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La historia de las 'sukeban': catanas, neón y rebeldía contra el machismo japonés de los años 60
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Contra un devenir cultural

La historia de las 'sukeban': catanas, neón y rebeldía contra el machismo japonés de los años 60

Ciudades como Tokio comenzaron a fraccionarse en pandillas de chicas con el pelo teñido de colores neón, faldas largas y rebeldía con la que cubrirse y a la vez mostrarse

Foto: Imagen de la película 'Girl Boss Guerilla' de 1972.
Imagen de la película 'Girl Boss Guerilla' de 1972.

Obediencia, modestia, cortesía. Durante siglos, las mujeres japonesas se vieron acotadas a estas normas que recaían en ellas como un pozo sin fondo donde solo eran posibles los gestos, solo algunos gestos. Se esperaba que sirvieran como esposas obedientes, que trabajaran en los cultivos y en las granjas de su familia, sin olvidar administrar solas la esfera doméstica con la mesura justa que cada día se les antojara a sus padres, hermanos o maridos.

Así se sucedieron generaciones, una tras otra, con el cansancio heredado en las manos pulcras que servían y una rabia compartida que se descompuso tras la Segunda Guerra Mundial. Eran los años sesenta y, a medida que un goteo lento de mujeres abría camino entre la fuerza laboral industrial dominada por hombres, el progreso renaciente era, en realidad, la sombra de la violencia recostada sobre el futuro. La cultura japonesa siguió desaprobando a las trabajadoras, sus salarios eran mucho más inferiores que los de sus compañeros. Seguían con las manos abiertas, careciendo de derechos básicos, incluido el derecho al voto. Irónicamente, mientras el Estado las oprimía en la vida diaria, la máquina de propaganda de Japón las utilizó durante aquellas décadas como símbolos brillantes de orgullo nacional, esperanza y belleza.

Foto: Sexy, trabajador, y con un hueco para la familia en su agenda. (iStock)

Para entonces, también tuvo lugar la llamada revolución sexual, un momento adyacente que aparentaba estar situando a las mujeres en el área del control sobre su propia sexualidad. Sin embargo, como sucedía en el mercado, aquella revolución recayó en la idea de que la existencia de las mujeres era únicamente para el placer masculino.

La protesta a través de la estética

Fue entonces cuando ciudades como Tokio comenzaron a fraccionarse en pandillas de chicas con el pelo teñido de colores neón, faldas largas, parches, símbolos, rebeldía con la que cubrirse y al mismo tiempo mostrarse. Lo que cubrían, en realidad, era su uniforme. Se trataba de chicas adolescentes, alumnas en sus respectivos institutos que se opusieron a los estándares marcados de exposición femenina: lucir faldas cortas, cuellos de uniforme marinero occidental, sexualizar sus destinos en la infantilización.

placeholder Un grupo de sukebans en la década de los setenta. (Aesthetics Wiki Fandom)
Un grupo de sukebans en la década de los setenta. (Aesthetics Wiki Fandom)

Así, buscaron por un lado una estética como una forma de protesta contra la representación sexualizada de las niñas de la época. Por otro, trataron de alejarse del símbolo de tradición no deseado y restrictivo que resultaban aquellos trajes, popularizados por el sistema educativo a entre finales del siglo XIX y principios del siglo XX.

El 'gakuran' y la vestimenta de estilo marinero son desde hace siglos parte de la cultura "moderna en crecimiento" de Japón debido a su apariencia formal. Según textos antiguos, su origen en el país estaría relacionado con el uniforme del Ejército Imperial y no tanto con el de los uniformes europeos. En cualquier caso, muchas clases de economía doméstica hasta la década de 1950 impusieron como tarea la costura de trajes de marinero. Las niñas cosían trajes para los niños más pequeños de sus comunidades.

placeholder Foto: Wikipedia.
Foto: Wikipedia.

Katanas y chuchillos bajo la falda

La mayoría de las escuelas de secundaria de Japón requerían que los estudiantes usaran uniforme, como un símbolo de la juventud, pero también porque juega un papel importante en la cultura del país, ya que se cree que ayudan a inculcar un sentido de disciplina y comunidad entre los jóvenes. En la actualidad, hay muchos tipos de uniformes, desde los estándar hasta los que incluyen varios conjuntos, pero siguen siendo una pieza fundamental de las dinámicas sociales.

