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Roger de Flor, un héroe endemoniado
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A sangre y fuego

Roger de Flor, un héroe endemoniado

Superhombre de corazón mutilado, dispensador de muerte y dolor, mitificado por los adoradores del horror y odiado por viudas y huérfanos. Dejó de existir y muchos humanos, por primera vez en años, dejaron de tener pesadillas

Foto: Entrada de Roger de Flor en Constantinopla
Entrada de Roger de Flor en Constantinopla

“Después de todo, la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida”.

(Mario Benedetti)

El monstruoso Leviatán citado profusamente en el Génesis, durante varios miles de años, encarnó uno de los grandes temores de la humanidad, tan habituada a vivir en una incertidumbre plagada de horrores mas o menos disimulados. Este monstruo del Averno más profundo, una criatura creada por un Dios engendrado en mente humana (nada que ver con el otro, su doble, eterno e indiferente a nuestra existencia), un generoso distribuidor de caos y mal para meter en vereda a través de una especie de indescifrable terrorismo espiritual – menos mal que estamos hechos a su imagen y semejanza -, causando pavor desde las páginas del antiguo testamento.

Entre las gentes de bien que viven callada y discretamente sus vidas, ocasionalmente surgen fuerzas que nos arrebatan la paz y el precario bienestar de nuestras anónimas existencias. Este y no otro, fue el caso de un temible militar al servicio de la Corona de Aragón, que no reparaba en repartir obleas a diestro y siniestro con tal de ser respetado y temido, aunque ello supusiera sembrar los campos y ciudades de cadáveres, que ya extintos, llevaban el inequívoco mensaje y firma de uno de los más atroces guerreros del medievo. Y esto, no es un juicio ya que la guerra es un espacio carente de moral y si la hubiera, seria muy destilada.

Cuando en los albores del siglo XIV se acercaba el Renacimiento, esta especie de superhombre de corazón mutilado, dispensador de muerte y dolor, mitificado por los adoradores del horror y odiado por viudas y huérfanos, dejó de existir, muchos humanos por primera vez en años, dejaron de tener pesadillas.

Foto: Un aeroplano Lohner Pfeilflieger del Ejército español volviendo a su base en la zona de Tetuán en 1913 (Wikimedia)

Dependiendo aquello que se eleve a los altares de la mitología, se pueden convertir en referencia ética valores merecidos y ajustados a unos mínimos de humanidad y, por ende pedagógicos o por el contrario; hacer referentes con los retazos de un muestrario de despropósitos.

Hijo de un cetrero al servicio del emperador Federico II Hohenstaufen que, simultaneaba este impronunciable apellido con sus atribuciones como gobernante de Sicilia (el que en el Edicto de Salerno creó la división del trabajo entre farmacéuticos y médicos), tras la muerte de su padre en la batalla de Tagliacozzo, allá por el año del Señor de 1268, la familia de Roger de Flor perdería todos sus bienes como botín de guerra. Para sobrevivir con justeza les quedaría la dote de la madre, que duró lo que el introito de un canto gregoriano.

En Brindisi, al sur de la costa adriática italiana, conoció a un templario que pilotaba una de las naves de la Orden y que, con el consentimiento de la madre del chiquillo, se ocuparía de él. Así, aprendería el arte de la navegación, y más tarde cuando entró en la Orden del Temple en 1285, le adjudicarían la gestión de una Coca catalana de notables dimensiones, ligeramente artillada, poco veloz, pero de gran resistencia al proceloso mar y que iba a ser una mina para el espigado joven. Ya dueño de su destino, el chaval se hizo con una ruta entre el Levante mediterráneo y los puertos de la costa sureste de lo que hoy es Italia.

