Es noticia
¿El acid-house ahora es de derechas?
  1. Alma, Corazón, Vida
FREEDOM TO DANCE

¿El acid-house ahora es de derechas?

Un prestigioso periodista musical advierte de que grupos conservadores, antisemitas y negacionistas están infiltrándose en las protestas de Reino Unido por el cierre de los clubs nocturnos

Foto: Una de las manifestaciones en el centro de Londres con el logo del acid-house. (Reuters)
Una de las manifestaciones en el centro de Londres con el logo del acid-house. (Reuters)

El sector cultural, y más concretamente el musical y aquel que tiene que ver con la organización de eventos, ha sido uno de los más perjudicados desde que comenzara la crisis sanitaria. Las graves pérdidas económicas que han provocado las restricciones costará mucho recuperarlas. Sus clientes, una población joven europea que antes de la pandemia era fácilmente una de las más hedonistas del mundo, han sido objeto de sospecha por parte de las autoridades. A lo largo de estos meses, raro es el día en el que no hemos recibido noticias de una nueva fiesta ilegal suspendida, tanto en interiores como al aire libre.

Esta parada brusca de la actividad de ocio nocturno ha provocado mucho hartazgo entre organizadores de eventos, dueños de locales y el público asiduo a discotecas, festivales o fiestas al aire libre. Tanto es así que, al calor de esta indignación, han surgido distintos movimientos para pedir el cese relativo o total de las restricciones. Uno de los más fuertes en la escena internacional y europea es el de Reino Unido. A fin de cuentas, es la cuna de una de las corrientes estéticas, musicales y sociales más fuertes de las últimas décadas: el acid-house y las raves, surgidas en los años 80 como respuesta a las políticas neoliberales de Margaret Thatcher, la Dama de Hierro.

"Las personas del espectro antisistema de la música techno ahora están marchando al lado de la extrema derecha por el deseo de terminar con las restricciones"

Por aquel entonces, los jóvenes británicos encontraron una vía de escape a la precariedad laboral que generaron sus políticas urbanas y económicas. Thatcher estaba obsesionada con inculcar a la sociedad valores radicalmente individualistas que luego sirvieron a su vez como guía e inspiración a sucesivos partidos políticos de corte conservador y neoliberal en el resto del mundo. "¿Qué es la sociedad? No existe tal cosa, solo individuos, hombres y mujeres", recalcaba en una entrevista histórica de 1987. Ante esta tesitura socioeconómica, la juventud se organizó para practicar el colectivismo pacifista de una forma única hasta el momento.

El único precedente similar fue el movimiento hippie de Estados Unidos, el cual abogaba por la vida en comunidad, habitar los márgenes y explorar tanto física como mentalmente (mediante el uso de drogas) mundos desconocidos. De ahí que a la escena del acid-house también se la conociera por el sobrenombre de Segundo Verano del Amor. Todo comenzó cuando masas de gente empezaron a reunirse en locales (como el Shoom o el The Haçienda regentado por Peter Hook, bajista de Joy Division y New Order) para tomar éxtasis y bailar el ritmo de música electrónica emanada directamente del sintetizador Roland TB-303. Uno de los datos más curiosos es que durante ese período los índices de violencia 'hooligan' cayeron en picado. Como respuesta a las duras políticas de la Dama de Hierro, los jóvenes encontraron un refugio nocturno en el que poder comunicarse de tú a tú sin tampoco motivaciones políticas concretas, más allá de compartir valores de fraternidad universal, igualdad, libertad sexual y hedonismo.

La advertencia de Heath

Mucho ha pasado desde entonces. Harold Heath, autor británico de varios libros sobre música electrónica, a la par que DJ y profesor, publicó recientemente un artículo en la revista musical '5Mag' en el que se hacía eco de las últimas manifestaciones acaecidas en Reino Unido con motivo de las restricciones impuestas a los clubes nocturnos y la persecución a las fiestas de techno. Su texto es una advertencia a los sectores culturales y musicales de que asociaciones y miembros de la derecha más conservadora, de corte también negacionista, están infiltrándose directa o indirectamente en esta serie de movilizaciones civiles, ocurridas a finales de agosto, que en un primer momento estaban convocadas para protestar por la mala gestión de la pandemia del gobierno británico y exigir alternativas a las duras restricciones que los clubs y artistas del espectáculo han tenido que soportar hasta ahora.

