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¿Cómo fueron las últimas horas de las víctimas del Vesubio?
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¿Cómo fueron las últimas horas de las víctimas del Vesubio?

El 24 de agosto del 79 d.C las ciudades de Pompeya y Herculano se oscurecieron y sucumbieron a la desgracia. Sus ciudadanos, petrificados, cuentan su historia

Foto: La caída de Pompeya en el 79 d.C. (iStock)
La caída de Pompeya en el 79 d.C. (iStock)

El 24 de agosto (según la fecha tradicional) del año 79 d.C, la vida de aquellos que vivían en las faldas del Vesubio se apagó. Con la erupción del volcán de Cumbre Vieja, fue irremediable acordarse de una catástrofe antigua e inolvidable. En la bahía de Nápoles, aquel día, el volcán dormido despertó y vomitó roca ardiente y lava, que bajaron corriendo las laderas, sepultando las ciudades cercanas (Pompeya y Herculano) con capas de ceniza, acallándolas durante siglos y dejando a sus ciudadanos paralizados para la eternidad (las ciudades no serían excavadas hasta mucho después, en el siglo XVIII). Demostró así la fuerza inquebrantable de la naturaleza: "Era de día en cualquier parte del mundo, pero allí la oscuridad era más oscura y espesa que cualquier otra noche"; escribiría Plinio el Joven, dejando constancia para siempre de la desgracia casi bíblica que se cernió sobre ellos.

Las poblaciones de Pompeya, Herculano y Estabia creyeron al principio que solo se trataba de un escape más de humo. Después se alzó el terror sobre las ciudades, aunque duraría poco. En Herculano, muchas personas dormían, pero la lava mezclada con ceniza y lluvia inundó las calles y pocos pudieron escapar, corriendo hacia la playa, creyendo que el mar podría protegerlos. A Pompeya tardó un poco más en llegar, pero la situación fue aún más trágica y el tormento se prolongó más: primero llegó una lluvia fina de ceniza, después comenzaron a caer piedras provenientes del volcán y la ciudad quedó envuelta en vapores de azufre. Solo algunos afortunados lograron escapar, la mayoría de la población, según los estudios, sufrió una hemorragia inducida por el calor y les estallaron los cráneos: sus cerebros se convirtieron en ceniza.

Algunos de ellos, y partes de sus historias, han llegado hasta nuestros días, conservados en el recuerdo que la ceniza provocó en sus cuerpos, como máquinas del tiempo petrificadas

Fueron los últimos momentos de la población a la que le tocó vivir la, probablemente, peor erupción volcánica de la historia. Algunos de ellos, y partes de sus historias, han llegado hasta nuestros días, conservados en el recuerdo que la ceniza provocó en sus cuerpos, como máquinas del tiempo petrificadas. Tumbados, abrazados, sentados, agarrados a sus pertenencias... sumidos en la eternidad de aquel fatídico día. El Vesubio duerme desde 1944.

17 minutos en Pompeya

Por supuesto, la geografía es fundamental para entender las posibilidades de supervivencia. ¿Qué harías si solo tuvieras 17 minutos para escapar? Ese fue el tiempo en el que, según los últimos estudios, tardaron en morir los habitantes de Pompeya. Lo avala Pierfrancesco Dellino en un reciente estudio que salió a la luz este año, publicado en 'Nature'. Según las investigaciones anteriores, el choque térmico causado por nubes de gas a cientos de grados de temperatura habría matado a los habitantes de la zona en segundos, abrasándolos instantáneamente. La teoría más extendida es que, desesperadas por sobrevivir, muchas personas habrían huido a esconderse bajo las casas abovedadas en Pompeya, y que habrían muerto al instante, puesto que el tremendo calor generado por el flujo piroclástico del volcán habría vaporizado instantáneamente el tejido blando de sus cuerpos.

placeholder (iStock).
(iStock).

Sin embargo, el nuevo estudio apunta que, en una situación así no se habrían podido encontrar restos de ropa (como se sigue encontrado), pues se habrían consumido por completo. Según los nuevos cálculos, lo más probable es que los habitantes de Pompeya tardaran en morir aproximadamente unos 17 minutos, más de lo que se creía. De cualquier manera hay que hacer una aclaración al respecto: Pompeya está a unos diez kilómetros del Vesubio, por lo que tuvieron más tiempo y sí podrían haber existido supervivientes (explican los científicos, basándose en la manera en que las víctimas se conservaron en ceniza). En el caso de Herculano, sus desgraciados habitantes carecieron de suerte y no tuvieron la menor oportunidad de sobrevivir, pues la mezcla de cenizas y gases calientes descendió por las laderas del Vesubio y mató a cualquiera que se encontrase cerca.

El hombre con el cerebro de vidrio

Por tanto, en Herculano, la mayoría de la gente dormía tranquila sin saber que disfrutaban de las últimas horas de su vida. Mientras que los fallecidos en Pompeya murieron por asfixia y al ser literalmente horneados vivos, por lo que su sufrimiento se prolongó durante más tiempo. En Herculano, muchas personas ni siquiera se despertaron. Fue el caso de un hombre de unos 25 años, que se encontraba en la cama cuando todo sucedió.