Las nuevas generaciones de la posguerra quisieron deshacerse de todo lo que la violencia de la contienda mundial había sacado de las alcantarillas del pensamiento en su país. Empezarón por este: no solo tunearon sus uniformes, sino que escondieron en ellos todo lo necesario para luchar, ahora ellas, por su libertad.

placeholder Foto: Wikipedia / Elaboración propia.
Foto: Wikipedia / Elaboración propia.

La longitud alterada y aumentada de sus faldas podía verse como una protesta al propio concepto de revolución sexual que las estaba atravesando. No querían que los hombres las vieran como algo deseable, su identidad de colegialas japonesas no era una masa fetiche. Sabían que acudir contra un devenir cultural que las asaltaba iba a requerir preparación: su estética guardaba katanas, cuchillas y otro tipo de objetos punzantes que escondían bajo la tela. No tardaron así en protagonizar el sentido de alerta de la sociedad japonesa. Ya eran las 'sukeban'.

Ser fuerte y ser mujer no era contradictorio

El término 'sukeban', como señala Hannah Schmidt-Rees, estudiante de marketing de moda, en su web ‘Per-Spex’, fue creado por la policía japonesa "para categorizar y explicar el auge de las pandillas callejeras de mujeres adolescentes en la década de 1960". Las 'sukeban', que significan 'chica delincuente' o 'chica jefa', se construyeron como eso: chicas adolescentes que protestaban contra la sociedad a través de la apariencia. "Estas pandillas rebeldes usaron sus acciones y su moda para demostrar que ser fuerte y ser mujer no era contradictorio". La palabra "sukeban" se usó en el trabajo de video en el primer trabajo de la serie "Girl Boss: Revenge" de Toei,y en "Queen Bee Strikes Again", emitido el 27 de octubre de 1971, según recoge el portal de 'Aesthetics Wiki Fandom'.

placeholder Las tres protagonistas de 'Sukeban Deka'. (Wikipedia)
Las tres protagonistas de 'Sukeban Deka'. (Wikipedia)

"Los uniformes escolares siempre han tenido un papel que desempeñar en la formación de subculturas y modos de autoexpresión de los adolescentes. Fomentando un sentido de constricciones sociales de vestimenta desde una edad temprana, este proporciona la plataforma perfecta desde la cual ajustar los códigos de estilo que uno ha tenido en la vida. Si bien el uso de restos de la cultura pop para crear un estilo desde cero puede ser una declaración de las infinitas posibilidades de la identidad, volver a codificar una fórmula existente envía un mensaje claro como el cristal que no se puede pasar por alto", escribe la escritora especializada en cultura juvenil y feminismos Claire Marie Healy en 'Dazed'.

Las 'sukeban' comenzaron a crear su propio movimiento modificándolos. Se arremangaron, reemplazaron sus zapatos escolares por zapatillas Converse, se alargaron las faldas y se acortaron las blusas. Como afirma Healy, "cambios que no parecen muy diferentes de la tendencia de personalización del movimiento punk británico".

Un nuevo concepto de feminidad

"En cada movimiento de moda, la estética está inherentemente ligada a la función. Las capas del uniforme escolar brindaron la oportunidad perfecta para ocultar armas; cuchillos, navajas y cadenas. Los grupos Sukeban se enfrentaron a facciones rivales, castigaron a las niñas de sus propios grupos y participaron en su parte justa de delitos menores en su comunidad local", sostiene Schmidt-Rees.

Juntas, las 'sukeban' buscaban crear su propio concepto de feminidad, evitando el maquillaje y con la apropiación de un estilo asociado a lo masculino, formando así una estética particular que pronto captaría la atención de los medios japoneses. Algo que parecía inevitable conforme las pandillas crecían y se ramificaban hacia todas partes del país. El grupo 'sukeban' más grande llegó a tener más de 20.000 niñas. Para los medios, estos uniformes personalizados comenzaron a significar temas, noticias, negocio.

