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Deja de hacer el ridículo en la oficina: protocolo para evitar momentos incómodos
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Lucha contra el bochorno

Deja de hacer el ridículo en la oficina: protocolo para evitar momentos incómodos

El ámbito laboral es una fuerte inagotable de situaciones embarazosas que no sabemos muy bien cómo resolver. Varios expertos nos ayudan a evitarlas

Foto: Los actores Steve Carrell y Rainn Wilson en la serie 'The Office'
Los actores Steve Carrell y Rainn Wilson en la serie 'The Office'

El ridículo es un lenguaje universal. Si un señor de Suecia se tropieza por la calle y se cae en un charco, una uruguaya o un uzbeko van a reconocer al instante el bochorno. No hacen falta palabras. Alguien podría decir "ay, pues también es bonito que sea algo que todos compartamos, ¿no?". Pues no, oiga. Es una faena. Ya podría haber otro lenguaje universal que no fuera ese y que si me caigo por la calle los uruguayos no se enteraran de nada.

Pero seamos positivos: la mayoría de las situaciones en las que uno hace el ridículo no tienen ninguna importancia. Por un lado están los momentos en los que el hecho incómodo sucede delante de desconocidos: si alguien saluda por la calle a otra persona y respondes pensando que se refería a ti queda el consuelo de que no vas a volver a verles en tu vida. Existe justo el caso opuesto, que tampoco es muy grave: cuando provocas vergüenza ajena rodeado de familiares y amigos que te conocen mucho. No te preocupes. Si te has pasado de ponche en una boda, vas bailando con señoras que no conoces y saludando dos veces al mismo, tus seres queridos sabrán perdonártelo al día siguiente.

Hoy hablamos del ridículo en un entorno intermedio: el laboral. Un lugar en el que pasas las suficientes horas como para que todo el mundo sepa quién eres, pero sin la confianza propia de la amistad o la familia. Un lugar jerarquizado en el que las formas son importantes. Un sitio en el que te pagan dinero por estar. Terreno pantanoso.

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Para minimizar las opciones de tener situaciones incómodas en la oficina es importante tener, además de sentido común, unas ciertas nociones de protocolo.

Antes de los posibles momentos bochornosos, hablemos del saludo básico. Los expertos consultados creen que con un "buenos días" acompañado de una sonrisa, aunque sea a través de la mascarilla, es suficiente, pero hacen varias puntualizaciones: Carlos Fuente, Director Instituto de Protocolo ISEMCO, considera importante no elevar demasiado el tono de voz, tratar de molestar lo menos posible a la persona que está trabajando y solo iniciar una conversación algo más larga tras el saludo si la respuesta al mismo la favorece. Juan Francisco Gutiérrez Martínez, Tutor de la formación Online de la Escuela Internacional de Protocolo de Granada y Event Mannager de Novum Consultig, cree que hay que renunciar a cualquier contacto físico en ese saludo mientras dure la pandemia y que es interesante diferenciar entre el saludo de lunes, en el que se puede preguntar qué tal ha ido el descanso, y el resto de días, en el que valdría con ese breve saludo sin entrar excesivamente rápido en materia laboral. Por su parte Diana Rubio, Doctora en comunicación, Directora de IMEP y autora del libro 'Protocolo para Millennials', recuerda que no es lo mismo saludar a un compañero que a un cliente o proveedor, en cuyo caso "la cortesía y la formalidad (que no debe confundirse con el peloteo) deben primar, porque esa primera impresión habla de la empresa a la que representamos".

¿Qué pasa si nos volvemos a encontrar por la oficina durante el día a alguien que ya hemos saludado? ¿Deberíamos volver a hacerlo? Los tres expertos están de acuerdo: no hay que volver a saludar en sucesivos encuentros, un gesto con la mirada es suficiente.

