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Goddard no era un loco: los descubrimientos que nadie creyó... y eran ciertos
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Goddard no era un loco: los descubrimientos que nadie creyó... y eran ciertos

Los que nos precedieron no tuvieron las cosas fáciles y tuvieron que luchar contra el ostracismo quizá por estar demasiado adelantados a su tiempo

Foto: Galileo Galilei en la Inquisición. (iStock)
Galileo Galilei en la Inquisición. (iStock)

Solo hay algo peor que estar equivocado: no estarlo y que nadie te crea. Para bien o para mal, nosotros hemos llegado al mundo con muchas ideas claras y pocas incertidumbres, pero los que nos precedieron no tuvieron las cosas tan fáciles y algunos tuvieron que luchar contra el ostracismo y las burlas de sus congéneres quizá por estar demasiado adelantados a su tiempo.

Porque sí, hubo un tiempo en el que se creía que el Sol giraba alrededor de la Tierra (al fin y al cabo hoy algunos creen que la Tierra es plana), que lavarse las manos en realidad no era tan necesario o que jamás podríamos pisar la Luna. Cosas de humanos, quizá.

La condena de Galileo

En 1663 se produjo en Roma el famosísimo proceso contra Galileo Galilei (con el cual, contrariamente a lo que algunos creen, ni murió ni se le torturó, simplemente fue condenado a arresto domiciliario para el resto de su vida). Las diferencias 'artísticas' entre Iglesia y el propio Galileo radicaron en que el segundo defendía el método científico, basado en la observación y la experimentación.

Jamás consiguió convencer a la Iglesia en vida y la teoría heliocéntrica tendría que esperar mucho tiempo para vencer finalmente a la geocéntrica.

El italiano diseñó un telescopio, y después observó las estrellas, midió el movimiento de Mercurio, Venus, Marte, Júpiter (y sus lunas) y Saturno, vio las montañas en la Luna y las rotaciones elípticas (que no redondas), y llegó a la conclusión de que Copérnico siempre había tenido razón y eran la Biblia y Aristóteles los equivocados.

La Tierra gira alrededor del Sol, que muestra su magnificencia con los demás planetas del Sistema Solar bailando en torno a él, y no al revés. Dio igual. Jamás consiguió convencer a la Iglesia en vida y la teoría heliocéntrica tendría que esperar mucho tiempo para vencer finalmente a la geocéntrica.

El médico que tenía razón

La primera persona en percatarse de que existía una relación entre la poca higiene de los médicos y las muertes de pacientes fue el doctor húngaro Ignaz Semmelweis. Con tan solo 28 años trabajaba como asistente en la primera clínica ginecológica de Viena y, durante esa época comenzó a darse cuenta de que muchas embarazadas sanas que daban a luz morían poco después de fiebre puerperal (una infección que aparece después del parto).

placeholder Ignaz Semmelweis. El padre del lavado de manos.
Ignaz Semmelweis. El padre del lavado de manos.

Llegó entonces a la conclusión certera de que muchos médicos y enfermeros que tenían que transportar cadáveres o hacer autopsias después asistían a los partos. En 1847 instó a los médicos que se lavaran con una solución de cloro antes y después de atender a sus pacientes, y descubrió que con estas medidas, las muertes disminuyeron.

Lo sorprendente de todo esto fue que, a pesar de su insistencia porque la comunidad médica optara por incrementar las medidas de higiene, los médicos en general no querían cambiar sus costumbres y se opusieron, pues creían que las enfermedades se transmitían por los malos olores en el aire. Semmelweis fue defenestrado y condenado al ostracismo, y murió con 47 años en una clínica psiquiátrica sin haber presenciado ningún cambio en las conductas de los médicos.

Medidas (y comidas) desesperadas

Quizá suena raro, pero en los años 70 la gente creía que la úlcera estomacal la probaba el estrés. Por supuesto, era impensable imaginar que pudiera provocarla una bacteria, dado que el ácido estomacal (parece) demasiado potente como para que pueda sobrevivir en ella. Sin embargo, los australianos Robin Warren y Barry J. Marshall descubrieron la Helicobacter pylori, que cambiaba las cosas.

En 1984, con tan solo 33 años, se tragó 20 milímetros de un líquido que contenía un cultivo de esta bacteria para demostrar su teoría

Esta bacteria puede vivir en el estómago, causa gastritis y no solo eso, también la mayoría de las úlceras gastroduodenales. ¿El punto positivo? Si la úlcera la causaba una bacteria, podía curarse con antibiótico. ¿El negativo? Nadie les creyó. Marshall decidió llevar a cabo una medida desesperada: en 1984, con tan solo 33 años, se tragó 20 milímetros de un líquido que contenía un cultivo de esta bacteria para demostrar su teoría.

La comprobó, por supuesto, pues una semana más tarde con síntomas de gastritis la biopsia reveló infección causada por la bacteria. Probablemente mereció la pena, porque tiempo después (en 2005 concretamente), los dos médicos recibieron el Premio Nobel de Medicina.

Nadie creyó a Goddard

Al ingeniero estadounidense Robert Goddard se le atribuye la creación del primer cohete de combustible líquido. Desde niño estuvo obsesionado con viajar al espacio, y de hecho en los años 20 publicó el libro 'Un método para alcanzar altitudes extremas', en el que compartía sus ideas para crear un cohete que pudiese llegar hasta el espacio exterior y también la Luna.

'The New York Times' le dedicó un titular, a cuenta de su libro, en el que se burlaba de él, lo tachaba de loco y señalaba que tenía menos conocimiento que un niño

Hoy en día es considerado un clásico para la ciencia del siglo XX, pero en su día no tuvo mucho éxito. En vida, Goddard recibió muy poco apoyo para investigar sus ideas y en 1920 'The New York Times' le dedicó un titular, a cuenta de su libro, en el que se burlaba de él, lo tachaba de loco y señalaba que tenía menos conocimiento que un niño. Goddard aguantó el chaparrón y falleció en 1945, por lo que jamás llegó a saber que sus ideas no solo eran probables, sino posibles.

Solo hay algo peor que estar equivocado: no estarlo y que nadie te crea. Para bien o para mal, nosotros hemos llegado al mundo con muchas ideas claras y pocas incertidumbres, pero los que nos precedieron no tuvieron las cosas tan fáciles y algunos tuvieron que luchar contra el ostracismo y las burlas de sus congéneres quizá por estar demasiado adelantados a su tiempo.

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