Están manchando la historia de la cultura techno en Reino Unido "con sus relatos anticientíficos, su defensa del individualismo y su facilidad para fusionarse con el antisemitismo"

De algún modo, Heath compara el movimiento que está habiendo en las principales ciudades con la escena del acid-house de los años 80, ya que en el pasado también se aprobaron leyes férreas para acabar con las fiestas celebradas en polígonos y en clubs con el objetivo de reprimir toda esa ola de comunidades alternativas. Además, puede existir otro paralelismo con aquellos años, ya que por aquel entonces la población joven de Reino Unido vivía en un pesimismo generalizado ante el futuro al estancarse los sueños y aspiraciones de muchos jóvenes que no encontraban un lugar en la sociedad neoliberal; no en vano, también surge el movimiento punk con su famoso lema: "NO FUTURE". De la misma forma, los jóvenes de ahora viven atrapados entre dos crisis económicas, a lo que se ha sumado la exigencia de reducir las interacciones sociales en los clásicos puntos de encuentro para divertirse: los clubs. Antes, al menos uno podía olvidarse de sus problemas y entregarse a una noche de desenfreno con amigos y desconocidos. Ahora, esos mismos jóvenes británicos se encuentran ahogados por las restricciones y los problemas materiales, físicos y mentales que ha dejado tras de sí la pandemia.

Sin embargo, cuando el acid-house construía ambientes inclusivos en los que había un espíritu de hermandad entre seres de distintas razas, ahora algunos de los promotores de estas fiestas y protestas cuentan con sospechosos discursos e imaginería que rezuman ideas antisemitas, negacionistas o antivacunas. "Las personas del espectro antisistema de la música 'dance' ahora están marchando al lado de la extrema derecha, unidas por su deseo de terminar con las restricciones", avisa Heath. "Se encuentran aliados con gente y grupos cuyas opiniones son la antítesis de los valores del acid-house".

Una "tragedia cultural"

"El techno de Reino Unido siempre ha tenido la tradición de oponerse al 'status quo': raves ilegales, ecologismo, sustancias ilícitas, quedarse despierto todo el fin de semana para estar lo suficientemente cansado y no ir el lunes a trabajar...", prosigue el productor. "El problema es que el sentimiento antigubernamental que existe en muchos sectores de la música dance de Reino Unido está siendo apropiado por otros movimientos".

Los orígenes de la música electrónica están más asociados al fascismo de los futuristas y a la guerra que al espíritu de comunidad y solidaridad entre pueblos, como el acid-house

La organización que aglutina a todos ellos se llama SOS ("Save Our Scene"), equivalente en España a Alerta Roja, aunque la británica no se reduce a representar al mundo del espectáculo y de los eventos, sino que pretende llegar a ser el pilar de fundación de un nuevo orden social que anule las restricciones impuestas y expulse al gobierno. Bien es cierto que la crisis sanitaria en Reino Unido ha servido para que ciertos sectores gubernamentales y empresariales se enriquezcan, como también reconoce Heath, por lo que a la indignación por la mala gestión (no olvidemos que Johnson era inicialmente partidario de no tomar medidas, lo que produjo un elevado número de muertes entre la población) también se le une el enfado por la corrupción política. Entre los promotores de dicha organización, por ejemplo, se encuentra Stand Up X, una asociación que según Heath presume de ser conspiranoica y negacionista (creen que el 5G y Bill Gates están detrás de la pandemia). Además, la estética de su logo en cruz y los colores escogidos no inducen a pensar que sean muy de izquierdas, sino al contrario: recuerdan a la estética nazi.

Heath también cita a la organización E202, la cual sigue de cerca las teorías de la 'plandemia' y acoge en su seno a uno de los más populares defensores de las creencias conspiranoicas en la esfera anglosajona, David Icke, que en los medios de comunicación británicos y estadounidenses se ha distinguido por haber realizado en alguna ocasión declaraciones antisemitas que negaban el Holocausto. Todo ello, para el productor de música electrónica, es "una tragedia cultural menor que el hecho de que la carita sonriente del acid-house haya sido utilizada como logo de estos grupos antivacunas y anti-restricciones", lo cual le duele, pues "con sus relatos contra la ciencia, su defensa del individualismo sobre la comunidad y su facilidad para fusionarse con ideas antisemitas", están manchando la historia de la cultura techno en Reino Unido, siempre abierta y tolerante.

El sentido de colectivo en un mundo pandémico

Evidentemente, si clicamos en los enlaces de estas organizaciones, a simple vista solo se trata de movimientos que legítimamente quieren protestar por la gestión de la pandemia, las élites mundiales y financieras, la supresión de libertades y derechos civiles... Asuntos que pueden parecer muy nobles. Sin embargo, en una lectura más profunda, lo que Heath quiere poner de manifiesto es un hecho que daría para otro largo debate: si no enfrentamos juntos la pandemia y asumimos medidas que no nos gustan pero que son necesarias para acabar con el virus, la crisis sanitaria continuará dejando más muertes, alargándose en el tiempo y agravando sus consecuencias.

