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Cara a cara con el conspiranoico: qué hacer si un amigo se cree cualquier teoría absurda
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EL 5G, LOS MICROCHIPS O EL QANON

Cara a cara con el conspiranoico: qué hacer si un amigo se cree cualquier teoría absurda

En los últimos meses, la ansiedad y la incertidumbre provocadas por la pandemia ha hecho que esta corriente gane muchos más adeptos: así se combate a los conspiranoicos

Foto: Foto: iStock.
Foto: iStock.

Vivimos tiempos complicados, de eso no cabe duda. Si alguien nos hubiera anunciado a finales del año pasado lo que estaba por venir en 2020 no le hubiéramos creído, o como mucho, su pronóstico habría caído en el más puro silencio. A decir verdad, existía la posibilidad de que viniera una pandemia, ya lo avisaban los epidemiólogos a través de estudios y apariciones regulares en los medios de comunicación, pero nadie se podía imaginar que pudiera ocurrir de esta forma tan acusada. Hoy, siete meses después de que se desatara la alarma sanitaria, la comunidad científica y médica sabe aún muy poco sobre el virus y su origen, cuándo desaparecerá o el papel que deben tomar los gobiernos para garantizar la seguridad de sus ciudadanos y a la par evitar que sus países se vayan a la quiebra económica.

Y en este contexto de incertidumbre y desasosiego general, una información veraz y útil es el bien más preciado. De ahí que la misión del periodismo actual consista más que nunca en desmentir la enorme cantidad de bulos que circulan por la red y los esfuerzos vayan dirigidos a acabar con la desinformación. Esto también es debido al enorme auge que han tomado las teorías de la conspiración en los últimos meses, hasta el punto de hacerse un hueco en los medios de comunicación más mainstream y en la voz de famosos y celebrities, cuando antes siempre habían estado relegadas a un círculo hermético de la red.

La ansiedad por la crisis y el uso desorbitado de las redes sociales por la falta de interacción social han propiciado el auge de estas teorías

En Estados Unidos, se ha amplificado muchísimo el fenómeno QAnon, del que ya hemos hablado en más de una ocasión, por el que sus defensores (entre los que destacan figuras políticas del ala republicana que han llegado a ganar primarias en base a estas teorías) aseguran que la pandemia fue orquestada por élites del Partido Demócrata y estrellas de Hollywood que en sus ratos libres se dedican a abusar sexualmente de niños y a beberse su sangre, además de estar planeando en secreto un golpe de estado contra Donald Trump, quien se erige como salvador del mundo para todos estos fanáticos.

Aquí en España, las teorías de la conspiración más populares son aquellas que defienden figuras públicas como Miguel Bosé, mucho más entendibles o al menos no tan oscuras y cinematográficas como el QAnon. El 5G, los microchips en las vacunas que quiere implantar Bill Gates o la duda de que el coronavirus sea real son algunas de ellas. Por otro lado, merece la pena destacar a periodistas como Iker Jiménez, muy apreciado por el público español, quien hace poco vio como muchos de sus seguidores se volvían contra él al descartar toda suposición de que la pandemia fuera un invento o un plan de los amos del mundo para alumbrar ese Nuevo Orden Mundial, siempre presente en los corazones de los conspiranoicos.

Foto: Iker Jiménez. (EFE)
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Todas estas teorías se han vuelto problemáticas en las conversaciones entre amigos y familiares a medida que la sensación de incertidumbre sigue en aumento debido a una falta de explicaciones claras o una guía de actuación bien definida para luchar contra la expansión del virus. Es inevitable asociar a sus seguidores con cierto espectro político que cae del lado derecho. Al fin y al cabo, uno de los simientes de este mundo conspiranoico no deja de ser el antisemitismo contra personalidades de gran poder como George Soros o los Rothschild, judíos filantrópicos de ideas progresistas que siempre han estado en el ojo de la diana de esta verdad oculta que día a día suma más acólitos.

En realidad, se han juntado varios factores que han propiciado que estas teorías se hayan vuelto tan populares. En primer lugar, la ansiedad provocada por la crisis sanitaria y otro aún más más notorio: el cese de la interacción social por la cuarentena que provocó que la sociabilidad se buscase por vía digital. Todo ello ha generado un fanatismo sin igual hacia estas corrientes, hasta el punto de recurrir a la descalificación personal cuando un periodista o una figura de renombre intelectual o científico decide desmentir todas estas informaciones y criticar a quienes las difunden.

