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La 'ilusión del enfoque': por qué no serías más feliz si no hubieran cambiado la hora
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La 'ilusión del enfoque': por qué no serías más feliz si no hubieran cambiado la hora

Aunque está demostrado que pasar al horario de invierno tiene efectos en el estado de ánimo de las personas, nuestro nivel de bienestar depende de otra serie de factores

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Si ha habido un tema de conversación predominante en los últimos días ha sido el del cambio de hora. Atrás quedan otros como la incidencia acumulada, nuestro nivel de acuerdo con las restricciones o los giros argumentales de la última gran serie del momento. El frío otoñal ha llegado tras retrasar los relojes, dejándonos menos horas de luz y, por tanto, con menores índices de vitamina D en el cuerpo para producir la santa serotonina que nos ayude a afrontar con ánimo el día a día. Obviamente, nadie puede negar que el cambio de hora afecta al humor, y con ello el aumento del riesgo de padecer síntomas asociados a la depresión o a la ansiedad, en lo que se conoce como trastorno afectivo estacional. Sin embargo, merece la pena ofrecer una perspectiva crítica sobre por qué el hecho de que el paso del horario de verano a invierno no influye tanto en nuestra percepción del bienestar del que gozamos.

En primer lugar, si nuestro estado de ánimo dependiera tanto del número de horas expuestos a la luz solar, lo más fácil sería pensar que países próximos al ecuador terrestre obtendrían los registros más altos en las famosas listas de felicidad y, por contra, los nórdicos se llevarían la peor parte. Al revisar el Índice Mundial de Felicidad 2021 encontramos que los países más septentrionales del planeta copan los primeros puestos, con lo cual nuestra hipótesis quedaría refutada. Sin embargo, se podría argumentar que en un país con un verano tan largo como España, teniendo un octubre más cálido y soleado de lo normal, lo que verdaderamente nos hace más propensos a un estado depresivo no es el cambio de hora en sí, sino lo drástica que ha sido esta transición al horario y tiempo de invierno.

"Nada en la vida es tan importante como crees que es hasta que piensas en ello. ¿Por qué? ¡Porque estás pensándolo!"

Ahora bien, imaginemos un país que tuviera distintos husos horarios y que estuviera dividido entre zonas localizadas al norte en las que hace mucho más frío y hay menos horas de luz y zonas al sur en las que pudiéramos alargar el día y fueran más cálidas. Algo así como contar con la posibilidad de pasar las temporadas de primavera y verano en España y las de otoño e invierno en el hemisferio sur, donde está la estación inversa. ¿Cómo se vería afectado nuestro estado de ánimo en una situación en la cual el número de horas que recibimos luz solar estuviera equilibrado y fuera regular durante todo el año? ¿Realmente percibiríamos más o menos bienestar?

La "ilusión del enfoque"

Daniel Kahneman, una de las personas que más ha dado a la psicología de nuestros días, investigó junto a su colega David A. Schkade los factores que hacen que tengamos una percepción distorsionada de nuestro nivel de bienestar o satisfacción con la vida. Así, acuñó el término "ilusión del enfoque" para designar a ese sesgo cognitivo por el cual tendemos a preocuparnos en exceso por un detalle en concreto justo en el momento en el que lo estamos pensando; es decir, la facilidad con la que tendemos a exagerar la importancia de ese hecho en concreto frente a todos los demás que podrían, o de hecho tienen, un mayor impacto en nuestro bienestar. "Nada en la vida es tan importante como crees que es hasta que piensas en ello. ¿Por qué? ¡Porque estás pensándolo!", sentenció.

Foto: Foto: Reuters.

Siguiendo la teoría de Kahneman, podríamos argumentar que el hecho de pasar al horario de invierno afecta a nuestro estado de ánimo en la medida en que más pensemos en ello o le atribuyamos una importancia capital frente a otras circunstancias de nuestra vida, tanto positivas como negativas, que también están influyendo y empujando en la percepción de nuestro propio bienestar.

"Los juicios sobre el bienestar de una persona que vive en un lugar diferente son susceptibles a una ilusión del enfoque"

Además, no podremos dejar de pensarlo porque el resto de nuestro entorno también está convencido de ello. Entonces, caeremos en una retroalimentación de pensamiento que nos hará profundizar aún más en esa idea. ¿Quién no va a estar de acuerdo en que más horas de sol y una temperatura cálida inducen una mayor sensación de bienestar? Pero más allá de un factor tan externo que no podemos controlar (aunque suspendieran la medida de atrasar el reloj, las horas de luz se seguirían reduciendo y comenzaría a llegar el frío tarde o temprano), hay un montón de elementos que conforman nuestra vida emocional y condicionan nuestro bienestar psicológico que claro que pueden verse acentuados o afectados por este hecho, pero que podemos estar pasando por alto y que, una vez nos acostumbremos a este nuevo horario, volverán a recrudecerse. Pero por el momento, cuanto más pensemos en el regreso de la noche y del frío, más nos molestará y condicionará nuestra vida.

