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¿Por qué llamamos Paco a los Franciscos y Pepe a los Josés?
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¿Por qué llamamos Paco a los Franciscos y Pepe a los Josés?

Muchas abreviaturas coloquiales de nombres propios no parecen tener relación alguna con la palabra original. ¿Cuál es su origen? Hablemos de hipocorísticos

Foto: Fresco de Boda de San José y Virgen María en la iglesia Santuario del Santissimo Crocifisso (iStock)
Fresco de Boda de San José y Virgen María en la iglesia Santuario del Santissimo Crocifisso (iStock)

Estamos todos de acuerdo en que usted no estaría leyendo este artículo de El Confidencial si aquí nos estuviéramos preguntando por qué a los Franciscos se les llama Fran. Parece bastante evidente. Pero los nombres propios en castellano no solo van acompañados de diminutivos sencillos de entender, algunos de ellos (Paco, Pepe, Curro, Kiko...) no guardan, aparentemente, demasiada relación con el nombre original.

A esto además se suma que la mayoría de los diminutivos cariñosos, llamados hipocorísticos, ya se usaban con otras personas mucho antes de que naciésemos, por lo que el proceso de creación se nos escapa. ¿Cuál es su verdadero origen? Para tratar de averiguarlo hablamos con Jairo Javier García Sánchez, profesor de Filología de la Universidad de Alcalá.

PREGUNTA. Buena parte de los nombres más populares en castellano tienen una abreviatura coloquial ¿Hay alguna referencia temporal que determine en qué momento histórico empezamos a utilizarlas?

RESPUESTA. Los hipocorísticos son casi tan antiguos como los propios nombres. Los romanos usaban ya diminutivos afectivos, del tipo “Tulliola”, utilizado, por ejemplo, por Cicerón para llamar a su hija (Tullia), y los griegos harían otro tanto. No en vano, el mismo término “hipocorístico” procede del griego, y tiene el valor etimológico de ‘sub-acariciante’, esto es, ‘cariñoso’ en definitiva.

placeholder Estatua de Cicerón en el Palacio de Justicia de Roma (iStock)
Estatua de Cicerón en el Palacio de Justicia de Roma (iStock)

En origen, estos nombres diminutivos y abreviados, de carácter afectivo, comenzarían aplicándose a niños. Esos niños, al crecer y hacerse adultos, mantendrían en muchos casos esos nombres afectivos, y esa sería la forma de propagación y mayor difusión de los hipocorísticos entre las personas adultas o mayores. De hecho, así sigue sucediendo todavía en buena medida.

P. Hay muchísimos ejemplos de nombres en castellano con hipocorísticos, ¿a qué fenómenos del lenguaje se pueden atribuir estas formaciones?

R. Los hipocorísticos tienen un importante componente de afectividad y expresividad, y responden bien, por ello, a las características del lenguaje familiar y coloquial, en el que propiamente han surgido. La derivación diminutiva, pero a su vez la economía expresiva que lleva al acortamiento y, generalmente, al bisilabismo (mediante aféresis, apócopes, o incluso acronimia), así como la reduplicación consonántica –y en ocasiones también vocálica– ligada a esa estructura silábica bimembre, son algunos de sus rasgos más reconocibles.

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Nombres como “Enrique” que terminan derivando en “Quique” (“Kike”) muestran, por ejemplo, aféresis (supresión de sonidos en la parte inicial de la palabra) y bisilabismo con reduplicación consonántica. El paso de “Ma(ría del Car)men” a “Mamen” es un buen ejemplo de acronimia (unión del principio de una palabra y el final de otra), incluyendo igualmente bisilabismo y reduplicación consonántica.

P. Existe una teoría bastante extendida que defiende que a los Josés se les llama Pepe porque al repetir fonéticamente el sonido de ambas pes (P.P.) se hace referencia a las siglas de Pater Putativus (Padre Putativo) que durante siglos se ha utilizado para sustituir el nombre de san José. ¿Qué hay de cierto en esto?

R. Sí, esa hipótesis -la referencia con las iniciales de “Pater Putativus” (‘considerado padre’) a San José por ser padre no biológico de Jesús- es una de las posibles explicaciones del origen de "Pepe" como hipocorístico. Hay otras que también se han de considerar, como la de que responda en realidad a un apelativo familiar, afectivo, con reduplicación consonántica a la manera del italiano "Peppe", desde "Giuseppe", o a la del catalán “Pep”, desde “Josep”.