En las pandillas yanki (a los delincuentes juveniles se les llamaba yanki, pues combinaban la estética de Grease con iconografía japonesa y una nueva rebeldía que intentaba desafiar a las figuras de autoridad) se excluía a las chicas, y las 'bôsôzuku', las pandillas de motociclistas japonesas (como la de la película 'God Speed You! Black Emperor'), relegaban normalmente a las mujeres a sentarse detrás de los hombres. Ninguna de ellas llegó a reunir a tantas personas como en las 'sukeban'.

El legado único de una generación

Según Alicia Kozma, autora del libro 'Pinky Violence: Shock, Awe and the Exploitation of Sexual Liberation', aquellas chicas crearon un legado único, convirtiéndose en "representaciones de las dicotomías sociales, culturales y políticas que experimentaba la sociedad japonesa en ese momento”. Además, escribe Kozma, el estilo 'sukeban' de "comportarse mal" inspiró a muchas mujeres japonesas: "Ver este tipo de resistencia a esas expectativas es emocionante para la mayoría y catártico para muchas".

Blandiendo katanas y amenazando con cuchillas y cuchillos que sacaban del interior de sus faldas, seguían una estricta jerarquía y un código moral entre todas. Estaban unidas, buscaban estarlo, pero no dudaban en castigar a las que incurrían en infracciones (según las normas que habían establecido), como relacionarse con gente de grupos rivales o robarle el novio a alguna chica de la pandilla. Los castigos iban desde quemaduras con un cigarro hasta el linchamiento en la calle. A pesar de esto, la mayoría de ellas al crecer no terminaron, como los adultos del momento rumoreaban, en una vida dedicada a la delincuencia.

placeholder Fotograma de la película 'The Terrifying Girls High School'.
Fotograma de la película 'The Terrifying Girls High School'.

Su guerrilla estaba en las calles, pero también en la escuela. Chicos y también chicas ajenas a estos grupos sufrieron acoso por parte de las 'sukeban' entre clase y clase, estas últimas al considerarlas todo lo femeninas que el sistema les marcaba. En la forma más violenta y desajustada de expresar un "date cuenta, hermana". A estas adolescentes probablemente no les haría ninguna gracia ver después glorificadas a las chicas que las señalaron, con un mensaje que las incluía pero una práctica que las convertía en dobles víctimas.

La representación de las dicotomías sociales

Pese a ello, sostiene Kozma, "a un nivel más amplio y más universal, la idea de que las mujeres 'se comporten mal' siempre ha sido atractiva para el público, en especial porque es un reto hacia el modo en que universalmente se enseña a las mujeres a actuar. Observar este tipo de resistencia hacia lo que se espera de ellas resulta emocionante para la mayoría y catártico para muchas".

Las actividades delictivas y la violencia de aquellas pandillas llegaron a tal punto que los panfletos de la policía japonesa en la década de 1980 las describían como "presagios de caída" social. A pesar de los intentos de las autoridades por detener dicha cultura durante las décadas de 1980 y 1990, las 'sukeban' se han convertido en personajes populares ya míticos en parte gracias a la ficción, desde el manga y el anime a las películas japonesas. Fue a través de esto cuando comenzó a degradarse la posibilidad de que perforaran el patriarcado.

En su libro 'Schoolgirls, Money and Rebellion in Japan', Sharon Kinsella apunta a un malestar mediático más amplio del que se tiene en cuenta, y que llegó a su punto álgido durante la década de 1990, basado en "una obsesión ferviente y lasciva por parte de los periódicos y programas de televisión, decididos a descubrir un nido de vicio y corrupción que, francamente, no estaba allí".

El control patriarcal

Basándose en una investigación de medios llevada a cabo por Stuart Hall, Kinsella apunta a subtextos ocultos de patriarcado, propiedad y control en una idea de mensaje contra aquellas chicas tal que así: "'Nuestras' mujeres están siendo corrompidas. "¿Qué podemos hacer al respecto? ¿Y podemos ver…? ¿Cuánto cobran…?"

Tras un análisis de artículos de prensa, cobertura televisiva, novelas y películas, pero también siguiendo una cronología de los cambios en el panorama de las leyes y la demografía japonesa, Kinsella nos habla del auge y la caída del furor del enjo kosai ("citas compensadas"), y lo ubica dentro de la narrativa en curso de aquella obsesión de los medios por las adolescentes, "como modelos, musas y mercancías". Las 'sukeban' eran violentas, pero no lo suficiente para la educación patriarcal, para la mente masculina en definitiva, que rápidamente las subestimó a través del deseo pornográfico.

placeholder Fotograma de la película 'Sukeban Deka'.
Fotograma de la película 'Sukeban Deka'.

