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¿Tienes frío? La historia de este pescador islandés que te dejará 'helado'
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¿Tienes frío? La historia de este pescador islandés que te dejará 'helado'

El barco de Guðlaugur Friðþórsson naufragó una noche de invierno. Después de nadar y caminar por el hielo de Islandia, fue el único superviviente de toda la tripulación

Foto: Tormenta de nieve en el cañón de Fjadrargljufur, en Islandia. (iStock)
Tormenta de nieve en el cañón de Fjadrargljufur, en Islandia. (iStock)

La mejor solución para el frío viene a ser el plan que todos conocemos por estas fechas: sofá, sopa caliente, manta y una película. Pero evidentemente, tarde o temprano habrá que salir y enfrentarse a las bajas temperaturas a las que tendemos a llegar en invierno en España. El frío es la perfecta excusa para no salir mucho de casa y así además evitar en la medida de lo posible las interacciones sociales en espacios públicos y que no suban los contagios. Pero también los médicos no dejan de recomendar dar paseos, aunque sea en soledad, para mover el cuerpo un poco y sacarle del sofá o de la cama.

Si sufres demasiado por las bajas temperaturas, te gustará escuchar la historia de Guðlaugur Friðþórsson, un pescador islandés (de nombre impronunciable) que sobrevivó a sus 23 años a una experiencia que pudo haberle quitado la vida. Ocurrió el 11 de marzo de 1984. Él y otros cuatro compañeros estaban pescando cerca de las islas Westman cuando el barco que les transportaba naufragó a las diez de la noche. Frente a la costa islandesa de Heimaey, nadó en torno a cinco o seis horas en un agua gélida que se encontraba a cinco grados los seis kilómetros que le separaban de la isla dejando a sus colegas atrás, quienes acabaron sucumbiendo a la congelación y a la tempestad del mar. Tan solo llevaba una camisa, un jersey y unos vaqueros.

"En un punto de máximo esfuerzo físico podríamos llegar a calentar un fuego de 2 kilowatios"

Pero su pesadilla no acabó ahí. Al llegar a la isla, tuvo que dirigir sus pasos por un rocoso y puntiagudo rompeolas. Después de trepar toda esa roca volcánica helada, con heridas en sus pies por el frío y el roce, vfinalmente llegó a tierra firme, teniendo que caminar descalzo tres kilómetros. Al encontrar los primeros signos de civilización, llamó a la puerta de un vecino y lo llevaron al hospital. Su temperatura corporal estaba por debajo de los 34 grados pero no mostraba grandes signos de hipotermia ni vasodilatación, tan solo mucha deshidratación.

Pericia, inteligencia y mucho frío

A pesar de las temperaturas heladas y la urgencia por ponerse a salvo, el pescador islandés se detuvo en un abrevadero de animales a beber agua. Y fue posiblemente eso lo que le salvó de no morir deshidratado, tal y como relata un reportaje de la 'BBC' que ha rescatado su historia. Quizá te preguntes por qué en una situación así a una persona le da por beber agua. Friðþórsson fue muy inteligente, pues el aire a bajas temperaturas está prácticamente liofilizado, lo que quiere decir que sin apenas humedad en el aire, al exhalar perdía líquido vital de sus pulmones. El frío además mitiga la sensación de sed, por lo que muchas personas que mueren congeladas por circunstancias extremas como las del pescador no acaban muriendo de frío, sino deshidratados.

"El cuerpo se centra en mantener nuestros órganos vitales funcionando a expensas de aquellos menos esenciales para sobrevivir"

El mayor problema de Friðþórsson, sin embargo y como es lógico, fue el frío. Su ropa mojada una vez salió del agua le puso en riesgo de sufrir una brusca hipotermia. Nadar seis kilómetros (una proeza física que se antoja como un milagro) consiguió mantener su temperatura alta, pero al haberse detenido a beber en el abrevadero a merced de los fuertes vientos, la fuente de calor que provenía de su ritmo muscular se desvaneció. Todavía le quedaban unas pocas calorías, pero necesitaba seguir moviéndose.

Un hombre al hacer ejercicio físico puede llegar a mantenerse caliente", asegura Mike Tipton, profesor de Fisiología de la Universidad de Portsmouth, en el artículo del diario británico. "En un punto máximo de esfuerzo físico podríamos llegar a calentar un fuego de 2 kilowatios. Si además este es muy exigente, puedes llegar a correr en pantalones cortos a muy bajas temperaturas. Incluso la sola tarea de tiritirar te mantiene caliente en un ejercicio ligero". Una muestra más del poder del cuerpo, la portentosa máquina en la que habitamos.

Foto: Audrey, la montañera que estuvo más de seis horas en paro cardíaco tras sufrir una hipotermia en el Pirineo. (EFE)

Uno de los detalles más llamativos del cuerpo humano es que resiste muchísimo mejor al frío que al calor. Al menos en lo que se refiere a la actividad cerebral. Un estudio descubrió que aquellas personas que se acercaron mucho al punto de hipotermia, como le ocurriró a Friðþórsson, no sufrieron ningún deterioro en la actividad cognitiva, mientras que en una ola de calor severa puedes llegar a sufrir desmayos con facilidad si te encuentras en una de las edades de riesgo o tienes alguna condición previa. "Esto es porque las estrategias de supervivencia de nuestro cuerpo se centran en mantener nuestros órganos vitales funcionando a expensas de aquellos menos esenciales", apuntan desde la 'BBC'. "El más esencial de todos, sin duda alguna, nuestro cerebro".

El tejido humano se congela en torno a los 0,5 grados bajo cero. Pero cuenta con un potente aliado, como es el flujo sanguíneo. Gracias a un proceso de vasoconstricción, nuestras manos y pies pueden helarse o sentirse muy frías, pero nuestra temperatura corporal interior y central seguirá en su nivel normal. De ahí que para conseguir sobrevivir, el cuerpo sacrifique el calor de las otras extremidades. En los casos de muerte por congelación, el líquido de nuestros tejidos comienza a congelarse, llevando a la rotura de las paredes celulares y provocando la muerte celular o necrosis.

La mejor solución para el frío viene a ser el plan que todos conocemos por estas fechas: sofá, sopa caliente, manta y una película. Pero evidentemente, tarde o temprano habrá que salir y enfrentarse a las bajas temperaturas a las que tendemos a llegar en invierno en España. El frío es la perfecta excusa para no salir mucho de casa y así además evitar en la medida de lo posible las interacciones sociales en espacios públicos y que no suban los contagios. Pero también los médicos no dejan de recomendar dar paseos, aunque sea en soledad, para mover el cuerpo un poco y sacarle del sofá o de la cama.

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