¿Existió realmente el laberinto del Minotauro? Un callejón sin salida
Es una de las historias más famosas de la civilización occidental, e incluso algunos aseguran que conocen su ubicación, pero ¿hasta qué punto es cierto todo esto?
Cuentan que en la Isla de Creta, el rey Minos ordenó al arquitecto Dédalo construir un laberinto donde encerrar a una temible criatura: el mítico Minotauro, con cuerpo de gigante y cabeza de toro, fruto del romance entre Pesífae y el Toro de Creta. Este fenómeno, mitad hombre, mitad bestia, solo se alimentaba de carne humana. Cuando Dédalo cayó en desgracia, fue encerrado junto a su hijo Ícaro en el laberinto, y entonces tuvieron que construir unas alas para escapar, volando Ícaro tan cerca del sol que ya sabemos lo que sucedió después.
Todo aquel que entraba en el laberinto no volvía a salir. Era devorado por el Minotauro, que tenía aterrorizado a todo el mundo. Hasta que llegó Teseo. La historia del laberinto del Minotauro es una de las más famosas y antiguas de la civilización occidental, y durante mucho tiempo se ha cuestionado si no es más que una leyenda o realmente podría estar basada en algo real, igual que todavía los expertos quieren ver en la Atlántida mencionada por Platón quizá un atisbo de una civilización fascinante y extinguida. Pero, ¿qué pudo ser el laberinto?
¿Existió?
Hasta ahora, se creía que podía tener una ubicación exacta. La ubicación habría sido el Palacio de Cnossos, el más importante de los palacios minoicos de Creta. Fue construido en torno al 2000-1900 a.C (y reconstruido en dos ocasiones). Era residencia de reyes, cumplía funciones religiosas y distribuía recursos económicos, también se han encontrado en él cadáveres de niños, fruto de sacrificios pasados.
La complejidad de su estructura y abundancia de estancias y pasillos ha llevado a que muchos lo identificasen con el mítico laberinto
La complejidad de su estructura y abundancia de estancias y pasillos ha llevado a que muchos lo identificasen con el mítico laberinto. Además de ser un reclamo turístico de interés, podría explicar quizá el origen de la historia del monstruo, pues en Creta se adoraba al toro y se encontraron muchos motivos y frescos en las ruinas del palacio.
¿No existió?
Debido a que no hay pruebas de que una bestia como el Minotauro existiese realmente, algunos consideran el laberinto un concepto de lugar mortal donde solo los héroes habrían sido capaces de salir (como Dédalo o Teseo). De hecho, el arqueólogo Antonis Kotsonas, señaló en 2018 la ausencia de una evidencia real en torno al laberinto. Según explicaba en un artículo, Calímaco, escritor del siglo III a.C de Alejandría (durante el Egipto ptolemaico) sería la primera persona que habría vinculado específicamente al Minotauro con el Laberinto de Creta. Sugiere que lo más probable es que en realidad hablase de un laberinto egipcio construido por el faraón Amenenhat III en algún momento antes de su muerte, y que este término se difundió y llegó a la mitología cretense.
De hecho, las referencias helenísticas posteriores al laberinto provienen de eruditos del Egipto ptolemaico. Los romanos, al anexionarse Creta, trataron la existencia del laberinto como real y lo ubicaron en Cnossos, y eso es lo que explicaría que muchas personas posteriores lo hayan señalizado en esa zona concreta.
Los romanos, al anexionarse Creta, trataron la existencia del laberinto como real y lo ubicaron en Cnossos
De hecho, las primeras versiones de la historia (de Homero, Heródoto, etcétera) no mencionan un laberinto cretense. Y, para Platón, el término se usa solo para describir "estructuras y situaciones metafóricas de las que es difícil escapar". La idea del laberinto se revitalizó progresivamente durante los periodos romano, bizantino, renacentista y victoriano. El proceso también fue continuado por los helenistas y los anticuarios de mediados del siglo XX, completando así su 'metamorfosis de la memoria abstracta a monumento físico'.
Por otro lado para Kotsonas, el hecho de que el Palacio de Cnossos se haya establecido como el verdadero laberinto se debe a una serie de errores meramente arqueológicos. En 1900, el arqueólogo británico Sir Arthur Evans (el primer cretense en excavar el área) inicialmente negó la idea de que existiera un laberinto, pero cambió de opinión al ver la rica iconografía de toros. En 1905, la idea de que había existido un laberinto real era tan común que se daba por sentada.
Las primeras versiones de la historia (de Homero, Heródoto, etcétera) no mencionan un laberinto cretense
Sin embargo, al final no hay evidencia concluyente de un laberinto que haya existido alguna vez en Cnossos, y mucho menos de una criatura como el Minotauro. Kotsonas teje un relato detallado de cómo las ansiedades, los valores y la política occidentales, combinados con una identidad nacional griega recién creada en la batalla contra el imperialismo otomano, pueden haber dado lugar a un monumento que vive solo en la memoria.
Cuentan que en la Isla de Creta, el rey Minos ordenó al arquitecto Dédalo construir un laberinto donde encerrar a una temible criatura: el mítico Minotauro, con cuerpo de gigante y cabeza de toro, fruto del romance entre Pesífae y el Toro de Creta. Este fenómeno, mitad hombre, mitad bestia, solo se alimentaba de carne humana. Cuando Dédalo cayó en desgracia, fue encerrado junto a su hijo Ícaro en el laberinto, y entonces tuvieron que construir unas alas para escapar, volando Ícaro tan cerca del sol que ya sabemos lo que sucedió después.