Kinsella relaciona en base a ello otros pánicos mediáticos anteriores en relación a acciones llevadas a cabo por mujeres, desde la obsesión británica con el movimiento mod en la década de 1960, que de manera similar desplegó "una vía prominente (Piccadilly Circus) abarrotada de reporteros ante unos recintos con la esperanza de ver que algo comenzara y, finalmente, superando en número a los propios entrevistados". Pero, en este caso, se interesa más por los precedentes de medios de comunicación dirigidos por hombres y enfocados en hombres que se preocupaban por las actividades (o supuestas actividades) de las mujeres, como el alboroto de los medios de comunicación ocurrido en Japón en la década de 1920 ante las faldas y el pelo corto de las chicas modernas o "flappers".

El mito de la colegiala japonesa

Se construyó así todo un entramado mediático sobre "colegialas japonesas prostituidas", como ya venía presentando la industria de las películas ponográficas. Las noticias especulativas se multiplicaron a la misma velocidad que lo habían hecho ellas. "Tres o cuatro repeticiones de la historia en columnas escritas por hombres, y algunas charlas aleatorias con adolescentes que pasaran cerca, y de repente periódicos extranjeros respetables estaban también hablando sobre las colegialas como si fueran prostitutas. Se había generado una realidad empírica, a pesar de que no había evidencia real".

placeholder Fotograma de 'The Terrifying Girls High School'.
Fotograma de 'The Terrifying Girls High School'.

Estas pandillas de chicas había traspasado lo 'mainstream' cuando el estudio de cine Toei les arrebató la identidad y estableció las bases de la imagen sexual de la que huían. Cuando Toei lanzó una serie de películas bajo el título de 'Pinky Violence' a principios de los 70, la industria del cine japonés no lo dudó: vinieron más películas con adolescentes que luchaban enseñando su ropa interior, demasiado niñas, demasiado adultas, demasiado valientes, como ocurría en la serie 'The Terrifying Girls High School' y las películas de Norifumi Suzuki. Aunque también hubo series televisivas que reflejaron de una manera más auténtica la voluntad de aquellas pandillas. Desde la versión anime de 'Girl Boss' (o Sukeban Deka) a la versión en dos películas con protagonistas humanas que desafiaban al mundo.

Otro ejemplo fue la serie de televisión japonesa de mediados de la década de 1980, ‘Sukeban Deka’, en la que una colegiala vestida con un uniforme recatado usa un yo-yo como arma enfrentarse a hombres malvados y salvar a niños.

Al alcanzar la fama de la cultura pop, con las connotaciones que lo hizo, en la década de 1980, las sukeban se convirtieron en personajes populares y al mismo tiempo en víctimas de su propio legado corrompido, otra vez, por la mirada masculina . Películas, series de televisión, mangas... Incluso el diseño original de Makoto Kino (Sailor Jupiter en 'Sailor Moon') la imaginaba liderando una pandilla de 'sukeban'.

placeholder Cartel promocional de la película 'Sukeban Deka'.
Cartel promocional de la película 'Sukeban Deka'.

Los rasgos característicos de las pandillas 'sukeban', su fuerza, solidaridad y protesta se habían ya convertido en una forma de producto sexual para el disfrute de los hombres jóvenes (las 'sukeban' empezaron a aparecer, por ejemplo, en el manga seinen, un género comercializado para hombres jóvenes). Llegados los años 90, su lucha se había invertido por completo: para entonces, la "chica mala" era la que llevaba mucho maquillaje y se había enrollado la cintura de la falda para convertirla en una minifalda ultracorta.

Obediencia, modestia, cortesía. Durante siglos, las mujeres japonesas se vieron acotadas a estas normas que recaían en ellas como un pozo sin fondo donde solo eran posibles los gestos, solo algunos gestos. Se esperaba que sirvieran como esposas obedientes, que trabajaran en los cultivos y en las granjas de su familia, sin olvidar administrar solas la esfera doméstica con la mesura justa que cada día se les antojara a sus padres, hermanos o maridos.

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