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Andorra: la historia de un refugio peligroso
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Cuando la libertad es traicionada

Andorra: la historia de un refugio peligroso

Tras la Segunda Guerra Mundial, se calcula que más de 50.000 desplazados pasaron por el Principado. Algunos aventureros sin escrúpulos se hicieron de oro con ellos

Foto: Iglesia de Santa Coloma en Andorra (Fuente: iStock)
Iglesia de Santa Coloma en Andorra (Fuente: iStock)

La ignorancia de un votante en una democracia pone en peligro la seguridad de todos.

John F. Kennedy.

Durante los años de la II Guerra Mundial, una diáspora de fugitivos, desertores, apátridas, espías, refugiados, pilotos aliados derribados sobre Francia, depredadores nazis o simples alemanes vencidos y en fuga desde el este, que, huyendo por efecto boomerang del pavoroso infierno desatado sobre todos los puntos cardinales por el hombre del bigote atusado, alimentaban las venas de los circuitos de emigración clandestina entre 1939 y 1944. Gentes con la básica intención de sobrevivir a cualquier precio intentaron penetrar en suelo español con la idea de llegar a Marruecos, Portugal o Gibraltar para posteriormente volar o embarcar hacia algún horizonte alejado del horror.

No es tema de este artículo abordar que había detrás del trampantojo que condujo a aquellos años de miseria moral, pero si hay un patrón del que surgen los mesianismos cuando una mujer tiene que cargar un millón de marcos en una carretilla para comprar unas coles y un trozo de pan. No todo es lo que parece ni los delirios de grandeza alimentados de rencores enquistados nacen por generación espontánea. Al “loro” con los populismos sobre todo cuando se alimentan de carroña, son muy indigestos.

Foto: El Glorioso, a la derecha, cañoneando al Russell durante su último combate (Fuente: Wikimedia)

Pero volviendo al tema, probablemente el mayor tránsito de exiliados durante esta monumental carnicería se diera a través y a lo largo de los Pirineos.

Cuando la locura se había extendido a casi todo el planeta y los tres grandes colosos del siglo XX, el fascismo, el comunismo y el capitalismo (una Trinidad caníbal) dirimían cuentas en aquel dantesco escenario en que se habían convertido mares y tierras; la ceremonia final dejaría más de 67.000.000 de muertos y una cifra similar de migraciones en todas direcciones.

Tras la liberación de París en el año 1944 (ciudad que no olvidemos hoy existe en su asombrosa monumentalidad gracias a un brillante militar alemán, Dietrich Von Choltitz, que desobedeció las órdenes de Berlín de dinamitarla en su integridad), el flujo transfronterizo de refugiados no fue el de la gente desesperada por alcanzar un barco para asilarse en cualquier latitud, no. Era el tiempo de los grandes asesinos legitimados por una ideología de exterminio sin contemplaciones (no era la única).

"Andorra, un entonces diminuto enclave con reminiscencias feudales, cumplió en todo momento un papel crucial en aquel trasiego de desesperación"

Cuando la derrota parecía inevitable y los pueblos insertados en el puzle soviético venían arrasándolo todo, los nazis antaño tan arrogantes enfundados en uniformes de impecable confección, intentaban llegar a España a toda costa en busca del amparo del único líder que quedaba de aquella triada ominosa y que supo ver desde su pequeña estatura las apariencias del futuro.

Mientras los alemanes de a pie sufrían todo tipo de calamidades, Sudamérica aguardaba complaciente a los mensajeros de la muerte.

Andorra, un entonces diminuto enclave con reminiscencias feudales, cumplió en todo momento un papel crucial en aquel trasiego de desesperación como un gozne necesario compensado en un perfecto e impecable fulcro en el que sus puertas no discriminaban a nadie. Las primeras oleadas fueron obviamente de judíos que, ya ante el advenimiento de Hitler en 1933, tras su trapero y sorpresivo encumbramiento con posterior patada a Von Papen, se olieron las aviesas intenciones del gran genocida.

