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¿Por qué los corazones dibujados no se parecen a los reales? Historia de un órgano y un símbolo
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¿Por qué los corazones dibujados no se parecen a los reales? Historia de un órgano y un símbolo

Aunque su representación ha ido asumiendo la forma de lo real y dejando atrás la de la suposición, fuera del plano científico, el corazón presenta una forma simétrica que está muy lejos del órgano que llevamos dentro

Foto: (iStock)
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"Mi corazón, como una sierpe/ se ha desprendido de su piel/ y aquí la miro entre mis dedos/ llena de heridas y de miel", dice Lorca en su poema 'Corazón nuevo'. Atravesar la poesía es recorrer todas las formas posibles de sentir este órgano que deja a la sangre atravesarnos a nosotros. Ahora que no dejamos de enviar corazones en forma de emoji, seguimos ejerciendo ese ejercicio de interpretar nuestros sentimientos con el elemento central de nuestro organismo. Un lenguaje universal extraído del pecho que, sin embargo, esconde aún muchos enigmas.

Cuando Lorca escribió aquel poema, en 1918, trasplantar un corazón era aún un asunto inimaginable, pero su importancia para la vida resultaba ya bien conocida desde la antigüedad, y desde entonces ha jugado un papel fundamental en la comprensión del cuerpo humano. En el siglo IV a. C., Aristóteles lo identificó como el órgano más importante del cuerpo, el primero en formarse según sus observaciones en embriones de otros animales. Según decía el filósofo griego, era el asiento de la inteligencia, el movimiento y la sensación. A partir de estas palabras, construyó la imagen de un órgano con tres cámaras.

Foto: Foto: Wikipedia/EC.

Aquella representación, por supuesto, ha ido asumiendo la forma de lo real y dejando atrás la de la suposición. Sin embargo, fuera del plano científico y médico, el corazón presenta una forma simétrica que está muy lejos del órgano que llevamos dentro. Un triángulo que culmina curvándose por ambos lados como dos úes invertidas y unidas, o viceversa: imagen tan contundente del amor que, en la actualidad, los avances de la ciencia no consiguen modificar. ¿Por qué este símbolo heredado dista tanto de aquello a lo que hace referencia?

placeholder 'Épître d’Othéa' Christine de Pizan (Christine de Pizan, 1364?-1430?). (Wikimedia)
'Épître d’Othéa' Christine de Pizan (Christine de Pizan, 1364?-1430?). (Wikimedia)

Una planta, unos pechos, unas nalgas

Para hallar una respuesta hay que remontarse siglos y siglos atrás. Representado en la cerámica griega, cretense, minoica, micénica, romana o corintia entre otras muchas, los historiadores no han encontrado una evidencia directa para rastrear los comienzos de su linaje, pero en todas las representaciones antiguas que se le acercan puede observarse que es una simplificación de, tal vez, una hoja.

Podría ser la hoja de la higuera, la de la hiedra, el nenúfar o, la más reconocida: el silfio ('Silphium', en su nombre científico), una especie de hinojo gigante ahora extinguido que alguna vez creció por toda la costa del norte de África, y especialmente cerca de la colonia griega de Cirene. Los antiguos griegos y romanos la usaban como saborizante de alimentos, pero también como medicina para afecciones como la tos, aunque se hizo mucho más famoso entre la sociedad del momento como una forma temprana de control de la natalidad, es decir, como un anticonceptivo natural.

placeholder Foto: K. R. Robertson/Illinois Natural History Survey.
Foto: K. R. Robertson/Illinois Natural History Survey.

Asimismo, los primeros símbolos antiguos del corazón también parecen asemejarse a las hojas de la vid, que en la cultura griega se usaban para representar a Dionisio, el dios del vino, la fertilidad y el éxtasis, entre otras cosas. Otros, además, sostienen que sugiere la forma de unos senos, unas nalgas u otras partes de la anatomía humana.

El corazón y el amor

En la Antigua Roma, la sociedad creía que había una vena que se extendía desde el cuarto dedo de la mano izquierda hasta el corazón. Lo llamaron la 'vena amoris'. Y, aunque, aparentemente, al principio un corazón no tenía nada que ver con el amor, existen patrones claros como este que sugieren lo contrario.

Para empezar, en la poesía lírica de la Grecia clásica, identificaban el corazón con el amor a través de conceptos verbales, como mucho más tarde haría Lorca. Entre los primeros ejemplos griegos conocidos se encuentra la poeta Safo, que agonizaba por su propio "corazón loco" temblando de amor. De la misma forma, a Venus, la diosa del amor, le atribuyeron el poder de prender fuego a los corazones con la ayuda de su hijo Cupido. Cuando este llegaba y una pareja se casaba, debían colocarse la alianza en el dedo índice para rodear aquella supuesta vena, recuerda la investigadora Marilyn Yalom.

placeholder Ilustración extraída del Codex Manesse. (Wikipedia)
Ilustración extraída del Codex Manesse. (Wikipedia)

No fue hasta que el médico inglés William Harvey escribió su obra 'Sobre la circulación de la sangre' en 1628 cuando una alternativa viable a la fisiología galénica fue ampliamente aceptada. Harvey había aprobado la noción aristotélica del corazón. En 1653, apuntó: "El corazón está situado en las costillas 4 y 5, y es la parte principal porque está en el lugar principal, en el centro de un círculo, en el medio de lo necesario". Examinó detenidamente la función de todas sus diferentes partes y llegó a una conclusión inversa a la de Galeno y sus lectores medievales y renacentistas: creía que el corazón trabajaba activamente cuando era pequeño, duro y contraído (sístole), expulsando sangre, y en reposo cuando se hacía grande llenándose de sangre (diástole), explican desde la Universidad de Stanford.

