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¿Cómo ha afectado la pandemia del coronavirus a los enfermos de hepatitis C?
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RETRASO EN LOS DIAGNÓSTICOS

¿Cómo ha afectado la pandemia del coronavirus a los enfermos de hepatitis C?

Esta enfermedad no da la cara a través de síntomas, lo que retrasa su diagnóstico en fases precoces. Se estima que hay fuera del sistema sanitario entre 60.000 y 80.000 personas infectadas

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Nadie duda que la irrupción del coronavirus ha ejercido una significativa presión sobre los sistemas nacionales de salud. La afluencia masiva de enfermos de covid-19, la complejidad de la atención que requieren y los recursos sanitarios que demandan han trastocado el día a día de trabajo en prácticamente todos los servicios hospitalarios. Como consecuencia, esta presión ha afectado a la detección y seguimiento de numerosas patologías crónicas, entre ellas la hepatitis C. En una enfermedad como esta, en que la estrategia pasa por localizar a las personas que desconocen que están infectadas, un retraso en los nuevos diagnósticos puede suponer miles de muertes más relacionadas con enfermedades hepáticas.

Para entender el impacto de la pandemia, debemos ponernos en contexto: la hepatitis C es una enfermedad del hígado causada por el virus del mismo nombre (VHC). Cuando la infección se vuelve crónica, el paciente corre el riesgo de desarrollar una enfermedad hepática avanzada, que a menudo no da síntomas (lo que retrasa su diagnóstico en fases precoces) y que puede progresar a cirrosis o a cáncer hepático.

"Es muy importante detectar a esos pacientes que ni siquiera saben que tienen el virus, pues son un posible foco de transmisión"

Afortunadamente, el desarrollo de los fármacos antivirales de acción directa, que logran curar más del 95% de los casos, ha cambiado por completo el pronóstico de la enfermedad y ha permitido que la Organización Mundial de la Salud ponga en el horizonte el objetivo de eliminar la hepatitis C en el año 2030. De hecho, España podría adelantar esa fecha y convertirse en el segundo país en el mundo en eliminar esta infección, solo por detrás de Islandia.

Enfermos sin saberlo

España ha sido uno de los países que más han avanzado para lograr este objetivo antes de esa fecha. Así, en el mes de abril de 2015, entraba en vigor el Plan Estratégico Nacional para el Abordaje de la Hepatitis C (PEAHC). Desde entonces, 150.000 pacientes se han tratado y curado en nuestro país. Sin embargo, tal y como se ha publicado en el documento de posicionamiento de la Asociación Española para el Estudio del Hígado (AEEH) acerca de la eliminación de la hepatitis C, se estima que hay todavía fuera del sistema sanitario entre 60.000 y 80.000 personas infectadas por el VHC, de las que, probablemente, más de 26.000 desconocen que están enfermas.

“Es muy importante detectar a esos pacientes que ni siquiera saben que tienen el virus, pues son un posible foco de transmisión", explica el doctor José Luis Calleja, jefe del Servicio de Gastroenterología y Hepatología del Hospital Universitario Puerta de Hierro de Majadahonda (Madrid) y vicepresidente de la AEEH. "España había hecho un gran esfuerzo en buscar tanto a estos pacientes como a los que, estando diagnosticados, no se estaban tratando”, apunta el especialista. Pero la llegada de la pandemia ha dado un vuelco a la situación: tanto en la primera como en la segunda ola, explica el doctor Calleja, “la mayor parte de los recursos se ha puesto a disposición del coronavirus. Eso ha hecho que estos programas se hayan detenido en colectivos marginales y de inmigrantes”.

