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¿Por qué los primates duermen bastante más que nosotros? Los expertos lo han analizado
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¿Por qué los primates duermen bastante más que nosotros? Los expertos lo han analizado

Los chimpancés duermen en torno a 9,5 horas al día. Los titíes de cabeza blanca lo hacen 13, los monos nocturnos de tres rayas hasta 17 horas completas. Imagínate por un momento: más de medio día roncando. ¿Seríamos capaces?

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Los humanos duermen menos que cualquier simio, mono o lémur que los científicos hayan estudiado. Es un hecho, pese a esas noches de resaca que se te juntan en la cama con la noche siguiente, incluso pese a que te guste mucho dormir. Excepciones o, simplemente, datos que no determinan la media global. Por supuesto, aspectos como el clima del lugar que habitamos condiciona el sueño que exige nuestro organismo, pero lo de las ocho horas suele ser algo parecido a un milagro.

En concreto, la investigación ha demostrado que las personas en sociedades no industriales, lo más parecido al tipo de entorno en el que evolucionó nuestra especie, ya requieren menos de siete horas por noche, apunta el antropólogo evolutivo David Samson de la Universidad de Toronto Mississauga en palabras recogidas por Elizabeth Preston para 'Smithsonian'. Una cifra sorprendente si tenemos en cuenta la que presentan otros animales mamíferos. Pero, ¿por qué pasa esto?

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Los chimpancés duermen en torno a 9,5 horas al día. Los titíes de cabeza blanca lo hacen 13. Por su parte, los monos nocturnos de tres rayas son, como su nombre indica, nocturnos, y aunque en realidad casi nunca están despiertos, duermen unas 17 horas completas. Imagínate por un momento: más de medio día roncando. ¿Seríamos capaces?

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Como apunta Bruce Brower en 'Science News', los animales nocturnos tienden a dormir más que los que están despiertos durante el día. Y las especies que viajan en pequeños grupos o que habitan en hábitats abiertos junto con los depredadores tienden a dormir menos. Eso sí, no es algo que suceda solo en primates. Los antropólogos evolutivos Charles Nunn y David Samson apuntan que la mayoría de las especies duermen entre nueve y 15 horas diarias.

Un estudio publicado en 2015, ya había demostrado que el sueño en humanos es mucho más eficiente que el de nuestros parientes animales más cercanos, lo que nos permitiría pasar menos tiempo en las etapas ligeras del sueño y derivar más rápidamente a los estados más profundos que funcionan tan bien para restaurar nuestros cuerpos y mentes.

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Sin embargo, Nunn y Samson argumentan que hay algo más: dos características de larga data de la vida humana que pueden influir en esos cortos tiempos de sueño. El primero proviene de cuando nuestros ancestros descendieron de los árboles para dormir en el suelo. En ese momento, la gente probablemente tuvo que pasar más tiempo despierta para protegerse de los depredadores. El segundo puede reflejar la intensa presión que enfrentan los humanos para aprender y enseñar nuevas habilidades y establecer conexiones sociales. Desde luego, no hay que observar mucho para apreciar que el ritmo de vida de la humanidad no es demasiado compatible con la idea de dormir.

Es decir, estamos reduciendo gradualmente nuestras horas de sueño para dedicar más tiempo a actividades que nos resultan más interesantes, desde aprender nuevas habilidades y socializar (en persona o, en especial, a través de una pantalla) hasta estímulos de ocio como las maratones de series en Netflix. No obstante, explican estos investigadores de la Universidad de Duke, el cambio comenzó a ocurrir mucho antes.

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"Nuestros ancestros salieron de los árboles para vivir en el suelo y, en algún momento, también comenzaron a dormir allí. Esto significó renunciar a todas las ventajas del sueño arbóreo, incluida la relativa seguridad frente a depredadores como los leones".

Hasta la fecha, ningún fósil hallado revela cómo de bien descansaban aquellos primeros seres humanos, así que lo más cercano que tienen los antropólogos para estudiar un sueño antiguo y casi olvidado son las sociedades actuales no industriales.

Así, analizaron en un estudio separado las características del sueño en tres sociedades remotas de cazadores-recolectores en Tanzania, Namibia y Bolivia, y descubrieron que suelen dormir un poco más que las sociedades industriales. Lo que sugiere que la propagación de la electricidad, la tecnología y un estilo de vida 'siempre conectado' tiene bastante que ver con las diferencias.

Un modelo predictivo del sueño de los primates basado en factores como la masa corporal, el tamaño del cerebro y la dieta ya concluyó que los humanos deberíamos dormir en torno a 9,5 horas de cada 24, y eso son más de dos horas de las siete que tenemos asumidas (si es que llegamos a ellas).

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Mientras las horas de sueño entre personas sigue descendiendo, el discurso en torno a la necesidad de este aumenta, a esta discrepancia los investigadores la denominan "la paradoja del sueño humano". Es importante para nuestra memoria, para nuestra salud mental, para la función inmunológica y otros muchos aspectos de la salud, pero los hechos no concuerdan con los datos. "Algo raro está pasando", resalta Samson.

Los humanos duermen menos que cualquier simio, mono o lémur que los científicos hayan estudiado. Es un hecho, pese a esas noches de resaca que se te juntan en la cama con la noche siguiente, incluso pese a que te guste mucho dormir. Excepciones o, simplemente, datos que no determinan la media global. Por supuesto, aspectos como el clima del lugar que habitamos condiciona el sueño que exige nuestro organismo, pero lo de las ocho horas suele ser algo parecido a un milagro.

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