P. ¿Qué ocurre con los Franciscos? ¿Cómo se ha llegado a llamarles Paco?

R. “Paco” es un hipocorístico, una forma abreviada, corta, de carácter familiar y afectivo, que se puede explicar más o menos bien desde “Francisco”. La conexión entre “Paco” y “Francisco” se evidencia en la repetición de la sílaba final, y seguramente en la inicial (F(r)a > Pa). El hecho de que se aplicara humorísticamente como denominación del tirador moro por parte de los soldados españoles en África pudo tener que ver en su popularización.

"Se llega a 'Curro' desde el derivado 'Pacurro', 'Pacorro'. 'Curro' es mejor que 'Corro' porque así se evita la homonimia"

P. Otra teoría muy repetida asegura que la abreviatura de Paco a los Franciscos viene de 'PAter COmunitatis' (padre de la comunidad).

R. Esa conocida interpretación parece haber tratado de imitar la de “Pater Putativus” para “Pepe”. A diferencia de esta, que sí puede tener ciertos visos de realidad, la de “PAter COmunitatis” para “Paco” no es plausible. “Paco” se explica bien por lo que hemos dicho en la anterior respuesta.

P. ¿Hay alguna explicación para otras abreviaturas para Francisco como 'Pancho' 'Curro' o 'Kiko'?

R. Sí, son otros hipocorísticos bisílabos, como lo es el propio “Paco”. Para llegar a “Pancho” hay que pensar en otro hipocorístico, “Francho”, del que el primero sería la variante con “P-“. Esa “P-“ se explicaría igual que la de “Paco”. “Curro” procede, curiosamente, a su vez de “Paco”. En concreto, se llega a “Curro” desde un derivado “Pacurro”, “Pacorro”. “Curro” es mejor que “Corro” porque así se evita la homonimia, aunque luego también coincida con la denominación coloquial, procedente del caló, para ‘trabajo’. Otro hipocorístico, que se da especialmente en Galicia, es “Farruco”. Por último, “Quico” y su variante gráfica “Kiko” se explican bien desde la sílaba final “-co”, por reduplicación consonántica.

La tendencia al bisilabismo se observa igualmente en otros hipocorísticos del mismo nombre, como el que muestra aféresis o un acortamiento por delante (“Cisco”), o el que ha elidido la parte intermedia (“Frasco”). Por otro lado, aunque no sea bisílabo, también tenemos el acortamiento “Fran”. Los recursos para la transformación del nombre originario son varios y diversos.

P. Y en cuanto a las mujeres, ¿hay algún otro hipocorístico con origen curioso que pueda comentarnos?

R. Hay muchos y muy variados. Puede resultar interesante comprobar cómo a partir de un mismo nombre se han ido creando variantes hipocorísticas, de manera consecutiva, en un proceso secuencial. Por ejemplo, a partir de “Dolores” (motivado por la advocación a Nuestra Señora de los Dolores), que es un nombre que se presta a ser sustituido por hipocorísticos (en este caso por razones también eufemísticas), se han ido formando sucesivamente distintas variantes acortadas.

Se da la circunstancia de que 'Lola', al igual que otros hipocorísticos, se ha llegado a independizar de su matriz, de 'Dolores'

El primer hipocorístico que se obtiene (el menos alterado) es “Loles”, con aféresis (supresión de la sílaba inicial), bisilabismo y reduplicación consonántica. Ya se ha acortado la palabra y con ello se aleja algo la evocación de “Dolores” y de lo que esta palabra significa y evoca como apelativo. Desde “Loles” se pasa a caracterizar el femenino mediante la “-a” final y así se llega a “Lola”. A “Lola” se le añade un diminutivo y se pasa a “Lolita” y, como la tendencia es al acortamiento y al bisilabismo, se vuelve a acortar en “Loli” (con apócope o supresión de la sílaba final). A su vez, “Loli” tiende a convertirse en “Loly”, con un toque de exotismo, como lo tiene “Kiko” con la “k”.

Por otro lado, se da también la circunstancia de que “Lola”, al igual que otros hipocorísticos, se ha llegado a independizar de su matriz, de “Dolores”, de manera que ha pasado a ser un nombre de pila por sí mismo. En la actualidad hay niñas que reciben como nombre directamente el de “Lola”.

Estamos todos de acuerdo en que usted no estaría leyendo este artículo de El Confidencial si aquí nos estuviéramos preguntando por qué a los Franciscos se les llama Fran. Parece bastante evidente. Pero los nombres propios en castellano no solo van acompañados de diminutivos sencillos de entender, algunos de ellos (Paco, Pepe, Curro, Kiko...) no guardan, aparentemente, demasiada relación con el nombre original.

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