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Las niñas que engañaron a Conan Doyle: la historia de las hadas de Cottingley
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Las niñas que engañaron a Conan Doyle: la historia de las hadas de Cottingley

En el verano de 1917 dos primas hicieron una serie de fotografías que dieron la vuelta al mundo y lograron enfrentar a la opinión pública sobre su veracidad

Foto: Frances junto a un hada en el arroyo.
Frances junto a un hada en el arroyo.

Fue uno de los engaños más sorprendentes y misteriosos de la historia de la humanidad, acontecido hace poco más de 100 años, que consiguió poner patas arriba a la sociedad de la época e involucró a los medios de comunicación e incluso a algún que otro literato importante. Y fue perpetrado por tan solo unas niñas que se encontraban aburridas. Es la historia de las hadas de Cottingley, que nos dejó una serie de fotografías increíblemente bellas y oníricas, además de comentadas y estudiadas hasta la saciedad.

Se llamaban Elsie Wright y Frances Griffith y eran primas, durante la Primera Guerra Mundial vivían en Cottingley, cerca de Bradford (en Inglaterra). Elsie era una artista extremadamente dotada, no solo pintaba retratos y paisajes sino que había trabajado en un laboratorio fotográfico a principios de la contienda, tras pasar por la Escuela de arte de Bradford con tan solo 13 años. En el laboratorio tenía que crear fotos compuestas de soldados caídos en batalla con las fotografías de sus seres queridos, y fue así como comenzó a trabajar con placas fotográficas.

Elsie era una artista extremadamente dotada y había aprendido al comienzo de la guerra a trabajar con placas fotográficas

Pero en el verano de 1917 ambas primas se aburrían en Cottingley. Elsie era hija de uno de los primeros ingenieros eléctricos cualificados, y como no tenían mucho que hacer, decidió tomar prestada la cámara que tenía su padre y hacer fotografías en el arroyo que corría detrás de su casa. La primera de las fotografías tomada por las chicas, y probablemente la más famosa, muestra a Frances imperturbable, mirando a la cámara mientras un grupo de hadas (vestidas apropiadamente) bailan a su alrededor.

Cuando el padre de Elsie reveló las placas, consideró falsas las fotografías, aunque la madre tuvo ciertas dudas al respecto. Las niñas insistieron en que detrás del arroyo de la casa jugaban con un grupo de hadas que se habían hecho sus amigas, pero los laboratorios Kodak se negaron por aquel entonces a autentificar las imágenes, alegando que había muchas maneras de falsificarlas.

placeholder Frances en el arroyo, junto a sus amigas las hadas.
Frances en el arroyo, junto a sus amigas las hadas.

En 1918, una semana antes del fin de la guerra, Frances le mandó una carta a una amiga que vivía en Ciudad del Cabo, donde había pasado buena parte de su infancia, adjuntando una fotografía: "Te envío dos fotos, ambas mías, una en la que estoy en bañador en el arroyo de nuestro patio trasero, que tomó el tío Arthur, mientras que la otra soy yo con varias hadas en el arroyo, que tomó Elsie (...) Elsie y yo somos muy amigas de las hadas del arroyo". En el reverso de la fotografía escribió: "Es curioso que nunca las vi en África. Debe hacer demasiado calor allí para ellas".

Al año siguiente, Polly Wright (la madre de Elsie), que siempre había creído en la veracidad de las fotografías, acudió a una reunión de la Sociedad Teosófica de Bradford porque estaba interesada en el ocultismo. La conferencia de la noche era 'la vida de las hadas' y Polly enseñó entonces las fotos de su hija. La historia llegó a los oídos de los teosofistas y a su líder, Edward Gardner, a principios de 1920, que optó por creer que las imágenes eran verdaderas.

Ese mismo año la historia también llegó hasta el creador de Sherlock Holmes. Sir Arthur Conan Doyle era un prominente espiritista, pues su hijo había muerto en la guerra, y el horrible suceso le había convertido en un creyente fervoroso de lo paranormal. A finales de 1920 debía escribir un artículo sobre hadas como tema navideño para 'The Strand Magazine', y al observar las imágenes que le prestó Gardner, también creyó en su veracidad.

Conan Doyle: "Cuando se acepten nuestras hadas, otros fenómenos psíquicos encontrarán una aceptación más fácil..."