"Tras ofrecer sus servicios a aristócratas de medio pelo y reyes de andar por casa, este elemento de la naturaleza se puso en manos de la Corona de Aragón"

Especializado en el transporte de peregrinos, pegó el pelotazo de su vida al sustraer a la muerte en San Juan de Acre (hoy cerca de Haifa en Israel) a más de un centenar de ellos, cuando la ciudad estaba a punto de rendición al sultán de Egipto. Esto ocurría en el año 1291 en medio del caos de la evacuación de la fortaleza que daba protección al abigarrado barrio de pescadores. La desesperación de la gente que evacuaba fue la lotería para Roger de Flor. Nunca jamás volvió a la pobreza.

Tras medrar por el Mediterráneo en busca de un horizonte adecuado a sus bolsillos, ofrecer sus servicios a aristócratas de medio pelo y reyes de andar por casa, este elemento de la naturaleza se puso en manos de la Corona de Aragón que a la sazón controlaba Sicilia y unos cuantos cientos de miles de kilómetros allende la península. Y ahí, es cuando su nombre cobra fama y sus hazañas se tiñen de rojo.

Cuando en 1302 se produce la paz de Caltabellotta y los Anjou vuelven de donde nunca tenían que haber salido, las tropas desmovilizadas se quedaron en un peligroso limbo habida cuenta de que muchas de ellas eran mercenarias. Entonces, este falso mito lleno de negras costuras, expulsado de la Orden del Temple por prácticas ajenas al rígido código de honor de estos monjes soldado, pensó que sería interesante repartir estopa por los pagos de oriente, y dicho y hecho.

Foto: Estatuas de reyes aborígenes en la Plaza de la Candelaria de Tenerife (Fuente: iStock)

El Imperio bizantino no estaba en la plenitud de forma que tuvo en la época dorada de Justiniano y su hábil mujer, Teodora; por ello, Roger de Flor en representación de la Corona de Aragón le propuso al emperador Andrónico que estaba como de capa caída, una prometedora join venture. Los turcos se estaban apoderando de Anatolia así al tran tran como quien no quiere la cosa y el Imperio bizantino retrocedía en todos los frentes. Se necesitaba gente de guerra con un curriculum que impresionara y los Almogávares - la columna vertebral de esas fuerzas -, eran los soldados mejor preparados de su tiempo. A pesar de que se habían constituido como la Gran Compañía Catalana, eran aragoneses – sobre todo la infantería -, sub pirenaicos muy entrenados originalmente en la caza menor y mayor, que con el tiempo se harían un master en bípedos.

A partir de ahí, el futuro se dio de la siguiente manera.

Tras formar un ejército con más de 6.000 caballeros e infantes, gentes de baronía, condes y todos los que tuvieran equinos y acémilas varias, procedentes en su mayoría de los Condados de Osona y Barcelona, catalanes todos ellos con cierto peso económico para mantenerse hasta que llegara la hora de los saqueos, se dirigieron hacia Constantinopla seguidos por la temible infantería Almogávar entrenada durante años en las tierras meridionales de la península itálica (Apulia, Calabria, Sicilia, etc. ). El peso en la estructura militar de la Gran Compañía Catalana lo llevaban en lo estrictamente operativo los almogávares, que eran sin duda las mejores tropas de choque de la época. Cerca de unas cuarenta naves salieron de Sicilia aproando el Bósforo.

"Aquel imponente entramado militar tenía su talón de Aquiles en la indisciplina"

Aquel ejército tan marcial en su presentación en Constantinopla, impactó enormemente a la población local que ya veía a los turcos apostados en la parte asiática, correr en dirección contraria. Pero aquel imponente entramado militar tenía su talón de Aquiles en la indisciplina. Roger de Flor y su logista Muntaner, nunca tuvieron una autoridad digna de tal nombre sobre aquella turbamulta que una vez en Asia Menor, se dedicó, además de igualar hombros permanentemente al pillaje, socavando así el prestigió de aquella hueste imbatible.

Con este panorama, el caballero valenciano Ferran Eiximenis de Arenós, capitán de una de las compañías almogávares, se quiso desmarcar de los atropellos a la población civil, que, según sus criterios y el más mínimo sentido común, eran impropias de un ejército que se preciara de tal nombre. Por ello, discutió con Roger de Flor y de mutuo acuerdo se separaron. Esto, obviamente mermó de manera sustancial la fuerza en cuestión con sus consiguientes repercusiones.

