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El cielo o la hoguera: cómo la historia ha separado a magos buenos y malos
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De Imhotep a Simón

El cielo o la hoguera: cómo la historia ha separado a magos buenos y malos

En otro tiempo, la magia cubría el espacio que a día de hoy ocupa la religión y la ciencia. ¿Cómo se produjo este cambio de paradigma y su progresiva desaparición?

Foto: 'La resurrección de Lázaro', de Francesco Pittoni. (1710) Todo un milagro del mago más famoso de todos los tiempos.
'La resurrección de Lázaro', de Francesco Pittoni. (1710) Todo un milagro del mago más famoso de todos los tiempos.

Cuando nos viene a la mente la palabra 'magia', generalmente pensamos en cosas inexplicables. Muchos habrán pensado en un grupo de niños y adolescentes abriendo puertas y cerrojos sin usar las manos, agitando varitas en el aire y volando con escobas. Otros habrán imaginado chamanes perdidos en las selvas más profundas del planeta, brujas y hechiceros de tierras imaginarias realizando conjuros, ilusionistas de hace siglos o especialistas en juegos de manos. Pero lo cierto es que cuando hablamos de magia, pocas veces vamos al origen de la palabra y al avance histórico que ha tenido su significado con el paso de los siglos. Y mucho menos nos cuestionamos por qué, tanto en el mundo de la fantasía como en el de nuestros antepasados, hay una distinción entre magos buenos y magos malos, entre aquellos que realizaban 'magia negra' y aquellos otros que siempre o casi siempre se enfrentaban a la aguda tarea de salvar al mundo gracias a sus poderes mágicos en pos del bien.

'Magīa' es la palabra latina que deriva del griego 'mageía', y que por aquel entonces servía para designar a todo aquello que parece sobrenatural. También existía el término 'magike', salido de la unión de 'téchnē' y 'mageía' para describir el arte de producir efectos inverosímiles. Pero la raíz originaria de la palabra proviene del persa, en concreto del vocablo 'maguš', que servía para denominar a ciertos magos de la antigüedad dedicados a la adivinación, los rituales o educando a los príncipes que pronto ascenderían al trono, como explica el historiador holandés Jan N. Bremmer, especialista en teología y religiones antiguas. Seguro que el lector recuerda la figura de Merlín en la mitología inglesa; como veremos más adelante, hubo un tiempo en el que magia y conocimiento (ciencia, medicina...) estaban tan unidos que eran inseparables.

"En la cultura occidental, la magia se define como oposición a la religión y a la ciencia, pero los tres conceptos tienen sus raíces en el colonialismo"

Fue Herodoto, el famoso historiador griego, uno de los primeros en hablar de los magos persas y su afición por interpretar los sueños, descifrar el firmamento o realizar sacrificios. Tal vez fuera el primero en usar la palabra griega 'magos' tal y como la conocemos ahora. Posteriormente fue Sófocles quien utiliza este mismo término en su obra 'Edipo rey', cuando el propio Edipo regaña al vidente Tiresias por conspirar para derrocarlo, tal y como cuenta Shaily Patel, experta internacional en historia de las religiones, en un artículo publicado en 'Alternet'.

Medicina y magia en el Antiguo Egipto

Pero hubo una época, mucho más atrás en el tiempo, en la que la magia era considerada medicina y viceversa. En el Antiguo Egipto, 'heka' era una palabra que se usaba para nombrar a "las fuerzas divinas que estaban detrás de todos los seres y objetos que formaban parte de su entorno natural", como explica el egiptólogo e historiador español Nacho Ares en otro artículo. Precisamente, usaban amuletos bajo la superstición de que les pudiera proteger o beneficiar de todo aquello que no entendían, como la propia enfermedad o las temidas plagas. De ahí que magia y medicina estuvieran tan unidas.

Foto: Foto de archivo: Ministerio de Antigüedades egipcias.

