Qué es el Síndrome del Pavo Real: cuando la vanidad se convierte en una forma de vida
En internet, el escaparate es inmenso, y en él la vanidad se ha dilatado, las preocupaciones en torno a la apariencia crecen a un ritmo desenfrenado, convirtiendo la vanidad en un trastorno psiquiátrico
La vanidad se sitúa hoy en día en el centro del marco donde transita la sociedad de la imagen. ¿Nos pertenecen las imágenes? ¿Pertenecemos nosotros a ellas? ¿Existe realmente este vínculo? Como un nudo apretándose desfilamos por las redes sociales, donde el consumo como idea crece en su propio caldo de cultivo: el escaparate. Frente al cristal, la vanidad se busca a sí misma: en exceso, delata carencias emocionales, ya que entre otros síntomas, incluye el miedo al rechazo, a las comparaciones, a remover su propia figura sacando a la luz los vacíos que radican en no cumplir con las expectativas.
En internet, el escaparate es inmenso, y en él la vanidad se ha dilatado, o lo que es lo mismo: las preocupaciones en torno a la apariencia crecen a un ritmo desenfrenado, convirtiendo la vanidad en un trastorno psiquiátrico. El objetivo de la admiración, la valoración o el respeto presentan así caminos autodestructivos. Ahí mismo, en ese intervalo, se sitúa el llamado Síndrome del Pavo Real.
Las personas que sufren este síndrome resultan adictas a mentir. “Al igual que los pavos reales, los narcisistas manifiestos presumen y se pavonean, ocupando tanto el espacio físico como el emocional, simulando ser más grandes que la vida”, sostiene el terapeuta Dan Neuharth en 'Psychology Today'.
El peligro de la estética
Como sucede con la conducta narcisista, son personas manipuladoras, que tratan de manejar todas las circunstancias con tal de ocultar carencias, inseguridades y puntos vulnerables.
Todos los elementos externos importan en el panorama general de la percepción, la estética interviene constantemente en la propia formación de la percepción de las personas que, a su vez entienden a través de las pantallas.
Identificar el Síndrome del Pavo Real es así uno de los pasos fundamentales para revertir esta tendencia, tanto si alguien a tu alrededor lo está experimentando como si eres tú mismo quién vive sujeto a estilos de vida que, lejos de hacerte feliz, están dañando tu salud mental. Estos son cinco hábitos que revelan si podrías padecer este síndrome:
Cuando parece que la perfección existe
Las personas extremadamente vanidosas sienten que no pueden hacer nada malo. Esto no significa que no sean conscientes de sus defectos, simplemente no los admiten.
Las personas más guapas
Las personas con este síndrome piensan que son la definición por la que se establecen los estándares de belleza. Es decir, existen sabiéndose guapas, las personas más guapas.
Ignoran los consejos de la gente
Están convencidas de que no necesitan que nadie les aconseje ante cualquier situación. Para estas personas nadie puede saber mejor que ellos qué deben hacer. De hecho, no solo ignorarán cualquier consejo, sino que harán que los demás se sientan incómodos por intentar darlos.
Llamar la atención, una forma de vida
Ante la autorrepresión de las inseguridades, tienden a desear ser el centro de atención como un mecanismo para reafirmarse en aquellas ideas que se han construido para evitar reconocerlas.
No piensan en las consecuencias de sus acciones
Una persona segura de sí misma es alguien que ha sopesado las consecuencias. Sin embargo, aquella que piensa que sus elecciones son las mejores, siempre, pueden estar ocultándose y ocultando justo lo contrario, la falta de seguridad. En estos casos, que su nombre no reduzca la importancia de cuidar la salud mental, para construirnos lejos de la flagelación.
La vanidad se sitúa hoy en día en el centro del marco donde transita la sociedad de la imagen. ¿Nos pertenecen las imágenes? ¿Pertenecemos nosotros a ellas? ¿Existe realmente este vínculo? Como un nudo apretándose desfilamos por las redes sociales, donde el consumo como idea crece en su propio caldo de cultivo: el escaparate. Frente al cristal, la vanidad se busca a sí misma: en exceso, delata carencias emocionales, ya que entre otros síntomas, incluye el miedo al rechazo, a las comparaciones, a remover su propia figura sacando a la luz los vacíos que radican en no cumplir con las expectativas.