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La máquina de coser Singer, el imperio que aceleró el trabajo de las costureras
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La máquina de coser Singer, el imperio que aceleró el trabajo de las costureras

Cuando apareció en el mercado, además del sinfín de costureras de fábricas, la mayoría de esposas e hijas tenían que coser. Era la tarea de nunca acabar

Foto: Mujeres trabajadoras de una fábrica textil en Detroit cosen con máquinas 'Singer'. Fuente: Wikipedia
Mujeres trabajadoras de una fábrica textil en Detroit cosen con máquinas 'Singer'. Fuente: Wikipedia

En 1860, el New York Times proclamaba a la máquina de coser como uno de los mejores inventos de la historia. Ningún otro invento, decían, trajo "un alivio tan grande para nuestras madres e hijas". Bajo el patrón social de la costura como actividad femenina, las costureras habían encontrado "una mejor remuneración con menos esfuerzo". Por encima de todo ello, por supuesto, situaban el "genio inventivo del hombre": la modernidad se basaba en la limosna. El futuro de las mujeres estaba enmarcado por la producción y por un negocio acelerándose.

Una década antes, en 1848, la activista estadounidense Elizabeth Cady Stanton había causado controversia en una convención sobre los derechos de las mujeres al pedir, por primera vez, el sufragio femenino. Aquella sí era una idea ambiciosa. Mientras tanto, en Boston, un hombre acusado por violencia machista pretendía reinventarse. Había sido actor en obras de Shakespeare, pero entonces pensaba en ser inventor. Su nombre era Isaac Merritt Singer

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En aquel momento, la situación de cientos de miles de trabajadoras de fábricas textiles, además de millones más en sus propias casas, comenzaba a ser parte del eco reivindicativo. En 'The New York Herald', un artículo recordaba: "No conocemos ninguna clase de mujeres trabajadoras que estén peor pagadas por su trabajo o que sufran más privaciones y dificultades".

placeholder Una mujer cose con una máquina Singer junto a su hija, cosiendo a mano. Fuente: Wikimedia
Una mujer cose con una máquina Singer junto a su hija, cosiendo a mano. Fuente: Wikimedia

Una tarea para las mujeres

Para empezar, resultaba difícil redondear el número de costureras, no solo porque las fábricas textiles empleasen a cientos de ellas, ni siquiera porque dichas fábricas sostuvieran en ese momento buena parte de la economía occidental o porque las técnicas estadísticas aún no alcanzaran una visión tan amplia, sino porque coser era una parte privada de lo público, como aquello que se hacía llamar “el honor de las mujeres”. Costureras había en muchas fábricas y en muchas más casas. "La mayoría de esposas e hijas tenían que coser. Esta tarea de nunca acabar, en palabras de la escritora contemporánea Sarah Hale, hacía de sus vidas 'nada más que una aburrida ronda de trabajo eterno'", apunta Tim Harford en un reportaje para la 'BBC'.

placeholder La mujer del pescador cosiendo, de Anna Ancher, 1890. Fuente: Wikipedia
La mujer del pescador cosiendo, de Anna Ancher, 1890. Fuente: Wikipedia

La lana y la seda eran los materiales preferidos de la sociedad adinerada, sostiene Joan Perkin en 'History Today'. Las prendas se confeccionaban con patrones únicos, puntada a puntada, por una mano de obra sobrecargada de costureras y sombrereras cuyas condiciones de trabajo, en sus hogares o en los talleres, eran aún peores que las de las grandes fábricas. El portal de 'Britannica' señala que "una vez que las máquinas de coser estuvieron disponibles, las damas esperaban que les hicieran ropa cada vez más complicada a precios cada vez más bajos, olvidando que a menudo había muchos acabados que seguían rematándose a mano".

A las pésimas condiciones de trabajo en las fábricas, atravesadas por la idea del género y la clase, se sumaban las de mujeres y niñas empleadas en lo que resultaba un sistema doméstico de producción de ropa que había precedido a la industrialización y sobrevivía junto con ella. Como recuerda 'Britannica', "trabajaban en cabañas y talleres superpoblados e insalubres durante infinitas horas todos los días, para ganarse el ingreso familiar. Pocas, a pesar del trabajo incesante, podían ganar un salario digno y eran víctimas de los errores conscientes, la codicia y la deshonestidad de muchos intermediarios".