Foto: Andrew Doyle

Los ideales comunitarios del acid-house chocan con el excesivo individualismo de alguna parte de la sociedad británica y su cerrazón intelectual ante el auge de los bulos y las campañas de desinformación. Otros asuntos más polémicos, como la instauración del pase sanitario como requisito para acceder a espacios públicos, también entran dentro de la protesta de grupos tanto a derecha como a izquierda del arco político, pero sin duda lo que está claro es que si no existe confianza en la ciencia (después de tantos avances conseguidos de manera universal y cooperativa) o en los sistemas de salud públicos, no podremos salir nunca de esta, lo que remite a gozar de una gran conciencia social colectiva y no al desprecio por las normas simplemente por miedo, desconocimiento o porque son incómodas de cumplir.

Techno, fascismo y lo que está por venir

Cabe apuntar la ambigüedad ideológica del que se considera el mayor impulsor de la música electrónica: el futurista Luigi Russolo, quien puede considerarse como uno de los primeros artistas en componer música con máquinas eléctricas. De hecho, escribió un libro titulado 'El arte de los ruidos' en el que abogaba por el establecimiento de una corriente musical maquinal y ruidosa, de ahí que muchos le vean como el antecedente más antiguo del arte sonoro que va desde la concepción fenomenológica de "objeto sonoro" de Pierre Schaffer hasta las vanguardias de hoy en día. Russolo quería deshumanizar la música y liberarla de todo refinamiento académico o interpretativo, pues creó una familia de instrumentos musicales, los intonarumori, con los cuales pretendía reproducir el ruido urbano de tranvías y motores de combustión. Se dice que incluso llegó a ofrecer un espectáculo del que muchos salieron huyendo.

"La música electrónica, en su faceta más abierta, experimental y conceptualmente ambiciosa, es la banda de sonido ideal para una mentalidad liberadora antifascista"

Russolo estaba muy emparentado con las ideas de los futuristas italianos. Con su 'Manifiesto Futurista', Marinetti dibujó un mundo violento, hosco, varonil, temerario y terrible, plagado de imaginería bélica, destrucción y ruido. Así, el fascismo de Mussolini que estaba por venir se apropió de estas ideas o las tomó de influencia, agregándoles el componente nacionalista. Por tanto, y contra todo pronóstico, los orígenes de la música electrónica están más asociados al enfrentamiento violento, a la guerra y al culto individual, que al espíritu de comunidad y solidaridad entre pueblos, como es el caso del acid-house.

"La música electrónica se ha visto asociada por sus supuestas connotaciones fascistas", escribe David Stubbs, periodista musical norteamericano, en 'Sonidos de Marte. Una historia de la música electrónica' (Caja Negra, 2019). "Luigi Russolo, autor del manifiesto fundacional de la música electrónica, ruidista y futurista, era, efectivamente, un fascista. Sin embargo, la música electrónica, en su faceta más abierta, experimental, conceptualmente ambiciosa y paradigmática, es la banda de sonido ideal para una mentalidad liberadora antifascista, una fuerza capaz de liberar al género y la raza de los dogmas de la tierra sombría, que ofrece alternativas imaginarias a cualquier tipo de anquilosamiento, ortodoxia o prejuicio opresivo, que demodula las señales y los imperativos con que somos bombardeados a diario y que buscan influenciar sutilmente nuestro comportamiento en la guerra en curso entre nosotros y los poderes existentes, cada vez más elusivos, más abstractos".

Foto: "Vivimos en una ciudad que solo conoce el precio del ladrillo y ha olvidado el valor de las personas".  (Reuters)

Quédemonos, pues, con estas palabras de Stubbs. La apropiación cultural no deja de ser la herramienta con la que una persona o un colectivo puede hacerse con el trasfondo de un producto cultural concreto bajo distintos objetivos, ya sean particulares o políticos. Lo que antes era de un color, hoy es de otro. No obstante, las raves de acid-house en Reino Unido, por mucho que cambien las cosas, siempre estarán asociadas a la oposición popular al neoliberalismo de Margaret Thatcher por mucho que pasen los años. Y si ahora un grupo de conservadores negacionistas intentan sacar provecho de su imagen y preceptos, tan solo será anecdótico, pero no por ello menos preocupante como para apartar la mirada.

El sector cultural, y más concretamente el musical y aquel que tiene que ver con la organización de eventos, ha sido uno de los más perjudicados desde que comenzara la crisis sanitaria. Las graves pérdidas económicas que han provocado las restricciones costará mucho recuperarlas. Sus clientes, una población joven europea que antes de la pandemia era fácilmente una de las más hedonistas del mundo, han sido objeto de sospecha por parte de las autoridades. A lo largo de estos meses, raro es el día en el que no hemos recibido noticias de una nueva fiesta ilegal suspendida, tanto en interiores como al aire libre.

Social Margaret Thatcher Precariedad Reino Unido Neoliberalismo Internacional
El redactor recomienda