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Tabaco y reducción de daños: el objetivo de España es estar libre de humos en 2030
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Tabaco y reducción de daños: el objetivo de España es estar libre de humos en 2030

La estrategia conocida como 'reducción del daño por tabaquismo', que ya se aplica en otros países, empieza a ser discutida también en nuestro país

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En la lucha contra el tabaquismo, diversos países han emprendido una estrategia integral que va un paso más allá de las medidas tradicionales: además de trabajar para evitar que los jóvenes comiencen a fumar (políticas de prevención) y de instar a los fumadores a que abandonen el hábito (políticas de cesación), han incorporado otra estrategia conocida como la tercera vía. Se trata de la reducción de daños, mediante la cual se busca que aquellas personas que se ven incapaces de vencer su adicción a la nicotina tengan una herramienta para, al menos, evitar los estragos que el consumo de tabaco causa en su organismo.

De forma muy simplificada, se trata de buscar el mal menor. La idea es la siguiente: según la OMS, el humo que se genera tras la combustión del tabaco produce en torno a 7.000 sustancias, muchas de ellas tóxicas y/o carcinogénicas para el fumador activo y los fumadores pasivos. Hablamos principalmente de cuatro grupos: alquitranes, monóxido de carbono, tóxicos y nicotina. Mientras esta última es la principal responsable de la dependencia que sufre el fumador, los otros compuestos lo son de las patologías que provoca la combustión. Así, detrás de muchos cánceres están los alquitranes; detrás de la EPOC y de otras patologías respiratorias encontramos sustancias tóxicas como el cianuro de hidrógeno, el amoniaco o la acetona, y tras los problemas vasculares, el monóxido de carbono.

Con esta idea en mente, la estrategia de reducción de daños se apoya en intentar conseguir que quienes fuman (y, por tanto, están dañando gravemente a su organismo) y no consiguen, o no quieren dejarlo, consuman nicotina de una manera algo menos nociva.

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“Si pienso en mis pacientes fumadores, lo que veo es cáncer. Y ese cáncer no es fruto de la nicotina, sino de la combustión del tabaco”, explica el doctor Fernando Fernández Bueno, cirujano oncológico del Hospital Gómez Ulla. Es el portavoz de la Plataforma para la Reducción de Daños por Tabaquismo, una iniciativa formada por médicos, catedráticos, sanitarios y científicos independientes con la que se pretende abrir un espacio para la discusión científica “que redunde en beneficio de los enfermos. Porque, al final, nos encontramos con que, por más que se hagan campañas y se dicten normas, no logramos reducir las cifras de tabaquismo ni de sus enfermedades asociadas”, apunta el doctor Fernández Bueno.

Diez millones de fumadores

Ciertamente, las cifras no terminan de acompañar. No cabe duda de que España está luchando con fuerza para erradicar el tabaquismo; aun así, sigue presentando una de las más altas tasas de Europa, como vemos en la última encuesta EDADES, de 2019 (datos referentes a 2017) que elabora el Ministerio de Sanidad, y que indica que en España un 34% de la población de entre 15 y 64 años fuma a diario. Eso suponen 10,5 millones de personas.

Los distintos gobiernos han introducido leyes para el control del tabaquismo y han incrementado notablemente el precio del tabaco, pero “aun así, la tasa de tabaquismo se encuentra prácticamente en los mismos niveles que hace 20 años”, expone Fernández Bueno. Hasta ahora, las políticas antitabaco en España se han centrado en dos vías:

  • Prevención: ha sido una de las principales líneas de actuación y, para ello, se han llevado a cabo numerosas campañas orientadas fundamentalmente hacia los más jóvenes, que son el grupo más vulnerable. No obstante, la edad media de inicio está en torno a los 16,6 años.
  • Cesación: con el fin de conseguir que quienes ya son fumadores abandonen el hábito, desde las instituciones públicas se están apoyando y financiando campañas de concienciación sobre los efectos dañinos de fumar. Asimismo, se están subvencionando dos fármacos de cesación tabáquica.

Según la última encuesta EDADES, el 67% de los fumadores se ha planteado alguna vez dejar de fumar; de ellos, el 66% lo ha intentado. Hay estudios que sugieren que, sin ayuda, solo lo consigue un porcentaje inferior al 4%. “En España, se estima que 4,5 millones de fumadores han intentado dejar el hábito y no lo han logrado. Si con las políticas de prevención y cesación no se logra disminuir el problema, habrá que incorporar nuevas armas”, añade el cirujano oncológico del Hospital Gómez Ulla.

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Foto: Unsplash.

Por eso se habla de una tercera vía que, combinada con las anteriores, ofrezca “alternativas a personas que han fracasado con todos los tratamientos disponibles o ya han desarrollado enfermedades asociadas al tabaquismo y, aun así, siguen sin poder dejar de fumar”, apunta el doctor.

Esta tercera vía, según se expone en el Libro Blanco de la Reducción de Daños por Tabaquismo, se apoya en “los productos que administran nicotina con o sin tabaco, pero cuyo uso no implica combustión y, por consiguiente, no suponen la inhalación de humo (cigarrillos electrónicos, tabaco oral, tabaco calentado y terapias de sustitución de nicotina)”. Se trata de productos diseñados para sustituir al cigarrillo o a otros productos de combustión y “reducir los efectos altamente tóxicos que estos generan, ya que no es la propia nicotina la que los provoca sino el humo generado por la combustión y, en concreto, la gran cantidad de sustancias tóxicas que el fumador inhala a través del humo”, apunta el libro blanco.