Aunque algunas personas le dijeron a Conan Doyle que las fotografías eran probablemente falsas, "los peinados son demasiado parisinos para ser reales", tanto él como Gardner decidieron que si las jóvenes lograban tomar más fotografías junto al arroyo sería una prueba irrefutable de que eran verdaderas. Viajaron en agosto hasta Cottingley y prestaron a Elsie y Frances cámaras y placas fotográficas, para persuadirlas de que tomaran más fotografías.

Para entonces, el suceso se había hecho eco en los medios de comunicación, y todos los periódicos del país y críticos daban su opinión sobre las hadas. Más aún cuando la carta que Frances le había enviado unos años antes a su amiga en Ciudad del Cabo salió a la luz. Periódicos como 'Truth' llegaron a afirmar: "Para la verdadera explicación de esas fotografías de hadas lo que se precisa no es el conocimiento en fenómenos ocultos sino el conocimiento en niños".

Las chicas hicieron unas cuantas fotografías más y Gardner se las envió a Conan Doyle, para que pudiera ilustrar el artículo que estaba preparando. En aquel momento se encontraba en Australia. "Mi corazón se alegró cuando aquí en la lejana Australia recibí tu nota y las tres maravillosas fotografías que son la confirmación de nuestros resultados publicados. Cuando se acepten nuestras hadas, otros fenómenos psíquicos encontrarán una aceptación más fácil...". Arthur, el padre de Elsie, que había tenido al escritor en gran consideración, se mostraba bastante perplejo de que su hija hubiera podido embaucar a un hombre tan inteligente con un truco tan burdo: "Nuestra Elsie, ¡pero si es la última de la clase!".

El padre de Elsie estaba perplejo de que su hija hubiera podido embaucar a un hombre tan inteligente como Conan Doyle: "¡Pero si es la última de la clase!"

En 1921 se realizó una última expedición a Cottingley, que se había convertido en 'Fairyland'. En aquella ocasión acudió el clarividente Geoffrey Hodson, pero para entonces Frances y Elsie estaban hartas de todo el asunto de las hadas y, como ellas mismas confesaron después, le siguieron la corriente al hombre hasta extremos insospechados. Poco a poco, la historia de las hadas fue cayendo en el olvido y sus creadoras lograron el anonimato.

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Hasta que en 1971 la 'BBC' volvió a interesarse por el tema y se le hicieron varias entrevistas a Elsie y Frances. "Díganos, ¿fabricaron de algún modo esas fotografías?", preguntó el entrevistador Austin Mitchell, "por supuesto que no", insistió Frances, "recuerde que yo tenía diez años y Elsie 16. Así que, si usted fuera un niño de diez años, ¿podría ir por la vida manteniendo un secreto?". Mitchell, sin embargo, puso una hilera de figuras de hadas delante de él sujetadas con alambres con un fondo de follaje por detrás, y las movió un poco, para demostrar cómo podía haberse hecho el truco.

"A día de hoy no entiendo cómo les pudimos engañar... creo que querían que les engañáramos"

Hasta su muerte, Frances siguió insistiendo que habían visto hadas y que la última de las fotografías era verdadera, aunque el resto no. Elsie confesó que las habían hecho sujetando los recortes con alfileres de sombrero. De hecho, el libro de 1917 'Princess Mary's Gift Book', muestra unas figuras sorprendentemente parecidas a las de las fotografías. "Solo podíamos mantenerlo en secreto", acabaría diciendo Elsie, "dos pueblerinas frente a un hombre brillante como Conan Doyle... solo nos estábamos divirtiendo un poco. A día de hoy no entiendo cómo les pudimos engañar... creo que querían que les engañáramos".

Arthur Conan Doyle falleció en 1930, por lo que jamás llegó a saber la verdad sobre las hadas que corrían por el arroyo de Cottingley, al igual que tampoco llegó a saber que otra guerra se cernía sobre el continente. Falleció, creyendo en un mundo en el que había cabida para la magia, después de la oscuridad en la que había estado sumido durante tantos años, en una contienda en la que fallecieron millones de personas, entre ellas su propio hijo. No se le puede culpar.

Fue uno de los engaños más sorprendentes y misteriosos de la historia de la humanidad, acontecido hace poco más de 100 años, que consiguió poner patas arriba a la sociedad de la época e involucró a los medios de comunicación e incluso a algún que otro literato importante. Y fue perpetrado por tan solo unas niñas que se encontraban aburridas. Es la historia de las hadas de Cottingley, que nos dejó una serie de fotografías increíblemente bellas y oníricas, además de comentadas y estudiadas hasta la saciedad.

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