Tu mayor enemigo y tú le dais igual a tu gato, según un estudio
Un estudio realizado en Japón ha llegado a la conclusión de que, a la hora de necesitar comida, estos felinos no entienden de amigos. Pero hay una explicación
No es un secreto que, por lo general, consideramos a los perros bastante más amigables y leales que a los gatos. Quizá a los segundos los estamos juzgando mal, pues todo aquel que convive con uno sabe que son cariñosos y suelen hacerse un ovillo encima de nosotros con demasiada facilidad, pero el vínculo entre hombre y can es poderoso, pues hemos evolucionado juntos durante miles de años y cooperado, mientras que el gato siempre ha ido más (por decirlo de algún modo) por libre.
Sin embargo, algunos estudios apuntan que, aunque los gatos tengan cara de querer dominar el mundo y nos observen con cierta frialdad, también forman enormes vínculos emocionales con los humanos. Parece que también experimentan ansiedad cuando se separan, son más receptivos a las voces de sus dueños que a las de los extraños y los buscan en situaciones de peligro.
A pesar de todo ello, las leyendas que circulan sobre la indiferencia de los gatos podrían ser reales. Un nuevo estudio, realizado en Japón, complica el panorama de nuestra relación con estos adorables felinos, según informa 'Science Alert'. Adaptando un método utilizado anteriormente para estudiar perros, los investigadores descubrieron que los gatos, a diferencia de los perros, no evitan a los extraños que se niegan a ayudar a sus dueños.
Debemos evitar el sesgo antropomórfico, que nos lleva a interpretar el comportamiento de estos animales como si fueran en realidad pequeños humanos peludos
En el experimento, un gato observó cómo su dueño intentaba abrir una caja para acceder a algo dentro. Dos extraños se sentaron a cada lado del dueño y este se volvió hacia uno de ellos y le pidió ayuda. Uno de los extraños ayudó al propietario a abrir la caja. El otro extraño, sin embargo, se negó y se sentó al lado, sin hacer nada.
Luego, ambos extraños le ofrecieron una golosina al gato, y aquí comenzó la prueba: los científicos debían observar para descubrir a cuál de los dos extraños se acercaba primero. ¿Preferían la comida de aquel que había ayudado a su dueño? Esto indicaría un sesgo de positividad, pues el gato se mostraría más afectuoso con él debido a la ayuda. ¿Evitaría cogerle comida a quien no le ayudaba? Este sesgo de negatividad podría significar que el gato sentiría desconfianza de la otra persona.
Aunque los gatos pueden captar algunas señales sociales humanas probablemente estén menos sintonizados con nuestras relaciones sociales que los perros
En el pasado, la prueba se había realizado con perros, que mostraron un claro sesgo de negatividad. Prefirieron no tomar la comida de un extraño que se negó a ayudar a su dueño. Por el contrario, los gatos del nuevo estudio fueron (como suelen) completamente indiferentes. Ni mostraron preferencia por la persona servicial ni tampoco evitaron a la persona inútil. Al parecer, para los gatos, la comida es comida, y punto.
¿Debemos pensar que los gatos son unos egoístas? ¿Se trata de una conspiración a favor de los perros y en contra de las personas que prefieren a los felinos? Nada de eso. Esas ideas son un claro ejemplo de sesgo antropomórfico, que nos lleva a interpretar el comportamiento de estos animales como si fueran en realidad pequeños humanos peludos. Pero no es así.
Los perros descienden de animales que solían ir en manada, mientras que los antepasados de los gatos eran, en gran parte, cazadores solitarios
Para poder entender a los gatos hay que pensar en ellos como gatos, es decir, lo más probable es que no reconocieran las interacciones sociales entre humanos. No sabían que algunos de aquellos extraños no ayudaron a sus amos a propósito. Aunque los gatos pueden captar algunas señales sociales humanas probablemente estén menos sintonizados con nuestras relaciones sociales que los perros, debido a que han sido domesticados más recientemente que los perros, los cuales además descienden de animales que suelen ir en manada, mientras que los antepasados de los gatos eran, en gran parte, cazadores solitarios.
La domesticación ha aumentado las habilidades sociales de los perros, pero es posible que no haya hecho lo mismo con los gatos. Por tanto, no es por excusarlos, pero probablemente no tenga que ver con que los del estudio fueran más malos, egoístas o porque estuviesen pensando continuamente en estrategias militares para acabar con nosotros. Lo más lógico es que, simplemente, no supieran qué estaba pasando.
A pesar de su popularidad (especialmente en países como Japón, en donde, como decíamos, surgió el estudio) todavía tenemos un conocimiento limitado sobre cómo piensan los gatos. Podría resultar que sean capaces de reconocer la dinámica social humana en diferentes contextos. Sea como fuere e independientemente de lo que revelen los estudios, se deben evitar las ideas preconcebidas sobre el comportamiento de estos felinos. Es mejor intentar mirar el mundo a través de sus ojos.
No es un secreto que, por lo general, consideramos a los perros bastante más amigables y leales que a los gatos. Quizá a los segundos los estamos juzgando mal, pues todo aquel que convive con uno sabe que son cariñosos y suelen hacerse un ovillo encima de nosotros con demasiada facilidad, pero el vínculo entre hombre y can es poderoso, pues hemos evolucionado juntos durante miles de años y cooperado, mientras que el gato siempre ha ido más (por decirlo de algún modo) por libre.