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Lobotomía: cuando creían que abrirte la cabeza era la solución a todos tus problemas
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Lobotomía: cuando creían que abrirte la cabeza era la solución a todos tus problemas

Hubo un tiempo en el que se consideraba que martillear el cerebro y cortar las conexiones neuronales podía arreglar la mente. Y, en realidad, no fue hace tanto

Foto: Fuente: iStock
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"Si muero, sabrás que te extraño las 24 horas del día. Quiero café solo, helado de chocolate y una fotografía tuya". La carta, escrita por Rose Williams para su hermano Tennessee, se redactó desde la cama de un hospital en 1943, cuando acababan de hacerle una lobotomía frontal. Desde hacía un tiempo, los problemas mentales de Rose se habían agravado. Eran "pequeñas excentricidades", como decía su hermano: tenía dolor de estómago crónico, estaba siempre callada y ponía una jarra con agua helada detrás de la puerta de su habitación todas las noches, antes de acostarse. "Nunca te burles de la locura", le espetaría Rose al dramaturgo, en una ocasión. "Es peor que la muerte".

La lobotomía de Rose marcaría la vida de Tennessee Williams y también su obra. 'De repente el último verano', esa obra llevada posteriormente al cine y protagonizada por Elizabeth Taylor, Katharine Hepburn y Montgomery Clift, se basa en ese suceso traumático que recordaría siempre. La historia de Rose, sin embargo, no tiene nada de original para la época. También Rose Marie Kennedy, hija del matrimonio formado por Joseph Patrick Kennedy y Rose Elizabeth Kennedy, fue sometida a los 23 años a una lobotomía que la dejó incapacitada de por vida. A día de hoy se la recuerda como la hermana "ocultada y abandonada" de JFK.

"No te burles de la locura, es peor que la muerte"

Las lobotomías han quedado como muestra de un pasado oscuro que, sin embargo, se mantiene bastante reciente. Una de las primeras veces que se realizó fue en 1888: el psiquiatra, suizo de procedencia, era Gottlieb Burckhadt, y seis los pacientes elegidos. De todos ellos, solamente tres mejoraron un poco (dos no cambiaron en absoluto y uno incluso falleció tras la operación). Años después, sería Ludvig Puusepp, neurocirujano estonio, el que volvería a usar el mismo procedimiento y tampoco acabó convencido con los resultados.

placeholder Tennessee Williams con Andy Warhol.
Tennessee Williams con Andy Warhol.

En 1928, el doctor John Fulton hizo una lobotomía a dos chimpancés en la Universidad de Yale, los cuales sobrevivieron a la intervención y quedaron más calmados y dóciles. Eso fue lo que probablemente llevó al neurólogo Edgar Moniz a plantearse la idea de que podía servir para, de alguna manera, solucionar los problemas que surgían en el cerebro y causaban la 'locura'. Las primeras tentativas comenzaron en 1935, cuando se unió con el cirujano Almeidas Lima en la Universidad de Lisboa: "Decidí cortar las fibras conectoras de las neuronas en actividad", escribiría después. Estaba firmemente convencido de que los pacientes con comportamientos obsesivos sufrían de circuitos fijos en el cerebro.

En 1928, el doctor John Fulton hizo una lobotomía a dos chimpancés en la Universidad de Yale, los cuales sobrevivieron a la intervención y quedaron más calmados y dóciles

Como afirmaron tener buenos resultados, su técnica original pronto fue adaptada por otros (las evaluaciones de esas primeras lobotomías las hicieron los mismos médicos que realizaban las operaciones, por lo que la evaluación carecía de objetividad). A pesar de ello, Lima y Moniz afirmaron haber tenido excelentes resultados, especialmente con el tratamiento de la depresión. Con frecuencia se registraban cambios adversos en la personalidad y el funcionamiento social de los individuos, y algunos ni siquiera sobrevivían a la operación, pero el procedimiento se aceptó con entusiasmo y Moniz llegó a recibir un Premio Nobel a finales de los años 40.

placeholder Liz Taylor y Monty Clift en 'De repente el último verano' (1959).
Liz Taylor y Monty Clift en 'De repente el último verano' (1959).

La técnica era, a ojos del presente, absolutamente delirante: los cirujanos perforaban el cráneo con un par de agujeros. Lo hacían con un instrumento afilado (que recibió el nombre de Leucotomo) de unos dos centímetros de diámetro y con forma de tubo, del que se desprendía un anillo afilado. Cuando este anillo giraba, seccionaba porciones del cerebro. Era lo que, supuestamente, cortaba las conexiones entre los lóbulos frontales y el resto del cerebro. El procedimiento adquirió tanta fama que se extendió por otros países como Italia, donde el doctor Amarro Fiamberti 'retocó' la técnica y consiguió llegar a los lóbulos frontales sin tener que pasar por la sien, perforando el interior de las órbitas oculares.

