Buscando el árbol con mi nombre que el Ayuntamiento de Madrid plantó hace 30 años
A principios de los 90, Madrid llevó a cabo una propuesta del Partido Radical Italiano plantando un árbol por cada niño nacido. Yo también tenía uno y así he tratado de encontrarlo
Si el dicho es cierto y para sentir que hemos vivido de manera plena en este mundo tenemos que escribir un libro, tener un hijo y plantar un árbol, los madrileños nacidos a principios de los 90 tenemos al menos un 'tic' en la lista. Con la precariedad, lo de los hijos mejor lo dejamos para otro día, y el libro va en función de las cualidades literarias de cada uno, pero muchos 'millennials' madrileños podemos enorgullecernos de tener algo en común: un árbol y una placa con nuestro nombre en la ciudad.
En realidad, la curiosa idea duró más bien poco, por puros problemas logísticos. A día de hoy, todavía pueden encontrarse en la capital placas con el nombre y la fecha de nacimiento de alguno de los niños que en los primeros años de los 90 tuvieron la suerte de venir al mundo en la ciudad de la que pongamos que hablaba Antonio Flores. La idea fue concebida por el Partido Radical Italiano y propuesta ante el Parlamento Europeo, y Madrid fue la primera en llevarla a la práctica junto con Jerusalén, gracias al empeño del entonces alcalde Agustín Rodríguez Sahagún y de Esperanza Aguirre, que era concejal de Medio Ambiente.
La idea de plantar un árbol por cada vida fue concebida por el Partido Radical Italiano y propuesta al Parlamento Europeo. Madrid fue la primera ciudad en llevarla a cabo
Según un artículo publicado en 'El País' en el año 92, la idea que en un principio parecía bella y poética, puesta en práctica no convenció mucho. A muchos comerciantes les desagradaban las ramas que tapaban los locales e incluso echaban cal por la noche a los nuevos árboles. Hubo errores de cálculo: cada año nacen 22.000 madrileños aproximadamente y el Ayuntamiento, por una cuestión de plantas y calles, solo tenía espacio para plantar 11.000. En mayo de 1992, Esperanza Aguirre determinó que los árboles se plantarían en parques y se enviaría una carta a cada padre para que fuera a recoger un madroño al Retiro, preguntándoles si podría haber algún sitio en su barrio donde colocar el árbol y la placa. Según Francisco Herrera, de Izquierda Unida, la campaña fracasó por dejadez del Ayuntamiento.
Yo nací en 1991, por lo que mis padres no fueron a recoger ningún madroño al Retiro, sino que recibí una carta firmada por José María Álvarez del Manzano (que era alcalde por aquel entonces) en la que se me informaba de que, como el resto de nacidos en esa época, contaba con mi propio árbol en algún lugar de la ciudad. Como los niños suelen tener un fuerte apego a la propiedad privada, aquello de tener un árbol que solo me perteneciese a mí y llevara mi nombre me parecía genial. Sin embargo, otro de los problemas logísticos de la idea era que no sabía muy bien dónde se encontraba. En lugar de plantarse por proximidad, a un niño vallecano podía tocarle su árbol en, por ejemplo, Suances, y a un niño de Suances en Cuatro Caminos. Así que fueron pasando los años y aunque seguí leyendo las placas por Madrid, incansablemente, y me topé incluso con la de algunos conocidos, nunca encontré la mía.
Hubo errores de cálculo: cada año nacen unos 22.000 madrileños y el Ayuntamiento solo tenía espacio para plantar 11.000 madroños
Decía Proust que los caminos y los paseos son tan fugitivos como los años, pero se olvidaba de los árboles con una placa y un nombre en Madrid. Con el paso del tiempo, por culpa del vandalismo, la lluvia y otros fenómenos atmosféricos, muchos de los nombres de las placas fueron borrándose y a día de hoy todavía pueden encontrarse por las calles, con las inscripciones que tiempo atrás fueron escritas totalmente desaparecidas, siendo puros vestigios arqueológicos de momentos mejores. Como es lógico, perdí toda esperanza de encontrar algún día a mi árbol, un Cadillac solitario en Madrid, sucumbido al abandono. Si con cinco años nunca me topé con él, parece difícil que lo haga ahora con 30, cuando la mayoría de las inscripciones se han borrado.