Sin embargo, el Ministerio de Sanidad rechaza esta vía de manera frontal. En su 'Informe sobre los cigarrillos electrónicos', presentado en 2020, el Gobierno concluye, como otra parte de la sociedad médica, que estos dispositivos no son seguros para el consumidor, que su eficacia como ayuda para dejar de fumar no ha quedado demostrada y recomienda “equiparar la prohibición del consumo y de la publicidad, promoción y patrocinio de los productos susceptibles de liberación de nicotina a la de productos del tabaco”.

El debate está abierto porque los firmantes del Libro Blanco están convencidos de que esta es alternativa es viable.“En realidad, todos buscamos lo mismo. Todos pensamos en la salud. No estamos diciendo que el cigarrillo electrónico sea inocuo; lo que decimos es que causa muchos menos daños que la combustión del tabaco”, apunta Fernández Bueno, que explica que la reducción de daños se ha aplicado desde hace décadas en distintos contextos de políticas públicas. “Se intenta reducir el monóxido de carbono de los coches, el carbón de las calderas, se obliga al uso del cinturón de seguridad… Pero no se hace en lo que respecta al daño provocado por el tabaquismo”.

El ejemplo extranjero

Distintos países han aceptado combinar las medidas de prevención y de cesación con herramientas de reducción del daño para que aquellos fumadores que no han logrado dejar de fumar puedan pasarse a productos sin combustión.

  • Reino Unido: 2030 es la fecha que se ha marcado Gran Bretaña para convertirse en un país libre de humo. Para ello, además de continuar apoyando las políticas de cesación y prevención, ha decidido apostar también por la reducción de daños. Se trata de una apuesta basada en la evidencia científica que proporcionaban tanto su Agencia de Salud Pública como un informe del Real Colegio de Médicos de Reino Unido. Los datos obtenidos hasta el momento son positivos: la prevalencia ha pasado, en 10 años, del 33% al 14,4%. De cara a ese 2030 sin humos, se han impulsado campañas de concienciación en las que se explican las distintas herramientas disponibles para dejar de fumar, entre las que se encuentra el cigarrillo electrónico, medicamentos por prescripción y terapias de reemplazamiento de nicotina (chicles, parches…).
  • Francia: está siguiendo el ejemplo de Reino Unido y alentando la reducción de las regulaciones sobre productos de vapeo. El Consejo Económico, Social y Ambiental del Gobierno francés ha elaborado un informe en el que apunta que el cigarrillo electrónico ha tenido un papel clave en la caída de las tasas de tabaquismo. Asimismo, desde 2015 la Academia Nacional de Medicina de Francia apoya el uso de cigarrillos electrónicos. Incluso el Ministerio de Sanidad ha avalado una campaña de información web bajo el lema ‘Elijo el cigarrillo electrónico’.
  • Estados Unidos: para avanzar en la lucha contra el tabaquismo, la FDA entiende que es necesario que haya alternativas a los cigarrillos que conlleven un menor riesgo, incluyendo en estas alternativas a los productos sin combustión. En este sentido, la FDA ha llegado a considerar como "apropiado para la protección de la salud pública el primer producto de tabaco calentado".
  • Islandia: el Gobierno islandés ha sido el primero del mundo que ha adoptado una ley específica sobre los cigarrillos electrónicos, con la idea de impulsar los productos de vapeo frente al tabaco de combustión.
  • Nueva Zelanda: allí se reconoce que los productos de vapeo son instrumentos legítimos y eficaces para dejar de fumar. De hecho, desde octubre de 2019 se venden también en las farmacias. En sus campañas, el ministerio de Salud señala que, aun cuando el vapeo no es inofensivo, es mucho menos perjudicial que el tabaco tradicional.

Desde la visión de la plataforma española que quiere impulsar la reducción de daños, se trata de fomentar con seriedad este debate, dar a conocer los estudios y la evidencia científica con un objetivo en mente: “España libre de humos en 2030. Nuestra propuesta es que se incorpore al arsenal terapéutico como ayuda para dejar de fumar o para reducir los efectos devastadores que tiene la combustión del tabaco. Es decir, que se combine con las estrategias de prevención y de cesación y que pueda estar administrado por un profesional sanitario. Tenemos a pacientes que han intentado mil veces dejar de fumar con todos los medios a su alcance. ¿Por qué no probar esto y, al menos, evitarles un cáncer, un infarto o una EPOC?”, concluye Fernández Bueno.

En la lucha contra el tabaquismo, diversos países han emprendido una estrategia integral que va un paso más allá de las medidas tradicionales: además de trabajar para evitar que los jóvenes comiencen a fumar (políticas de prevención) y de instar a los fumadores a que abandonen el hábito (políticas de cesación), han incorporado otra estrategia conocida como la tercera vía. Se trata de la reducción de daños, mediante la cual se busca que aquellas personas que se ven incapaces de vencer su adicción a la nicotina tengan una herramienta para, al menos, evitar los estragos que el consumo de tabaco causa en su organismo.

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