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Frioleros vs. Calurosos: por qué vivimos la temperatura de forma tan diferente
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¿Son unos exagerados?

Frioleros vs. Calurosos: por qué vivimos la temperatura de forma tan diferente

Nuestro termostato interno es muy personal. Explicamos los motivos por los que, con una misma temperatura ambiente, la sensación térmica de cada uno puede variar tanto

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Cómo seremos de tiquismiquis con el frío y el calor que los fabricantes de automóviles han tenido que inventar el climatizador bizona, para que el piloto vaya a 22ºC, el copiloto a 23ºC y no se enfade nadie. El asunto de la temperatura en la que nos sentimos cómodos y la ropa que cada uno necesita para aguantar unos determinados grados es muy curioso. A priori uno podría pensar que, teniendo todos una temperatura corporal muy parecida, la sensación de frío a 8 grados o la de calor a 30 debería ser similar para todos, pero no es así. Siempre hay alguien que pide cerrar una ventana antes que nadie, que va en camiseta cuando el resto lleva sudadera o que aguanta en la playa mientras el resto se asa de calor.

¿Por qué somos frioleros o calurosos? ¿Es una simple exageración de lo que sentimos en nuestro cuerpo? ¿Qué factores influyen en la forma en la que vivimos la temperatura que hace? Hablamos con la Dra. Jenny Dávalos Marín, miembro del Grupo de Trabajo de Dermatología de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG), que ya escribió un interesante artículo sobre este asunto.

"Todas las personas percibimos diferente el frío porque tenemos diferentes respuestas biológicas ante la misma temperatura que estamos expuestos", afirma Dávalos, que destaca varios factores diferenciales que justifican ser personas más propensas a pasar más frío o calor que el resto, como puede ser la herencia genética recibida, la propensión a la piel grasa (que aporta a más protección ante las temperaturas externas y una menor pérdida de calor) o un bajo índice de grasa corporal, que probablemente provoque estar menos protegidos ante las bajas temperaturas. Como el cerebro es el encargado de regular la temperatura y mantener nuestro organismo en una que nos resulte confortable, la doctora, a preguntas de El Confidencial, avisa además de otros factores adicionales que pueden condicionar esta sensación: "Cuando tenemos ciertas condiciones médicas, como una afectación de tiroides, tratamientos médicos o una intoxicación por drogas o alcohol estos mecanismos se ven afectados, pudiendo dar una falsa alarma térmica". Esto sucede claramente en los pacientes con intoxicación alcohólica, que sienten que no tienen frío y pueden llegar a morir por congelamiento.

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El género también influye en la posibilidad de sentir la temperatura de forma distinta: las mujeres están más preparadas para soportar temperaturas extremas, por lo que tienden a ser más frioleras. Su mayor proporción de grasa subcutánea les facilita la mayor conservación del calor en su cuerpo, pero las señales que llegan de su cerebro provenientes de la piel se traducen como frío y sienten la necesidad de abrigarse.

Pero... ¿Tenemos entonces que hacer caso a lo que nos está diciendo nuestro cuerpo o a lo que hace la mayoría de la gente con esa temperatura? Si yo estoy realmente cómodo en camiseta mientras todo mi entorno lleva al menos una sudadera y me dice que me abrigue, ¿debería seguir como me siento cómodo o debería abrigarme? "Esto es muy relativo, ya que intervienen muchos factores. Lo importante es ser consciente de que la sensación de calor o frío es una susceptibilidad de cada individuo, es decir dependerá de la avidez para activar y sostener en el tiempo mecanismos de compensación térmica. Ir abrigado más que los demás es algo muy particular mientras mantengamos una temperatura idónea corporal".

"El cuerpo humano se encuentra en confort térmico entre los 21 y los 25 grados"

Estas diferencias térmicas entre amigos o familiares se quedan en una simple anécdota muchas veces, puesto que los grados que marca el termómetro en esas situaciones no genera un riesgo para la salud, pero ¿a partir de qué temperaturas hay que estar muy pendiente de nuestro cuerpo para que no sufra? La Doctora Dávalos explica que, tanto para frioleros como calurosos, "el confort térmico es aquel en el que no intervienen los mecanismos termorreguladores de nuestro cuerpo. El cuerpo humano se encuentra en este estado cuando las temperaturas oscilan entre los 21 y los 25 grados". Los problemas llegan con las situaciones tanto de hipotermia como de hipertermia. "La hipotermia se produce cuando el cuerpo pierde más calor del que puede generar y la temperatura corporal baja de 35ºC, algo complicado de medir con los termómetros que tenemos en casa". En el caso opuesto, la hipertermia, el calor produce riesgos al organismo cuando la temperatura corporal llega a unos límites inusualmente elevados, algo que nuestra experta establece a partir de los 37,5 o 38,3 ºC, como informan los Institutos Nacionales de la Salud (NIH) de Estados Unidos. "Si se llegan a temperaturas corporales de 40ºC puede aparecer el peligroso golpe de calor, y si se aumenta hasta los 42ºC, puede llegar la muerte".

¿Con qué situación térmica tenemos que tener más cuidado entonces? Este particular duelo de riesgo entre frío y calor tiene dos enemigos poderosos, ya que "ambos exponen al organismo a situaciones extremas en personas vulnerables, que pueden inducir alta morbimortalidad por no poder activar de manera perpetua los mecanismos de adaptación para mantener la eutermia", pero en términos generales la mortalidad es mayor durante el invierno que en verano en aproximadamente un 10-15%. "Las muertes relacionadas con el frío son mucho más frecuentes que las muertes relacionadas con el calor en muchos lugares del planeta. Está confirmado que es así en Estados Unidos, Europa y casi todos los países tropicales".

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El friolero o el caluroso tiene por tanto argumentos científicos detrás para defender lo que siente, aunque otra persona pueda pensar que es un exagerado. Lo más importante es estar atento a nuestro cuerpo, a situaciones en las que nuestros reguladores de temperatura pueden reaccionar de una forma inadecuada (al entrar a una habitación con un cambio de temperatura importante cuando llevamos varias capas de abrigo) y a agentes externos que pueden hacer que estos reguladores directamente funcionen mal, como el hecho de estar tomando medicamentos para el tratamiento del insomnio, la ansiedad y la depresión, así como algunos cardiotónicos y vasodilatadores facilitan la pérdida de calor.

Cómo seremos de tiquismiquis con el frío y el calor que los fabricantes de automóviles han tenido que inventar el climatizador bizona, para que el piloto vaya a 22ºC, el copiloto a 23ºC y no se enfade nadie. El asunto de la temperatura en la que nos sentimos cómodos y la ropa que cada uno necesita para aguantar unos determinados grados es muy curioso. A priori uno podría pensar que, teniendo todos una temperatura corporal muy parecida, la sensación de frío a 8 grados o la de calor a 30 debería ser similar para todos, pero no es así. Siempre hay alguien que pide cerrar una ventana antes que nadie, que va en camiseta cuando el resto lleva sudadera o que aguanta en la playa mientras el resto se asa de calor.

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