Hasta que hace relativamente poco caminaba cerca de Prosperidad y me encontré con una hilera de ellos con las placas en perfecto estado. Volví a acordarme de la propuesta de Sahagún y Aguirre, y me pregunté si los dueños los habrían visitado alguna vez o incluso sabrían de su existencia. Tenía que haber algún registro en el Ayuntamiento de los nacidos durante esos años y de sus correspondientes árboles.
Aquí comienza la epopeya de dimensiones hercúleas. Me paso una semana llamando y enviando mails al Ayuntamiento e incluso a la Empresa Municipal de Vivienda y Suelo, para saber si hay alguien en el área de Urbanismo que pueda resolverme la cuestión de si existe un registro sobre estos árboles de los 90 (y si se puede acceder al mismo por tema protección de datos). Cuando por fin localizo a alguien de Urbanismo, me comenta que para ese tema específico tendría que hablar con Medio Ambiente, pues es el área que lleva el registro de los árboles de la ciudad.
Medio Ambiente debería tener el registro de los árboles, pues es el área que se encarga de ello, pero por temas de digitalización y de paso del tiempo se han perdido esos datos
Finalmente, un jueves por la mañana, consigo hablar con Medio Ambiente, pues por una serie de catastróficas desdichas, mala suerte y móviles rotos no hemos podido contactar con anterioridad. "Seguimos buscando para ver si podemos encontrar algo, pero en principio te digo que no hay un registro como tal", me explican. "Ten en cuenta que la gente que llevó a cabo esa propuesta se ha jubilado y que en esos tiempos era diferente, porque no había digitalización, es casi otra época". Le digo que, aunque sea por cabezonería, me gustaría saber dónde se encuentra mi árbol (si es que está aún en pie y no se lo llevó la Filomena). "Ya, es un tema muy bonito, si sabemos más te contactaremos, puedes estar segura, pero mejor que no tengas muchas esperanzas. Siempre puedes plantar tu propio árbol". La sugerencia está ahí.
En mi cabeza, acababa esta noticia yendo a (*inserte nombre del barrio donde plantaron mi árbol*) para ver si seguía ahí, esperándome, una suerte de árbol del conocimiento madrileño sometido al abandono, perdido y solo. Por cosas de la digitalización, no podrá ser. Quizá la Filomena acabó con él, quizá por problemas de logística jamás se plantó, o quizá algún comerciante molesto porque las ramas iban a taparle el local se acercó una noche de principios de los 90 y echó cal para que no naciera. Quién sabe, son muchas las variables. Si es verdad que en Jerusalén también se llevó a cabo una iniciativa parecida, es posible que otra persona esté buscando el registro en estos momentos, quizá con mejor resultado.
Si es verdad que en Jerusalén también se llevó a cabo la iniciativa, es posible que otra persona esté buscando el registro en estos momentos, quizá con mejor resultado
En marzo, recibí una nota de prensa de una web de visitas guiadas que decía lo siguiente: "¡Enhorabuena! Hemos sembrado y te regalamos un árbol marcado con tu nombre en la selva Amazónica. Los indígenas de la comunidad de Tayazu junto con Saving The Amazon han colaborado en la plantación de un árbol en el Gran Resguardo Indigena del Vaupés, Colombia". Por lo menos, si no tengo un árbol en Madrid lo tengo en la selva Amazónica, así que puedo seguir con el 'tic' de las tres cosas fundamentales marcado. Pero lo de la búsqueda del árbol en el Resguardo Indigena del Vaupés, Colombia, lo dejo para otro artículo.
Como el Ayuntamiento de la capital no tiene un registro de esos árboles que siguen en pie, repartidos por la ciudad, desde El Confidencial hemos pensado que podrían ser los propios ciudadanos de Madrid los que colaborasen para llevar a cabo ese registro inexistente, por si hay personas como yo, que todavía siguen en busca de su árbol perdido. Si conoces alguna calle de la ciudad en la que siga habiendo árboles con el cartel de un niño recién nacido hace 30 años, puedes contárnoslo a continuación.
Si el dicho es cierto y para sentir que hemos vivido de manera plena en este mundo tenemos que escribir un libro, tener un hijo y plantar un árbol, los madrileños nacidos a principios de los 90 tenemos al menos un 'tic' en la lista. Con la precariedad, lo de los hijos mejor lo dejamos para otro día, y el libro va en función de las cualidades literarias de cada uno, pero muchos 'millennials' madrileños podemos enorgullecernos de tener algo en común: un árbol y una placa con nuestro nombre en la ciudad.
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