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El cerebro en confinamiento tiene 'antojos' de interacciones sociales
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SE COMPORTA IGUAL QUE SI TIENE HAMBRE

El cerebro en confinamiento tiene 'antojos' de interacciones sociales

Este experimento social que podía haberse considerado tortura, terminó convirtiéndose en una dura realidad en el confinamiento

Foto: En soledad también tenemos “antojos” de compañía (Foto: iStock)
En soledad también tenemos “antojos” de compañía (Foto: iStock)

Cuando tenemos hambre y vemos comida, se produce en el cerebro una reacción química, que vulgarmente se conoce como 'antojo'. Se había demostrado que este mecanismo también se activaba en los drogadictos que tenían síndrome de abstinencia. Pero… y cuándo añoramos el contacto social.

Un grupo de neurocientíficos del MIT (Massachussetts Institute of Technology) han realizado un impactante experimento para ver cómo se activa la denominada 'sustancia negra' de nuestro cerebro ante situaciones de confinamiento y aislamiento social. Y sus conclusiones son claras: en soledad también tenemos 'antojos' de compañía.

Foto: Una persona mayor, confinada. Foto: EFE Javier Etxezarreta

Sus pruebas se realizaron antes del confinamiento, en 2018, en un grupo controlado de estudiantes. Anteriormente, en 2016, ya habían identificado que los cerebros de ratones activaban neuronas ante sentimientos de soledad y generaban un impulso para la interacción social después del aislamiento, según explica Nature Neuroscience. También se sabía que los humanos demostraban ansiedad ante la falta de contacto. Había llegado la hora de descubrir cuál era la base neurológica de estos sentimientos.

La dura prueba

Para ellos, realizaron un experimento muy impactante. "Queríamos ver si podíamos inducir experimentalmente un cierto tipo de estrés social, en el que tuviéramos control", ha explicado Rebecca Saxe, investigadora principal del estudio a MITNews. "Es una intervención de aislamiento social más fuerte de lo que nadie había intentado antes".

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Los ratones en aislamiento también tienen 'antojos' sociales

Metieron a 40 voluntarios sanos, estudiantes universitarios, y los confinaron individualmente en una sala sin ventanas durante diez horas. No tenían móviles y solo podían usar una computadora para contactar en caso de necesidad con los investigadores. Les dejaban la comida en la puerta y, cuando acabó el experimento, ellos solos se tenían que meter en el escáner sin poder hablar con el científico que les iba a realizar la resonancia magnética mientras veían imágenes de interacciones sociales en una pantalla. Este último punto era complicado, por lo que antes de empezar el experimento tuvieron que entrenarlos en cómo entrar a la máquina.

"Normalmente, meter a alguien en una máquina de resonancia magnética es en realidad un proceso realmente social. Nos involucramos en todo tipo de interacciones sociales para asegurarnos de que las personas entiendan lo que les estamos preguntando, que se sientan seguras, que sepan que estamos allí", ha explicado Saxe. "En este caso, los sujetos tuvieron que hacerlo todo por sí mismos, mientras que el investigador, que estaba vestido y enmascarado, se quedó en silencio y observó".

También pasaron hambre

No terminaba ahí el estudio. En un día diferente, los participantes se sometieron a diez horas de ayuno. Después, les escanearon mientras miraban imágenes de alimentos, imágenes de personas interactuando e imágenes neutrales como flores. Según sus conclusiones, en el aislamiento se activa la región denominada "sustancia media", una estructura diminuta situada en el cerebro medio, que anteriormente se había relacionado con los antojos de hambre y los antojos de drogas. También se cree que la sustancia negra comparte orígenes evolutivos con una región del cerebro de los ratones llamada núcleo “dorsal del rafe”, que es el área que el laboratorio del MIT había demostrado que se activaba después del aislamiento social ya en el estudio de 2016.

"Las personas obligadas a estar aisladas anhelan interacciones sociales de manera similar a un hambriento anhela comida"

Los investigadores descubrieron que después de un día de aislamiento total, la visión de las personas divirtiéndose juntas activa la misma región del cerebro que se ilumina cuando alguien que no ha comido en todo el día ve la imagen de un plato de pasta con queso.

"Las personas que se ven obligadas a estar aisladas anhelan interacciones sociales de manera similar a como una persona hambrienta anhela la comida. Nuestro hallazgo encaja con la idea intuitiva de que las interacciones sociales positivas son una necesidad humana básica, y que la soledad aguda es un estado de aversión que motiva a las personas a reparar lo que les falta, de forma similar al hambre", ha explicado Saxe.

Grados de soledad

En el estudio han visto que la soledad previa también influye en los resultados. Aquellos voluntarios que informaron sentirse crónicamente aislados meses antes de que se realizara el estudio mostraron un menor deseo de interacción social después del aislamiento de diez horas. Por el contrario, los que afirmaban tener una vida social muy rica vieron cómo se disparaba su “ansia de contacto”.

Foto: Colas en un supermercado de Madrid, hoy martes. (Juan Vargas/EFE)

"Para las personas que informaron que sus vidas estaban realmente llenas de interacciones sociales satisfactorias, esta intervención tuvo un mayor efecto en sus cerebros y en sus autoinformes", dice Saxe.

Los investigadores aseguran que el estudio debería ser ampliado. Sobre todo ahora que hemos visto cómo todo el planeta ha estado en confinamiento. Según han adelantado, deberían ver las distintas reacciones dependiendo de los grupos de edad o cómo estas se pueden mitigar con pequeñas acciones como con las videollamadas.

Cuando tenemos hambre y vemos comida, se produce en el cerebro una reacción química, que vulgarmente se conoce como 'antojo'. Se había demostrado que este mecanismo también se activaba en los drogadictos que tenían síndrome de abstinencia. Pero… y cuándo añoramos el contacto social.

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