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Las torturas de los asirios, el pueblo más cruel y sanguinario de la historia
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UNA MUERTE LENTA Y DOLOROSA

Las torturas de los asirios, el pueblo más cruel y sanguinario de la historia

Empalamientos, despellejamientos o amputaciones. Este pueblo también fue pionero en la guerra psicológica al exponer cada una de las mutilaciones contra sus enemigos

Foto: La caída de Senaquerib de Peter Paul Rubens (Wikipedia)
La caída de Senaquerib de Peter Paul Rubens (Wikipedia)

"Destruí, devasté y quemé la ciudad desde sus cimas hasta sus cimientos. Cavé canales y la inundé de una manera más destructiva que una tempestad. En los días venideros, ni los dioses de esa ciudad podrán ser recordados". Así se jactaba Senaquerib, rey asirio, de las múltiples torturas a las que sometía a sus pueblos adversarios cada vez que conquistaba un nuevo territorio. Este monarca gobernó en los días de esplendor de la civilización que se extendió al norte de Mesopotamia alrededor de la ciudad de Assur, fundada a orillas del río Tigris alrededor del 2600 a. C.

En su reinado, trasladó la capital a Nínive, consiguiendo a los pocos años una victoria histórica sobre su gran rival, el Imperio de Babilonia, localizado en el sur mesopotámico, que fue arrasado y saqueado en torno al 689 a.C. La ciudad fue reducida a cenizas en un acto de venganza contra la captura y muerte de su hijo primogénito por parte del rey Mushezibmarduk. Sanequerib organizó una campaña de destrucción inédita hasta ese momento, ya que no respetó ni siquiera los edificios dedicados al cultro religioso, cuyos cimientos fueron arrojados al río.

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Fuente: iStock

Aunque se le conoce como un rey cruel y sanguinario, también fue responsable de grandes avances arquitectónicos, edificando suntuosos palacios, jardines y murallas. A través de las numerosas tablillas de museo podemos aventurarnos a descubrir su legado, pero también en la vasta influencia que tuvo Senaquerib en la cultura occidental muchos siglos después, incluso en un poema épico de Lord Byron, poeta romántico inglés, en el que narra la destrucción que llevó a cabo en Babilonia:

"Pues voló entre las ráfagas el Ángel de la Muerte

y tocó con su aliento, pasando, al enemigo:

los ojos del durmiente fríos, yertos, quedaron,

palpitó el corazón, quedó inmóvil ya para siempre. (...)

Y las viudas de Asur con gran voz se lamentan

y el templo de Baal ve quebrarse sus ídolos

y el poder del Gentil, que no abatió la espada

al mirarle el Señor se fundió como nieve".

A tal punto llegaba la crueldad de este rey con sus enemigos que implementó tácticas de guerra psicológica que ya se usaban por sus antepasados, como por ejemplo resaltar en gráficos y textos las barbaridades que eran capaces de cometer en las ciudades que arrasaban. Todo para que los pueblos de alrededor estuvieran al tanto de sus atrocidades y supieran lo que les esperaba. Es precisamente a través de estos famosos grabados en los que podemos asistir a un auténtico museo de la crueldad en el que comprobar las terroríficas torturas físicas a las que sometían los asirios a sus enemigos. A continuación, veremos algunos de ellos.

Empalamientos

Esta técnica de tortura se atribuye históricamente al príncipe de Valaquia Vlad Tepes, quien pasó al imaginario popular tras haber sido escogido por el escritor inglés Bram Stoker para ser el vampiro más famoso de todos los tiempos, el conde Drácula. Sin embargo, hay que reconocer que semejante propuesta para demostrar su inusitada crueldad contra sus enemigos (se les empalaba para infundir miedo y terror en la entrada y salida de las ciudades como si fuera un escaparate) no fue originalmente suya. Tepes se inspiró en las torturas asirias para aplicarlas a los otomanos.

placeholder Un relieve de la época que documenta empalamientos. (Wikimedia Commons)
Un relieve de la época que documenta empalamientos. (Wikimedia Commons)

A diferencia del método que usaba el príncipe rumano, los asirios pasaban la estaca o la lanza por debajo de las costillas y no a través del ano, según explica el historiador Peter Preskar en un reciente artículo publicado en 'Medium'. Aunque el empalamiento era una de las formas preferidas de tortura asiria, también inventaron la crucifixión.

Despellejamientos

A los reyes asirios no les bastaba con las lanzas y los empalamientos, sino que también eran famosos por despellejar vivos a sus enemigos. Además, se aseguraban de que no murieran en el proceso para que la muerte fuera lenta y dolorosa. Y no solo se contentaban con quemar sus restos una vez murieran, sino que, tal y como cuenta Preskar, solían cortar la piel a tiras y colgarla en un lugar visible de la muralla para que el resto de los ciudadanos supieran a lo que se enfrentaban si tenían la más mínima intención de traicionarles o cometer sedición.

Trituraciones de huesos

Los asirios obligaban a los nobles que capturaban a moler los huesos de sus antepasados hasta convertirlos en polvo. ¿Por qué? Básicamente, esta acción formaba parte de la tortura psicológica a la que sometían a sus prisioneros, todo con tal de borrar la legitimidad histórica para gobernar o seguir siendo nobles. En el siguiente grabado expuesto en el British Museum podemos ver uno de estos singulares procesos de tortura:

placeholder Foto: British Museum.
Foto: British Museum.

Decapitaciones

Una de las muertes más dulces, teniendo en cuenta las demás. Los soldados del ejército asirio tenían la costumbre de decapitar a los enemigos que derrotaban para después apilar todas las cabezas juntas en sus ciudades. No contentos con ello, también solían decorar los árboles de la ciudadela con estas colocadas en sus ramas. Incluso, hay relatos de reyes y capitanes del ejército que recogen que estos solían llevar las cabezas cortadas de sus enemigos en collares colgados al cuello.

Amputaciones de extremidades

Por si fuera poco, los soldados asirios también cortaban las piernas, brazos, orejas y testículos de sus enemigos. Lo más curioso es que se jactaban de su crueldad de mil formas, considerándola un derecho divino y parte de esa guerra psicológica contra quien intentara rebelarse. De ahí que hayan quedado tantas evidencias históricas de sus brutalidades cometidas.

"Destruí, devasté y quemé la ciudad desde sus cimas hasta sus cimientos. Cavé canales y la inundé de una manera más destructiva que una tempestad. En los días venideros, ni los dioses de esa ciudad podrán ser recordados". Así se jactaba Senaquerib, rey asirio, de las múltiples torturas a las que sometía a sus pueblos adversarios cada vez que conquistaba un nuevo territorio. Este monarca gobernó en los días de esplendor de la civilización que se extendió al norte de Mesopotamia alrededor de la ciudad de Assur, fundada a orillas del río Tigris alrededor del 2600 a. C.