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Los peligrosos toboganes de hielo que fascinaron a la realeza: el origen de las montañas rusas
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El riesgo de la diversión hace siglos

Los peligrosos toboganes de hielo que fascinaron a la realeza: el origen de las montañas rusas

Si te dan miedo estas atracciones en la actualidad no querrás saber que hace siglos eran rampas de madera helada de seis metros de ancho y hasta 21 metros de alto

Foto: Fuente: Wikimedia
Fuente: Wikimedia

Las montañas rusas se han convertido en uno de los atractivos más frecuentados en parques de atracciones de todo el mundo. Esta atracción no recomendada para estómagos sensibles provoca colas donde la gente espera horas para probar la adrenalina máxima durante unos pocos minutos. Su nombre no es casualidad, pero aunque ya diga mucho de su origen, la historia detrás de las montañas rusas es, nunca mejor dicho, una historia en desnivel. Si crees que las actuales son peligrosas, puedes respirar tranquilo (un alivio no haber vivido en la Rusia del siglo XVII).

Con más de la novena parte de la tierra firme del planeta, el territorio ruso no destaca precisamente por sus montañas. Sin embargo, esto no quiere decir que este país de contrastes no cuente con ellas: Recorriendo todo el paisaje de norte a sur en la mitad occidental del país se ubican los Urales. Cerca de la frontera sur, en la frontera con Georgia, se encuentra asimismo el monte Elbrus, un pico volcánico que se eleva a más de 5.641 entre las montañas del Cáucaso, con nieve en su cima y aguas termales a sus pies.

Pero las montañas rusas no tienen tanto que ver con la superficie sino con el clima que, aunque también variable de unos sujetos federales a otros, coinciden en su mayoría en temperaturas invernales que aseguran la nieve. Así, no resulta tan extraño que las montañas rusas, en realidad, comenzaran siendo toboganes de hielo que atrajeron pronto a la sociedad de la época como lo hacen en la actualidad las que conocemos.

placeholder Un tobogán de hielo con estructura de madera. Fuente: Britannica
Un tobogán de hielo con estructura de madera. Fuente: Britannica

Una solución para los mineros

Los historiadores que estudian estas atracciones discrepan sobre sus comienzos exactos, pero los documentos apuntan al siglo XVII. Según explica la escritora Karen Harris en el portal de 'History Daily', en los siglos XVI y XVII, las minas ya operaban en gran parte de Europa y Asia. Debido a que estas excavaciones se hundieron profundamente en el suelo o se abrieron en la cima de montañas altas, los mineros se toparon con la dificultad de transportar los minerales que extraían, y también con la de desplazarse ellos mismos. "En Rusia, donde algunas de las minas eran bases en la cima de altas montañas, mineros innovadores idearon pistas de hielo por las que podían enviar los productos y moverse cuesta abajo muy rápidamente, gracias a la gravedad y al hielo resbaladizo. En otras áreas, se construyeron rieles de madera que iban a los pozos de la mina y los mineros podían viajar en un carro a lo largo de estos rieles para llegar rápidamente a las profundidades. Una vez que el carro estaba lleno, los trabajadores de la parte superior podían volver a subirlo", apunta Harris.

Aquello no solo fue un avance en el trabajo que realizaban estas personas, sino también una inspiración para el ocio. Las pistas deslizantes generaron una necesidad de lanzarse por ellas. De esta forma, surgieron rampas de madera elevadas que cubrieron con agua que, una vez helada, invitaba a resbalar por ella. Estas rampas tenían alrededor de seis metros de ancho y hasta 21 metros de alto. Los pasajeros tenían que subir a pie por una escalera para lanzarse cuesta abajo en un trineo. "Caían hacia abajo, acelerando hasta el fondo de la colina donde se erguía el tobogán y acababan deslizándose hasta detenerse a lo largo de una recta de 183 metros", explica Gil Chandler.

placeholder Toboganes de hielo en los campos de Marte de San Petersburgo en 1820. Fuente: Wikiwand
Toboganes de hielo en los campos de Marte de San Petersburgo en 1820. Fuente: Wikiwand

Según la escritora e investigadora Anita Mae Draper, "a los rusos les fascinaba deslizarse, incluida Catalina la Grande (1729-1796), que hizo construir un tobogán de hielo gigante en el río Neva, cerca del Palacio de Invierno". La gente comenzó a disfrutar de aquel popurrí de emociones al límite que generaban los descensos al vacío de los toboganes de hielo. Con cada vez más éxito, fueron construyéndose a las afueras de parques y plazas públicas e incluso en el interior de los palacios de la realeza.