En los primeros compases de la ofensiva contra los turcos, todo fue sobre ruedas. A partir de las primeras lunas del mes de abril de 1304 y con la incorporación de Bernat de Rocafort y sus más de 1200 caballeros almogávares provenientes de Sicilia, las derrotas de los otomanos se sucedían como la Teoría del Dominó.

placeholder Guerrero Almogávar (Fuente: Wikimedia)
Guerrero Almogávar (Fuente: Wikimedia)

Por aquel entonces, había llegado al puerto de Mádytos, al este de la actual Tesalónica, en la zona que hoy podríamos llamar europea, una nueva compañía almogávar que venía a sumar un millar de infantes y tres centenares de caballeros. Roger de Flor a la sazón ya había ascendido a la categoría administrativa de cesar, la tercera de la jerarquía en el Imperio Bizantino. La incorporación de los refuerzos provocó cierta desazón en las arcas de Andrónico que tuvo que deshacer riqueza propia y gravar con impuestos especiales a la población. El malestar hizo su aparición colándose sutilmente como el agua cuando horada la roca.

Dentro de la urdimbre estratégica, Andrónico pensó que las Compañías Catalanas y sus varios millares de entrenados infantes y caballeros, podrían estar detrás de una idea de más calado, tal que podría ser la toma de Constantinopla por la puerta de atrás. En la coctelera conspiratoria pareciera que estaban dos reyes (el de Sicilia, y el de Valencia más indeciso) y un tapado de la Casa de Anjou.

Pero la sombra no vendría apoyada en esos argumentos.

En un acto puramente diplomático y de cortesía, Roger de Flor quiso despedirse antes de volver a Asia Menor a zurrar a los turcos, del Basileo (especie de primer ministro) Miguel IX Paleólogo co-emperador junto con su padre Andrónico. El taimado gobernante emboscó a las tropas almogávares en la ciudad de Adrianópolis y junto con su guardia de seguridad alana, causó una matanza indiscriminada entre las huestes de Roger de Flor, sus caballeros y la practica totalidad de la Gran Compañía Catalana del Reino de Aragón, calculándose en más de un millar los muertos en combate en las callejuelas de la ciudad, un medio que estos excelentes soldados no dominaban.

"Fue un fugado de algún extraño infierno no localizado en los mapas de la mente humana, pero su audacia fue siempre incontestable"

Pero no hay causa sin efecto. En la batalla de Apros, en el verano de 1305, la fragmentada Compañía dirigida por Berenguer de Entença y Bernat de Rocafort, inició la famosa “Venganza Catalana”, una forma de devastación desconocida en el “arte “de la guerra. Durante años y para vengar la muerte a traición de su jefe; se arrasó, esclavizó, saqueó y mató a todo lo que generara la más mínima sospecha de oposición a aquella famosa horda aragonesa. Miguel IX Paleólogo lamentaría aquella trágica decisión pues su influencia, tierras, tributarios y prestigio, jamás se recuperarían.

Tras aquel apogeo de la barbarie y de llegar a las murallas de Constantinopla para rematar la faena- algo que solo pudo superar Mehmet II en el año 1453-, fundaron dos estados que pasarían a la Corona de Aragón; el de Atenas y el de Neopatria.

Tanto el cronista Ramón Muntaner como la famosa novela medieval de Tirant lo Blanc, inspiradas en este soldado endemoniado, dicen de Roger de Flor, que fue un fugado de algún extraño infierno no localizado en los mapas de la mente humana o de coordenadas dentro de su comprensión, pero su audacia fue siempre incontestable y su lealtad a Andrónico inapelable. Por el camino quedaron miles de viudas y huérfanos; el precio de la guerra.

“Después de todo, la muerte es sólo un síntoma de que hubo vida”.

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