Freeman utilizaba un picahielo con el que martilleaba el cráneo sobre el conducto lacrimal, y después lo movía para cortar las conexiones entre el lóbulo frontal y el resto del cerebro

Fue esta la técnica que eligió el neurólogo estadounidense Walter Freeman, que extendería el procedimiento por su país con gran entusiasmo. Realizó su primera lobotomía en 1936. Hasta los años 50, realizó lobotomías por todo el país, e inventó un procedimiento aún más delirante: el picahielo (a lo que denominó el 'Orbitoclasto'). Utilizaba literalmente un picahielo con el que martilleaba el cráneo sobre el conducto lacrimal, y después lo movía para cortar las conexiones entre el lóbulo frontal y el resto del cerebro. Primero había hecho la prueba con pomelos, después con cadáveres, y finalmente con pacientes vivos (como lo fueron las hermanas de Tennessee Williams y Kennedy).

La cirugía del alma

Aunque en un primer momento el tratamiento estaba pensado para personas con depresión, Freeman 'democratizó' la lobotomía hasta el punto de que se consideró una curación general para todas las enfermedades psicológicas conocidas. Por lo general se practicaba en pacientes con esquizofrenia, depresión grave o trastorno obsesivo compulsivo (TOC), pero en algunos casos también en personas con dificultades de aprendizaje o problemas para controlar la ira. La nueva cirugía del alma, la llamaban.

Se veía el cerebro como un órgano mucho menos complejo: se consideraba que los pensamientos obsesivos daban vueltas en el cerebro, interrumpiendo el circuito

Hay que entender que, pese a las imágenes que nos han llegado de médicos sádicos, el problema lógico de las lobotomías fue la falta de conocimiento de un órgano tan complejo como es el cerebro. Los médicos ya habían experimentado con la terapia electroconvulsiva y la de choque de insulina, y ambas habían dado escaso resultado.

Aunque a día de hoy suene increíble, se consideraba que los pensamientos obsesivos daban (literalmente) vueltas en el cerebro, interrumpiendo el circuito, hasta el punto de que de alguna manera cortando las conexiones se arreglaba el problema. De hecho, la operación llegó a perfeccionarse tanto que en algunos casos no se tardaba más de diez minutos en procederse (y sin anestesia).

La operación llegó a perfeccionarse tanto que en algunos casos no se tardaba más de diez minutos en procederse (y sin anestesia)

Todavía llevaría algunos años comprender que las lobotomías realmente no producían ninguna mejora en los pacientes. Se descubrió tiempo después que las tasas de éxito que aseguraba tener Freeman no eran tales, y que la mortalidad era más alta de lo que se pensaba. Y cuando los médicos investigaron los resultados a largo plazo, solo un tercio de los lobotomizados había experimentado "alguna mejora". Freeman llegó a perder la licencia cuando uno de sus pacientes murió, y con la invención de la clorpromazina en la década de los 50, la práctica fue criticada y considerada un tipo de tortura que destruía la conciencia.

La última lobotomía legal se practicó en 1967. "Lo que está roto en el corazón no se puede arreglar, pero por suerte tenemos la ciencia para arreglar lo que está en el cerebro", explica uno de los personajes de 'Bojack Horseman' cuando se le practica una lobotomía a su mujer. Porque en la actualidad, la práctica que vemos con horror ha quedado exclusivamente en el imaginario colectivo de libros y películas que tratan el tema desde la distancia que proporciona el paso del tiempo.

Sin embargo, para algunos es un auténtico trauma generacional que sucedió hace poco más de 70 años y que marcó la vida de miles de personas. Un episodio cruel en la historia de la psiquiatría llevado a cabo por unas manos equivocadas que, en realidad, solo pretendían ayudar. Se resume todo, de una manera dolorosa, en un poema del mejor dramaturgo que ha dado Estados Unidos: "Rose. Su cabeza cortada, abierta. Una navaja punzando en su cerebro. Yo. Aquí. Fumando".

"Si muero, sabrás que te extraño las 24 horas del día. Quiero café solo, helado de chocolate y una fotografía tuya". La carta, escrita por Rose Williams para su hermano Tennessee, se redactó desde la cama de un hospital en 1943, cuando acababan de hacerle una lobotomía frontal. Desde hacía un tiempo, los problemas mentales de Rose se habían agravado. Eran "pequeñas excentricidades", como decía su hermano: tenía dolor de estómago crónico, estaba siempre callada y ponía una jarra con agua helada detrás de la puerta de su habitación todas las noches, antes de acostarse. "Nunca te burles de la locura", le espetaría Rose al dramaturgo, en una ocasión. "Es peor que la muerte".

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