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¿Por qué los humanos somos monógamos? La respuesta podría estar en los lémures
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¿Por qué los humanos somos monógamos? La respuesta podría estar en los lémures

Un nuevo estudio realizado por la Universidad de Duke descubre que hay dos hormonas implicadas en la fidelidad y lealtad que muestran estos animales hacia sus parejas

Foto: Foto: Wikipedia.
Foto: Wikipedia.

Los humanos no somos los únicos animales mamíferos que forman vínculos a largo plazo con otro ejemplar de su especie. Los lobos, por poner un ejemplo, suelen agruparse en manadas formadas por un macho y una hembra, al igual que hacen algunos murciélagos, lobos, castores o zorros. ¿Por qué tendemos los mamíferos a agruparnos en parejas?

Una nueva investigación, publicada en la revista 'Scientific Reports', ha descubierto que los circuitos cerebrales que permiten que perdure tanto el amor se rigen de maneras diferentes en unas especies que en otras. Los científicos se centraron en los lémures, los cuales son unos primates endémicos de la isla de Madagascar, lo que quiere decir que solo viven en esta parte tan remota del mundo. De hecho, a muchos les sonará su imagen al asociarla con la clásica película de dibujos animados 'Madagascar'.

"Mientras que cerca del 90% de las especies de aves son fieles a su pareja, solo del 3 al 5% de los mamíferos se comporta así"

Lo más curioso que descubrieron los científicos es que hay ciertas razas de lémures que tienden hacia la monogamia y otras hacia la promiscuidad. Así, los de vientre rojo y los mangosta tienden a compartir vida con sus parejas año tras año, ocupándose entre ambos de mantener y cuidar a sus crías y defenderse de los depredadores, que no son pocos. En los documentales les podemos ver dándose arrumacos en las ramas de los árboles o quitándose los insectos mutuamente de sus pieles.

Un completo misterio

Entre la comunidad de biólogos, la tendencia a la monogamia en el reino animal sigue siendo un misterio. Pues llevándolo a los lémures, solo estas dos especies suelen permanecer al lado de su pareja, mientras que el resto van más por libre. "Mientras que cerca del 90% de las especies de aves son fieles a su pareja, solo del 3 al 5% de los mamíferos se comporta así", asegura Nicholas Grebe, autor principal del estudio y aspirante a profesor de la Universidad de Duke, quien explicó los hallazgos a través de un comunicado. "La gran mayoría de las aproximadamente 6.500 especies conocidas de mamíferos tienen relaciones abiertas, por así decirlo. La monogamia es muy poco común".

"Son las interacciones de múltiples sustancias químicas en el cerebro, junto con otros factores ecológicos, las que crean vínculos duraderos"

Por ello, ¿qué es lo que hace que algunas especies estén biológicamente predispuestas a emparejarse a largo plazo mientras que otras no? Los estudios realizados en los últimos 30 años apuntan a que las responsables son dos hormonas liberadas en el apareamiento: la oxitocina y la vasopresina, lo que sugiere que la clave del amor largo y duradero puede estar en las pequeñas diferencias que se dan en el cerebro cuando actúan estas dos sustancias.

En un estudio realizado en ratones, los cuales son pequeños mamíferos roedores de campo que se pasan toda la vida apareándose, se descubrió que aquellos que tendían hacia la monogamia tenían "más sitio de acoplamiento" en el cerebro para estas dos hormonas que aquellos que se pasaban toda su vida 'saltando de flor en flor'. Curiosamente, estas regiones del cerebro pertenecían al área de la sensación de recompensa cerebral. ¿Podría funcionar de la misma forma en los humanos? ¿Se nos activa la sensación de recompensa de la mente cada vez que vemos a nuestra pareja y eso es lo que nos hace sentir bien y dispuestos a seguir con ella?

¿Una cuestión de hormonas?

El equipo de la Universidad de Duke recurrió a los lémures quienes, a pesar de ser nuestros parientes primates más lejanos, tienen una compatibilidad genética mucho más próxima con nosotros, los humanos, que con los roedores. Los investigadores utilizaron la técnica de la 'autorradiografía' en el cerebro de los lémures para observar y monitorear los puntos de unión de la oxitocina y la vasopresina de ejemplares muertos por causas naturales.

placeholder Con esos 'ojitos' cómo no va a existir el amor para siempre... (Fotograma de 'Madagascar', Pixar, 2005)
Con esos 'ojitos' cómo no va a existir el amor para siempre... (Fotograma de 'Madagascar', Pixar, 2005)

La comparación de los resultados de las imágenes cerebrales con lémures con los de los ratones de campo reveló algunas diferencias notables en la densidad y distribución de los receptores hormonales. Es decir, la oxitocina y la vasopresina parecen actuar en difrentes partes del cerebro de los lémures a diferencia de los ratones, lo que significa que también pueden tener distintos efectos según la ubicación de la célula diana. Los científicos se sorprendieron al encontrar muy pocas diferencias entre las diferentes especies de lémures, fueran monógamas o promiscuas.

El siguiente paso de los investigadores es analizar cómo se comportan las parejas de lémures entre sí, si realmente se bloquean las acciones de la oxitocina con medicamentos que bloqueen temporalmente la unión a los receptores cerebrales para salir de dudas. Entonces, ¿qué es lo que pueden enseñarnos estas especies únicas sobre el comportamiento amoroso de los humanos? "La oxitocina puede ser la 'poción de lealtad y devoción' para los ratones de campo, pero son las interacciones combinadas de múltiples sustancias químicas en el cerebro, junto con otros factores ecológicos, las que crean vínculos duraderos en los lémures y otros primates, incluidos los humanos", concluye Grebe. "Probablemente hay varias formas diferentes a través de las cuales se instala el comportamiento monógamo dentro del cerebro, dependiendo de los animales a los que miremos".

Los humanos no somos los únicos animales mamíferos que forman vínculos a largo plazo con otro ejemplar de su especie. Los lobos, por poner un ejemplo, suelen agruparse en manadas formadas por un macho y una hembra, al igual que hacen algunos murciélagos, lobos, castores o zorros. ¿Por qué tendemos los mamíferos a agruparnos en parejas?

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