Montañas rusas dentro de palacios

Antes de llamar la atención de Catalina la Grande, los toboganes de hielo llegaron a oídos de la emperatriz Isabel, pero los historiadores apuntan a la primera como la gran impulsora de la atracción. "La montaña rusa de Catalina II se llamó 'Katalnaya Gorka' y fue construida en su residencia en Oranienbaum. Junto a la montaña rusa, también tenía un encantador pabellón donde los invitados podían descansar después de deslizarse y beber una taza de té para volver a entrar en calor", escribe Stefan Andrews en 'The Vintage News'.

En la década de 1700, estas atracciones se multiplicaron por toda la orilla del río Neva como imprescindibles en los festivales públicos de invierno. "Los toboganes a veces se extendían por varios bloques y estaban flanqueados por árboles, cortados y recolocados para evocar un bosque. Las montañas artificiales a menudo estaban coronadas por pagodas ornamentadas o banderas ondeantes y rodeadas de antorchas que permitían que la emoción continuara después del anochecer". Aunque en realidad tampoco se conocían como toboganes, sino como 'montañas voladoras'.

placeholder Les Russes a Belleville, la primera montaña rusa sobre raíles construida en 1817 en París. Fuente: Wikipedia
Les Russes a Belleville, la primera montaña rusa sobre raíles construida en 1817 en París. Fuente: Wikipedia

Los historiadores discrepan sobre cuándo y cómo se extendieron estas montañas más allá de Rusia. De todos, el relato más extendido es que unos turistas importaron la idea Francia a principio del siglo XIX. Pero en el país galo, el clima mucho más cálido acababa derritiendo el hielo. Sin embargo, los franceses continuaron empeñados en desarrollar aquel invento y comenzaron a construir toboganes encerados a los que más tarde agregaron raíles sustituyendo los trineos por carros con ruedas. Para 1804, les Montagnes Russes, como empezaron a conocerse, ya aglomeraban a miles de franceses. En 1817, les Russes a Belleville (Montañas rusas de Belleville), en París, se convirtieron así en la primera montaña rusa en la que el vehículo se adhería a la vía.

Lugares "espantosos"

Mientras seguían proliferando en Europa y, poco después, en Estados Unidos, los toboganes rusos fueron desmontados a mediados del siglo XIX. Para entonces, la madera se había deteriorado tanto que ya no producían demasiada confianza. Aunque resulta irónico hablar de confianza en rampas tan elevadas e inclinadas en un ángulo de más de 50 grados. Sin ningún tipo de protección, la caída fue desde el principio un riesgo enorme.

Anna Ioannovna, emperatriz de 1730 a 1740, describió de esta manera aquel riesgo: "A veces, si estos trineos encuentran alguna resistencia en su camino, la persona que va en ellos cae locamente; esa, supongo, es la gracia... Pero yo estaba aterrorizada por el miedo a ser obligado a bajar a este lugar espantoso, porque no solo tenía el temor de romperme el cuello, sino también de estar expuesta a la indecencia. Era horrible pensar en ello sin sentir horror".

Las montañas rusas se han convertido en uno de los atractivos más frecuentados en parques de atracciones de todo el mundo. Esta atracción no recomendada para estómagos sensibles provoca colas donde la gente espera horas para probar la adrenalina máxima durante unos pocos minutos. Su nombre no es casualidad, pero aunque ya diga mucho de su origen, la historia detrás de las montañas rusas es, nunca mejor dicho, una historia en desnivel. Si crees que las actuales son peligrosas, puedes respirar tranquilo (un alivio no haber vivido en la Rusia del siglo XVII).

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