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Historia de las cigarreras: el origen de las primeras sindicalistas españolas
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Historia de las cigarreras: el origen de las primeras sindicalistas españolas

Por culpa de Bizet, ha llegado hasta nuestros días una versión romantizada de este oficio. En realidad, fueron mujeres que lucharon en grupo por sus derechos

Foto: 'Las cigarreras' de Gonzalo Bilbao (1915)
'Las cigarreras' de Gonzalo Bilbao (1915)

Dicen que el fracaso que supuso el estreno de la ópera 'Carmen' provocó, en parte, la prematura muerte de Georges Bizet con tan solo 36 años. Cuesta un poco creerlo en la actualidad, pues se la conoce como una de las óperas más famosas de todos los tiempos, y casi cualquier persona entona 'L'amour est un oiseau rebelle', aunque quizá no sepa muy bien de dónde proviene.

La historia no puede tener más tópicos. Por el escenario van desfilando desde un torero granadino a un cabo navarro, siendo Carmen la más importante de todos ellos y la que da nombre a la obra. Se trata de una cigarrera gitana, una visión bastante romantizada de lo que suponía ese oficio de liar cigarrillos. Carmen es el epítome de la pasión y la sensualidad, y como no podía ser de otro modo, la obra acaba tornando en una tragedia y muere hasta el apuntador.

Pero la realidad de las cigarreras fue menos sofisticada y bastante más interesante. Hacia finales del siglo XIX, existían en España distintas fábricas de tabaco en Sevilla, Cádiz, Alicante o Madrid, que se encargaban de elaborar un preciado producto adquirido en el nuevo mundo. Aunque ha quedado para la posteridad el oficio como una cosa de mujeres, en realidad en sus inicios trabajaban tanto ellos como ellas. De hecho, eran los hombres los que recibían el nombre de cigarreros, mientras que las mujeres eran consideradas simples 'elaborantes'.

Acabaron siendo indispensables por su profesionalidad, porque eran mano de obra más barata y se las consideraba menos conflictivas

Sin embargo, fueron ellas las que acabaron haciéndose indispensable en las fábricas, debido a su profesionalidad, a que se consideraba que eran menos conflictivas (también eran mano de obra más barata que los hombres) y a que, según se argumenta, sus manos más finas y pequeñas les permitían liar mejor y más rápido el tabaco (especialmente los cigarrillos que sustituirían al tabaco el polvo).

Solidaridad obrera

Fue un trabajo muy apreciado y solicitado, que pasaba de madres a hijas, pero también extremadamente duro: el polvo, la nicotina y los efluvios que emanaban al liar el tabaco provocaban muchas enfermedades respiratorias y oculares. De hecho, los brillantes y grandes ojos de la Carmen de Bizet no son más que una muestra de cómo las mujeres de este gremio iban quedándose progresivamente ciegas. Trabajar en las tabacaleras tampoco era fácil, pues a veces el calor era insoportable, especialmente en ciudades que en verano pueden llegar a alcanzar temperaturas extremas.

Los brillantes ojos de la Carmen de Bizet no son más que una muestra de cómo las mujeres de este gremio iban quedándose progresivamente ciegas

En Andalucía convivían miles de mujeres dedicadas a este oficio, que realmente había nacido en Cádiz y después se extendió a otras factorías. En Madrid, en 1809, la antigua Real Fábrica de Aguardientes, en Embajadores, pasó a ser por orden de José I una fábrica de tabacos. En el barrio existían muchos talleres clandestinos compuestos por cigarreras, y todas fueron contratadas para la nueva fábrica, y llegaron a ser 6.300.

La mayoría vivía en el barrio y podían mantener a su familia porque obtenían un salario por encima de la media. De hecho, tenían que conciliar las tareas del hogar con su trabajo en las fábricas y talleres, siendo así pioneras de la todavía polémica conciliación laboral. Generalmente, los talleres se organizaban con los denominados ranchos, mesas en las que trabajaban seis operarias, siendo una de ellas la 'ama' del rancho, que cuidaba de sus compañeras y corregía su trabajo. Además de en este barrio, las cigarreras también proliferaron en Lavapiés.

