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Los hermanos Pinzón, indispensables secundarios de una gesta siempre viva
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Los hermanos Pinzón, indispensables secundarios de una gesta siempre viva

Hijos de la navegación de cabotaje y el trapicheo en el mejor sentido de la palabra. Los límites de Huelva con el mar, el sur de Portugal y Cádiz eran su predio marítimo

Foto: Los hermanos Pinzón (Jl FilpoC/Wikimedia)
Los hermanos Pinzón (Jl FilpoC/Wikimedia)

Cuanto mayor es la dificultad, mayor es la gloria.

Cicerón.

A veces, quizás con demasiada frecuencia, lamentablemente lo acaecido en la tramoya de la historia queda entreverado o difuminado ante protagonistas de mayor entidad que son a la postre los que se llevan los honores, medallas, parabienes y la letra gruesa de las loas en las portadas de la prensa y telediarios.

Hoy, nadie duda que la perseverancia del hijo de aquel tabernero genovés del que tanto esmero puso Colón en maquillar - por sus humildes orígenes -, fue el autor intelectual y consumador de aquella odisea que cambió la visión del mundo conocido en lo que fue la apertura del telón de la primera globalización, si llamamos por su nombre a aquella hazaña.

Foto: Encuentro del emperador Carlos V con Francisco Pizarro en Toledo, pintura de Ángel Lizcano Monedero (Fuente: iStock)

Es verdad que nuestros 'vecinitos' y hermanos portugueses eran muy de enredar, y a la chita callando hacían sus travesuras con los riquísimos depósitos que la más avanzada cartografía a su disposición, guardaban bajo siete llaves en la Escuela de Chagres, pero, les faltaba ese toque de osadía, temeridad, o tal vez inconsciencia que tenía el que, gracias a una reina crédula e inspirada, sería en el futuro, el Gran Almirante de la Mar Océana.

Hoy, a toro pasado, es muy fácil hablar de Leif Eriksson y los yacimientos encontrados en L’Anse aux Meadows (Terranova – Canadá), del almirante eunuco Zheng He que en la época del tercer Ming dejó con un índice de probabilidad bastante alto un rastro de variables con fenotipos de rasgos “orientales”, fueraparte de las migraciones a través del Estrecho de Bering y sus influencias en el norte del continente americano, o las rocambolescas y especulativas historias sobre las naves perdidas en la expedición egipcia - fenicia de Necao II hacia el 600 a.C y supuestamente arrastradas por los alisios hacia las Antillas y Brasil. En cualquier caso, ligerísimos vestigios con poca chicha arqueológica y antropológica y, con menos posibilidades que las de localizar a alguien sobrio en una fiesta de la cerveza en Baviera.

A Cristóbal Colón le pasó, que invocó como un poseso los diferentes nombres de Dios y el pasado vino a visitarle para ponerse al día. Era muy tozudo este explorador financiado por la reina Isabel la Católica. Le pasaba un poco como al protagonista de aquella famosa frase dicha por Aníbal sobre él mismo “Encontraré el camino o lo construiré “. Y así fue, la perseverancia triunfó sobre la indiferencia y las chanzas de aquellos que pensaban que se le había perdido un tornillo al famoso navegante.

"Colón sin ellos no habría sido nada. Eran marinos de los pies a la cabeza, prácticos y con rodaje a espuertas"

Para ponernos en situación, se hace necesario sumar dos más dos.

Los hermanos Pinzón eran hijos de la navegación de cabotaje y el trapicheo en el mejor sentido de la palabra. Los límites de Huelva con el mar, el sur de Portugal y Cádiz, siempre con costa a la vista, eran su predio marítimo. Ora visitaban la cornisa norte del Magreb entre la espectacular Assilah y la que fue Ceuta portuguesa, ora retornaban con sus esquifes y naos cargados de aceite, salazones, viajeros y lo que surgiera. Eran una hermandad todoterreno.

Una cosa es cierta entre varias, Colón sin ellos no habría sido nada. Eran marinos de los pies a la cabeza, prácticos y con rodaje a espuertas. Cristóbal Colón, era un soñador casi delirante que lo había intentado todo en la corte de Portugal, tenía prevista una visita al monarca francés y finalmente, consiguió agotar a la mismísima reina Isabel de Castilla que firmaría al borde de la desesperación ante la insistencia de aquel marino obsesionado. Los soñadores son revolucionarios tranquilos que acceden a la gloria sin sangre de por medio. Estos enormes marinos, era la muestra de ello, una sinfónica al completo.