"No debemos subir a un ascensor ocupado. Siempre será la decisión más correcta esperar que entrar con una persona"

El lugar más incómodo y propenso a momentos ridículos para los saludos es el baño de la oficina. Son encuentros muy fugaces con gente a quien conoces, pero con quien puedes no tener demasiada confianza. Si saludas puedes invadir la intimidad propia de todo un urinario, pero si no lo haces puedes parecer antipático. Sí, quizás no es el mayor dilema al que nos enfrentemos en nuestra vida, pero todos sabemos que vas a seguir leyendo a ver qué opinan los expertos. Carlos Fuentes sí es partidario de un breve saludo y no trataría de evitarlo si creemos que la otra persona no nos ha visto. El profesor Juan Francisco Guitérrez Martínez afirma que con un simple "hola" es suficiente y Diana Rubio opina que "la sonrisa nos sirve como gesto de saludo en esos momentos".

Foto: Monedas de 25 pesetas. (iStock)

La pandemia también está generando situaciones incómodas nuevas en el entorno laboral. Muchos lugares, como los ascensores, han visto restringido su aforo por el coronavirus. Se plantea el dilema por el cual si entro en un ascensor en el que ya hay un compañero puede sentirse incómodo porque prefiere subir o bajar solo, pero si me quedo fuera esperando por respeto puedo resultar distante o borde. ¿Qué debemos hacer? Diana Rubio considera que "la salud propia y de nuestras familias deben primar. Hay que tratar con naturalidad ese momento en el que decir al compañero que esperas al siguiente". En la misma línea, el profesor Gutiérrez Martínez asegura que "la norma es que no debemos subir a un ascensor ocupado. Siempre será la decisión más correcta esperar que entrar con una persona". Por contra, Carlos Fuente defiende que "si las medidas Covid en función al tamaño del ascensor permite subir o bajar a más de una persona, debe entrar en el mismo. Nada está haciendo mal, por lo que tendrá que ser el otro quien haya de aceptar la situación. Valdrá con tomar las distancias exigidas y nada más".

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Las salas de reuniones también tienen sus recomendaciones. Existen muchos matices (el tipo de mesa, de reunión o de lugar), pero para evitar la vergüenza de sentarte en el sitio asignado al director de la empresa es importante esperar a que los organizadores tomen asiento primero, saber que el anfitrión suele sentarse en el lado opuesto a la puerta, que los lados más cercanos a la cabecera de la reunión suelen ser para los superiores que pudiesen acudir a ella y que cuanta más participación activa vayas a tener en ese encuentro más cerca deberías sentarte de esa cabecera. En cuanto al trato con los superiores en esos y en otros momentos del día, puede darse el caso de no entender algo sencillo que tu jefe te esté explicando. En ese caso Carlos recomienda que "no reacciones bruscamente, sino con toda educación decirle alguna frase que recomponga la situación. Si el superior lo hace con desprecio o con malos modos no hay mejor respuesta que una frase educada". Juan Francisco opina que en esos casos es importante dejar que termine de hablar para consultar la parte que no ha sido entendida: "Para poder hablar con respeto es importante escuchar con atención".

En resumen: "A la oficina se va a trabajar", como afirma Juan Francisco Gutiérrez, que explica también que por ello "hay que pausar nuestro yo. No podemos pretender ser los mejores amigos, ni tampoco ser personas de trato distanciado. Hay un equilibrio muy importante que no debe romperse. Nos debe importar la información que nos haya sido aportada (tipo de vida de nuestro compañero, ocio, problemas personales...), pero nunca debemos indagar, juzgar, aconsejar con arrogancia. La educación está en el buen trato y disposición, no en la intromisión, y ser buen compañero es tan importante para los demás como para uno mismo". Carlos Fuente, por su parte, decide concentrar su consejo final en solo cuatro palabras: educación, amabilidad, naturalidad y empatía.

La suma de tu sentido común, de tu experiencia laboral y de todos estas sugerencias de expertos en protocolo deberían evitar buena parte de las situaciones embarazosas de tu oficina. Por si acaso, aquí dejamos un último consejo: si crees que no vas a saber controlarte en la cena de empresa, mejor quédate en casa.

El ridículo es un lenguaje universal. Si un señor de Suecia se tropieza por la calle y se cae en un charco, una uruguaya o un uzbeko van a reconocer al instante el bochorno. No hacen falta palabras. Alguien podría decir "ay, pues también es bonito que sea algo que todos compartamos, ¿no?". Pues no, oiga. Es una faena. Ya podría haber otro lenguaje universal que no fuera ese y que si me caigo por la calle los uruguayos no se enteraran de nada.

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