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Rodrigo de Triana: un héroe a la medida del reto
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Historia

Rodrigo de Triana: un héroe a la medida del reto

Falleció a escasas leguas de su utopía, pero su memoria no puede quedar enterrada en el sarcófago del olvido

Foto: Rodrigo de Triana. Ilustración de la revista Mundial Magazine en 1913
Rodrigo de Triana. Ilustración de la revista Mundial Magazine en 1913

No todos los que deambulan están perdidos.

(J. R. R. Tolkien)

Un preámbulo para definir la vida del joven Rodrigo de Triana.

Mucha gente ha aprendido a vivir en un escenario de color gris, de sueños hibernados, de aspiraciones enterradas por la abrumadora realidad; pero al menos, esta vivencia tan encontrada de ilusión – decepción, nos permite atisbar la posibilidad de albergar esperanza en un futuro más `prometedor y amable. Somos una especie valiente, resignada a vivir en medio de un caldo de asilo donde casi nada ocurre en el entreverado de la voraz rutina.

Por ello, mimetizarnos para parecer normales, para ser homologados, solo nos convierte en seres irreales perdiendo así el rastro de nuestras potencialidades y rasgos indisolublemente adheridos a nuestra propia naturaleza. A la postre, solo somos gotas en un río que irremisiblemente nos devuelve a esa gran balsa oceánica tarde o temprano, aturdidos y pululando mareados por uno de los teselados laberintos de Escher.

Foto: Presidente Lázaro Cárdenas (Fuente: Wikimedia)
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Por ello, para poder convertirnos en un lienzo que merezca la pena, es necesario educarnos en la obligada travesía del desierto que, conlleva muchas decepciones antes de lograr cualquier meta. Estas decepciones se acumulan sí, pero no nos derrotan, porque el ser humano es inexpugnable en su dignidad y por ello, nunca puede ser derrotado. Somos supervivientes en la niebla del absurdo y para evolucionar, hay que explorar.

El caso de hoy, es un resumen de lo antedicho. Rodrigo de Triana era un mozalbete espigado, harto de una rutina que le abocaba a ser un sin futuro, con el desamparo pisándole los talones, con la sentencia de sumar días sin sentido en medio de un vacío devorador, con la épica soñada de cualquier imberbe, sin más luz que la vela de la habitación que había encima de la porqueriza y que daba algo de calor a aquel remedo de vivienda. El 'muchachito' se esmeraba en entender ese atisbo de vida, ese rayo mágico de luz que arrojaba el ventanuco de su precario hábitat que se le presentaba como un interrogante descomunal sin saber cómo abordarlo. Y finalmente desde su mundo de ensoñación, dio con la tecla. La vida es conflicto y la clave es decidir.

Primero, fue un grumete al que le llovían collejas por su ignorancia del mar y la necesidad de afirmarse de los veteranos frente a un chaval que solo soñaba despierto y extasiado ante aquel mundo enorme que no alcanzaba a comprender. Por su bisoñez y agilidad, estaba todo el día en la cofa de las embarcaciones para avisar de la amenaza de moros en la costa, piratas de toda laya, agujas imperceptibles para el piloto o, de cualquier contingencia que se percibiera desde ese privilegiado lugar.

"Rodrigo no era su nombre, sino una adaptación mal copiada del apellido Rodrigues"

Como vigía no tenía precio, pues sabía distinguir vencejos de gaviotas, cada uno con su lectura propia, calderones de delfines, pescadores de piratas, ventolinas puntuales o los indicadores de los alisios con sus amables brisas. Rodrigo de Triana es el nombre con el que ha pasado a la historia como mote y supuesto gentilicio (aún hoy no se sabe con veracidad si era de Lepe o sevillano), pero parece ser que se llamaba Juan Rodríguez Bermejo, conclusión a la que llegó la prestigiosa investigadora norteamericana Alice B. Gould tras sesudas indagaciones. El error de transcripción nace al parecer de un escribano de la corte cuando redacta en Barcelona los Diarios de Colón. Una errata en dicha trascripción le dio ese papel protagónico con el que pasó a la historia como Rodrigo de Triana. En consecuencia, Rodrigo no era su nombre, sino una adaptación del apellido “Rodrigues” mal copiado, de lo que se deduce que un vulgar escribano- con todos los respetos -, puede cambiar la historia, así como quien no quiere la cosa.

Cuando surgió la posibilidad de obtener la financiación para tan fantástico proyecto (ir a Catay y Cipango y saludar de paso al ya decadente Khan de turno con credenciales extendidas ex profeso), la tripulación de la nao Santa María ya había alistado a cerca de un centenar de marinos muy dispuestos a huir de la lacra endémica y lacerante de la pobreza que era el caldo de cultivo de aquellos desesperados. Las otras dos embarcaciones, la Pinta y la Niña, carabelas, más rápidas que la nao, iban con dos experimentados pilotos a la rueda, los hermanos Pinzón.