Tenía unos 25 años y se encontraba en la cama en Herculano cuando todo sucedió. Tenía el cráneo roto, pues probablemente su casa se vino abajo

En los años 60, un grupo de arqueólogos descubrió lo que parecía un trozo de cristal. Su sorpresa fue mayúscula cuando, al analizarlo, también encontraron ácidos grasos, restos de cabello humano y proteínas cerebrales: debido al increíble calor que tuvo que soportar su cuerpo, su grasa corporal se prendió y se evaporaron sus tejidos blandos. Después, se cubrió de cenizas y se enfrió, en un proceso similar al de la producción de vidrio. Su cráneo estaba roto, aunque según los arqueólogos eso podría haber sido porque la casa en la que dormía se habría venido abajo a consecuencia del volcán.

Plinio, o la curiosidad mató al gato

La muerte de Plinio el Viejo es una de las más famosas de todos los tiempos, y algunos se atreven incluso a categorizarla como una de las más absurdas. Resumiéndose con aquello de que estaba en el lugar indicado en el momento indicado, lo cierto es que algunos podrían sugerir que se la buscó un poco. El escritor y militar se encontraba en Miseno cuando comenzó la erupción del volcán, y queriendo ver el espectáculo de cerca y ayudar a sus amigos, decidió atravesar con sus galeras la bahía de Nápoles y llegar hasta Estabia, donde murió por culpa de la inhalación de gases.

placeholder Víctimas cubiertas de ceniza. (iStock)
Víctimas cubiertas de ceniza. (iStock)

El carácter curioso de Plinio le llevó, irremediablemente, a una muerte segura. Su sobrino Plinio el Joven haría una descripción de él bastante certera tras su muerte: "Consideraba como perdido el tiempo que no podía dedicar al estudio". Nuevas investigaciones como la hecha por Daisy Dunn en 'Bajo la sombra del Vesubio' señalan cosas sorprendentes: "El cuerpo de una víctima de impacto térmico suele estar rígido y con los puños contraídos como pudo observarse cuando fueron desenterradas tantos en Pompeya, mientras que el cadáver de Plinio se mostraba, por el contrario, intacto y plácido. Más que muerto, parecía dormido", lo que parece tirar por tierra la teoría de la inhalación de gases, poniendo distintas hipótesis sobre el tablero, como, por ejemplo, que era bastante obeso y sedentario y podría haber sufrido un infarto en el barco antes de llegar a su destino.

Foto: Representación de la flotilla con la que Plinio el Viejo se habría dirigido al Vesubio

Los amantes de Pompeya

Son, probablemente, los protagonistas más famosos de esta triste historia. En 1913, en la Casa del Criptopórtico, se descubrieron dos personas petrificadas y fundidas en un eterno y trágico abrazo, como si de esa manera hubieran intentado huir del funesto destino que las deparaba. En la actualidad sabemos un poco más sobre ellos: los dos amantes fueron en otro tiempo, en realidad, dos hombres de tan solo 18 y 20 años, según los estudios antropológicos y los análisis de ADN.

Los dos amantes fueron en otro tiempo, en realidad, dos hombres de tan solo 18 y 20 años, según los estudios antropológicos y los análisis de ADN

Cuando se descubrieron las hipótesis hablaban de dos mujeres o un hombre y una mujer. Como es lógico, por ahora es imposible saber la relación que unía a estas dos personas, pero en el imaginario colectivo quedarán siempre como los trágicos amantes que terminaron unidos para siempre en un abrazo.

El último fugitivo

No solo el abrazo de los amantes de Pompeya es un detalle de la humanidad de aquellos que nos precedieron. Igual de trágica y enternecedora es la historia del denominado 'último fugitivo', el esqueleto descubierto cerca de la playa en Herculano. Aunque la explosión pilló a muchas personas en sus casas, la posibilidad de estar cerca de la playa también llevó a que otras creyeran durante unos horribles instantes que tenían alguna posibilidad de escapar.

Tenía la cabeza vuelta hacia la playa. En los últimos momentos de su vida, se aferró a un objeto que para él sin duda sería muy valioso: una bolsa o monedero

Así fue el caso de este individuo de unos 40 años, que tenía la cabeza vuelta hacia el mar, pero se encontró rodeado de maderas y vigas carbonizadas. En los últimos momentos de su vida, se aferró a un objeto que para él sin duda sería muy valioso: una bolsa o monedero. Mientras que los supuestos amantes de Pompeya al menos se tenían el uno al otro en esos últimos y angustiosos momentos de su vida, ese último fugitivo solo pudo amarrarse a un objeto con el instinto de supervivencia propio de cualquier ser humano. Son pequeños detalles que acercan la tragedia a nuestros días y la hacen más real ante nuestros ojos: la historia de miles que no pudieron escapar de un oscuro final, engullidos por las fuerzas de la naturaleza.

El 24 de agosto (según la fecha tradicional) del año 79 d.C, la vida de aquellos que vivían en las faldas del Vesubio se apagó. Con la erupción del volcán de Cumbre Vieja, fue irremediable acordarse de una catástrofe antigua e inolvidable. En la bahía de Nápoles, aquel día, el volcán dormido despertó y vomitó roca ardiente y lava, que bajaron corriendo las laderas, sepultando las ciudades cercanas (Pompeya y Herculano) con capas de ceniza, acallándolas durante siglos y dejando a sus ciudadanos paralizados para la eternidad (las ciudades no serían excavadas hasta mucho después, en el siglo XVIII). Demostró así la fuerza inquebrantable de la naturaleza: "Era de día en cualquier parte del mundo, pero allí la oscuridad era más oscura y espesa que cualquier otra noche"; escribiría Plinio el Joven, dejando constancia para siempre de la desgracia casi bíblica que se cernió sobre ellos.

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