Alegoría de la devoción

Por su parte, la población budista también llegó a utilizar un símbolo similar al del corazón dibujado actual. Sin embargo, en esta cultura, resulta más representativo de una hoja de parra, que llegó a simbolizar la iluminación.

Más allá de algunas monedas que incluían la hoja de la 'Silphium', el sentido metafórico del corazón no aparece en imagen y con el aspecto que hoy reconocemos hasta 1344. Entonces, los dos famosos lóbulos y la punta hicieron su debut en un manuscrito titulado 'Romance de la pera' ('Roman de la poire'), escrito en el dialecto francés de la región de Picardía por Lambert le Tor (aunque terminado por Alexandre de Bernay).

placeholder 'Roman de la poire'. (Wikipedia)
'Roman de la poire'. (Wikipedia)

Otro francés, Pierre Sala, contribuyó también a la peculiar historia del corazón y el amor con un libro titulado 'Emblèmes et Devises d'amour', o 'Love Emblems and Mottos', elaborado en Lyon hacia 1500. Su colección de 12 poemas de amor e ilustraciones estaba destinada a Marguerite Bullioud, la enamorada de su vida, aunque ella estaba casada con otro hombre. El pequeño libro de Sala estaba destinado a ser sostenido en la palma de la mano de aquella mujer con la que, 'spoiler', se casaría después de la muerte de su marido.

Iglesia versus ciencia

Durante los siglos que duró la Edad Media, la Iglesia católica escondió gran parte del conocimiento anatómico al que numerosos médicos, muchos de ellos árabes, habían llegado, desempeñando un papel importante en el desconocimiento sobre el cuerpo y su funcionamiento. Sin embargo, y aunque prohibió, por ejemplo, realizar autopsias, irónicamente también fue parte integral de la difusión del símbolo del corazón.

placeholder Hombre herido, Pseudo-Galen, Anathomia; WMS 290. Manuscrito publicado entre los siglos XV y XVI. (Wikimedia)
Hombre herido, Pseudo-Galen, Anathomia; WMS 290. Manuscrito publicado entre los siglos XV y XVI. (Wikimedia)

Aunque hay muchos ejemplos del símbolo del corazón en el arte medieval, como el del famoso pintor italiano Giotto y su representación de 1305 de la Caridad (Caritas) en la Capilla Scrovegni de la ciudad italiana de Padua, en la que alegóricamente entrega su corazón a Jesús, lo que se convertiría en un auténtico 'boom' entre los artistas de la época comenzó con una visión de Santa Margarita María Alacoque en 1673. Es el llamado 'Sagrado Corazón de Jesús', que Santa Margarita aseguraba haber visto.

Establecido ya como símbolo del romance y el amor cortesano medieval, se haría así especialmente popular durante el Renacimiento, cuando el catolicismo lo comenzaría a emplear con frecuencia y durante los siglos posteriores, pero también como uno de los cuatro palos en los naipes franceses.

placeholder 'San Agustín' de Philippe de Champaigne (entre 1645 y 1650). (Wikipedia)
'San Agustín' de Philippe de Champaigne (entre 1645 y 1650). (Wikipedia)

Hasta el símbolo moderno

Físicamente, aquellos corazones eran ya muy similares al símbolo del corazón moderno, aunque generalmente en lo sagrado se representa rodeado de espinas y, a veces, en llamas, y para el juego de cartas aparece al revés. Lo cierto es que, en este sentido, hasta finales del siglo XIV solía representarse invertido siempre y hasta, al menos, la primera mitad del siglo XV.

A finales del siglo XVII, el conocimiento anatómico del corazón ya podía considerarse preciso. El filósofo francés René Descartes había sido uno de los primeros académicos en aceptar la nueva teoría de Harvey, y llevó sus ideas un paso más allá cuando argumentó que el corazón era como una bomba, un motor de combustión. El corazón se convirtió en un sitio importante para debatir los pros y los contras de las descripciones mecanicistas y vitalistas del cuerpo, ya que servía para ambas agendas.

placeholder Corazones en el juego de naipes original. (Wikipedia)
Corazones en el juego de naipes original. (Wikipedia)

Al final, aunque la presión religiosa en el mundo médico disminuyó en los siglos posteriores y el conocimiento anatómico finalmente se extendió por todas partes, la gran cantidad de atención artística, poética y comercial que se le dio al icónico símbolo del corazón no solo hizo que sobreviviera, sino que prosperara como símbolo tanto del corazón humano como del amor.

"Mi corazón, como una sierpe/ se ha desprendido de su piel/ y aquí la miro entre mis dedos/ llena de heridas y de miel", dice Lorca en su poema 'Corazón nuevo'. Atravesar la poesía es recorrer todas las formas posibles de sentir este órgano que deja a la sangre atravesarnos a nosotros. Ahora que no dejamos de enviar corazones en forma de emoji, seguimos ejerciendo ese ejercicio de interpretar nuestros sentimientos con el elemento central de nuestro organismo. Un lenguaje universal extraído del pecho que, sin embargo, esconde aún muchos enigmas.

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