemania, ya que todavía estaban los ánimos calientes entre las dos potencias tras la guerra franco-prusiana de 1871. Después llegó a Austria, Hungría, Rumanía y Bulgaria, hasta recalar en Turquía, que por aquel entonces todavía era gobernada por el Imperio Otomano. "Esa noche me tumbé sobre una esterilla convencido de que, un mes andando en bici entre los turcos, habría asustado a más gente que haber sido enterrado vivo", escribió el ciclista en declaraciones recogidas por Koss.

Después de pasar unos días en Constantinopla, la actual Estambul, entró en Irak, pasando el invierno en su capital, Teherán. Ya en primavera, recogió su macuto y se dispuso recorrer Rusia desde Siberia a Vladivostok, en la costa rusa del Pacífico. Pero los rusos no le permitieron pasar, teniendo que buscar una ruta alternativa en la India. Para hacerlo debería atravesar Afganistán, pero no pudo completar sus planes porque en la ciudad de Farah fue arrestado y deportado a Persia al acusarle de espía internacional.

"A lo largo de las páginas de su libro, el lector viaja con Stevens, come con él y se enfrenta a tormentas a su lado"

Después de tantos infortunios, no le quedó más remedio que volver a Constantinopla con la esperanza de coger un tren y un barco que le llevaran a la India directamente. Como decíamos, para Stevens esta fue la parte más tranquila y placentera del viaje, a pesar de los más de 50 grados de temperatura con los que debía pedalear. A llegar a Calcuta, en la parte más oriental de India, tomó un barco que lo transportó a Hong Kong, en China. Desde ahí decidió partir rumbo a Shanghái, y no lo tuvo nada fácil, ya que se encontró con un pueblo muy hostil con el que apenas podía comunicarse.

"Cinco semanas más tarde, después de ser apedreado casi hasta la muerte, Stevens llegó a Shanghái, donde subió a un barco para ir a Japón, donde el mal recuerdo de China se desvaneció al haber buenas carreteras y una población amable", narra Koss. Al final, el 17 de diciembre de 1886, Stevens llegó al puerto oriental de Yokohama después de haber recorrido casi 22.000 kilómetros con su bicicleta. Su libro de dos volúmenes, 'La vuelta al mundo en bicicleta', resultó ser un 'best-seller', y el resto de su vida dio conferencias hablando de su periplo subido a las dos ruedas.

Una crítica a Stevens

Una de las peculiaridades de 'La vuelta al mundo en bicicleta', el cual está descatalogado y solo lo podríamos encontrar en algún mercado de segunda mano, es que su autor apenas habla de él mismo o de sus sentimientos. Se trata de un relato completamente despersonalizado por parte de un cronista observador y detallista que antepone a sí mismo los paisajes y protagonistas de su viaje, como podemos extraer tras leer una reciente reseña del libro realizada por el escritor Robert Isenberg en la web 'Long Reads'.

"No tenía ningún problema en describir a las personas como 'salvajes' y compararles con niños o animales"

"A lo largo de cientos de páginas, el lector viaja con Stevens, come con él y se enfrenta a tormentas a su lado", comenta Isenberg. "Con cada giro de su pedal, cabalgamos a su lado, absorbiendo las mismas sensaciones. Pero hay una cosa que falta: el propio autor. En ninguna parte se molesta en explicar por qué decidió viajar por los tres continentes, nunca menciona a sus padres, ni su infancia, ni su profesión anterior. Incluso su bicicleta no tiene origen, aparece de la nada". Eso no quiere decir que fuera tímido o reservado: "Stevens evalúa el atractivo de cada mujer que conoce, analiza cada comida y casa de huéspedes con mirada microscópica. Cuenta historias enteras y tradiciones culturales y luego decide lo muy evolucionadas que están respecto a la civilización occidental".

A pesar de su marcado interés por todo el mundo extranjero y su buena educación para lidiar con desconocidos y hacer amigos allá donde fuera, no deja de ser un ciudadano de su época cargado de prejuicios contra toda la población que no fuera blanca ni anglosajona. Así lo reitera Isenberg, quien asegura que "no tenía ningún problema en describir a las personas como 'salvajes' y comparar sus comportamientos con los de los niños o los animales". Evidentemente, en muchas ocasiones tuvo que defenderse de personas que intentaban robarle o incluso que podían haberle matado, pero eso no quita para que manifestara un carácter un tanto etnocéntrico o incluso racista. Pero eran otros tiempos, y no se puede negar el valor, la curiosidad y la bonhomía de Stevens, quien no dudó en arriesgarlo todo con tal de ver mundo, salir de su país y conocer nuevas personas.

"Ochenta días son, ochenta nada más", cantaba el personaje de la serie de dibujos animados Willy Fog. Concretamente, ocho decenas de días no es lo que pensaba tardar el intrépido ciclista Thomas Stevens en dar la vuelta al globo, ni tampoco hacerlo en distintos transportes como en la novela de Julio Verne en la que está inspirada este personaje. En lugar de depender de barcos o trenes, decidió hacerlo subido a lomos de su inseparable bicicleta, demorándose muchísimo más que el histórico personaje de ficción: en total, tardó 969 días, del 22 de abril de 1884 al 17 de diciembre de 1886. Así, pasó a la historia del cicloturismo, siendo la inspiración de otros tantos aventureros y aficionados de las bicis de todo el mundo.

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