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Recordemos, en este sentido, que los pacientes a los que es más difícil llegar son, precisamente, aquellos que más ayuda necesitan por estar fuera del sistema: pacientes vulnerables, en riesgo de exclusión, que no tienen facilidad para acceder a los circuitos asistenciales. “Es un problema de salud pública", recalca el doctor Javier García Samaniego, jefe de Sección de Hepatología del Hospital Universitario La Paz (Madrid) y coordinador de la Alianza para la Eliminación de las Hepatitis Víricas en España (Aehve). Sobre todo en la primera ola, "las consultas y pruebas diagnósticas se suspendieron. Ha sido un año prácticamente perdido, y sin duda veremos las consecuencias de este parón”.

Ya se han hecho estimaciones acerca de cómo puede afectar el retraso en el tratamiento de la infección por VHC como consecuencia de la pandemia. Así, un estudio publicado en 'Journal of Hepatology' advierte de que el impacto global de un año de retraso en el programa de VHC puede traducirse en las siguientes cifras:

  • 121.000 infectados más por VHC.
  • 44.800 casos más de hepatocarcinoma.
  • 72.300 muertes más relacionadas con enfermedades hepáticas.

Todo ello provocaría que ningún país alcanzara los objetivos de la OMS en 2030.

Cribados y tratamientos

Ante esta situación, los expertos insisten en la necesidad de seguir adelante con el plan estratégico, que redujo considerablemente la aparición de pacientes con patologías graves y, consecuentemente, también la mortalidad. "Detener un año la búsqueda de estos pacientes puede hacer que tengamos un repunte de pacientes con enfermedad hepática avanzada", advierte el doctor Calleja. Además, en estos momentos, "al menos uno de cada cuatro ya la tiene. Y es urgente tratarles porque, de no hacerlo, pueden terminar desarrollando una cirrosis o un cáncer".

No solo se trata de seguir buscando de forma proactiva a los infectados, sino de continuar de forma adecuada con los tratamientos. Así, la doctora María Buti, jefa clínica del Servicio de Hepatología y Medicina Interna del Hospital Universitario Vall d'Hebron de Barcelona, señala que “la pandemia ha afectado a los programas de eliminación de la hepatitis C a distintos niveles: cribado, atención y cuidados, tratamientos… Hemos visto en nuestro laboratorio una caída del 30% de las peticiones para pruebas de hepatitis B y C; el número de pacientes nuevos, de primeras visitas, también ha descendido mucho”. Las consecuencias, estima, “dependerán de la intensidad de la pandemia y de la duración de esta situación”.

En la primera ola del covid-19, "las consultas y pruebas diagnósticas se suspendieron. Ha sido un año prácticamente perdido"

Entre las demandas de los especialistas, está la continuidad de los programas de cribado. “En estos años, la estrategia de tratamiento ha sido un éxito rotundo —reconoce el doctor García Samaniego—. Pero hablamos de un objetivo de salud pública, que es el de la eliminación de la enfermedad, y para eso no es suficiente con tratar a los pacientes que han sido diagnosticados: necesitamos buscar a aquellos que no lo han sido aún”.

Una opción que se baraja, en este sentido, es la posibilidad de que se aprovechen las pruebas serológicas de detección del coronavirus para hacer también pruebas de detección de anticuerpos del coronavirus. "Se están haciendo muchas serologías, y creemos que podría ser una buena oportunidad para cribar", explica el doctor Calleja. Asimismo, "también estamos insistiendo en que a los pacientes que ingresen en el hospital por covid se les haga por protocolo una serología de hepatitis B y C. Puede ser una muy buena oportunidad", concluye.

Nadie duda que la irrupción del coronavirus ha ejercido una significativa presión sobre los sistemas nacionales de salud. La afluencia masiva de enfermos de covid-19, la complejidad de la atención que requieren y los recursos sanitarios que demandan han trastocado el día a día de trabajo en prácticamente todos los servicios hospitalarios. Como consecuencia, esta presión ha afectado a la detección y seguimiento de numerosas patologías crónicas, entre ellas la hepatitis C. En una enfermedad como esta, en que la estrategia pasa por localizar a las personas que desconocen que están infectadas, un retraso en los nuevos diagnósticos puede suponer miles de muertes más relacionadas con enfermedades hepáticas.

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