Cuando la realidad supera a HBO: las herencias más curiosas de la historia
Las luchas de poder de la familia Roy en la serie 'Succession' para quedarse con el patrimonio del patriarca son un juego de niños en comparación a las locas aventuras reales de otros legados
Es verdad que, a priori, lo de las herencias no parece un tema muy viral. La burocracia previa o posterior a que alguien fallezca no se asemeja mucho al contenido que podría 'romperlo' en la próxima cuenta de Twitch que vayan a seguir masivamente los chavales. Pero ¡ay amigo!, resulta que cuando la justicia tumba un impuesto relacionado con ellas se convierte en el tema más seguido de la semana. Qué cosas.
De transmisión de patrimonios familiares también va una de las mejores series de los últimos tiempos, 'Succession', que aborda con éxito las tramas de una familia que busca la mejor posición para quedarse con el enorme patrimonio de Logan Roy, que debe decidir en quién confía su legado.
La actualidad judicial, la ficción y la etiqueta que le queramos poner a Sálvame se vuelven un poco más jugosas cuando el tema gira en torno a quién recibe dinero y por qué, y la historia no se queda atrás en cuanto a curiosidades testamentarias se refiere. Pero antes de entrar en el puro entretenimiento de las anécdotas sobre herencias, que las hay y muy buenas, vamos a dedicarle dos párrafos a repasar brevemente el interesante origen de la regulación del legado personal, que es ideal además para tirarnos el rollo con ello en una cena con amigos:
Manuel Vial-Dumas, profesor en los Estudios de Derecho y Ciencia política de la Universitat Oberta de Catalunya, analiza en una interesante publicación los cambios sociales que provocaron la evolución de las herencias. Explica que durante gran parte de la historia del derecho romano, que es la raíz de los ordenamientos jurídicos contemporáneos de la mayoría de países en 2021, el principio de la libertad de testar fue intocable: "El 'pater' era libre de mencionar a un hijo y atribuirle una cuota cualquiera, por minúscula que fuese, o bien toda la herencia". Los diferentes cambios sociales (y posteriormente jurídicos) que el autor desglosa en el texto terminaron desarrollando poco a poco un "sistema de sucesión forzosa o de asignación forzosa". La 'legítima' que conocemos ahora, vamos. "En Oriente, La Ecloga isáurica (741 d.C.) también señala que los padres deben transmitir a sus hijos al menos una tercera parte de sus bienes a título de porción legítima, o la mitad si es que existen cinco o más hijos. La legislación posterior seguirá reconociendo el derecho de los hijos a una parte de la herencia".
El derecho anglosajón, por contra, no conoce la obligación de una legítima en estos términos. Según explica Miriam Anderson, Doctora en Derecho y Profesora de Derecho Civil en la Universitat de Barcelona, la Ley inglesa "no destina una cantidad proporcional del patrimonio del causante a sus parientes cercanos ni al cónyuge, sino que simplemente se contemplan las llamadas 'family provisions', por medio de las cuales la autoridad judicial, discrecionalmente, dispone a favor de los dependientes del causante la provisión de bienes suficientes para sobrevivir o, según los casos, para llevar una vida de nivel parecido a la que llevaban con anterioridad al fallecimiento del causante".
La creación (o no) de una legítima es solo un ejemplo de cómo los distintos sistemas jurídicos han ido evolucionando dando lugar a ordenamientos que permiten tomar decisiones muy diferentes sobre a quién quieres dejarle tu patrimonio. Sabiendo esto, entenderemos mejor cómo pudieron ser posibles las herencias que vienen a continuación:
El rencor de Wellington R. Burt
Este multimillonario empresario de la madera fue uno de los diez hombres más ricos de EEUU a comienzos del siglo XX. De todas las cosas que el magnate construyó a lo largo de sus 87 años de vida en Michigan, destaca una que se recuerda y se visita 100 años después: su testamento.
Menuda herencia dejó Burt. Merecedora de una foto con su cara en la palabra 'empantanar' del diccionario. Y es que, según explica un especial de 4 episodios que le ha dedicado la prensa local de Michigan al centenario documento, Wellington dejó tras su muerte en 1919 unas pequeñas asignaciones económicas a sus familiares y empleados más cercanos y puso por escrito que la inmensa mayoría de su fortuna (unos 110 millones de dólares en la actualidad que representaban 10 veces más para aquella época) se repartiría entre sus herederos 21 años después de que el último nieto vivo que él conoció falleciese. Ahí es nada.
El fallecimiento que puso en marcha la cuenta atrás sucedió en noviembre de 1989, con la muerte de Marion Lansill. A partir de ahí otras dos décadas de espera hasta que en 2010 los plazos tocaron a su fin y el 'cofre del tesoro' pudo por fin repartirse entre 12 herederos. Un siglo total de espera que no estuvo exento de reclamaciones judiciales para adelantar los plazos, rivalidad entre descendientes y herederos que terminaron considerando el dinero más una maldición que un regalo.
