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Por qué las personas comparten teorías de la conspiración cuando saben que son falsas
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Por qué las personas comparten teorías de la conspiración cuando saben que son falsas

Lo lógico sería pensar que los que las propagan creen firmemente en su veracidad, pero los estudios dicen otra cosa. Y tiene peligro

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En tiempos convulsos, teorías de la conspiración a tutiplén. Si antes de la pandemia la gente ya era proclive a creer que Finlandia no existe o que la Tierra es plana, con la llegada del coronavirus las cosas se pusieron mucho más feas: el 5G era el culpable, la enfermedad podía curarse haciendo vahos a determinada temperatura o beber lejía era una estupenda idea para combatir la enfermedad, (¿cuándo no lo es?).

Hemos aclarado en el pasado que no todos aquellos que creen en las conspiraciones son, obligatoriamente, hombres de 50 años con un sombrero de papel de plata. De hecho, parece cada vez más claro que la creencia en las teorías de la conspiración es parte de la psicología humana y parecen estar ampliamente vinculadas a la aprensión y el pensamiento mágico. También sirven para generar la pertenencia al grupo, pues a menudo culpamos a los políticos de los malos acontecimientos, afianzando así los lazos con nuestro hipotético grupo y generando antagonismo hacia otro.

La gente a menudo está dispuesta a compartir teorías de la conspiración aún sabiendo que son falsas para conseguir reconocimiento en redes

Por otro lado, las redes sociales también han contribuido a que estos comportamientos se afiancen y a que la gente comparta bulos o noticias poco claras sin pararse a pensar si realmente son verídicas. Los medios de comunicación también entran dentro de esta maquinaria, donde la inmediatez prima sobre la veracidad. Sea como fuere, la propagación de teorías de la conspiración no está exenta de peligro y limita nuestra capacidad para hacer frente a muchas crisis, como ha demostrado el hecho de que muchas personas hayan elegido libremente no vacunarse de coronavirus, pese a que eso evita que se pueda combatir el virus de manera eficaz.

Lo más sorprendente es que, contrariamente a lo que pudiera imaginarse (es decir, lo lógico sería que la gente compartiese información sobre teorías de la conspiración porque realmente cree en dicha información), parece que la investigación apunta algo bien diferente. Según un artículo publicado en 'Psychology Today' que ha tratado de dar respuesta a esta incógnita, parece que la gente a menudo está dispuesta a compartir teorías de la conspiración aún sabiendo que son falsas. "De hecho, encontramos que el 40 por ciento de los participantes admitieron que estarían dispuestos a compartir teorías de conspiración que saben que son falsas", explican. "Lo hacen porque se preocupan por transmitir información que aumentará su interacción social, independientemente de si es falsa o no. Descubrimos que cuando las recompensas sociales (es decir, los 'me gusta') eran altas, muchas personas estaban dispuestas a compartir información falsa".

¿Qué parece más interesante, una noticia sobre la muerte de Diana u otra sobre cómo la Familia Real Británica conspiró para asesinarla? Las teorías de la conspiración son más atractivas

Las teorías de conspiración, en comparación con las noticias, desencadenan una mayor excitación emocional. Esto hace que sean particularmente atractivas para generar interacción social. Un ejemplo claro: ¿qué parece más interesante, una noticia sobre la muerte de Diana u otra sobre cómo la Familia Real Británica conspiró para asesinarla?

En la investigación también estudiaron cuáles eran las noticias falsas y las reales que más se compartieron. En cuanto a las primeras, las más comunes son:

  • El alunizaje fue falso
  • Noticias sobre OVNIS en el Área 51
  • El COVID-19 es un arma biológica diseñada

¿Y las noticias reales que más se comparten?

  • Las relacionadas con el ataque al Capitolio
  • El calentamiento global
  • La violencia por motivos raciales

En definitiva, de manera anticipativa para conseguir mayor atención por parte de su entorno, algunas personas pueden optar por compartir publicaciones que saben que son falsas. El problema es que, al compartir información errónea, pueden cambiar tanto sus creencias como las de los demás.

En tiempos convulsos, teorías de la conspiración a tutiplén. Si antes de la pandemia la gente ya era proclive a creer que Finlandia no existe o que la Tierra es plana, con la llegada del coronavirus las cosas se pusieron mucho más feas: el 5G era el culpable, la enfermedad podía curarse haciendo vahos a determinada temperatura o beber lejía era una estupenda idea para combatir la enfermedad, (¿cuándo no lo es?).

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