Imhotep, uno de los eruditos más notables del Antiguo Egipto, fue uno de los primeros magos, y por ende médicos de la historia. "La leyenda relata que Imhotep fue instruido en sus ciencias y en su magia por un ibis, el pájaro sagrado que los antiguos egipcios identificaban con el dios de la sabiduría, Thot", prosigue Ares. Al parecer, el sabio se percató de que era el único pájaro que volaba alejado del resto del grupo. "Tras analizar sus excrementos se dio cuenta de que el animal estaba enfermo. La forma que tuvo de sanar fue de lo más sencillo: simplemente bebió agua del Nilo". De esta forma, el erudito empezó a experimentar con el agua añadiéndole resinas y estos brebajes se los daba a los enfermos, curándose 'por arte de magia'.

Jesucristo: el 'mago' más legítimo

En cierto sentido, podemos entender la magia como aquello que se encuentra a medio camino entre la religión y la ciencia. Como hemos visto, en el Antiguo Egipto el tratamiento que se les administraba a los enfermos en ocasiones podía ser entendido como magia. También es en esta época cuando nace el ilusionismo, con el faraón Keops, hace más de 4.000 años. El papiro Westcar, descubierto en 1825, es el primer documento de la historia que describe una función de ilusionismo llevada a cabo por el mago Diyedi, muy próximo al faraón. Pero conforme avanzan los siglos y aparecen las primeras religiones monoteístas como la cristiana o la judía, lo mágico adquiere un carácter conflictivo, pues las diferentes culturas que nacerán según sus credos y creencias lucharán por imponerse unas sobre otras en torno a la concepción de cuál es la magia legítima y quién tiene la potestad para ejercerla.

placeholder El impresionante cuadro 'La tormenta en el mar de Galilea' de Rembrandt, el cual hace referencia al episodio en el que Jesús calma la tempestad.
El impresionante cuadro 'La tormenta en el mar de Galilea' de Rembrandt, el cual hace referencia al episodio en el que Jesús calma la tempestad.

Al fin y al cabo, uno de los libros con más escenas mágicas de la historia es la Biblia. En ella aparecen multitud de ángeles alados que descienden de los cielos, hombres que pueden abrir grandes mares con el poder de su cayado y profetas que son capaces de asomarse al futuro. Y, sobre todo, la reencarnación de Dios en la Tierra (según la fe cristiana), Jesucristo, quien no solo resucitó después de ser crucificado, sino que dedicó su vida a llevar la palabra de Dios y hacer infinidad de milagros, como el de multiplicar los panes y los peces, hacer ver a los ciegos o curar a los leprosos.

¿Puede comprarse la magia?

Uno de los aspectos más curiosos a tener en cuenta es que la Biblia en ningún momento distingue entre magos buenos y magos malos (o magia 'negra' y magia 'blanca'), pero sí aquellos que fundaron las comunidades eclesiásticas atendiendo al mensaje de este libro sagrado. Más allá de representar el eterno conflicto entre bien y mal que se viene dado por esa oposición entre Dios y Satanás, Jesucristo no distinguía entre buenos y malos; de hecho, se rodeaba de marginados y oprimidos por la sociedad del momento, como vinieron a ser las prostitutas, los mendigos o los leprosos. Sin embargo, la Iglesia fundada por su más cercano discípulo, Pedro, sí que estableció una separación entre quienes estaban legitimados para realizar magia otorgada por Dios y quiénes no.

"Este sentido de superioridad moral ayudó a las monarquías cristianas europeas a justificar la conquista y explotación de los pueblos indígenas para 'civilizarlos'"

Tanto es así que uno de los pasajes más extraordinarios del Nuevo Testamento es el que acontece en el capítulo 8 del libro Hechos de los Apóstoles en el que se narran las desventuras de Simón el Mago, un hombre de la región de Samaria cuya figura es muy polémica al tener más espacio en los evangelios apócrifos que en los sinópticos. Según el libro anteriormente citado, Simón ofreció dinero a los apóstoles Pedro y Juan para poder transmitir el Espíritu Santo, que en términos prácticos, era la energía mágica emanada por Dios a los hombres, aquella que completaba la Santísima Trinidad en la que se fundamenta el dogma cristiano de Padre, Hijo y Espíritu Santo, y que tiene su representación en una paloma blanca.

placeholder 'Conflicto de Pedro con Simón el Mago' retratado por Avanzino Nucci (1620). Simón está a la derecha, vestido de negro y con una bolsa de monedas.
'Conflicto de Pedro con Simón el Mago' retratado por Avanzino Nucci (1620). Simón está a la derecha, vestido de negro y con una bolsa de monedas.

