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El triángulo de amor 'atómico' de Idaho: ¿qué ocurrió en el primer accidente nuclear de la historia?
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UNA HISTORIA BÉLICO-AMOROSA

El triángulo de amor 'atómico' de Idaho: ¿qué ocurrió en el primer accidente nuclear de la historia?

Hasta ahora, la versión oficial de los hechos sostenía uno de los empleados detonó el núcleo de la planta por venganza contra un compañero. ¿Qué ocurrió en realidad?

Foto: Imagen de archivo del reactor nuclear SL-1 al ser desmantelado. (Wikipedia)
Imagen de archivo del reactor nuclear SL-1 al ser desmantelado. (Wikipedia)

3 de enero de 1961. Un reactor nuclear en algún páramo desértico del amplio Idaho, en Estados Unidos. Jack Byrnes (22 años), Richard McKinley (26) y Seabee Richard Legg (26). Estos son los tres protagonistas de una historia de amor como pocas, pues tuvo consecuencias fatales. No todo el mundo a quien le han roto el corazón tiene en sus manos el poder de detonar una gran bomba nuclear. Los grandes avances de la humanidad fueron alcanzados, en parte, por una fuerte voluntad racional; sin embargo, otra gran parte fue debido al lado más pasional del ser humano. Al igual sucede con los desastres. Y aquella noche de comienzos de los 60, en Idaho, un despecho amoroso pareció ser el detonante de una de las mayores bombas armamentísticas de la historia.

Hay que tener en cuenta que este desastre nuclear ocurrió con mucha anterioridad a otros mucho más conocidos, y no por ello quiere decir que fuera menos peligroso o insignificante. Lo más llamativo es que a día de hoy nadie sabe qué ocurrió con exactitud en aquella planta nuclear (la SL-1) localizado en algún ignoro y solitario punto del desierto de Lost River. Hasta ahora.

"Todo fue una cortina de humo. Nunca se reconoció que la varilla del reactor estuviera atascada y que los trabajadores intentaron sacarla"

Por el momento, la versión oficial apuntaba a que estos tres hombres, Byrnes, McKinley y Legg frecuentaban lugares poco recomendables hasta altas horas de la madrugada y durante sus ratos libres. El conflicto se centraba entre Byrnes y Legg, siendo McKinley la persona que estaba en medio cuando ocurrió el desastre. Los dos hombres, tal y como explica 'The New York Post' en un interesante reportaje, eran rivales que permanentemente se hacían la vida imposible, hasta el punto de que uno de ellos (Legg) le había comunicado a la esposa del otro (Byrnes) que este le había sido infiel con una prostituta. Aunque no fuera cierto, en la localidad eran conocidos por asistir a espectáculos de 'strippers', por lo que la broma resultó de lo más convincente.

¿Despecho amoroso o fallo de construcción?

Entonces, aquella tarde de enero, la esposa de Brynes telefoneó a su marido para pedirle el divorcio. En un arrebato, el operario levantó la barra de control del núcleo, la cual pesaba nada más ni nada menos que 38 kilos. Según un informe de seguridad de la época de la Comisión de Energía Atómica, el hecho se interpretó como "un acto de autosabotaje y rabia asesina" contra uno de los otros dos hombres que formaban parte de "un triángulo amoroso", dándose a entender a la esfera pública de que la Legg se estaba acostando con la esposa de Byrnes y por eso corrió a pedirle el divorcio. A ninguno de los dos pareció importarle que McKinley estuviera con ellos, el único testigo mudo de todo lo que ocurrió esa tarde invernal en el reactor.

Foto: Fuente: iStock

Pero ahora diversos analistas de seguridad nuclear de Estados Unidos e investigadores de la Comisión de Energía Atómica sospechan de que esta fuera la historia verdadera, apostando por la hipótesis de que no influyó la mano humana ni el despecho amoroso en el desastre, sino que fue el propio reactor, que por fallos en el diseño acabó estallando por sí solo. "Todo fue una cortina de humo", asegura Tami Thactcher, ex analista de seguridad del Laboratorio Nacional de Idaho (INL), al diario neoyorkino. "Nunca se reconoció que la varilla del reactor estuviera atascada y que los trabajadores intentaron sacarla. Hasta el día de hoy el INL ha mantenido la teoría de que fue un factor humano el que desencadenó la explosión".

Lo más llamativo es que el ejército ha anunciado su intención de volver a reactivar los reactores nucleares pequeños y reubicarlos en Idaho, lo que ha indignado, como es lógico, a los lugareños y vecinos. En realidad, toda la zona cuenta con una gran historia nuclear a sus espaldas; no en vano la localidad más próxima a la planta se llama Atomic City, separada a unos pocos kilómetros de Arco, que ostenta el récord de haber sido la primera ciudad iluminada por energía atómica durante una hora.

Víctimas, que no culpables

Según Thatcher, ninguno de los tres personajes fallecidos en la explosión tenía la culpa de lo ocurrido, sino que fueron víctimas de un accidente laboral. "Los miembros del ejército sabían que las barras de control se solían atascar y dar problemas, y que tal vez Byrnes tuvo que usar mucha fuerza para desatascarla", comenta. En caso de que hubiera hecho un esfuerzo menor y la barra solo se hubiera salido diez centímetros menos, no habría que haber lamentado el desastre. El error del empleado inició una reacción de combustible de uranio que hizo que las temperaturas en el interior alcanzaran los 2.000 grados, rompiendo el tanque de agua del núcleo.

Los tres murieron en el acto por la explosión, a excepción de la esposa de McKinley (que curiosamente era la única cónyuge que no tenía nada que ver en la historia), a la que trasladaron en ambulancia. Los cuerpos de los hombres contenían tal índice de radioactividad que algunos de sus órganos tuvieron que ser enterrados con otros restos de la planta nuclear. El resto de su cuerpo se cedió a sus familiares en ataúdes de plomo y hormigón.

3 de enero de 1961. Un reactor nuclear en algún páramo desértico del amplio Idaho, en Estados Unidos. Jack Byrnes (22 años), Richard McKinley (26) y Seabee Richard Legg (26). Estos son los tres protagonistas de una historia de amor como pocas, pues tuvo consecuencias fatales. No todo el mundo a quien le han roto el corazón tiene en sus manos el poder de detonar una gran bomba nuclear. Los grandes avances de la humanidad fueron alcanzados, en parte, por una fuerte voluntad racional; sin embargo, otra gran parte fue debido al lado más pasional del ser humano. Al igual sucede con los desastres. Y aquella noche de comienzos de los 60, en Idaho, un despecho amoroso pareció ser el detonante de una de las mayores bombas armamentísticas de la historia.

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