Miles de ellos encontrarían la paz a este lado de los Pirineos, y Andorra sería el principal mecanismo a la hora de vehicular estos flujos. Nuevamente, este pueblo de pueblos se pondría en marcha hacia uno de sus cíclicos éxodos. Instalados ya en la península, los hebreos que escaparon del Holocausto lograrían establecerse poniéndose fuera del alcance de los tentáculos de la Gorgona.

placeholder Estación de tren de Canfranc (Fuente: iStock)
Estación de tren de Canfranc (Fuente: iStock)

Durante la primera fase de la II Guerra Mundial, el dictador español se manejó como un contorsionista al conjugar con solvencia las dos caras de Jano. Pero aunque sus simpatías por el pueblo judío no eran alarmantes, mostró cierto grado de pulsiones cristianas en su actuación con los refugiados semitas. Como tenía que jugar con dos barajas por si acaso, y coincidiendo con la rendición de Von Paulus en Stalingrado, el régimen optó por alejarse de lo que se pronosticaba como la crónica de una derrota anunciada y puso tierra de por medio con las potencias del eje, negándose a entregar a ningún judío que estuviera previamente acomodado en territorio nacional. Había que hacer algunos gestos discretos ante los futuros vencedores, sin perder de vista a sus antiguos mentores en nuestra trágica Guerra Civil.

Para 1944 volvió la porosidad en los Pirineos, que comenzaron a ser bastante permeables.

De los cerca de 100.000 refugiados tanto judíos como ingleses, alemanes disidentes y desertores franceses esencialmente, se calcula que la mitad de ellos pasaron por Andorra. Igual que había profesionales o “mugalaris” en el País Vasco con un caché impecable, credibilidad y muy cotizados por la seguridad en tránsito y el amparo demostrado, todo ello con resultados, a través del boca a boca convertían en pasos francos las zonas aledañas al Bidasoa, tanto en el tramo guipuzcoano como en la zona del Baztán navarro.

"Aventureros sin escrúpulos se hicieron de oro asesinando o abandonando a su suerte a aquellos que les habían confiado sus vidas"

Las expediciones se estudiaban al detalle sin eludir sobornos puntuales cuando era menester. Su capacidad de elusión y extracción radicaba en el profundo conocimiento del terreno y en el entreno que comportaba la alta especialización del mundo del contrabando. Además, las conexiones de estos “mugalaris” llegaban a Bélgica y a solaparse con la Red Comete muy vinculada a los servicios secretos ingleses. Muchos de ellos cayeron bajo el fuego de la Gestapo o fueron enviados a campos de concentración. Las motivaciones, ya fueran políticas o humanas, aunque engrasadas con dinero estaban basadas en la esperanza de que los aliados liberaran España del dictador. No pudo ser. Era una pieza más en el nuevo orden con independencia de que era torero de buena cintura.

No obstante, unos kilómetros más al este, cabe decir que se dieron casos de aventureros sin escrúpulos metidos a pasadores de fortuna que se hicieron de oro, pero asesinando o abandonando a su suerte a aquellos que les habían confiado sus vidas. Era muy frecuente saquear a judíos adinerados o delatarlos a cambio de favores. En Andorra llegó a funcionar una mafia con nombres y apellidos.

Muchas de las fortunas de ciertas familias andorranas se forjaron en el transcurso de la Segunda Guerra Mundial. Lamentablemente, los judíos expoliados duermen hoy todavía al descubierto bajo el manto de esas estrellas tan nítidas que proliferan en esta hermosa zona, si se mira obviamente hacia arriba.

Es la Leyenda Negra real que Andorra arrastrará asociada a su postura de perfil en aquel terrible conflicto, y que deja una huella de trazos gruesos que la señala como la tumba de cerca de un millar de judíos en su durísima fuga a través de la Europa ocupada. Paradójicamente, este país neutral está salpicado de fosas anónimas en sus amuralladas montañas.

Andorra, un hermoso lugar de espectaculares noches estrelladas donde poner 'dineritos' a buen recaudo o hacer trekking, algo que puede conllevar alguna sorpresa.

La ignorancia de un votante en una democracia pone en peligro la seguridad de todos.

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