"Y cierto hombre llamado Simón, que hacía tiempo que estaba ejerciendo la magia en la ciudad y asombrando a la gente de Samaria, pretendiendo ser un gran personaje", narra la Biblia. "Le prestaban atención porque por mucho tiempo les había asombrado con sus artes mágicas (...). Cuando Simón vio que el Espíritu se daba por la imposición de las manos de los apóstoles, les ofreció dinero, diciendo: 'Dadme también a mí esta autoridad, de manera que todo aquel sobre quien ponga mis manos reciba el Espíritu Santo'. Entonces Pedro le dijo: 'Que tu plata perezca contigo, porque pensaste que podías obtener el don de Dios con dinero. No tienes parte ni suerte en este asunto, porque tu corazón no es recto delante de Dios. Por tanto, arrepiéntete de esta tu maldad, y ruega al Señor que si es posible se te perdone el intento de tu corazón'".

A juzgar por las palabras de Pedro que recoge el texto sagrado sobre este hecho, a los apóstoles no les sentó nada bien el atrevimiento de Simón. De hecho, de ahí deriva el término 'simonía', que designa al pecado de comprar prebendas o beneficios eclesiásticos. En los textos apócrifos, se narra una de las anécdotas más curiosas e interesantes de Simón el Mago, de donde viene su sobrenombre. Tiempo después, los dos personajes volvieron a coincidir en la Roma de Nerón, y Simón se había hecho un nombre en la ciudad por sus habilidades con la magia y la adivinación. Para demostrar sus poderes divinos ante San Pedro, que había acudido a la ciudad a evangelizar, apareció en mitad del Foro Romano delante del emperador y del pueblo prometiendo que podía levitar. El evangelio apócrifo cuenta que Simón se alzó en el aire y Pedro comenzó a rezar, acabando con su magia y haciendo que el samaritano cayera desde lo alto, muriendo después apedreado por todos los presentes.

Lo velado de los gnósticos

La figura de Simón el Mago fue reverenciada por las creencias gnósticas que empezaron a extenderse en el siglo I como resultado de la fusión entre determinadas sectas judías y comunidades cristianas. Aunque existen muchas interpretaciones y variaciones en el sistema de creencias atendiendo a qué grupo gnóstico las formulara, para la tradición más común existían tres tipos de naturalezas separadas en el ser humano: la espiritual, la psíquica y la material.

Foto: Foto: iStock.

A su vez, dividían entre dos tipos de dioses, uno sería el más benévolo y poderoso (el espiritual, aquel que solo podía conocerse por la intuición y los ritos) y otro sería el más débil y perverso (que algunas veces se presenta como Yahvé, el dios de los judíos del Antiguo Testamento), el cual era responsable del mundo material, no espiritual, y al que se podía conocer por sus textos. Para los gnósticos, el elemento principal de la salvación era obtener un conocimiento directamente emanado de la divinidad suprema, pero este no era concreto ni simple, pues solo se podía acceder a él a través de las intuiciones místicas, es decir, mediante rituales, que llegados a este punto podríamos interpretar como 'actos mágicos'.

placeholder 'La resurrección de Lázaro', por Giotto di Bondone (siglo XIV), llevada a cabo por Jesús de Nazaret. Todo un acto de magia.
'La resurrección de Lázaro', por Giotto di Bondone (siglo XIV), llevada a cabo por Jesús de Nazaret. Todo un acto de magia.

De ahí que estuvieran más preocupados por términos como "ilusión" o "iluminación" que por "pecado" o "arrepentimiento", como la tradición cristiana más ortodoxa. Y a diferencia del cristianismo, que se preocupaba por transmitir la palabra de Dios al mayor número de personas posible y evangelizar a todos los pueblos de la Tierra, los gnósticos creían que solo podían acceder a la verdad sagrada unos pocos iniciados. De ahí el carácter sectario de sus miembros y el personalismo de sus líderes que, como Simón el Mago, osaron rivalizar su magia contra la 'magia de Dios', la única verdadera, aquella moral y espiritualmente superior que venía a redimir a los hombres del pecado, legitimada por los padres de la Iglesia.