En 1834 constituyeron una Hermandad de Socorro para ocuparse de toda aquella compañera que se encontrase en apuros por cualquier motivo

Ellas fueron pioneras en echarse a la calle a protestar por sus derechos. En 1830, por ejemplo, protestaron contra el tabaco de baja calidad que llegaba a las fábricas y que les costaba mucho manipular. Como no tenían seguros de enfermedad, incapacidad o viudedad (tampoco existía la jubilación) en 1834 constituyeron una Hermandad de Socorro para ocuparse de toda aquella compañera que se encontrase en apuros por cualquier motivo. La idea fue crear unos talleres fuera de la fábrica, en sus propias casas, por si necesitaban llevarse el trabajo a domicilio. La Hermandad se convirtió en un verdadero éxito.

placeholder  Ilustración de las cigarreras.
Ilustración de las cigarreras.

No solo eso. En la capital, y por iniciativa del sociólogo Ramón de la Sagra, se crearon otras ayudas sociales en 1840, como una sala de lactancias y escuelas (con el nombre de Asilo de Cigarreras), ubicado en la finca de lo que fue el Casino de la Reina en Madrid. Era un lugar donde podían dejar a sus pequeños y recogerlos a la salida. Además, podían salir dos veces durante su jornada y alimentarlos.

Las niñas solían ir a la fábrica a cuidar de los bebés de sus madres, mientras aprendían, a su vez, un oficio que sería el suyo en un futuro no muy lejano

En algunos casos estaban autorizadas para tener incluso al pequeño en una cuna a su lado en el taller y también se construyó un colegio en lo que es actualmente San Isidro. Las niñas solían ir a la fábrica a cuidar de los bebés de sus madres, mientras aprendían, a su vez, un oficio que sería el suyo en un futuro no muy lejano.

Pero los avances no significaban que no alzasen la voz cuando lo creían necesario. En 1857, las cigarreras de A Coruña, destruyeron la nueva sección donde se picaba tabaco en protesta contra la nueva maquinaria. También lo hicieron en Madrid unos años después, negándose a trabajar, y en Cádiz o Bilbao. Fueron las primeras en afiliarse a sindicatos, como lo demuestran las llamadas tres rosas de la tabacalera de Cádiz, afiliadas a CNT y fusiladas en octubre de 1936.

Sus rápidas manos no pudieron competir con la llegada de la maquinaria de producción

Por encima de las leyendas y el folclore, las cigarreras pasaron a la historia por su solidaridad y su independencia, capaces de reivindicar sus derechos cuando lo creían necesario. Hace tan solo un siglo eran miles, pero hoy en día han quedado relegadas a pasearse por las esquinas de la historia. Lucharon unidas, pero no pudieron contra el devenir de los nuevos tiempos: la industrialización terminó, irremediablemente, con su oficio.

Sus rápidas manos no pudieron competir con la llegada de la maquinaria de producción. A pesar de ello, fueron pioneras en la lucha obrera, la organización sindical y la conciliación laboral, hasta el punto de que los ecos de sus esfuerzos perviven en nuestro presente. Quizá no fueron esa versión sensual y despiadada que nos dejó 'Carmen', pero aprendieron de la importancia de la educación, la reivindicación y la independencia femenina. Y eso es mucho más valioso.

Dicen que el fracaso que supuso el estreno de la ópera 'Carmen' provocó, en parte, la prematura muerte de Georges Bizet con tan solo 36 años. Cuesta un poco creerlo en la actualidad, pues se la conoce como una de las óperas más famosas de todos los tiempos, y casi cualquier persona entona 'L'amour est un oiseau rebelle', aunque quizá no sepa muy bien de dónde proviene.

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