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La cultura que se benefició del famoso 'peor año de la humanidad'
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lo que no te mata te hace más fuerte

La cultura que se benefició del famoso 'peor año de la humanidad'

El 536 a.C fue, según los cronistas, un mal año para estar vivo. Pero como suele suceder, incluso en una época tan horrible algunas sociedades supieron apañárselas

Foto: Fuente: iStock.
Fuente: iStock.

Aunque hay que admitir que no estamos viviendo los mejores tiempos, y aunque digan que mal de muchos consuelo de tontos, siempre ha habido peores momentos para estar vivo. Y no es una frase escrita al azar, sino que realmente los cronistas parecen haberse puesto de acuerdo en que a lo largo de la historia del ser humano, hubo un año concreto en el que habría sido mejor no estar vivo: el 536 d.C.

No parece un año especialmente memorable, pero lo fue. El 536 fue el décimo año del reinado del emperador bizantino Justiniano el Grande, y aunque se producían algunas aburridas escaramuzas, en general tampoco pasaba nada del otro mundo: ni plagas (por el momento), ni genocidios muy extensos. Pero algo más extraño sucedió, digna de relatos de Apocalipsis de los mayas: una misteriosa niebla polvorienta que bloqueó el sol, lo que provocó a su vez que bajaran las temperaturas y se desencadenasen años de caos en todo el mundo, con sequía, malas cosechas, nieve en verano en China o hambruna generalizada.

Pero siempre hay gente que se beneficia, hasta en los tiempos más adversos. Así parece que habría sido para las comunidades ancestrales que ocuparon el suroeste de los Estados Unidos, según informa 'Science Alert'. De hecho, la oscuridad durante esta difícil época de la historia habría sido en realidad el preludio para próximos días más soleados y felices.

Los estudios sugieren que las erupciones volcánicas fueron las culpables de estos cambios climáticos, que produjeron un enfriamiento global a corto plazo y también una hambruna devastadora

Un estudio realizado por un equipo de arqueólogos y antropólogos de la Universidad de California, Los Ángeles (UCLA) y la Universidad Estatal de Colorado ha descubierto signos de que esta población que se extendió por la región de Four Corners (al sudoeste de los Estados Unidos) no solo se recuperó de un cambio climático catastrófico, sino que, en cierto modo, se volvieron más fuertes que nunca.

Antes de nada, ¿qué llevó a que el 536 fuera un año tan horrible? Los estudios sugieren que las erupciones volcánicas fueron las culpables de estos cambios climáticos, que produjeron un enfriamiento global a corto plazo y también una hambruna devastadora. Cinco años después una buena parte de la población romana caería bajo una plaga sin parangón. También se produjo un evento volcánico colosal en El Salvador que provocó más ceniza. La vida en Norteamérica no era mucho mejor, pues los estudios de los anillos de los árboles han revelado una caída de temperaturas y precipitaciones que se prolongaron durante décadas.

Pero los habitantes de estas antiguas aldeas continuaron desarrollando una cultura rica y compleja que prosperaría durante siglos. Para obtener una perspectiva más clara de cómo sus comunidades agrarias fundadoras hicieron frente a un cambio climático severo y repentino, los investigadores acumularon una base de datos de cientos de materiales alimentarios y sus fechas de radiocarbono, recopilados de un total de 230 lugares excavados en toda la región.

Las dificultades a raíz del año 536 pusieron a prueba el trabajo en equipo de las comunidades emergentes en el suroeste del país

Así se pudo comprobar que una cultura dividida en muchos asentamientos pequeños y localizados practicaba técnicas agrícolas que se adaptaban a sus condiciones locales. Alrededor del 400 d.C aquella tierra era un mosaico de recolectores y agricultores. En el siglo VI, un fuerte aumento en el crecimiento de la población comenzó a limitar la cantidad de tierras agrícolas disponibles, por lo que colaboraban en grupos sociales más complejos. Los estudios han demostrado que se produjo una clara relación entre cambios climáticos y culturales.

En otras palabras, los arqueólogos han reconocido que el cambio social transformó a estas sociedades ancestrales. Las dificultades a raíz del año 536 pusieron a prueba el trabajo en equipo de las comunidades emergentes en el suroeste del país. Se reorganizaron, desarrollando lazos sociopolíticos. Algunas, claro está, no prosperaron, pero para otras estos años infernales sirvieron como proceso de selección de prácticas culturales que las permitió mejorar.

Foto: 'El triunfo de la muerte' de Pieter Brueghel el Viejo.

Por ejemplo, se sabía que una antigua comunidad agrícola que ocupaba Cedar Mesa (en el condado de San Juan en Utah) y Grand Gulch (también en la zona de Utah) criaba pavos domesticados. En 550 d.C., esta práctica era común en toda la región suroeste, lo que indica un intercambio de conocimientos y un impulso para diversificar las fuentes de alimentos. Y luego, como suele suceder siempre, las cosas mejoraron y volvieron los buenos tiempos. Las prácticas sociales cooperativas sirvieron para que algunas sociedades antiguas establecieran una civilización rica y resistente que duraría siglos.

El sedentarismo y los sistemas políticos complejos también conllevan sus propios desafíos y riesgos de desigualdad

Por supuesto no todo fue un cuento de hadas. El sedentarismo y los sistemas políticos complejos también conllevan sus propios desafíos y riesgos de desigualdad. Aun así, estas culturas que se asentaron en el sudoeste de los Estados Unidos, parece que pese a los problemas supieron sobrevivir y hacerse fuertes, hasta que finalmente se marcharon, en busca de nuevas tierras. Son una buena demostración de que lo que no te mata te hace más fuerte y que quizá nosotros sepamos fortalecernos de lo que está sucediendo ahora, en los años venideros.

Aunque hay que admitir que no estamos viviendo los mejores tiempos, y aunque digan que mal de muchos consuelo de tontos, siempre ha habido peores momentos para estar vivo. Y no es una frase escrita al azar, sino que realmente los cronistas parecen haberse puesto de acuerdo en que a lo largo de la historia del ser humano, hubo un año concreto en el que habría sido mejor no estar vivo: el 536 d.C.

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