Magos buenos y malos

En este punto cabe señalar cómo esta oposición entre 'magia buena' y 'magia mala' y su relación con la ciencia y la religión, llega hasta los tiempos más actuales. De hecho, el descubrimiento y conquista de América es el perfecto ejemplo de cómo el cristianismo persiguió las creencias y prácticas ritualísticas de los indígenas, conminándolas a su progresiva aunque no total desaparición. Patel, experta anteriormente mencionada, lleva años estudiando cómo es precisamente todo lo que en esa época se consideraba mágico ayudó a desarrollar una "identidad cristiana", asentada en la moralidad, es decir, "en un sentido interno de bien y mal para guiar en las decisiones vitales". Al respecto, la superioridad moral de los cristianos les hizo también desarrollar una "supremacía", viendo una "tradición propia como superior y por tanto legítimamente dominante".

Lo que en su día se concibió como magia ahora en el presente se ha transformado en ciencia y, los rituales, en dogmas de fe

"En la cultura occidental, la magia se define a menudo como oposición a la religión y a la ciencia", observa la experta. "Esto es problemático, porque los tres conceptos tienen sus raíces en el colonialismo. Durante siglos, muchos académicos europeos basaron sus definiciones de religión en el cristianismo, mientras que al mismo tiempo describían las prácticas y creencias de los no cristianos como 'primitivas', 'supersticiosas' o 'mágicas'. Este sentido de superioridad moral ayudó a las monarquías cristianas de Europa a justificar la conquista y explotación de los pueblos indígenas de todo el mundo para 'civilizarlos', a menudo usando una brutalidad extrema. Los legados imperialistas aún influyen en cómo algunas personas creen que los no cristianos son 'los otros', y cómo califican los rituales y religiones de los demás como 'mágicos'".

El fin de la magia

En definitiva, más allá de las conjuras morales del mundo cristiano contra lo pagano y que tienen su reflejo en el capitalismo imperialista de hoy en día, es importante destacar que lo que en su día se concibió como magia ahora en el presente se ha transformado en ciencia, y por otro lado, aquella 'magia' que en su día se practicaba en comunidades cerradas en forma de rituales, se convirtió en dogma de fe. El pasado no se puede cambiar y el mundo ha evolucionado en base al desarrollo científico y dejando de lado la superstición.

Por tanto, la 'magia' que en su tiempo formaba una parte integral de la vida en comunidad ha ido desapareciendo con el paso de los siglos. Pero no por ello podemos sentir sus ecos en nuestras vidas cotidianas, tal vez cuando nos enamoramos, cuando leemos un poema junto al fuego en una noche de verano o bailamos hasta perder el conocimiento, quizá en esos momentos trascendentales que de pronto ocurren sin previo aviso podemos hallar ese regusto mágico que va más allá de los límites entre ciencia y religión.

Cuando nos viene a la mente la palabra 'magia', generalmente pensamos en cosas inexplicables. Muchos habrán pensado en un grupo de niños y adolescentes abriendo puertas y cerrojos sin usar las manos, agitando varitas en el aire y volando con escobas. Otros habrán imaginado chamanes perdidos en las selvas más profundas del planeta, brujas y hechiceros de tierras imaginarias realizando conjuros, ilusionistas de hace siglos o especialistas en juegos de manos. Pero lo cierto es que cuando hablamos de magia, pocas veces vamos al origen de la palabra y al avance histórico que ha tenido su significado con el paso de los siglos. Y mucho menos nos cuestionamos por qué, tanto en el mundo de la fantasía como en el de nuestros antepasados, hay una distinción entre magos buenos y magos malos, entre aquellos que realizaban 'magia negra' y aquellos otros que siempre o casi siempre se enfrentaban a la aguda tarea de salvar al mundo gracias a sus poderes mágicos en pos del bien.