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La temperatura perfecta a la que debes beber el agua
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La temperatura perfecta a la que debes beber el agua

En función de si quieres adelgazar, tratar tus dolores de cabeza, el estreñimiento o solo hidratarte, debes elegir unas opciones u otras

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No hay nada como un refrescante vaso de agua cuando el calor aprieta o venimos de hacer ejercicio (hay que tener cuidado, sin embargo, y recordar a Felipe el Hermoso en estos casos). Algunos prefieren el alcohol o las bebidas azucaradas, pero es innegable que nada hidrata mejor que esa fuente de vida cristalina, limpia y pura. La temperatura para ingerirla, sin embargo, varía mucho de unas personas a otras: hay quien la quiere fría como si acabase de cogerla directamente de un manantial, y hay quien la prefiere un pelín más templada.

A nadie se le pasa por la mente beber agua caliente porque sí, y sin embargo en lugares como Karlovy Vary, en República Checa, prescriben beberla en esas condiciones para tratar distintos problemas, y no es raro ver a los turistas con su jarra en la mano. ¿Hay algo real en todo esto? ¿Cuál es la temperatura perfecta a la que deberíamos beber el agua?

El agua fría adelgaza, la fresca hidrata mejor y la templada ayuda a la digestión. Eso sí, debes evitar los cambios bruscos de temperatura

Hay varios estudios centrados en el tema. Algunos apuntan que el agua fría te ayuda a perder peso, y otros aseguran que ninguna temperatura afecta, en realidad. Sin embargo, el consenso general es que los extremos nunca son buenos y se tocan. El agua a temperaturas muy bajas es vasoconstrictora, mientras que a temperatura alta es vasodilatadora. Ambas, por tanto, pueden dificultar la digestión.

Si quieres adelgazar

Hay algo de verdad en que el agua fría ayuda a adelgazar, según un estudio realizado por Endocrine Society beber 500 ml de agua aumenta la tasa metabólica en un 30%. Al tener contacto con el frío, el organismo regula la temperatura corporal, lo que requiere energía y, por tanto, quema calorías. Eso sí, si no lo acompañas de una dieta equilibrada no te servirá de nada.

Si quieres hidratarte bien

También es importante distinguir entre agua fría, caliente y fresca, que sería la que proviene del grifo. Esta es la óptima si realmente queremos hidratarnos. No hay que olvidar que generalmente se nos aconseja beber unos ocho vasos de agua al día, y no hay nada mejor que guiarse por la sed para poder hidratar el organismo. El agua fresca, al contrario que la que se encuentra muy fría (o la caliente que, repetimos, es impensable) facilita la ingesta, lo que nos ayudaría a tomar más y, por tanto, hidratarnos. Según los estudios, esta agua fresca debe estar a unos 14 o 16ºC.

Para los dolores

Lo ideal, además, es beber poco a poco a lo largo del día. Volvemos a recordar a Felipe el Hermoso para explicar que los cambios bruscos de temperatura no son buenos, lo que es otra razón para no elegir un agua excesivamente fría, especialmente si hace mucho calor; tampoco es bueno beberla caliente si hace mucho frío, pero eso parece más difícil de llevar a cabo. El agua tibia también se recomienda para desintoxicar el cuerpo pues, al contrario que la helada o la caliente, favorece la digestión.

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El agua elimina toxinas, ayuda a la regeneración de las células y a combatir el envejecimiento. Muchos expertos recomiendan, además, tomar un vaso de agua templada en ayunas para luchar contra el estreñimiento, los dolores de cabeza o los derivados de la regla, pues mejora la capacidad de circulación de la sangre. Si no eres capaz de tomarla así, siempre puedes pensar en añadirle una rodaja de limón o un poco de menta.

No hay nada como un refrescante vaso de agua cuando el calor aprieta o venimos de hacer ejercicio (hay que tener cuidado, sin embargo, y recordar a Felipe el Hermoso en estos casos). Algunos prefieren el alcohol o las bebidas azucaradas, pero es innegable que nada hidrata mejor que esa fuente de vida cristalina, limpia y pura. La temperatura para ingerirla, sin embargo, varía mucho de unas personas a otras: hay quien la quiere fría como si acabase de cogerla directamente de un manantial, y hay quien la prefiere un pelín más templada.

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