placeholder Mujeres, niñas y niños trabajando en una fábrica de algodón en Estados Unidos. Fuente: Wikipedia
Mujeres, niñas y niños trabajando en una fábrica de algodón en Estados Unidos. Fuente: Wikipedia
placeholder Una niña en una fábrica textil en Newberri, Carolina del Sur, EE.UU. en 1908. Fotografía de Lewis Hine vía Wikipedia
Una niña en una fábrica textil en Newberri, Carolina del Sur, EE.UU. en 1908. Fotografía de Lewis Hine vía Wikipedia

Un negocio mundial en auge

Cuando Singer decidió patentar su prototipo de máquina de coser, la máquina, en realidad, ya existía. Elias Howe había creado este concepto y lo había patentado en 1846, explica el escritor Alex Palmer en 'Smithsonian', cobrando "tarifas de licencia exorbitantes" a cualquiera que intentara crear o vender algo similar.

Singer, por tanto, no inventó la primera máquina de coser, pero la que patentó el 12 de agosto de 1851 resultó la más práctica y, lo que más le importaba, la más comercialmente viable. "Me importa un carajo el invento. Las monedas de diez centavos son lo que busco", llegó a decir, según recoge 'TIME'. Quizás le gustaba más su otra creación: el primer plan de pago, que permitía a sus clientes pagar a plazos una máquina demasiado costosa para la mayoría como una suma global. Así mismo lo explica la BBC, recordando que, entonces, "las máquinas de coser eran caras y comprar una suponía el desembolso de varios meses de ingresos de una familia promedio".

placeholder Publicidad de uno de los primeros modelos de la máquina Singer. Fuente: Wikipedia
Publicidad de uno de los primeros modelos de la máquina Singer. Fuente: Wikipedia

Fue por ello que a Clark se le ocurrió la idea de la compra a cuotas, es decir, las familias podrían comprar aquella máquina novedosa pagando unos pocos dólares al mes durante años hasta completar su precio total. No fue, de nuevo, una idea de Singer, pero aquella estrategia de marketing, para algunos historiadores la primera, llevó a la empresa al imperio del dólar.

La "guerra de las máquinas de coser"

Singer buscaba la mano tendida del capitalismo. "En lugar de que la lanzadera gire en círculos", explicaba, lo que hizo fue "que se moviera en línea recta, y en lugar de que la barra de agujas empujara una aguja curva horizontalmente, tendría una aguja recta moviéndose hacia arriba y hacia abajo".

"Parecían estar más interesados en demandarse entre sí por infracción de patentes que en vender máquinas de coser"

Singer patentó aquellos ajustes y comenzó a vender su versión de la máquina de Howe. El primer diseño que realmente funcionó, sostiene Harford, "fue impresionante: podías hacer una camisa en solo una hora".

placeholder Mujer cosiendo con una máquina de coser Singer entre 1914 y 1918, durante la Primera Guerra Mundial. Fuente: Wikipedia
Mujer cosiendo con una máquina de coser Singer entre 1914 y 1918, durante la Primera Guerra Mundial. Fuente: Wikipedia

Pero el avance no suponía otra cosa que la rivalidad, y la patente que registró Singer provocó lo que se conoció como la "guerra de las máquinas de coser". Durante la década de 1850, los fabricantes se enfrentaron entre ellos por ser la cara de la modernidad. "Parecían estar más interesados en demandarse entre sí por infracción de patentes que en vender máquinas de coser", dice Harford.

El primer electrodoméstico duradero

Finalmente, fue un abogado quien propuso que, si entre ellos había cuatro personas que poseían patentes de todos los elementos necesarios para hacer una buena máquina, ¿por qué no asociarse y trabajar juntos para demandar a todos los demás?

placeholder Ilustración de un grupo de costureras en el siglo XIX. Fuente: iStock
Ilustración de un grupo de costureras en el siglo XIX. Fuente: iStock

Lo hicieron, y llegaron a combinar nueve patentes que se consideraban "esenciales para una máquina de coser de alta calidad", tres de ellas fueron particularmente cruciales, como explica a 'Smithsonian' Ryan Lampe, profesor asociado de la Universidad Estatal de California, East Bay, quien ha escrito junto a la profesora de la Universidad de Stanford Petra Moser varios artículos sobre los consorcios de patentes y el caso Singer en particular. Lampe enumera estos como "la patente de Elias Howe sobre el pespunte, la patente de Wheeler y Wilson sobre el avance de cuatro movimientos y la patente de Singer sobre la combinación de una aguja vertical con una superficie de costura horizontal".