Había traductores de hebreo, árabe, castellano, francés e italiano y al parecer, un piloto de la Escuela de Cartografía de Chagres- Portugal -, que nos lo habían colado de rondón nuestros hermanos lusos para cotillear lo que tramábamos. Una docena de vascos y gallegos eran garantía de una mejor lectura del mar adentro, especialidad en la que eran más hábiles que los sureños, que solían navegar con costa a la vista.

placeholder Fuente: iStock
Fuente: iStock

El caso de Rodrigo de Triana, es bastante excepcional, pues aparece recogido en la documentación oficial con su rol de grumete, cosa bastante inusual, ya que ni estos, ni los marineros, aparecían en los libros de las gestas de la época pues carecían de cualquier interés histórico vinculante, eran anónimos a todos los efectos.

Hubo un momento agrio en el que Colón fue muy contestado por no hacer caso de las pragmáticas propuestas de los Pinzón en relación con la derrota a seguir. El que posteriormente sería Gran Almirante estaba un poco despistado en su acercamiento al último tramo de la singladura y el hartazgo de las tripulaciones era más que patente. La aritmética o la fatiga ante el retardo de la gran revelación histórica que estaba a la vuelta de la esquina, se hacía de rogar.

Lo que parece ser cierto y no está sujeto a mucho debate, es que en la madrugada del día 12 de octubre de 1492, el chaval que había soñado con grandes gestas, se dio de sopetón con el tímido balbuceo primero y con una voz que rasgaba la ligera niebla caribeña, con lo que sería a la postre la isla de Guanahani, (según antojo de Colón, San Salvador). El grito de “¡tierra!” desde lo alto del palo mayor de la Pinta pareció como un trueno rasgando todo el espacio a su alcance, como un Eureka multiplicado por mil ecos, como una consigna mesiánica. Hay quienes dicen que el futuro almirante, la noche anterior vio lumbres en la lejanía, quizás ofuscado por la alucinación apremiada por la necesidad; o, para justificar la bonificación con la que los Reyes Católicos premiarían con 10.000 maravedís al primero que avistara el “Nuevo Continente”. Hay quien sostiene que Colón era un 'pelín' agarrado…

"Solo la nao Santa María de la Victoria, cuyo piloto era Rodrigo de Triana, sigue adelante en medio de la nada"

Tras este increíble acontecimiento (visto en el contexto histórico de aquel momento e hito para la humanidad de todos los tiempos), el encuentro entre dos mundos tan antagónicos, alumbra un sincretismo cultural que es más altamente probable que diera paso a la primera globalización propiamente dicha.

Años más tarde, hacia 1526 e inserto en la expedición de Loaysa (que se dirigía hacia las Molucas) tras un desastroso viaje lleno de incidencias y vientos huracanados, la flota se disgrega o peor, harta de no encontrar nada, se vuelve a la península. Solo la nao Santa María de la Victoria, cuyo piloto era Rodrigo de Triana que ya empieza a firmar los cuadernos de bitácora y diarios como Rodríguez Bermejo, sigue adelante en medio de la nada.

El escorbuto hace estragos y enferma de manera generalizada a la tripulación; las raciones están al límite, pues la nave sobrecargada con otros náufragos de la expedición, ya no aguanta más tralla. La nao finalmente embarca agua a la altura de la línea de flotación y navega con una escora combatida a duras penas por la marinería.

Foto: Martin Alonso Pinzón y Cristobal Colón

Tal que un 24 de junio Rodríguez Bermejo – Rodrigo de Triana, deja su cuerpo cansado de esperar lo que ciertamente existe, pero que él nunca alcanzaría. Loaysa, deshidratado y con un puñado de enfermedades solapadas le acompaña un mes más tarde en el viaje definitivo. El verano de 1529 fue un momento maldito, pues estragó a la tripulación de forma contundente. Juan Sebastián Elcano, el marino por antonomasia (completó la primera vuelta al mundo- iniciada por Magallanes - junto Estebanico “El Negro “y otros 18 marinos entre 1519-1522). La estrella de los navegantes, la referencia náutica por excelencia, el prestigio de aquel grande entre los grandes; un 6 de agosto se confundiría entre las brumas de la nada en un océano lejano.

Rodrigo de Triana no llegaría jamás a tierras asiáticas o a las islas de la Especias -las Molucas-. Su sueño de niño, motivación de chaval, fantasía mil veces alimentada, que comenzó en tierras de secano, acabaría en los brazos de un mar poco hospitalario. Rodrigo de Triana falleció a escasas leguas de su utopía, pero su memoria no puede quedar enterrada en el sarcófago del olvido. Él, está presente.

No todos los que deambulan están perdidos.

Reyes Católicos