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Jaulas y mercurio: dos siglos de consejos extraños para criar a un bebé
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Jaulas y mercurio: dos siglos de consejos extraños para criar a un bebé

Teniendo en cuenta que se trata de un asunto en constante evolución, no hay que remontarse mucho en el tiempo para encontrar consejos para madres y padres impensables ahora

Foto: Ácido borácico para la leche. Fuente: Wikipedia
Ácido borácico para la leche. Fuente: Wikipedia

Junto con la noción sobre la infancia, los cuidados han transcurrido a lo largo de la historia, conformándose en base a aspectos sociales de lo más variado. La salud siempre fue uno de ellos. Así, la medicina ha supuesto un pilar fundamental en las bases de la crianza y con ella esta ha ido perfilándose.

No es que el asunto de atender a un bebé haya tenido muchas modificaciones: un bebé siempre fue un bebé. Sin embargo, las formas, desde pautas hasta actividades específicas, establecidas para su desarrollo alguna vez fueron bien distintas a las que hoy en día se conocen.

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Teniendo en cuenta que se trata de asunto en constante evolución, ni siquiera hay que remontarse mucho en el tiempo para encontrar consejos para madres y padres impensables ahora. Estos son algunos de ellos:

Las jaulas colgantes para bebés

En su libro de 1894 'El cuidado y la alimentación de los niños', el Dr. Luther Emmett Holt introdujo el concepto de "ventilación" o exponer a los bebés a temperaturas frías para mejorar su sistema inmunológico y su salud en general. Con aquella premisa, muchas familias decidieron colocar jaulas en sus ventanas a modo de solución, especialmente en las ciudades.

El auge de aquel artefacto provocó que llegaran, incluso, a patentarse productos específicos como el Window Crib de Boggins. Estas jaulas fueron especialmente populares en lugares como Londres, y aunque puedan parecer de lo más bizarro, su uso se extendió hasta bien entrado el siglo XX ante nuevos consejos de la medicina del momento, como el fomento de un buen chute diario de vitamina D, fuera de la forma que fuera.

Prohibido mecer

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Fuente: Wikipedia

En 1847 apareció en The British Mothers' Magazine un artículo que advertía a las madres contra lo que su autora llamaba el "hábito pernicioso" de depender de las mecedoras para calmar a sus hijos. Aquella técnica parecía estar mal vista. No había que hacer uso de ella.

El motivo de esta negativa se centraba, en realidad, más en la madre que en el bebé, ya que se consideraba que dicho gesto dañaba las figuras femeninas de las mujeres.

No a cualquier cosa verde

La ropa verde, los juguetes verdes y cualquier otra cosa teñida o pintada de verde pasaron a estar en la lista de materiales peligrosos del siglo XIX. No era superstición o tendencia, sino auténtico instinto de supervivencia.

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De hecho, el verde era tendencia cuando se descubrió que algo pasaba con él. Los artículos en este color estaban por todas partes ya, y entonces se encontró que se fabricaban con un tipo de tinte que contenía arsénico. Los trabajadores de las fábricas que lo manipulaban se estaban muriendo, las señoras que lo usaban se estaban muriendo, familias enteras se estaban muriendo. Así pues, con razón, comenzaron a advertir a los padres que mantuvieran a sus hijos lo más alejados posible de cualquier cosa verde.

En 1831, por ejemplo, Lydia Maria Child escribió en The Mother's Book que los padres deberían asegurarse de no dar a los bebés en proceso de dentición ningún juguete verde para morder. En cambio, recomendó "cuentas grandes de madera" o botones hechos de acero, madera o marfil. ¿Hay algo que grite "peligro de asfixia" más fuerte que un botón de acero?

Mercurio para lo que sea

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El analgésico más popular del siglo XIX, incluso prescrito a los niños, fue el opio. Se vendía sin receta en cualquier farmacia y los padres no dudaban en usarlo para bajar la temperatura alta de un niño o calmar a un bebé gritando.

No obstante, por si fuera poco, el mercurio fue otro ingrediente muy popular entre los medicamentos del momento. Así, en 1834, un doctor llamado William Horner llegó a sugerir este elemento para una gran variedad de dolencias diferentes. Tal vez quien dijo aquello de “no hay mal que por bien no venga” se refería a esto.

¿Orejas grandes? Agua salada

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En 1849, Elisabeth Robinson Scovil señalaba que los niños "deben sentarse con el lado izquierdo hacia la luz, y nunca mirando hacia una ventana", asegurando que así podrían evitar la miopía.

No fue lo único que Scovil propuso, también apuntaba a una solución “innovadora” para las pequeñas orejas grandes: había que frotarla con agua salada dos veces al día para evitar que siguieran creciendo.

La cerveza, otro gran remedio

"Por su poder depurativo y digestible, la cerveza contribuye a la fácil asimilación de las comidas. Puede darla a sus niños, preguntando primero al médico si la aconseja", decía un anuncio de 'San Miguel'. Por su parte, 'Cruzcampo' ofrecía una botella "tipo familiar" para compartirla grandes y pequeños.

Foto: Un viejo 'remedio' para la tos

Si el mercurio no funcionaba, un buen trago de esto parecía poder solventarlo todo según la publicidad de la época. No, no era el siglo XIX, sino la década de 1960.

Junto con la noción sobre la infancia, los cuidados han transcurrido a lo largo de la historia, conformándose en base a aspectos sociales de lo más variado. La salud siempre fue uno de ellos. Así, la medicina ha supuesto un pilar fundamental en las bases de la crianza y con ella esta ha ido perfilándose.

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