Si bien es cierto que en las Capitulaciones de Santa Fe (1492) Colón queda relegado a un segundo lugar por su procedencia genovesa, pues Aragón demostraba, ya que era la potencia mediterránea de referencia, los Reyes Católicos (montaba más Isabel que Fernando en la historia del “descubrimiento”), no fueron los únicos accionistas o contribuyentes a aquel magno proyecto. Hay voces muy autorizadas (los historiadores Josep Pérez o Jean Plaidy) que ponen en cuestión la exclusiva de la autoría de la financiación por parte de la reina.

placeholder Estatua de Cristobal Colón en Barcelona (Fuente: iStock)
Estatua de Cristobal Colón en Barcelona (Fuente: iStock)

Al parecer, los judíos conversos de Zaragoza, los Sanchís y Santángel guardaron facturas que todavía hoy se conservan en el museo de historia naval. La patrimonialización de la inspiración de la reina, nadie la cuestiona, ni su fe en aquel marino aéreo y de azotea poblada de fantasías, pero, no se ha de negar lo evidente a la luz de los acontecimientos e información con la que hoy se cuenta. El rey Fernando de Aragón jamás le negó a su compañera de trayecto ideas que pudieran generar grandeza a la vieja Hispania y futura España; lo que, si es cierto, es que era de carácter más taimado, camaleónico y menos nítido. Nicolás de Maquiavelo en El Príncipe (1513) hace en un pasaje una alusión explícita al monarca aragonés como modelo de emprendedor, con independencia de que pudiera estar inspirado en un modelo más abstracto, o ensamblado con experiencias de diferente procedencia.

Se dice asimismo que Colón jugaba con las cartas marcadas en lo tocante al objetivo, propósito que ocultó o camufló a los reyes revistiéndolo de una pátina de atractivo y desbordante magnetismo.

Teorías dicen - es un hecho más que contrastado -, que la Orden del Temple fue poseedora de una flota tan imponente que los propios genoveses y pisanos fletaban sus barcos en temporadas de máxima demanda o tráfico mercantil en el Mediterráneo (El secreto de Cristóbal Colón - David Hatcher). ¿Qué ocurrió con aquella inmensa flota? A pesar de que no se confiscó nunca ninguna nao, coca o carabela de la Orden ni en los postreros momentos en que la codicia de la Santa Sede y el rey de Francia fagocitaron al alimón con su desmedida codicia a estos ejemplares soldados, cuya incalculable fortuna era pareja a su probada austeridad, sí está documentado que poseían un incalculable tesoro en metales preciosos, cuya procedencia no encajaba con las suposiciones de los servicios de inteligencia del Vaticano, Francia o España. Es muy probable que las especulaciones que sugieren que los templarios consiguieran su oro en las tierras de América, sea un hecho más que plausible, más allá de su probatura. ¿Es posible que Colón tuviera acceso a las avanzadas cartografías templarias? ¿Era Colón uno de los últimos templarios? (Altamente aconsejable leer a Ruggero Marino, Cristóbal Colón el último templario).

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Y aunque la historia ha hablado profusamente de Cristóbal Colón, los auténticos muñidores de aquella hazaña en lo concerniente a logística, reclutamiento, habilidades marineras, selección de la tecnología de navegación más avanzada de la época, puesta a punto de las naves e incluso, decisiones críticas en momentos de perdida de rumbo ( episodio de los Sargazos ), salvado in extremis en una surrealista escaramuza verbal con Martín Alonso Pinzón; los hermanos Pinzón, enormes navegantes con oficio de sobra y vitales en la expedición, quedaron relegados en las crónicas a ese discreto lugar donde mora el olvido.

Piezas fundamentales en el primer viaje de Colón, los tres hermanos se dejaron sin titubear la piel en aquella empresa de alucinados. Sabían a ciencia cierta que los conocimientos de Colón tenían un punto importante de veracidad a pesar de que el almirante tenía un toque de tahúr. Antes de afrontar aquel reto tan colosal, Colón estuvo dando vueltas entre La Rábida, y lo que actualmente es la población lusa de Portimao y puertos intermedios, mientras ataba cabos con la Corona y de paso arañaba información. Se especula con la posibilidad que su hermano llegase a robar planos ultrasecretos en la fortaleza de Chagres, solo accesible a pilotos de larga trayectoria, o súbditos portugueses de sangre probada, referencias de peso y juramento previo ante el rey.

"La grandeza de la historia con mayúsculas asistió a aquellos marinos curtidos en salazón"

La intervención providencial de Martín Alonso Pinzón y los buenos oficios de los monjes del monasterio de La Rábida maridaron aquel histórico coctel. Tras una breve charla y convencido por el genovés, el mayor de la familia Pinzón embarcó a una tripulación motivada y convencida de que iba camino de una gesta.

La travesía era espesa y psicológicamente demoledora para gente acostumbrada a costa a la vista y los ánimos se fueron calentando durante la tediosa travesía. Hubo varios motines que atemperó con acierto Martín Alonso de Pinzón, pero Colón, con una sibilina arrogancia muy bien expresada con su diferenciada y elegante vestimenta y su aristocrático prognatismo, provocaba quizás sin pretenderlo un rechazo en aquellas sencillas gentes de mar. Es probable que pudiera haber acabado en al menos un par de ocasiones con sendas visitas a la eternidad, que evitaría la habilidad del mayor de la fraternal troupe cuando ya estaba contra las cuerdas.

Finalmente, la grandeza de la historia con mayúsculas, asistió a aquellos marinos curtidos en salazón, a algunos reos deseosos de indulto, pescadores que no habían visto nunca una tortuga o un escualo cien veces más grande que un cazón, y un grupo de arrojados aventureros dispuestos a todo; eran otros tiempos.

Lo que es indiscutible, es que cambiaron la historia de la humanidad de manera inapelable tal que un 12 de octubre del año 1492.

Cuanto mayor es la dificultad, mayor es la gloria.

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