Una cena de Navidad diferente (y más revuelta que nunca)

La crispación es tal que, desafortunadamente, no hay indicios de que la situación vaya a mejorar. A ello se le añade el descrédito a los representantes políticos encargados de tomar decisiones, en un enfrentamiento que va de lo personal hasta lo institucional, a pesar de escenificar reuniones en las que se comprometieron a llegar a acuerdos. Por ello, si los españoles ya teníamos suficiente con las típicas peleas ideológicas que tanto definen nuestro carácter, al combate dialéctico se le suman las teorías de la conspiración y sus adeptos frente aquellos que quieren poner un poco de sentido común y cabeza.

No te enzarces en una discusión pública con los defensores de la conspiración: esto afianza sus actitudes para reafirmarse ante los demás

Todo pinta que, de celebrarse una cena de Navidad mínimamente parecida a otros años, esta vez la discusión vire del tema ideológico al conspiranoico entre los comensales. ¿Qué hacer al respecto? ¿Cómo podemos lidiar con una persona que vive cegada por las teorías de la conspiración?

Un poco de "higiene informativa"

Van Badham, una columnista del rotativo británico 'The Guardian', ha escrito un interesante artículo en el que propone una serie de medidas para luchar contra la desinformación y aquellos cuyo pensamiento ha sido muy bombardeado por las noticias falsas o directamente esperpénticas, propias del mundo de la conspiración. En primer lugar, propone frenar la difusión de contenido con informaciones falsas u opiniones histéricas, en lo que ella llama una "higiene informativa". Si tú no compartes un meme o texto que a ti te hace gracia por lo disparatado que resulta pero que otras personas pueden llegar a creer a pies juntillas, habrá menos posibilidades de que llegue a un público mayoritario.

"Las personas recurren a las redes sociales cuando necesitan contacto humano", asevera Badham. "Una de las herramientas más poderosas de captación de cualquier secta es esta, la sociabilidad, sobre todo dirigida a personas vulnerables. Ahora, que todos estamos en peligro de ser contagiados, también es más necesario que nunca no perder el contacto físico y real con nuestros seres queridos". La columnista propone que, en caso de que no se pueda mantener una conversación cara a cara con alguien de nuestro entorno porque son personas de riesgo, hay que evitar la comunicación vía mensajes de texto y hablar más por teléfono. Y, en la medida de lo posible, impedir que la conversación gire en torno al mismo tema: "Dirije el diálogo hacia memorias, experiencias positivas y recuerdos felices compartidos".

Foto: (Pixabay)

Otro de los consejos que esgrime Badham es no caer en la tentación y enzarzarse en una batalla dialéctica online con los defensores de la conspiración. "Esto afianza las actitudes de estas personas para reafirmarse frente a los demás", asegura. En su lugar, ten estas conversaciones en privado y de una forma asertiva para que así el otro no sienta la presión de tener que defender las ideas que los demás le han metido en la cabeza y pueda hablar con franqueza. "Los creyentes en estas teorías tienen dudas inherentes, aunque estén muy enterradas, porque no existen pueblas que verifiquen sus afirmaciones al cien por cien", avisa.

Por último, la columnista británica reconoce que no va a haber "una desconexión inmediata" de la persona hacia estas rocambolescas teorías. "Reúnete con otros amigos y familiares" que estén preocupados por la deriva que está teniendo la persona a la que te diriges, y comentad el problema sin recurrir a la crítica excesiva. Y, sobre todo, "sé amable y asertivo", ya que al fin y al cabo lo que importa a la hora de convencer a alguien de algo son las formas. La escalada de fanatismo provoca que al final el contenido de los hechos importe poco y la persona quede tan confundida que sea capaz de creerse cualquier cosa.

Vivimos tiempos complicados, de eso no cabe duda. Si alguien nos hubiera anunciado a finales del año pasado lo que estaba por venir en 2020 no le hubiéramos creído, o como mucho, su pronóstico habría caído en el más puro silencio. A decir verdad, existía la posibilidad de que viniera una pandemia, ya lo avisaban los epidemiólogos a través de estudios y apariciones regulares en los medios de comunicación, pero nadie se podía imaginar que pudiera ocurrir de esta forma tan acusada. Hoy, siete meses después de que se desatara la alarma sanitaria, la comunidad científica y médica sabe aún muy poco sobre el virus y su origen, cuándo desaparecerá o el papel que deben tomar los gobiernos para garantizar la seguridad de sus ciudadanos y a la par evitar que sus países se vayan a la quiebra económica.

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