Me parto contigo, Charles
Charles Vince Millar era el típico amigo cachondo. El 'graciosete' del grupo. Nacido en un pequeño pueblo cerca de Toronto (Canadá) en 1854, además de divertido fue un estudiante brillante que se convirtió en un importante abogado y experto en finanzas. Un hombre no demasiado apegado al dinero que ya durante su vida se dedicó a hacer bromas de 'youtuber' como tirar billetes por la calle para ver la reacción de la gente al encontrárselo.
Es tan extraño que merecería una película sobre ello, y de hecho se hizo en el año 2002
Su dominio absoluto de las leyes y el patrimonio acumulado durante su vida (equivalente a más de 4 millones de dólares actuales) le permitió guardarse la traca final de sus bromas para el testamento. Tras su fallecimiento en 1926 (sin mujer, hijos, familiares cercanos o personas dependientes a su cargo) se hicieron públicas unas últimas voluntades muy curiosas en las que, entre otras cosas, legaba a tres amigos que se odiaban entre ellos la tenencia conjunta de por vida de una casa de vacaciones en Jamaica con la condición de que vivieran juntos en ella. Otro amigo de Millar, conocido por odiar el Ontario Jockey Club, recibiría acciones de ese equipo con la condición de que fuese socio del club al menos tres años, algo que el legatario terminó aceptando.
Pero la cláusula final de su testamento fue la más polémica, graciosa y recordada. Charles decidió que la mayoría de sus bienes se transformaran en dinero en efectivo 10 años después de su fallecimiento y se entregara a la mujer de Toronto que hubiese dado a luz a más niños en esa década. En caso de empate, el dinero se repartiría entre las ganadoras a partes iguales. A pesar de los intentos de los familiares lejanos del abogado por impugnar sus últimas voluntades, la Corte Suprema de Canadá validó el testamento y se creó 'The Great Stork Derby', el concurso en el que se decidiría la ganadora, que fueron cuatro mujeres que lograron tener 9 hijos cada una en esa década. Este último párrafo es tan extraño que bien merecería una película sobre ello, y de hecho se hizo en la televisión canadiense en el año 2002.
Matrimoniadas
La histórica sección de 'Noche de Fiesta' en la que parejas de diferentes edades hablaban o discutían metidas en la cama inspira el ambiente de las dos próximos legados. El hombre de la pareja más joven sería Jack Benny, uno de los comediantes americanos más destacados del siglo XX, que se aseguró de que, tras su fallecimiento, su viuda recibiese una rosa de su parte hasta el día en que ella muriese. Bonito quizás para la época, aunque complica un poco rehacer tu vida.
El 'Avelino' de 'Pepa y Avelino' sería en este caso el poeta alemán Heinrich Heine, que con sorna casposa legó todos sus bienes a su esposa con la única condición de que se volviera a casar “porque de esa manera habrá por lo menos un hombre que lamentará que me haya muerto”.
El comodín de la llamada
Cerramos este anecdotario con ejemplos de personas que directamente debieron pensar "mira, qué más da..." justo antes de decidir a quién dejarían en herencia su patrimonio. Como Henry Budd, un inglés decimonónico que decidió dejar todo su patrimonio a sus dos hijos con la condición de que no se dejasen nunca bigote, o Helen Dow Peck, que a mediados del siglo XX nombró heredero de más de 150.000 dólares a John Gale Forbes. ¿Quién era John Gale Forbes? Un espíritu con el que Helen afirmaba que había hablado por güija. ¿Le encontraron para entregarle el dinero? No. ¿Y quién recibió esa cantidad al final? Pues los sobrinos de carme y hueso de la señora Peck, que reclamaron, demostraron su parentesco, y tras varios años de juicios, se quedaron con el dinero.
Mucho más reciente es nuestra última historia, la de Luís Carlos de Noronha Cabral da Câmara, un aristócrata portugués en horas bajas que murió en extrañas circunstancias en 2001, cuando solo tenía 42 años. Fue previsor, porque unos años antes, en 1988, cuando solo tenía 29 años, decidió acudir a un notario en Lisboa para elegir a 70 herederos al azar de un listín telefónico. Los afortunados, tras comprobar que no se trataba ni de una estafa ni de una broma, se repartieron su casa, un piso en Lisboa de 12 habitaciones, un coche, una moto, dos escopetas de caza, una carabina y 25.000 euros.
Como si de una lista de comer mal se tratase, son ingleses y americanos los que, debido a su mayor flexibilidad legal, copan siempre los primeros puestos de este ránking de testamentos absurdos. Una lista en la que, tarde o temprano (toquemos madera), todos podremos participar.
Es verdad que, a priori, lo de las herencias no parece un tema muy viral. La burocracia previa o posterior a que alguien fallezca no se asemeja mucho al contenido que podría 'romperlo' en la próxima cuenta de Twitch que vayan a seguir masivamente los chavales. Pero ¡ay amigo!, resulta que cuando la justicia tumba un impuesto relacionado con ellas se convierte en el tema más seguido de la semana. Qué cosas.