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Hemos evolucionado para ahorrar el agua que ingerimos (pero nadie sabe por qué)
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Hemos evolucionado para ahorrar el agua que ingerimos (pero nadie sabe por qué)

En promedio, según la investigación, los humanos procesamos tres litros (alrededor de 12 vasos). Loa chimpancés, bonobos y gorilas pueden procesar casi el doble

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Aunque los seres humanos hemos evolucionado y hemos desarrollado en ese tiempo cerebros más grandes, que requieren que consumamos más calorías que nuestros parientes más cercanos del reino animal, no ha sucedido lo mismo sorprendentemente con la ingesta de agua.

De hecho, en comparación con los simios, un nuevo estudio acaba de descubrir que nuestros cuerpos procesan mucho menos líquido diario. En promedio, según la investigación, los humanos procesamos tres litros (alrededor de 12 vasos). Loa chimpancés, bonobos y gorilas pueden procesar casi el doble.

Los resultados fueron inesperados proque los humanos tenemos diez veces más glándulas sudoríparas que los chimpancés y, en general, somos mucho más activos que los simios, por lo que era de esperar que perdieramos más agua todos los días, no menos. Sin embargo, incluso teniendo en cuenta la temperatura exterior, el tamaño corporal y los niveles de actividad, los seres humanos necesitamos menos agua para mantener un equilibrio saludable.

Los primeros homínidos desarrollaron de alguna forma una manera de conservar sus fluidos corporales, lo que les permitió viajar desde la selva tropical a las regiones más áridas

"En comparación con otros simios, los humanos de este estudio tenían una renovación de agua sustancialmente menor y consumían menos agua por unidad de energía alimentaria metabolizada", explicaron los autores. Esto sugiere que los primeros homínidos desarrollaron de alguna forma una manera de conservar sus fluidos corporales, lo que les permitió viajar desde la selva tropical a las regiones más áridas. No se sabe todavía cómo se logró algo así.

"El simple hecho de pasar un poco más de tiempo sin agua fue una gran ventaja cuando comenzamos a vivir en paisajes muy secos, como la sabana", explica en 'Science Alert' el autor principal del estudio, el antropólogo Herman Pontzer de la Universidad de Duke. Para el estudio se hizo una comparativa entre 72 simios que vivían tanto en zoológicos como en la selva y 309 humanos con una gran variedad de estilos de vida (desde agricultores a trabajadores de oficina) que bebieron los mismos litros de agua.

Los simios obtienen la mayor parte del agua de los alimentos vegetales, lo que significa que pueden pasar días o semanas sin beber directamente

Incluso en zonas en las que, por un motivo cultural se bebe mucha agua, (en algunas zonas rurales de Ecuador los hombres beben más de nueve litros al día y las mujeres cinco), los resultados fueron iguales. Tales hallazgos sugieren que la respuesta de sed del cuerpo humano de alguna manera se ha 'reajustado' con el tiempo, lo que significa que podríamos desear menos agua por caloría que nuestros primos simios.

En la selva, los simios obtienen la mayor parte del agua de los alimentos vegetales, lo que significa que pueden pasar días o semanas sin beber directamente. Los humanos, sin embargo, solo pueden sobrevivir unos tres días sin agua, posiblemente porque nuestra comida no está tan húmeda. Inevitablemente, esto hace que bebamos con más frecuencia que ellos.

A diferencia de los simios, los humanos tenemos narices externas, que se cree que reducen la pérdida de agua cuando respiramos (las desarrollamos cuando surgió el Homo Erectus)

Pontzer señala que esto ha llevado a que nos hayamos podido expander a diferentes ambientes, pero además precisa señalar que, a diferencia de los simios, los humanos tenemos narices externas, que se cree que reducen la pérdida de agua cuando respiramos. En el registro fósil, nuestro tipo de nariz apareció hace aproximadamente 1,6 millones de años (con la aparición del Homo Erectus).

Más espacio dentro de los conductos nasales le da al agua la oportunidad de enfriarse y condensarse, lo que permite la reabsorción de líquidos en lugar de exhalar el líquido al aire. Estas 'nuevas narices' podrían haber sido cruciales para permitir que los humanos se adaptaran mejor a los ambientes áridos. "Es todavía un misterio por resolver, pero averiguar exactamente cómo ahorramos agua va a ser muy divertido", concluye Pontzer.

Aunque los seres humanos hemos evolucionado y hemos desarrollado en ese tiempo cerebros más grandes, que requieren que consumamos más calorías que nuestros parientes más cercanos del reino animal, no ha sucedido lo mismo sorprendentemente con la ingesta de agua.

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