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Carencias, miedos e inseguridades: por qué ser acumulador no siempre es malo
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Impulsividad no es compulsividad

Carencias, miedos e inseguridades: por qué ser acumulador no siempre es malo

La compra impulsiva no es siempre un sinónimo de patología, o de serlo, es una patología del sistema: carencias, miedos o inseguridades están, a veces, detrás de la acumulación

Foto: Fuente: iStock
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A nadie se le habrá olvidado la imagen que dejaron los días previos al confinamiento en marzo de 2020. Un fin de semana bastó para que, sin entender mucho, la gente vaciara los supermercados. Los estantes completamente vacíos parecían el prólogo de lo que vendría: las calles enteras vacías. Es conocido que en situaciones de emergencia la comida enlatada es una gran aliada ante la imposibilidad de poder salir a menudo (de salir en general) a comprar alimentos. Sin embargo, durante aquel primer mes no solo se agotaron las latas.

En cualquier pasillo, en cualquier supermercado, prácticamente todo quedó desierto: productos de despensa, congelados, también productos frescos como carne, pescado, verduras y frutas, pero también objetos, cualquier cosa era buena para echar en la cesta, aunque no se tuviera claro para qué. Eso sí, el papel higiénico fue sin duda el protagonista de aquel desconcierto ante la pandemia. Paquetes y paquetes de varios rollos podía llevar una sola persona en su carro de la compra, y la gracia inicial que produjo dio paso a la tentativa generalizada. Si fuiste una de esas tantas personas, no tienes que tener remordimiento.

Foto: Un hombre con la bolsa de la compra y el inevitable papel higiénico. (EFE)

Tu impulso tiene un sentido científico (psicológico) más lógico de lo que crees. La neurocientífica Shirley M. Mueller lo escribe así en Psychology Today: “las aglomeraciones en supermercados para hacer acopio de víveres ante la crisis del coronavirus responden a un comportamiento ‘impulsivo’ de la población con el que se trata de ‘compensar’ algunas ‘carencias, miedos o inseguridades’, mediante la adquisición de lo que ‘creemos que podemos necesitar en un futuro’”. Cuando el Gobierno anunció el Estado de Alarma y su respectivo confinamiento absoluto (un anuncio que no llegó solo en España), era la primera vez que mucha gente escuchaba aquellas palabras, lo que iba a ir ocurriendo era un misterio colectivo de silencio, dolor, fallecimientos masivos y ningún contacto con el exterior. El miedo era un sentiemiento normal y evidente, y con él, el comportamiento tiene sus propias maneras de ser.

El efecto de la bola de nieve

Muelles asegura que “el fenómeno de estas compras impulsivas crece por efecto de la bola de nieve, y si los ciudadanos van a hacer la compra semanal y se encuentran el supermercado casi vacío, entra el miedo a que si volvemos mañana o en unos días la situación pueda ser peor, y acabamos comprando más de la cuenta para protegernos lo que podemos de esa situación indeseable”. Es por ello que la compra impulsiva no es siempre un sinónimo de patología. No es lo mismo un comportamiento compulsivo que impulsivo.

Para esta científica profesora de la Universidad de Indiana, en Estados Unidos, es importante saber diferenciar todo ello cuando se habla de acumulación. Porque el problema no está siempre en quienes comienzan a hacerlo sino en la situación que les ha llevado a ello. La inflación o la escasez no son consecuencias sino síntomas de un sistema que pone sobre las cuerdas del desconcierto a millones e personas.

Ante una concepción del mundo que la política ha instaurado acelerada, a la sociedad solo le queda la autoprotección, algo que “está integrado en nuestra biología”, asegura Muelles, que recoge que se trata de un aspecto moldeado con la historia; “Nuestra actual capacidad de toma de decisiones ha evolucionado durante millones de años, influenciada por múltiples factores reunidos a lo largo del camino. Por ejemplo, uno es nuestro humor en el momento en que tomamos la decisión. Si nos sentimos bien, podríamos tomar una decisión concreta, pero si nos sentimos mal, podría ser otra. La ansiedad, la incertidumbre y el miedo también influyen en el alcance de dicha decisión”.

Hechos para potregernos

Es decir, la incertidumbre ante la cantidad disponible de cada recurso en el futuro altera nuestro proceso para tomar decisiones con respecto a nuestro uso de los mismos. Especialmente la inseguridad con respecto a un recurso necesario, la cual es alimentada por el miedo y conduce al miedo, en una espiral mental que nos carga de papel higiénico nuestros carros de compra.

Cambiar nuestros hábitos de consumo hacia otros más saludables para el planeta y, así, para nosotros mismos, es imprescindible, pero demonizar y bromear con un comportamiento que atiende a una situación de insostenibilidad pone el foco en quienes recaen las consecuencias de esta última, que es la población y no las empresas que explotan y manejan esos recursos. Como recuerda Muelles: “Los seres humanos estamos hechos para protegernos a nosotros mismos. Mantener un tanque lleno de gasolina durante la escasez o comprar comida en exceso cuando más adelante podría subir de precio son solo dos de las formas en que lo hacemos. Estamos acumulando, no de una manera general, sino específica”.

A nadie se le habrá olvidado la imagen que dejaron los días previos al confinamiento en marzo de 2020. Un fin de semana bastó para que, sin entender mucho, la gente vaciara los supermercados. Los estantes completamente vacíos parecían el prólogo de lo que vendría: las calles enteras vacías. Es conocido que en situaciones de emergencia la comida enlatada es una gran aliada ante la imposibilidad de poder salir a menudo (de salir en general) a comprar alimentos. Sin embargo, durante aquel primer mes no solo se agotaron las latas.

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