Kahneman no se quedó ahí. Intentó aplicar su "ilusión del enfoque" a otros aspectos de la vida, y más concretamente, a cómo influye la meteorología y las horas de luz en el ánimo de las personas según el punto geográfico en el que residían. Si antes imaginábamos una situación ideal en la cual pudiéramos mudarnos a donde hiciera más sol y más calor una vez llegado el invierno, el psicólogo pensó lo mismo y lo aplicó a su país, Estados Unidos. Así, dirigió una gran encuesta junto con Schkade en la que pidieron a un gran volumen de estudiantes de la Costa Oeste que calificaran su satisfacción con la vida en general, dividiendo la muestra entre aquellos que se encontraban al norte y al sur para que las comparasen entre sí.

placeholder ¿Quién no querría vivir todo el año en unas condiciones climatológicas así? (iStock)
¿Quién no querría vivir todo el año en unas condiciones climatológicas así? (iStock)

¿El resultado? Evidentemente los del norte pensaban que los californianos estaban más contentos que ellos al vivir en zonas más frías y oscuras. "Los aspectos relacionados con el clima se consideraron más importantes para alguien que vive en otra región que para alguien de la propia región, obteniendo una percepción mejor de satisfacción vital los californianos", concluyeron. Así, "los juicios sobre el bienestar en un lugar diferente son susceptibles a una ilusión del enfoque". Extrapolándolo a nuestro país, podríamos asegurar que si se hiciera un experimento similar con habitantes del norte de España y de Andalucía, el Levante o las Islas Canarias, seguramente los asturianos, cántabros o vascos alegarían que su satisfacción con la vida es menor que la de sus compatriotas localizados en el sur por el simple motivo de que ellos gozan de un mejor tiempo, obviando cualquier otra posible razón de peso más lógica. Es decir, cayendo en un sesgo de "ilusión del enfoque".

La felicidad no nos hace felices

Otro de los factores psicológicos que también habría que tener en cuenta a la hora de sopesar la influencia de los cambios de tiempo en nuestro estado de ánimo es, precisamente, que el ser humano por norma general tiende a acostumbrarse demasiado pronto a lo bueno. En este sentido, ojalá nuestra capacidad de adaptación a lo malo fuera tan buena como lo es para las cosas que nos hacen felices. Esto, a su vez, implica que de forma consciente e inconsciente acabemos repitiendo toda esa serie de planes, tareas, acciones o actitudes que nos reportan bienestar, lo que evidentemente resulta lógico y positivo; sin embargo, si nada cambia, lo mismo de siempre, aunque sea bueno, tiende a perder su valor.

Foto: El analista del Happiness Research Institute, en Matadero Madrid. (Héctor G. Barnés)

Es lo que precisamente apuntaba hace días en otro artículo de este diario Alejandro Cencerrado Rubio, físico y ex empleado como 'senior data analyst' en el Happinnes Research Insittute de Copenhage, Dinamarca. En resumidas cuentas, repetir las cosas que nos hacen felices no nos colma de felicidad. Son los cambios y nuestra forma de adaptarnos o sobreponernos a ellos, lo que nos resulta estimulante. Además, hacía una referencia al cambio de tiempo: "Vivía en un país del norte donde no había sol y pensaba que mudándome a un país con sol iba a ser más feliz, y luego te mudas y no es así, pero es la manera que nuestro cerebro tiene de apuntarnos hacia aquello que nos viene bien", señalaba, corroborando queriendo o sin querer las tesis de Kahneman sobre la 'ilusión del enfoque'.

En definitiva, huir del frío y de la noche para mitigar la bajada de serotonina que el cambio de horario provoca no nos haría más felices, así como tampoco vivir en una zona geográfica ideal en la que hubiera el máximo número de horas de sol posibles e hiciera una temperatura templada todo el año. Bien es verdad que tal vez la posibilidad de no tener que cambiar los relojes cada vez que llega noviembre podría mitigar los efectos que trae en el estado de ánimo el cambio estacional, más en una época en la que la salud mental está tan el foco después de una pandemia. Pero el ser humano es un animal que históricamente siempre se ha sobrepuesto a los cambios, por pequeños o grandes que fueran, y habría que entender toda esa serie de transformaciones (tanto del clima como de nuestra vida pública y privada) como una oportunidad para cambiar también nosotros mismos. Por muy ligero o traumático que resulte esta mudanza colectiva al invierno, la vida sigue, y con ella nuestros deseos, anhelos y miedos, que siguen siendo los mismos a pesar de que el reloj cuente una hora menos.

Si ha habido un tema de conversación predominante en los últimos días ha sido el del cambio de hora. Atrás quedan otros como la incidencia acumulada, nuestro nivel de acuerdo con las restricciones o los giros argumentales de la última gran serie del momento. El frío otoñal ha llegado tras retrasar los relojes, dejándonos menos horas de luz y, por tanto, con menores índices de vitamina D en el cuerpo para producir la santa serotonina que nos ayude a afrontar con ánimo el día a día. Obviamente, nadie puede negar que el cambio de hora afecta al humor, y con ello el aumento del riesgo de padecer síntomas asociados a la depresión o a la ansiedad, en lo que se conoce como trastorno afectivo estacional. Sin embargo, merece la pena ofrecer una perspectiva crítica sobre por qué el hecho de que el paso del horario de verano a invierno no influye tanto en nuestra percepción del bienestar del que gozamos.

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