La máquina de coser se había convertido así en el primer electrodoméstico duradero y tecnológicamente complejo en encontrar un mercado nacional en Estados Unidos, y poco después en Gran Bretaña. Cada uno de sus mecanismos esenciales había sido ideado entre 1790 y 1855. Singer, sin embargo, consolidó suficientes patentes en el campo para permitirle dedicarse a la producción en masa.

Un símbolo de estatus

En 1860, su compañía era el mayor fabricante de máquinas de coser en el mundo. 'The Singer Company' se convirtió en una de las primeras corporaciones multinacionales de Estados Unidos, y una empresa asombrosamente exitosa. En un momento en que el ingreso estadounidense promedio ascendía a 500 dólares, las máquinas de coser Singer se vendían por 125 dólares, y vendían.

placeholder Trabajadora y trabajadores saliendo de la fábrica de máquinas de coser Singer en Clydebank. Fuente: Wikipedia
Trabajadora y trabajadores saliendo de la fábrica de máquinas de coser Singer en Clydebank. Fuente: Wikipedia

Desde el perfil de Historia de las cosas en 'Medium' explican que, en ese momento, 'Singer and Co' era más conocida por sus máquinas de pedal. El brazo, la aguja y la placa se montaron encima de una mesa y se accionaron debajo mediante un pedal.

La primera serie de máquinas, por supuesto de pedal, costaba 125 dólares, lo que las convertía en el último símbolo de estatus para las familias de clase media y alta, explica el perfil de Historia de las cosas en 'Medium'. En 1902, las máquinas de coser se volvieron lo suficientemente baratas como para ser compradas por más mujeres, y el producto perdió su valor. "Mostrar su máquina de coser ya no era elegante, pero la ropa confeccionada no existiría hasta la década de 1910, así que la máquina de coser seguía siendo una herramienta necesaria en las casas".

placeholder Extracto del magazine 'The Ladie's Home Journal' en uno de sus números de 1948. Fuente: Wikipedia
Extracto del magazine 'The Ladie's Home Journal' en uno de sus números de 1948. Fuente: Wikipedia

Las primeras Singer en España

Para mantener el interés del ama de casa de clase media, los fabricantes idearon nuevas formas de ocultar la existencia de la máquina de coser en la casa. Primero fue la adición de una caja para cubrir la parte superior de la máquina, y más tarde, entre las décadas de 1880 a 1900, incluía el modelo de cabezal abatible, que bajaba la máquina dentro de un compartimento oculto y convertía la unidad en una mesa decorativa.

Singer amasó una fortuna personal de unos 13 millones de dólares. Llegó a tener 24 hijos con hasta tres esposas y al menos otras tres amantes a las que llegó a maltratar. Su conducta era conocida, pero resultó más conocida su máquina, o la astucia de pasar desapercibido como un hombre de negocios de la época.

A la muerte de este, en 1875, la fortuna familiar incluía bienes de todo tipo (incluido palacios), pero entonces la Singer aún no se conocía en España. Las primeras llegarían en la década de los 80, señalaba la periodista Ana María Ortiz en un artículo de 2001 en 'El Mundo', y fueron un lujo solo al alcance de la alta sociedad. En los años 30, el 90% de las familias españolas tenía una y figuraba como el regalo más preciado en las listas de bodas.

placeholder Niñas aprendiendo patrones de costura en 1968. Fuente: Wikipedia
Niñas aprendiendo patrones de costura en 1968. Fuente: Wikipedia

Cuando la Singer costaba entre 75 y 160 pesetas, recuerda Ortiz, "saber coser se convirtió en una obligación par las jóvenes de la época y comenzaron a proliferar los talleres de costura". Desde la Guerra Civil y durante la dictadura, al menos hasta 1960, fue un objeto codiciado, puesto que en ese periodo ninguna Singer, ni sus repuestos, entraron en España. "Los talleres tuvieron que recurrir a las piezas que imitaban los tornos nacionales o a las que llegaban de Italia, vía contrabando". Fue así como nuevas marcas como Agfa, Sigma y Refrey se abrieron camino en las tiendas españolas .

En 1860, el New York Times proclamaba a la máquina de coser como uno de los mejores inventos de la historia. Ningún otro invento, decían, trajo "un alivio tan grande para nuestras madres e hijas". Bajo el patrón social de la costura como actividad femenina, las costureras habían encontrado "una mejor remuneración con menos esfuerzo". Por encima de todo ello, por supuesto, situaban el "genio inventivo del hombre": la modernidad se basaba en la limosna. El futuro de las mujeres estaba enmarcado por la producción y por un negocio acelerándose.

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