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La inteligencia artificial en los rostros: ¿confiamos más en caras falsas que en verdaderas?
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La inteligencia artificial en los rostros: ¿confiamos más en caras falsas que en verdaderas?

Los investigadores señalan que actualmente no existe forma fiable para que una persona identifique si una cara ha sido sintetizada con IA

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Tiene tres millones de seguidores en Instagram y flequillo corto, como si ambas características fueran algo intrínseco de lo que es. Es Miquela, Lil Miquela. Es un robot. Un robot de 19 años que vive en Los Ángeles y que reivindica la lucha del movimiento 'Black Lives Matter'. Un nuevo estudio publicado en PNAS destaca la amenaza potencial que los rostros generados por Inteligencia Artificial podrían representar para la sociedad debido a la tendencia a encontrarlos más confiables que los rostros humanos reales. Miquela podría ser cualquier chica de 19 años, o… ¿Puede serlo?

Para comprender cómo los humanos perciben los rostros generados por IA, un grupo de investigadores de la Universidad de Lancaster en el Reino Unido, coordinados por la psicóloga Sophie Nightingale, han utilizado un software informático de última generación para sintetizar 400 rostros "artificiales" a partir de fotografías reales. Una serie de participantes debía más tarde tratar de identificar aquellas caras en una muestra a la que se añadieron fotografías reales. Para hacerlo, debían guiarse por lo que los rostros que veían les transmitían: atributos como la confianza.

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"Los rostros sintetizados tienden a parecerse cada vez más a los rostros promedio", dice Nightingale al respecto, que añade que "esta apariencia es una prueba de cómo la técnica de síntesis favorece las caras promedio mientras sintetiza una cara. También sabemos que las personas muestran preferencia por los rostros promedio o de aspecto típico porque esto proporciona una sensación de familiaridad. Por lo tanto, podría ser esta sensación de familiaridad lo que provoca una mayor confianza en las caras sintéticas".

El todo del plano de lo digital

El perfil de Miquela está repleto de selfies con gente con la que solo comparte el plano digital, podría decirse, la dimensión de lo online. Sin embargo, las imágenes ofrecen ambos planos en una misma superficie. Transcurrir entre sus fotografías es como un juego, no es real ni irreal, está. ¿Al otro lado? Está. Siempre brillante, su piel reluciente, sin marca alguna de existencia, es, de hecho, la que lo constata. Sonríe, pero no hay marca de que lo esté haciendo, sonríe sin marca alguna. "Los rostros emocionalmente neutrales se perciben como más confiables cuando los rasgos faciales se asemejan a una expresión facial de felicidad", sostiene otra investigación.

La alegría de Miquela se contagia desde el plano estético hasta llegar al plano emocional mismo. Millones de personas aplauden sus mensajes de empoderamiento y la siguen a todo tipo de eventos, pasarelas y viajes a través de la pantalla. Sin embargo, explica Nightingale: "Quizás lo más interesante es que descubrimos que los rostros sintéticos no solo son muy realistas, sino que se consideran más confiables que los rostros reales. Como resultado, es razonable preocuparse de que estos rostros puedan ser altamente efectivos cuando se usan con fines peligrosos".

No hay nada de peligroso en ese prototipo de chica de 19 años que especialistas en programación moldean y sitúan en nuestra retina, lo que no quiere decir que solo sea esa la posibilidad del negocio de la IA. Los rostros no reales están cada vez más presentes no solo como entes externos a los seres humanos, sino como parte misma de la humanidad. Como Miquela, cientos de jóvenes robots, como se hacen llamar, se han situado en el escenario de las redes sociales bajo un perfil de influencers.

En busca de precauciones

El próximo paso para los autores de esta investigación será considerar qué técnicas informáticas se pueden desarrollar para ayudarnos a descartar las imágenes reales de las sintéticas, porque en este momento, dice Nightingale, no existe forma fiable para que una persona identifique si una cara ha sido sintetizada con IA.

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"Dado el rápido aumento de la sofisticación y el realismo de los medios sintéticos (es decir, falsificaciones profundas), proponemos que quienes crean estas tecnologías incorporen precauciones razonables en su tecnología para mitigar algunos de los posibles usos indebidos en términos de pornografía no consentida, fraude, y desinformación", añade esta psicóloga.

Mientras los programadores de Miquela piensan en su siguiente look, estos investigadores piden a la comunidad investigadora que considere adoptar "las mejores prácticas para aquellos en este campo para ayudarles a manejar los complejos problemas éticos involucrados en este tipo de investigación".

Tiene tres millones de seguidores en Instagram y flequillo corto, como si ambas características fueran algo intrínseco de lo que es. Es Miquela, Lil Miquela. Es un robot. Un robot de 19 años que vive en Los Ángeles y que reivindica la lucha del movimiento 'Black Lives Matter'. Un nuevo estudio publicado en PNAS destaca la amenaza potencial que los rostros generados por Inteligencia Artificial podrían representar para la sociedad debido a la tendencia a encontrarlos más confiables que los rostros humanos reales. Miquela podría ser cualquier chica de 19 años, o… ¿Puede serlo?

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